3 de julio de 2022 - TO - DOMINGO XIV - Ciclo C
¡Vayan!
PRIMERA
LECTURA
Lectura
del libro del profeta Isaías 66, 10-14
¡Alégrense
con Jerusalén y regocíjense a causa de ella, todos los que la aman! ¡Compartan
su mismo gozo los que estaban de duelo por ella, para ser amamantados y
saciarse en sus pechos consoladores, para gustar las delicias de sus senos
gloriosos!
Porque
así habla el Señor: Yo haré correr hacia ella la prosperidad como un río, y la
riqueza de las naciones como un torrente que se desborda. Sus niños de pecho
serán llevados en brazos y acariciados sobre las rodillas. Como un hombre es
consolado por su madre, así yo los consolaré a ustedes, y ustedes serán
consolados en Jerusalén.
Al ver
esto, se llenarán de gozo, y sus huesos florecerán como la hierba. La mano del
Señor se manifestará a sus servidores, y a sus enemigos, su indignación.
Palabra
de Dios.
SALMO
Sal 65, 1-3a. 4-5. 6-7a. 16 y 20 (R.: 1)
R.
¡Aclame al Señor toda la tierra!
¡Aclame al Señor toda la tierra!
¡Canten la gloria de su Nombre!
Tribútenle una alabanza gloriosa,
digan al Señor: «¡Qué admirables son tus obras!»
Toda la tierra se postra ante ti,
y canta en tu honor, en honor de tu Nombre.
Vengan a ver las obras del Señor,
las cosas admirables que hizo por los hombres.
El convirtió el Mar en tierra firme,
a pie atravesaron el Río.
Por eso, alegrémonos en él,
que gobierna eternamente con su fuerza.
Los que temen al Señor, vengan a escuchar,
yo les contaré lo que hizo por mí.
Bendito sea Dios,
que no rechazó mi oración
ni apartó de mí su misericordia.
SEGUNDA
LECTURA
Lectura
de la carta del apóstol san Pablo
a los
cristianos de Galacia 6, 14-18
Hermanos:
Yo
sólo me gloriaré en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por quien el mundo
está crucificado para mí, como yo lo estoy para el mundo.
Estar
circuncidado o no estarlo, no tiene ninguna importancia: lo que importa es ser
una nueva criatura. Que todos los que practican esta norma tengan paz y
misericordia, lo mismo que el Israel de Dios. Que nadie me moleste en adelante:
yo llevo en mi cuerpo las cicatrices de Jesús. Hermanos, que la gracia de
nuestro Señor Jesucristo permanezca con ustedes. Amén.
Palabra
de Dios.
EVANGELIO
Lectura
del santo Evangelio según san Lucas 10, 1-12. 17-20
El
Señor designó a otros setenta y dos, y los envió de dos en dos para que lo
precedieran en todas las ciudades y sitios adonde él debía ir. Y les dijo: «La
cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos. Rueguen al dueño de los
sembrados que envíe trabajadores para la cosecha.
¡Vayan!
Yo los envío como a ovejas en medio de lobos. No lleven dinero, ni alforja, ni
calzado, y no se detengan a saludar a nadie por el camino.
Al
entrar en una casa, digan primero: “¡Que descienda la paz sobre esta casa!” Y
si hay allí alguien digno de recibirla, esa paz reposará sobre él; de lo contrario,
volverá a ustedes.
Permanezcan
en esa misma casa, comiendo y bebiendo de lo que haya, porque el que trabaja
merece su salario. No vayan de casa en casa. En las ciudades donde entren y
sean recibidos, coman lo que les sirvan; curen a sus enfermos y digan a la
gente: “El Reino de Dios está cerca de ustedes.”
Pero
en todas las ciudades donde entren y no los reciban, salgan a las plazas y
digan: “¡Hasta el polvo de esta ciudad que se ha adherido a nuestros pies, lo
sacudimos sobre ustedes! Sepan, sin embargo, que el Reino de Dios está cerca.”
Les
aseguro que en aquel Día, Sodoma será tratada menos rigurosamente que esa
ciudad.»
Los
setenta y dos volvieron y le dijeron llenos de gozo: «Señor, hasta los demonios
se nos someten en tu Nombre.»
