8 de enero de 2022 – T. DE NAVIDAD - 8 DE ENERO
El Señor me
envió a llevar la Buena Noticia a los pobres
Lectura
de la primera carta del apóstol san
Juan 4, 7-10
Queridos
míos, amémonos los unos a los otros, porque el amor procede de Dios, y el que
ama ha nacido de Dios y conoce a Dios.
El
que no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor.
Así
Dios nos manifestó su amor: envió a su Hijo único al mundo, para que tuviéramos
Vida por medio de él. Y este amor no consiste en que nosotros hayamos amado a
Dios, sino en que él nos amó primero, y envió a su Hijo como víctima
propiciatoria por nuestros pecados.
Palabra
de Dios.
SALMO
Sal 71, 1-2. 3-4ab. 7-8 (R.: cf. 11)
R.
Que se postren ante ti, Señor, todos los pueblos de la tierra.
Concede,
Señor, tu justicia al rey
y
tu rectitud al descendiente de reyes,
para
que gobierne a tu pueblo con justicia
y
a tus pobres con rectitud. R.
Que
las montañas traigan al pueblo la paz,
y
las colinas, la justicia;
que
él defienda a los humildes del pueblo,
socorra
a los hijos de los pobres. R.
Que
en sus días florezca la justicia
y
abunde la paz, mientras dure la luna;
que
domine de un mar hasta el otro,
y
desde el Río hasta los confines de la tierra. R.
EVANGELIO
Lectura
del santo Evangelio según san Marcos 6, 34-44
Al
desembarcar, Jesús vio una gran muchedumbre y se compadeció de ella, porque
eran como ovejas sin pastor, y estuvo enseñándoles largo rato.
Como
se había hecho tarde, sus discípulos se acercaron y le dijeron: «Este es un lugar
desierto, y ya es muy tarde. Despide a la gente, para que vaya a las
poblaciones cercanas a comprar algo para comer.»
El
respondió: «Denles de comer ustedes mismos.»
Ellos
le dijeron: «Habría que comprar pan por valor de doscientos denarios para dar de
comer a todos.»
Jesús
preguntó: «¿Cuántos panes tienen ustedes? Vayan a ver.»
Después
de averiguarlo, dijeron: «Cinco panes y dos pescados.»
El
les ordenó que hicieran sentar a todos en grupos, sobre la hierba verde, y la
gente se sentó en grupos de cien y de cincuenta.
Entonces
él tomó los cinco panes y los dos pescados, y levantando los ojos al cielo,
pronunció la bendición, partió los panes y los fue entregando a sus discípulos
para que los distribuyeran. También repartió los dos pescados entre la gente.
Todos
comieron hasta saciarse, y se recogieron doce canastas llenas de sobras de pan
y de restos de pescado. Los que comieron eran cinco mil hombres.
Palabra
del Señor.
PARA
REFLEXIONAR
Todo
el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios, y, a su vez, el que no ama no ha
conocido a Dios, de ahí que el amor se constituye en el camino que nos acerca y
nos introduce en el mundo de Dios.
«Conocer»
a Dios en la mentalidad bíblica, semita, no es un acto intelectual; no es algo
que pertenezca exclusivamente al mundo de la razón. Juan lo dice claramente:
conoce a Dios quien lo ama. Sólo se conoce verdaderamente a Dios desde el amor.
Si
Dios es amor, todo amor tiene algo de Dios. «El amor es de Dios», dice Juan en
el texto concreto de hoy, tomado de su carta primera. Y «todo el que ama ha
nacido de Dios y conoce a Dios». Este conocimiento no es abstracto porque Dios
no se ha quedado en hermosas declaraciones. Dios ha manifestado, concretado y
probado su amor. Dios ha «encarnado» su amor. Jesús es el amor de Dios por el
mundo. Es el Hijo único, entregado.
Otra
prueba de la veracidad y desmesura del amor de Dios, es que existe no porque lo
amáramos nosotros, sino porque El nos amó a nosotros. Dios no nos ha esperado.
Tomó la iniciativa de amarnos, antes incluso de conocer cómo responderíamos a
ese amor. Hasta el pecador puede tener la certeza que es esperado y amado, en
los momentos en que el hombre no piensa en Dios ni ama a Dios; Dios no deja de
pensar en él y de amarlo.
La
gratuidad total es la característica fundamental del amor divino. No está
condicionado a nuestra respuesta positiva.
El
amor de Dios, fue un amor «hasta el derramamiento de sangre» de Cristo que se
sacrificó por nosotros. Jesús ha sido la víctima de «mis» pecados. Jesús se
sacrificó, nos ama hasta el extremo de ser capaz de renunciar a su propia vida
«para que vivamos».
***
Marcos
inaugura una nueva sección de su Evangelio. Ya no son los primeros pasos
apostólicos de Jesús, ni sus victorias sobre la enfermedad y los demonios, sino
una sección en torno al tema del pan: dos multiplicaciones de panes,
discusiones sobre el sentido de las abluciones antes de comer el pan, la falsa
levadura, una pagana que solicita las migajas de pan, etc.
Toda
la sección de los panes está concebida de tal forma que Cristo aparece como ese
nuevo Moisés que ofrece el verdadero maná.
Jesús
obra el milagro de la multiplicación de los panes porque siente compasión de la
multitud, pero también lo hace con el fin de formar a sus apóstoles. Los
compromete con los preparativos del banquete y los llevará a reflexionar sobre
el alcance de este milagro.
