4 de febrero de 2022 – TO - VIERNES DE LA IV SEMANA
Es Juan a
quien yo decapité que ha resucitado
Lectura
del libro del
Eclesiástico
Ecli. 47,2-11
Como
la grasa es lo mejor del sacrificio, así David es el mejor de Israel. Jugaba
con leones como con cabritos, y con osos como con corderillos; siendo un
muchacho, mató a un gigante, removiendo la afrenta del pueblo, cuando su mano
hizo girar la honda, y derribó el orgullo de Goliat. Invocó al Dios Altísimo, quien
hizo fuerte su diestra para eliminar al hombre aguerrido y restaurar el honor
de su pueblo. Por eso le cantaban las mozas, alabándolo por sus diez mil. Ya
coronado, peleó y derrotó a sus enemigos vecinos, derrotó a los filisteos
hostiles, quebrantando su poder hasta hoy.
De
todas sus empresas daba gracias, alabando la gloria del Dios Altísimo; de todo
corazón amó a su Creador, entonando salmos cada día; trajo instrumentos para
servicio del altar y compuso música de acompañamiento; celebró solemnemente
fiestas y ordenó el ciclo de las solemnidades; cuando alababa el nombre santo,
de madrugada, resonaba el rito. El Señor perdonó su delito y exaltó su poder
para siempre; le confirió el poder real y le dio un trono en Jerusalén.
Palabra
de Dios.
SALMO
Sal 18 (17) 31.47
R:
Bendito sea mi Dios y Salvador
Perfecto
es el camino de Dios,
acendrada
es la promesa del Señor;
él
es escudo para los que a él se acogen. R.
Viva
el Señor, bendita sea mi Roca,
sea
ensalzado mi Dios y Salvador.
Por
eso te daré gracias entre las naciones, Señor,
y
tañeré en honor de tu nombre. R.
Tú
diste gran victoria a tu rey,
tuviste
misericordia de tu Ungido,
de
David y su linaje por siempre. R.
EVANGELIO
Lectura
del santo Evangelio según San Marcos 6, 14-29
El
rey Herodes oyó hablar de Jesús, porque su fama se había extendido por todas
partes. Algunos decían: «Juan el Bautista ha resucitado, y por eso se
manifiestan en él poderes milagrosos» Otros afirmaban: «Es Elías.» Y otros: «Es
un profeta como los antiguos.» Pero Herodes, al oír todo esto, decía: «Este
hombre es Juan, a quien yo mandé decapitar y que ha resucitado.»
Herodes,
en efecto, había hecho arrestar y encarcelar a Juan a causa de Herodías, la
mujer de su hermano Felipe, con la que se había casado. Porque Juan decía a
Herodes: «No te es lícito tener a la mujer de tu hermano.» Herodías odiaba a
Juan e intentaba matarlo, pero no podía, porque Herodes lo respetaba, sabiendo
que era un hombre justo y santo, y lo protegía. Cuando lo oía, quedaba
perplejo, pero lo escuchaba con gusto.
Un
día se presentó la ocasión favorable. Herodes festejaba su cumpleaños,
ofreciendo un banquete a sus dignatarios, a sus oficiales y a los notables de
Galilea. La hija de Herodías salió a bailar, y agradó tanto a Herodes y a sus
convidados, que el rey dijo a la joven: «Pídeme lo que quieras y te lo daré.» Y
le aseguró bajo juramento: «Te daré cualquier cosa que me pidas, aunque sea la
mitad de mi reino.» Ella fue a preguntar a su madre: «¿Qué debo pedirle?» «La
cabeza de Juan el Bautista», respondió esta.
La
joven volvió rápidamente a donde estaba el rey y le hizo este pedido: «Quiero
que me traigas ahora mismo, sobre una bandeja, la cabeza de Juan el Bautista.»
El
rey se entristeció mucho, pero a causa de su juramento, y por los convidados,
no quiso contrariarla. En seguida mandó a un guardia que trajera la cabeza de
Juan. El guardia fue a la cárcel y le cortó la cabeza. Después la trajo sobre
una bandeja, la entregó a la joven y esta se la dio a su madre.