El les
dijo: «Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo. Les he dado poder para
caminar sobre serpientes y escorpiones y para vencer todas las fuerzas del
enemigo; y nada podrá dañarlos. No se alegren, sin embargo, de que los
espíritus se les sometan; alégrense más bien de que sus nombres estén escritos
en el cielo.»
Palabra
del Señor.
Para reflexionar
La
primera lectura del libro de Isaías nos habla de una restauración de Jerusalén,
después del luto que implica un designio de catástrofe y de muerte. Dios mismo,
bajo la fuerza de Jerusalén como madre que da a luz un pueblo nuevo, se
compromete a traer paz, justicia y, especialmente el amor, como la forma de
engendrar ese pueblo nuevo: Dios. Él es la verdadera causa de gozo y de
consolación del pueblo. Pero esa Jerusalén no existe, hay que crearla en todas
partes, allí donde cada comunidad sea capaz de sentir la acción liberadora del
proyecto divino.
***
En la
segunda lectura el apóstol habla de la cruz. Aquello que antes de su
conversión era una vergüenza se convierte en el signo de identidad del
verdadero mensaje cristiano. Los cristianos debemos “gloriarnos” en esa cruz,
que no es la cruz del “sacrificio” sin sentido, sino el lugar del amor
consumado. Allí es donde los hombres de este mundo han condenado al Señor, y
allí se revela más que en ninguna otra cosa ese amor de Dios y de Jesús. La
cruz se hace evangelio, se hace buena noticia, porque en ella triunfa el amor
sobre el odio, la libertad sobre las esclavitudes de la Ley y de los intereses
del este mundo. Lo que cuenta no son las prácticas religiosas, sino la novedad
de una vida, a imagen de Jesús, fundada en el amor. Para lograrlo no hay otro
camino que la experiencia de la cruz.
La
Jerusalén, ilusionada con estas promesas que sobre ella hace el Señor, se
desborda en alabanza agradecida en el salmo responsorial: “vengan a escuchar lo que el Señor ha hecho
conmigo”.
***
La
vocación de todo hombre a la libertad se realiza desde la paz, el amor, la
justicia y la verdad. No se puede ser libre sin amor dado y recibido, sin una
justicia social que reconozca los derechos y responsabilidades de todos, sin
que la verdad ilumine todas las actividades de los hombres y la paz sea su
meta.
Esta
es la llamada que hace Jesús al enviar a sus discípulos a anunciar el reino del
Padre; reino que incluye la libertad y crea libertad en todos los planos de la
existencia de los hombres en el mundo.
En el
evangelio, Jesús de entre sus seguidores designa a “setenta y dos” y los envía
a anunciar el Reino a los lugares adonde pensaba ir. El “viaje” a Jerusalén se
presenta como el marco adecuado para iniciar a algunos seguidores en esta tarea
que Él no podrá llevar a cabo cuando llegue a Jerusalén. Lucas, junto a la
alegría de anunciar presenta todo un programa pastoral y un camino espiritual
para estos nuevos misioneros hecho de consejos y recomendaciones. Se adelanta
aquí lo que será la misión de la Iglesia que no es otra que proclamar el
evangelio en el mundo.
Rueguen
al dueño de los sembrados… El ser enviado es obra de Dios. Ir a anunciar que el
Reino de Dios está cerca no es fruto del sólo deseo o de la buena voluntad
del discípulo, aunque tenga mucha disponibilidad personal, sino que es obra de
Dios. Dios mismo envía obreros a su mies.
Para
ponerse en camino e ir a los hombres a decirles algo, hay que tener algo que
decir y aquellos setenta y dos discípulos lo habían descubierto, habían
intentado comprender sus palabras, sus gestos, sus aspiraciones y sus deseos.
Habían recorrido con El los caminos de su tierra y lo habían visto perdonar a
los pecadores, curar a los enfermos, dar vida a los muertos, multiplicar el pan
para saciar el hambre de los que le oían. Lo habían oído hablar de Dios como de
un Padre que espera siempre al hombre, con los brazos abiertos a pesar de sus pequeñeces.
