8 de abril de 2022 – CUARESMA - VIERNES DE LA V SEMANA
Crean por las
obras
Lectura
del libro del profeta Jeremías 20, 10-13
Oía
los rumores de la gente: «¡Terror por todas partes! ¡Denúncienlo! ¡Sí lo
denunciaremos!» Hasta mis amigos más íntimos acechaban mi caída: «Tal vez se lo
pueda seducir; prevaleceremos sobre él y nos tomaremos nuestra venganza.»
Pero
el Señor está conmigo como un guerrero temible: por eso mis perseguidores
tropezarán y no podrán prevalecer; se avergonzarán de su fracaso, será una
confusión eterna, inolvidable.
Señor
de los ejércitos, que examinas al justo, que ves las entrañas y el corazón,
¡que yo vea tu venganza sobre ellos!, porque a ti he encomendado mi causa.
¡Canten
al Señor, alaben al Señor, porque él libró la vida del indigente del poder de
los malhechores!
Palabra
de Dios.
SALMO
Sal 17, 2-3a. 3bc-4. 5-6. 7 (R.: cf. 7)
R.
En mi angustia invoqué al Señor y él me escuchó.
Yo
te amo, Señor, mi fuerza,
Señor,
mi Roca, mi fortaleza y mi libertador. R.
Eres
mi Dios, el peñasco en que me refugio,
mi
escudo, mi fuerza salvadora, mi baluarte.
Invoqué
al Señor, que es digno de alabanza
y
quedé a salvo de mis enemigos. R.
Las
olas de la Muerte me envolvieron,
me
aterraron los torrentes devastadores,
me
cercaron los lazos del Abismo,
las
redes de la Muerte llegaron hasta mí. R.
Pero
en mi angustia invoqué al Señor,
grité
a mi Dios pidiendo auxilio,
y
él escuchó mi voz desde su Templo,
mi
grito llegó hasta sus oídos. R.
EVANGELIO
Lectura
del santo Evangelio según san Juan 10, 31-42
Los
judíos tomaron piedras para apedrearlo.
Entonces
Jesús dijo: «Les hice ver muchas obras buenas que vienen del Padre; ¿por cuál
de ellas me quieren apedrear?»
Los
judíos le respondieron: «No queremos apedrearte por ninguna obra buena, sino
porque blasfemas, ya que, siendo hombre, te haces Dios.»
Jesús
les respondió: «¿No está escrito en la Ley: Yo dije: Ustedes son dioses? Si la
Ley llama dioses a los que Dios dirigió su Palabra -y la Escritura no puede ser
anulada- ¿Cómo dicen: «Tú blasfemas», a quien el Padre santificó y envió al
mundo, porque dijo: «Yo soy Hijo de Dios»?
Si
no hago las obras de mi Padre, no me crean; pero si las hago, crean en las
obras, aunque no me crean a mí. Así reconocerán y sabrán que el Padre está en
mí y yo en el Padre.»
Ellos
intentaron nuevamente detenerlo, pero él se les escapó de las manos. Jesús volvió
a ir al otro lado del Jordán, al lugar donde Juan había bautizado, y se quedó
allí. Muchos fueron a verlo, y la gente decía: «Juan no ha hecho ningún signo,
pero todo lo que dijo de este hombre era verdad.» Y en ese lugar muchos
creyeron en él.
Palabra
del Señor.
PARA REFLEXIONAR
Jeremías
cuando fue llamado por Dios a su vocación de profeta era un muchacho y le tocó
anunciar desgracias y catástrofes, si los hombres no se convertían. El suyo fue
un mensaje mal recibido por todos, por el pueblo, por sus familiares, por las
autoridades. Tramaron su muerte, y él era muy consciente de ello. Pero a pesar
del drama personal que vive, triunfa en él la oración confiada en Dios.
Jeremías
es como una figura, un anticipo, un bosquejo de lo que será Jesús en los meses
más duros de su vida: vigilado, perseguido, apedreado, caminando hacia la
muerte salvífica.
***
Con
ocasión de la fiesta de la dedicación del Templo, que conmemoraba la victoria
de Judas Macabeo con la que el pueblo fue liberado y el templo nuevamente
consagrado, Jesús se paseaba por el templo, bajo el pórtico de Salomón y los
judíos lo rodearon increpándolo para que les dijera si era verdaderamente el
Mesías.
Jesús
les responde invitándolos a que vean las obras que hace en nombre del Padre: ellas
dan testimonio de su identidad. Jesús dice que su actuación y obra en el mundo
se fundamentan en su unión con Dios.
La
calidad del hombre se prueba por la de sus obras; Él demuestra ser enviado e
Hijo de Dios con las obras que realiza. Los que lo persiguen no pueden
representar a Dios. Presentan y se glorían de tener credenciales jurídicas
mientras que las únicas que atestiguan una misión divina no son siquiera las
palabras, sino las obras. De ellas se debe deducir la unidad entre Jesús y el
Padre; ambos tienen el mismo objetivo, dar vida al hombre.
Los
judíos deberían dejarse convencer por las obras de Jesús. Pero sus cabezas
están llenas de prejuicios y por eso rechazan a Dios en Jesús irritándose tanto
que toman piedras para tirárselas. La lapidación era el castigo por gravísimos
pecados, entre otros el de blasfemia.