Cuando
los discípulos de Juan lo supieron, fueron a recoger el cadáver y lo
sepultaron.
Palabra
del Señor.
PARA REFLEXIONAR
Hoy,
antes de seguir con la historia de Salomón, hacemos una breve incursión en el
libro del Eclesiástico (Ben Sira), para escuchar un canto de alabanza a la
figura de David, cuya historia hemos ido leyendo en estas semanas.
El
canto de Ben Sira resume lo que representa David para la historia de este
pueblo de Israel, y por tanto también para nosotros, porque somos sus
herederos. No podemos olvidar que Jesús de Nazaret, el Mesías, ha venido de la
casa de David y los evangelios le llaman muchas veces «hijo de David».
Además
de recordar episodios más o menos llamativos de su vida; de niño, de joven, de
rey, con una rápida alusión a su pecado y a su perdón; el autor del libro
sapiencial resalta sobre todo lo litúrgico y cultual que realizó David en su
papel sacerdotal al frente del pueblo: daba gracias y alababa a Dios, entonaba
salmos cada día, compuso música para el culto e introdujo instrumentos, celebró
solemnes fiestas, ordenó el ciclo del año litúrgico.
Su
obra, fue social y políticamente decisiva para su pueblo, también en cuanto a
la vida religiosa. Con sus defectos y fallos David, fue un gran hombre y un
creyente, y Dios no le retiró su favor.
Es
una figura precursora del Mesías: “el Hijo de David”, Cristo Jesús.
***
La
actividad misionera de Jesús, prolongada ahora en los discípulos, extiende la
fama pero también los interrogantes sobre su persona. Entre el envío de los
discípulos y el regreso de su misión, Marcos introduce dos relatos, en el
primero la gente opina sobre Jesús y en el segundo se presenta el martirio de
Juan el Bautista.
El
evangelista, de forma sutil pero clara, está anunciando la suerte que correrá
Jesús con su predicación tan impetuosa y transformadora, y la posible suerte
que correrían el grupo de sus discípulos, si se comprometen con seriedad y
dedicación al anuncio de la llegada inminente del Reino, y de la necesidad de
un cambio de vida para asumir esta causa.
Juan
el Bautista es admirado por su ejemplo de entereza en la defensa de la verdad y
su valentía en la denuncia del mal. Por eso Herodes lo aprecia y respeta, a
pesar de que, esa denuncia lo perjudicaba. Pero la debilidad de este rey, que
le había quitado injustamente la mujer a su hermano Felipe, y las intrigas de
la mujer y de su hija, acabaron con su vida. El profeta no podía
permanecer imparcial ante esta injusticia.
Herodías,
aprovechó la fiesta de cumpleaños de Herodes y utilizando a su hija como
señuelo, la hizo danzar. Esto agradó tanto a Herodes que prometió a la joven
darle lo que pidiese, incluso si fuera necesario la mitad de su reino. A
Herodías, le bastó la cabeza del profeta. Herodes por no quedar mal ante la
corte se ve obligado a cumplir su promesa.
Juan
el Bautista es fiel, hasta sus últimas consecuencias, a Aquel que lo envió. Al
entregar su vida, da paso para que la Buena Nueva del amor de Dios, a los
hombres, se centre sólo en Aquel que Dios nos envía.
Si
bien el Señor no pide a todos los cristianos que derramen su sangre en
testimonio de su fe, reclama de todos una firmeza heroica para proclamar la
verdad con la vida y la palabra en medio del mundo, en las circunstancias en
las que nos ha colocado la vida. Habrá ocasiones en las que no podremos
permanecer en silencio, sino que tendremos que denunciar el mal allí donde se
manifiesta. No podemos pasar de largo ante la pobreza, el hambre provocada por
sistemas injustos. No podemos cerrar la boca ante los desvalidos que son
injustamente tratados. No podemos poner la mirada en otra parte cuando vemos el
deterioro que la droga, la falta de oportunidades y una cultura vacía de
valores, provocan en las generaciones más jóvenes.
