8
de marzo de 2022 – T. DE CUARESMA – MARTES DE LA
I SEMANA
Pedir para ser
escuchados
Lectura
del libro del profeta
Isaías 55, 10-11
Así
habla el Señor:
Así
como la lluvia y la nieve descienden del cielo y no vuelven a él sin haber
empapado la tierra, sin haberla fecundado y hecho germinar, para que dé la
semilla al sembrador y el pan al que come, así sucede con la palabra que sale
de mi boca: ella no vuelve a mí estéril, sino que realiza todo lo que yo quiero
y cumple la misión que yo le encomendé.
Palabra
de Dios.
SALMO
Sal 33, 4-5. 6-7. 16-17. 18-19 (R.: 18b)
R.
El Señor libra a los justos de todas sus angustias.
Glorifiquen
conmigo al Señor,
alabemos
su Nombre todos juntos.
Busqué
al Señor: él me respondió
y
me libró de todos mis temores. R.
Miren
hacia él y quedarán resplandecientes,
y
sus rostros no se avergonzarán.
Este
pobre hombre invocó al Señor:
él
lo escuchó y lo salvó de sus angustias. R.
Los
ojos del Señor miran al justo
y
sus oídos escuchan su clamor;
pero
el Señor rechaza a los que hacen el mal
para
borrar su recuerdo de la tierra. R.
Cuando
ellos claman, el Señor los escucha
y
los libra de todas sus angustias.
El
Señor está cerca del que sufre
y
salva a los que están abatidos. R.
EVANGELIO
Lectura
del santo Evangelio según san Mateo 6, 7-15
Jesús
dijo a sus discípulos:
Cuando
oren, no hablen mucho, como hacen los paganos: ellos creen que por mucho hablar
serán escuchados. No hagan como ellos, porque el Padre que está en el cielo
sabe bien qué es lo que les hace falta, antes de que se lo pidan.
Ustedes
oren de esta manera: Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu
Nombre, que venga tu Reino, que se haga tu voluntad en la tierra como en el
cielo.
Danos
hoy nuestro pan de cada día. Perdona nuestras ofensas, como nosotros perdonamos
a los que nos han ofendido. No nos dejes caer en la tentación, sino líbranos
del mal.
Si
perdonan sus faltas a los demás, el Padre que está en el cielo también los
perdonará a ustedes. Pero si no perdonan a los demás, tampoco el Padre los
perdonará a ustedes.
Palabra
del Señor.
PARA REFLEXIONAR
Isaías,
profeta del consuelo tiene la profunda seguridad de que el Señor está presente
en los sufrimientos de su pueblo y que un día les ha de devolver su
alegría y su patria. Esta convicción arranca de la palabra del Señor, dada y
mantenida de generación en generación.
El
profeta conoce bien la eficacia callada y profunda del agua y de la nieve:
empapar, fecundar, hacer germinar, dar semilla y pan. La palabra de Dios,
del mismo modo que la lluvia y la nieve hace su obra «empapándonos», es decir:
colmándonos interiormente, penetrándonos, llegando hasta lo más profundo de
nuestro ser, llenando nuestros vacíos e iluminando nuestras oscuridades.
Cuando
abrimos nuestro corazón a la Palabra que Dios ha pronunciado sobre nosotros,
ella nos fecunda y hace dar fruto.
***
Jesús
nos recuerda hoy una dimensión esencial de toda vida que quiere vivir en
profundidad: la oración.
El
Evangelio nos habla de nuestra plegaria, de su verdadero contenido, de cómo
debemos comportarnos y de la interioridad auténtica. Se trata de la actitud que
el hombre ha de adoptar en sus relaciones con Dios.
En
el Evangelio nos muestra que el hombre puede convertirse en terreno fértil para
la palabra de Dios cuando sumerge su vida en la oración y desde ella en el
misterio de Dios.