La
mirada se centra en Jesús. Los discípulos están ante el pueblo con las manos
vacías, se reconocen incapaces de remediar la necesidad. No pueden hacer nada
si no interviene el Señor. Jesús toma la iniciativa: va a utilizar la totalidad
del alimento de que dispone el grupo. Dios quiere seguir alimentando a los
demás por medio de las pobres provisiones de los hombres.
Pronuncia
la bendición, «Bendito sea Dios que nos da este pan». Era el rito judío de la
santificación de la comida en la mesa: como buen judío, Jesús santifica cada
uno de sus gestos con una bendición, una plegaria.
Luego,
encarga a los discípulos que sirvan el pan y los peces; han de estar en la
comunidad como servidores. El Espíritu que Jesús infunde, lleva a darse a los
demás para comunicar vida. Los discípulos, que poseían el pan y los peces con
su servicio, transmiten la generosidad y el amor de Dios creador y dador de
vida.
Este
milagro es un signo, un símbolo de la Iglesia que continúa hoy lo que hizo
Jesús: compadecerse de los que andan como ovejas sin pastor, estar cerca de los
que sufren, de los que buscan, no estar alejado del pueblo, sino en medio de
él, dar lo que se tiene, no dejarse vencer por la impotencia y el egoísmo. La
Iglesia tiene que ser colaboradora de Cristo en la distribución de la gracia
para todos los hombres. Al igual que el Señor, la Iglesia ha de pasar haciendo
el bien.
Dios
se hace presente, como en este relato, cuando igual que los discípulos nos
comprometemos con el pueblo hambriento y aportamos de lo propio dejando que
Jesús haga el resto. Los problemas y las distintas “hambres” no sólo se
solucionan con dinero; el amor es una fuerza milagrosa que hay que despertar.
El
amor es entrega: Dios que entrega a su Hijo, Cristo Jesús que se entrega a sí
mismo en la cruz y repite el memorial de pasión en cada Eucaristía. El pan
multiplicado que nos ofrece cada día Cristo Jesús es su Cuerpo y su Sangre.
Conoce lo arduo del camino y que el cansancio, el hambre y la sed acosan a lo
largo de nuestra vida. Por eso quiso ser Él mismo nuestro alimento.
El
pan sólo se multiplicará cuando se multiplique el amor. La Eucaristía es
llamado y fuerza para hacer crecer la solidaridad, haciendo comunión, sin
distinción, con los hermanos que estén a mi lado. Por eso la Eucaristía será
siempre expresión del amor compasivo que Dios siente por el pueblo en una
multiplicación de los panes.
En
la medida en que la mesa de Cristo constituya para nosotros la experiencia del
amor, en esa misma medida conoceremos a Dios revelado en su Hijo.
PARA DISCERNIR
¿Cómo
es nuestro amor a los hermanos?
¿Somos
capaces de entregarnos por los demás?
¿Termina
nuestro amor apenas decrece el interés o empieza el sacrificio?
REPITAMOS A LO LARGO DE ESTE DÍA
Dios
es amor
PARA LA LECTURA ESPIRITUAL
...
“Dios mío, bienaventurada Trinidad, deseo amaros y haceros amar, trabajar por
la glorificación de la santa Iglesia, salvando las almas que viven sobre la
tierra y librando a las que sufren en el purgatorio.
Deseo
cumplir perfectamente vuestra voluntad y llegar al grado de gloria que me
habéis preparado en vuestro Reino; en una palabra: deseo ser santa, pero siento
mi impotencia y os pido, Dios mío, que seáis vos mismo mi santidad.
Puesto
que me habéis amado hasta darme vuestro único Hijo para que fuese mi Salvador y
mi Esposo, los tesoros infinitos de sus méritos son míos: yo os los ofrezco con
alegría, suplicándoos que no me miréis sino a través de la Faz de Jesús y en su
corazón abrasado de amor. Siento en mi corazón inmensos deseos y os pido con
confianza que vengáis a tomar posesión de mi alma. No quiero amontonar méritos
para el cielo, sino trabajar sólo por vuestro amor, con el único fin de
agradaros, de consolar vuestro corazón sagrado y de salvar almas que os amen
eternamente.
En
la tarde de esta vida compareceré ante vos con las manos vacías. No os pido,
Señor, que contéis mis obras. Todas nuestras justicias son imperfectas a
vuestros ojos. Quiero, por ello, revestirme de vuestra propia justicia y recibir
de vuestro amor la posesión eterna de Vos mismo. No quiero otra cosa que Vos,
mi Amado” …
Santa Teresita
del Niño Jesús.
PARA REZAR
Señor
quisiera
Señor,
quisiera ser de aquellos
que
arriesgan su vida, que dan su vida.
Señor,
Tú que naciste al azar de un viaje,
y
moriste como un malhechor,
tras
haber recorrido sin dinero,
todas
las rutas del destierro,
del
peregrinaje y las predicaciones caminantes,
arráncame
de mi egoísmo y de mi confort.
He
de empeñar mi vida, Jesús, por tu palabra.
He
de empeñar mi vida, Jesús, por tu amor.
Ya
pueden los demás ser cuerdos,
Tú
me has hecho para que crea en el amor.
Otros
creen que hay que conservar,
Tú
me has dicho que más vale dar.
Otros
se instalan,
Tú
me has exhortado a marchar,
dispuesto
a la alegría y al dolor,
al
fracaso y al éxito,
a
vivir la vida cristiana
sin
preocuparme de sus consecuencias.
A
no poner mi confianza en mí, sino en ti,
y
finalmente, a arriesgar mi vida
contando
sólo con tu amor.
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