Pero
no sólo podemos limitarnos a denunciar el pecado; Cristo tiene que llegar a
todos como verdad, vida y camino de salvación. Por eso, abiertos al Evangelio y
a las inspiraciones del Espíritu Santo, tenemos que ser creativos, al proponer
caminos que, desde el Evangelio, ayuden al hombre a verse libre de sus
esclavitudes.
Derramar hoy
nuestra sangre por fidelidad al Evangelio, es no tener miedo a derramar nuestro
tiempo, nuestras capacidades en la lucha por el bien de nuestros hermanos, con
la certeza que sólo el Señor es nuestra herencia. Vivamos en plenitud nuestro
compromiso con el Señor y, con la misión que Él nos ha confiado, con palabras
valientes, pero sobre todo con una vida coherente que sea como un signo
profético en medio de un mundo que levanta altares a dioses falsos.
PARA DISCERNIR
¿Vivimos
la verdad del Evangelio a medias?
¿Nos
animamos a dar un paso más aunque nos cueste tiempo y renuncias?
¿Estamos
dispuestos nosotros, a seguir el camino de la entrega incondicional?
REPITAMOS A LO LARGO DE ESTE DÍA
Mi
corazón no temerá
PARA LA LECTURA ESPIRITUAL
…Ésta
fue la tarea de Jesús como sumo sacerdote de la nueva alianza, mediador entre
el Padre y la humanidad pecadora: en primer lugar, abrió el acceso al santo de
los santos y lo recorrió él mismo. Allí es donde Jesús ora ahora, en este
«ahora» sin límites de la eternidad que nuestro tiempo creado no puede fijar ni
hacernos alcanzar, a no ser a través de la oración. Jesús es así, para siempre,
el hombre de la oración, nuestro sumo sacerdote que intercede. Tal es y tal
permanece así «ayer, hoy y siempre» (Heb 13,8). Allí arriba, en Jesús
resucitado, se encuentra también la fuente perenne de nuestra oración de aquí
abajo. Gracias a la oración estamos cerca de él, rotos y sobrepasados los
límites del tiempo, y respiramos en la eternidad, manteniéndonos en presencia
del Padre, unidos a Jesús.
Para
llegar allí es necesario recorrer aquí abajo el mismo camino que el Salvador,
no hay ningún otro: el de la cruz y el de la muerte. La misma carta a los
Hebreos observa que Jesús padeció la muerte fuera de las puertas de la ciudad.
En consecuencia, los cristianos también deben salir «a su encuentro fuera del
campamento y carguemos también nosotros con su oprobio (Heb 13,13), es decir,
la vergüenza de la cruz. Todo bautizado lleva en él el deseo de este éxodo
hacia Cristo. «No tenemos aquí ciudad permanente, sino que aspiramos a la
ciudad futura (Heb 13,14), allí donde está presente Jesús ahora. También
nosotros estamos ya allí, en la medida en que, mediante la oración, habitamos
junto a él. «Así pues, ofrezcamos a Dios sin cesar por medio de él un
sacrificio de alabanza, es decir, el fruto de los labios que bendicen su
nombre» (Heb 13,15). En efecto, el cristiano, que camina tras las huellas de
Jesús, ofrece como él un sacrificio de oración. Confiesa e invoca
constantemente su nombre. Y después, en el amor, comparte todo con sus
hermanos” …
A.
Louf, El espíritu ora en nosotros, Narcea, Madrid 1985.
PARA REZAR
ORACIÓN
DE UN MISIONERO MÁRTIR
Que
mis manos sean las tuyas.
Que mis ojos sean los tuyos.
Que mi lengua sea la tuya.
Que mis sentidos y mi cuerpo
no sirvan sino para glorificarte.
Pero
sobre todo: transfórmame:
¡Que mi memoria, mi inteligencia,
mi corazón, sean tu memoria,
tu inteligencia y tu corazón!
¡Que
mis acciones y mis sentimientos,
sean semejantes a tus acciones y
a tus sentimientos!
Amén
Juan
Gabriel Perboyre – (Patrono de Oceanía)
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