Aquellos hombres se habían encontrado con un Jesús que les mostraba un Dios
vivo y que daba vida por eso intentaban reproducir su estilo.
La
oración hoy, encuentro vivo con Jesucristo es la raíz y el ambiente en que el
discípulo misionero realiza su trabajo. La fecundidad de la obra evangelizadora
nace del contacto vivo y personal con Dios, quien es “el dueño de la mies”. La
misión es gracia que nace de la oración pues a través de ella Dios genera y
envía nuevos obreros al servicio del Reino iniciado por su hijo.
Los
envío como a ovejas en medio de lobos…. La hostilidad se hará presente hasta en
los de su propia casa. Todos los que se hacen discípulos por el seguimiento son
enviados a anunciar el Evangelio haciendo vida las verdades que creen, siendo
la luz y la sal en medio de un mundo de lobos, de materialismo y de egoísmo, de
hedonismo, de mentira y de rencor. El campo de trabajo es toda la tierra. Allí,
en el lugar del trabajo, en el viaje diario, en el estudio, también en el lugar
y tiempo de descanso. Para el discípulo misionero no hay tiempos de oficina ni
vacaciones ajenas al reino, porque su vida está abrazada por la pasión por el
Reino.
No
lleven dinero, ni alforja… El evangelizador necesita nada para el camino,
le basta la sabiduría que han aprendido de Él, alcanzada por la convivencia
diaria y la sed de vida nueva. Jesús, por experiencia personal, sabe que el que
va de camino necesita ir ligero. La recomendación de Jesús de andar con poco,
sin calzado, sin apoyo, sin provisiones, pero con fe y esperanza, es una
evidente alusión a la austeridad y sencillez que caracterizan el estilo
del Reino, pero también a la urgencia. Es inminente la llegada del Reino. Hay
algo nuevo que tiene prioridad absoluta y que no puede ponerse en peligro.
La
misión debe ser lo más simple posible, para que lo accesorio no ahogue la
libertad del Espíritu que llama a renovar todo en Cristo. No podemos ni debemos
entrar en competencia con los poderes de este mundo y en sus juegos de
conveniencia. Nuestra pobreza es la condición de posibilidad para que nuestras
obras, las obras de nuestra debilidad, permitan ver la obra de Dios y obren el
milagro de que crezca el reino de Dios. Seremos signos del reino mediante un
estilo de vida libre y desinstalado, como fue la vida de Jesús y sólo podremos
comunicar aquello que hayamos experimentado en la propia vida.
Que
descienda la paz sobre esta casa… paz. El don de la paz, que es la plenitud de
la bendición mesiánica, descansará sobre aquéllos que son abiertos y disponibles
a la paz. La paz de Dios es un don escatológico que se asienta sobre la verdad,
la justicia, la libertad y el amor. En un mundo colérico y alienado, en una
sociedad agresiva, en un ambiente violento la oferta de paz es siempre válida,
actual y necesaria. La principal tentación del cristiano es abandonar su misión
pacificadora, ya que no ve frutos inmediatos ni resultados notorios en la
sociedad que tiene otra escala de valores y otra moral. No hay que cambiar de
anuncio, ni de propuesta, ni de casa. La constancia es la prueba de que se cree
verdaderamente. La paz no se declama; se crea poniendo gestos
pacificadores.
Los
enviados vuelven gozosos y triunfalistas. Jesús no rechaza ni discute su
alegría y éxito. Pero para que no haya equívocos Jesús afirma que el resultado
de la misión es gozoso porque somos ciudadanos del Reino y eso nadie ni nada
nos lo quita.
A la
luz de este Evangelio el discípulo no es un hombre que debe quedarse con el
descubrimiento gozoso de la buena noticia, sino que tiene que sentir la
urgencia de comunicarla a los demás. Porque la Buena Noticia, se ha convertido
en vida propia no puede dejar de sentir la urgencia de compartir a los demás la
alegría de una profesión cumplida honestamente, de un amor vivido con
fidelidad, de una paternidad educadora en la vida y en la fe, de una vocación
descubierta a la luz de Dios y de las necesidades de los hombres.