Jesús,
además de recomendarnos la oración nos enseña una manera de realizarla: el
«Padrenuestro». La oración es ponerse ante Dios en relación de hijos. Nos
enseña a usar la palabra «Abba» que es la palabra más familiar de la lengua
hebrea. Esta palabra es la que los niños usan al echarse en brazos de su padre:
algo así como «¡papito querido!»
El
Padrenuestro se contrapone a las largas plegarias de los paganos, que basaban
su eficacia en las palabras que pronunciaba el hombre. La oración cristiana, en
cambio, recibe su eficacia del Padre, ya que es una respuesta amorosa que
acepta la voluntad salvadora de Dios sobre uno mismo y sobre la historia.
El
Padrenuestro nos educa a una visión auténtica de nuestra vida porque se fija
ante todo en Dios y su reino: Padre… santificado sea tu nombre… hágase tu
voluntad… venga tu Reino. Luego pide para nosotros: el pan de cada día… el
perdón de las ofensas… que no caigamos en la tentación… que nos libre de mal.
La
verdadera oración es modelar el corazón para la realización de la voluntad de
Dios, y trabajar con todas nuestras fuerzas para que esa voluntad se realice en
los hermanos. Y esa voluntad consiste en que Él sea Padre y que nosotros
vivamos entre como verdaderos hermanos.
PARA DISCERNIR
¿A
dónde apunta mi oración?
¿Quiero
descubrir en mi oración la voluntad de Dios o quiero que Dios haga mi voluntad?
¿Mi
corazón clama a Dios en todo tiempo o sólo en el momento de la necesidad?
¿Mi
oración busca el encuentro o es solamente interesada?
REPITAMOS A LO LARGO DE ESTE DÍA
¡Abba,
Padre! Que se haga como quieres Tú
PARA LA LECTURA ESPIRITUAL
…
“Líbranos del mal…” El mundo yace en el mal, y mal no es sólo el caos, ausencia
de ser: manifiesta una inteligencia perversa que, a fuerza de honores
sistemáticamente absurdos, quiere hacernos dudar de Dios y su bondad. En
realidad, se trata no de la simple «privación del bien», sino del Maligno, del
Malvado; no la materia, ni el cuerpo, sino la más sublime inteligencia
encerrada en su propia luz… Es necesario afirmar que Dios no ha creado el mal,
y menos aún lo permite. «El rostro de Dios gotea sangre en la sombra», decía
León Bloy. Dios siente el mal en su propio rostro, como Jesús recibió las
bofetadas teniendo los ojos vendados. El grito de Job no deja de clamar, y
Raquel sigue llorando sus hijos. Pero la respuesta a Job está ahí: es la cruz.
Es Dios crucificado sobre todo el mal del mundo, pero capaz de hacer estallar
en las tinieblas una inmensa fuerza de resurrección. Pascua es la
transfiguración en el abismo.
Y
«líbranos del mal» a nosotros, que nos avergonzamos de ser cristianos o, por el
contrario, hacemos del cristianismo, de nuestra confesión, un estandarte de
superioridad y de desprecio. Y «líbranos del mal» a nosotros, que hablamos de
la deificación y con frecuencia somos poco humanos. Y «líbranos del mal» a
nosotros, que nos apresuramos a hablar de amor y ni siquiera sabemos
respetarnos mutuamente. Y «líbrame del mal» a mí, hombre de angustia y
tormento, tan a menudo dividido, tan poco seguro de existir, hombre que se
atreve a hablar –junto a la Iglesia: es mi única excusa del Reino y de su gozo.
O. Clément, El
Padre Nuestro, Rezar el Padre Nuestro,
Magnano 1988,
116-119, passim.
PARA REZAR
Padre
Padre,
me pongo en tus manos
haz
de mí lo que quieras,
sea
lo que sea, te doy las gracias.
estoy
dispuesto a todo
lo
acepto todo
con
tal que tu voluntad
se
cumpla en mí
y
en todas tus criaturas.
no
deseo nada más
te
confío mi alma
te
la doy con todo el amor
de
que soy capaz.
Porque
te amo y necesito darme
ponerme
en tus manos con una infinita confianza
porque eres mi Padre.
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