Los
que rechazan a Jesús y buscan matarlo no lo hacen por sus buenas obras sino a
causa de su pretensión de hacerse a sí mismo Dios, cuando no es más que un
simple hombre. Entienden esa afirmación de Jesús como una blasfemia.
Nuestra
fe cristiana descansa, se apoya, en el testimonio de Cristo, Él es el revelador
de Dios. La fe cristiana se transmite, no por evidencia, sino por testimonio.
Cristo es testigo del Padre; los apóstoles son testigos de Cristo y nuestra fe
descansa en su testimonio.
Nuestras
obras deben dar testimonio, de nuestra opción de vida cristiana, al igual que
Jesús, nosotros realizamos las obras que Él mismo realizó a fin de llevar a
cabo el proyecto del Padre para nuestro mundo. No se trata de hablar, sino de
mostrar con nuestra propia vida que pertenecemos a Cristo, que su camino es
nuestro camino, que sus proyectos son los nuestros, en fin que ya no somos
nosotros lo que vivimos sino que es Cristo quien vive en nosotros.
Como
el discípulo no es más que su Maestro, tenemos el difícil desafío de afrontar
la adversidad y la persecución como oportunidad para dar testimonio fehaciente
de fidelidad a Jesús. La fe no es un blindaje que nos impide sentir la
oposición, la burla, el dolor o la incomprensión. Tampoco es la anestesia que
nos distrae mientras el mundo sigue rodando con violencia o crueldad.
La
fe es una luz sobrenatural que nos permite reconocer la fuerza de un amor que
se ha entregado entero por nosotros y que nos mueve más allá de nosotros mismos
a continuar “haciendo las obras buenas que hablan de Dios que ama al hombre y
quiere su felicidad”. En este camino el Señor está con nosotros. Este modo de
vida nos hace partícipes de su Pasión y resurrección. En comunión con Él,
estamos haciendo con nuestro andar por la vida, Historia de Salvación.
PARA DISCERNIR
¿Nuestras
obras hablan de nuestra opción de fe?
¿Nuestros
proyectos son los de Cristo?
¿Los
defendemos y realizamos con todo el corazón?
REPITAMOS A LO LARGO DE ESTE DÍA
Yo
te amo, Señor, mi fortaleza
PARA LA LECTURA ESPIRITUAL
«¿No
está escrito en la Ley: Yo dije: Ustedes son dioses?”
“Díjose
entonces Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen y a nuestra semejanza” (Gn
1,26) Como si el Creador entrase en sí mismo; como si al crear, no sólo llamase
de la nada a la existencia con la palabra “hágase”, sino que de forma
particular sacase al hombre del misterio de su propio Ser. Y se comprende, pues
no se trata sólo del existir, sino de la imagen. La imagen debe “reflejar”,
debe como reproducir en cierto modo “la sustancia” de su Modelo. (…) Es obvio
que no se debe entender como un “retrato”, sino como un ser vivo que vive una
vida semejante a la de Dios.
Al
definir al hombre como “imagen de Dios”, pone en evidencia aquello por lo que
el hombre es hombre, aquello por lo que es un ser distinto de todas las demás
criaturas del mundo visible. Son conocidos los muchos intentos que la ciencia
ha hecho —y sigue haciendo— en los diferentes campos, para demostrar los
vínculos del hombre con el mundo natural y su dependencia de él, a fin de
inserirlo en la historia de la evolución de las distintas especies.
Respetando
ciertamente tales investigaciones, no podemos limitarnos a ellas. Si analizamos
al hombre en lo más profundo de su ser, vemos que se diferencia del mundo de la
naturaleza más de lo que a él se parece. En esta dirección caminan también la
antropología y la filosofía cuando tratan de analizar y comprender la
inteligencia, la libertad, la conciencia y la espiritualidad del hombre. El
libro del Génesis parece que sale al encuentro de todas estas experiencias de
la ciencia y, hablando del hombre en cuanto “imagen de Dios”, da a entender que
la respuesta al misterio de su humanidad no se encuentra por el camino de la
semejanza con el mundo de la naturaleza. El hombre se asemeja más a Dios que a
la naturaleza. En este sentido el Salmo 82, 6 dice: “Sois dioses”, palabras que
luego repetirá Jesús.
San Juan Pablo
II (1920-2005) – Papa –
Audiencia
general del 6-12-1978 (trad. © copyright Libreria Editrice Vaticana)
PARA REZAR
Para
estar en el camino del Señor
¿Quién
será recibido en la casa de Dios?
¿Quién
vivirá con él?
El
que trata de practicar la justicia
y
es auténtico en la búsqueda de la verdad,
el
que no habla mal de los otros,
no
hace mal a sus hermanos
ni
trata de sacar ventaja de nadie,
ni
insulta al prójimo.
A
sus ojos
el
mal intencionado no merece la admiración,
pero
él respeta a los que aman a Dios.
Si
ha jurado
no
retrocede aunque salga perjudicado,
ni
tampoco acepta la injusticia
para
no perjudicar a los inocentes.
El
que así proceda encuentra al Señor.
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