Jesús
nos llama a cooperar en su misión, la que le confió el Padre; anunciar y
construir el reino. Un reino que no es nuestro, ni de la iglesia, ni de ningún
sector sino de Dios. Nuestra dicha es haber sido llamados al reino y colaborar
para que todos los hombres tengan la misma dicha, la misma esperanza y la misma
fe.
Para discernir
¿Crecemos
y nos esforzamos como cristianos o vivimos de las rentas de la fe de otro
tiempo?
¿Tenemos
una actitud de verdaderos creyentes, que actúan según lo que creen y, además,
transmiten su fe a los demás, o simplemente cumplimos cuatro preceptos que nos
tranquilizan la conciencia?
¿Sentimos
la urgencia por la transformación del mundo?
Repitamos a lo largo de este día
…quiero
ser tu testigo…
Para la lectura espiritual
Sin
alforjas
Con
frecuencia, entendemos la evangelización de manera excesivamente doctrinal.
Llevar el evangelio sería dar a conocer la doctrina de Jesús a quienes todavía
no la conocen o la conocen de manera insuficiente. Si entendemos las cosas así,
las consecuencias son evidentes. Necesitamos, antes que nada, “medios de poder”
con los que poder asegurar la propagación de nuestro mensaje frente a otras
ideologías, modas y corrientes de opinión.
Además,
son necesarios cristianos bien formados doctrinalmente, que conozcan bien la
doctrina y sean capaces de transmitirla de la manera más persuasiva y
convincente. Necesitamos estructuras, técnicas y pedagogías adecuadas para
propagar el mensaje cristiano. Por último, es importante el número de
evangelizadores que con los mejores medios lleguen a convencer al mayor número
de personas. Todo esto es muy razonable y encierra, sin duda, grandes valores.
Pero, cuando se ahonda un poco en la actuación de Jesús y en su acción
evangelizadora, las cosas cambian bastante.
El
Evangelio no es sólo ni, sobre todo, una doctrina. El Evangelio es la persona
de Jesús. La experiencia humanizadora, salvadora, liberadora que comenzó con
Jesús.
Por
eso, evangelizar no es sólo propagar una doctrina sino hacer presente en el
corazón mismo de la sociedad y de la vida humana la fuerza salvadora del
acontecimiento y la persona de Jesucristo. Y esto no se hace de cualquier
manera.
Para
hacer presente esa experiencia liberadora, los medios más adecuados no son los
de poder y dominio sino los medios pobres de los que se sirvió el mismo Jesús.
Solidaridad con los más abandonados, acogida a cada persona, perdón, creación
de comunidad, ofrecer sentido a la vida…
Entonces,
lo importante es contar con testigos en cuya vida se pueda percibir la fuerza
humanizadora que encierra la persona de Jesús cuando es aceptada. Con ello no
se rechaza la importancia de la formación doctrinal, pero sólo cuando está al
servicio de la vida misma.
El
testimonio tiene primacía absoluta. Las estructuras, instituciones y técnicas
son importantes en la medida en que son necesarias para sostener la vida y el
testimonio de los creyentes.
Por
eso, lo más importante no es tampoco el número sino la calidad de vida de la
comunidad que puede irradiar fuerza evangelizadora.
Quizás
debamos escuchar con más atención las palabras de Jesús a sus enviados: «No
llevéis talega ni alforja ni sandalias».
José Antonio Pagola
Para rezar
Me has
llamado, Señor,
a continuar tu obra de anuncio del Reino
que inauguró entre nosotros
Jesús, tu Hijo y nuestro hermano.
Con los profetas te quiero gritar:
Mira, Señor, que no soy más que un joven
que no sabe hablar.
Pero, a pesar de todo,
aquí estoy para hacer tu voluntad
y proclamar a todos
que Tú eres el Dios de la Vida
el Dios de la Misericordia.
Tú,
Señor, conoces muy bien
toda mi vida y mis dudas;
mis fragilidades y debilidades.
Solo quiero que mi vida esté a tu disposición
como lo estuvo la de María,
creyente sencilla y Madre buena.
Señor, que sepa hacer resonar
tu mensaje en mi comunidad,
en el lugar donde vivo
para que la buena noticia llegue a todos
y el mundo crea en el Evangelio. Amén
Oración
del catequista}
}
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