NAVIDAD (Misa de Noche) (24
de diciembre a la noche)
¡Hoy nos ha nacido un Salvador!
PRIMERA
LECTURA
Lectura
del libro del profeta Isaías 9, 1-3. 5-6
El
pueblo que caminaba en las tinieblas ha visto una gran luz; sobre los que
habitaban en el país de la oscuridad ha brillado una luz.
Tú has
multiplicado la alegría, has acrecentado el gozo; ellos se regocijan en tu
presencia, como se goza en la cosecha, como cuando reina la alegría por el
reparto del botín.
Porque
el yugo que pesaba sobre él, la barra sobre su espalda y el palo de su
carcelero, todo eso lo has destrozado como en el día de Madián. Porque un niño
nos ha nacido, un hijo nos ha sido dado. La soberanía reposa sobre sus hombros
y se le da por nombre: «Consejero maravilloso, Dios fuerte, Padre para siempre,
Príncipe de la paz.» Su soberanía será grande, y habrá una paz sin fin para el
trono de David y para su reino; él lo establecerá y lo sostendrá por el derecho
y la justicia, desde ahora y para siempre. El celo del Señor de los ejércitos
hará todo esto.
Palabra
de Dios.
SALMO
Sal 95, 1-2a. 2b-3. 11-12. 13 (R.: Lc 2, 11)
R.
Hoy nos ha nacido un Salvador, que es el Mesías, el Señor.
Canten
al Señor un canto nuevo,
cante
al Señor toda la tierra;
canten
al Señor, bendigan su Nombre. R.
Día
tras día, proclamen su victoria,
anuncien
su gloria entre las naciones,
y sus
maravillas entre los pueblos. R.
Alégrese
el cielo y exulte la tierra,
resuene
el mar y todo lo que hay en él;
regocíjese
el campo con todos sus frutos,
griten
de gozo los árboles del bosque. R.
Griten
de gozo delante del Señor,
porque
él viene a gobernar la tierra:
él
gobernará al mundo con justicia,
y a
los pueblos con su verdad. R.
SEGUNDA
LECTURA
Lectura
de la carta del apóstol san Pablo a Tito 2, 11-14
La
gracia de Dios, que es fuente de salvación para todos los hombres, se ha
manifestado. Ella nos enseña a rechazar la impiedad y los deseos mundanos, para
vivir en la vida presente con sobriedad, justicia y piedad, mientras aguardamos
la feliz esperanza y la Manifestación de la gloria de nuestro gran Dios y
Salvador, Cristo Jesús. El se entregó por nosotros, a fin de librarnos de toda
iniquidad, purificarnos y crear para sí un Pueblo elegido y lleno de celo en la
práctica del bien.
Palabra
de Dios.
EVANGELIO
Lectura
del santo Evangelio según san Lucas 2, 1-14
En
aquella época apareció un decreto del emperador Augusto, ordenando que se
realizara un censo en todo el mundo. Este primer censo tuvo lugar cuando
Quirino gobernaba la Siria. Y cada uno iba a inscribirse a su ciudad de origen.
José,
que pertenecía a la familia de David, salió de Nazaret, ciudad de Galilea, y se
dirigió a Belén de Judea, la ciudad de David, para inscribirse con María, su
esposa, que estaba embarazada.
Mientras
se encontraban en Belén, le llegó el tiempo de ser madre; y María dio a luz a
su Hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque
no había lugar para ellos en el albergue.
En esa
región acampaban unos pastores, que vigilaban por turno sus rebaños durante la
noche. De pronto, se les apareció el Angel del Señor y la gloria del Señor los
envolvió con su luz. Ellos sintieron un gran temor, pero el Angel les dijo: «No
teman, porque les traigo una buena noticia, una gran alegría para todo el
pueblo: Hoy, en la ciudad de David, les ha nacido un Salvador, que es el
Mesías, el Señor. Y esto les servirá de señal: encontrarán a un niño recién
nacido envuelto en pañales y acostado en un pesebre.» Y junto con el Angel,
apareció de pronto una multitud del ejército celestial, que alababa a Dios,
diciendo:
«¡Gloria
a Dios en las alturas, y en la tierra, paz a los hombres amados por él!»
Palabra
del Señor.
Para reflexionar
Noche
buena auténtica, es aquella en la que podemos revivir y hacer nuestra, la
alegría de la primera Navidad. Poder escuchar en esta noche del 24 de
diciembre, con la sorpresa de una buena noticia para todos nuestros pueblos, lo
que los ángeles anunciaron en Belén: “No teman, porque les traigo una
buena noticia, una gran alegría para todo el pueblo: Hoy, en la ciudad de
David, les ha nacido un Salvador, que es el Mesías, el Señor”.
Había tinieblas
y sombras de muerte en esa tierra. Estaban bajo la dominación de
los romanos. Los impuestos se los llevaba el Imperio. Se infiltraban costumbres
ajenas a su cultura, a sus tradiciones y a su religión. Muchos de los guías
espirituales del pueblo habían endurecido la interpretación de las
Escrituras y cerraban el acceso al Reino de los cielos.
Hoy
también hay tinieblas y sombras de muerte en esta tierra, bajo diversos
nombres; son muchos los flagelos camuflados. Hoy no son los romanos, pero hay
otras formas solapadas de totalitarismos, que seducen dominando vidas y
confundiendo conciencias. Los impuestos a la vida, han hipotecado en muchos la
esperanza. Las costumbres que se infiltran despedazan nuestra cultura, nuestro
modo de vivir y nuestra fe. La interpretación de la palabra se nos hace árida y
el camino al reino parece oscurecido.
¡No
teman! Ésas fueron las primeras palabras del ángel a los que cuidaban el rebaño
muy cerca del lugar donde nacía Jesús. Había llegado la hora de alejarse de las
tinieblas y del temor que dominaba la tierra. Era la hora de la verdad y de la
gracia, de la confianza y la alegría, de la santidad y de la paz.
¡No
teman, les traigo una buena noticia, una gran alegría! Ha nacido Jesús, el
Salvador. El evangelio hablando de María nos dice que le llegó su
hora. No es solamente la hora que llega a cada mujer cuando va a dar a
luz a su hijo, sino que ese hijo que va a brotar de las entrañas de María,
marca una hora que es plenitud de los tiempos, hora de Dios y hora de los
hombres, hora en que la historia se divide en un antes y después. Un antes en
que todo era esperanza, promesa, profecía. Un hoy en que la esperanza de los
viejos profetas y patriarcas se hace realidad en el niño que nace y podemos
acercarnos a tocar lo que antes solamente intuía y deseaba nuestro corazón.
¡No
teman! A partir de Belén, toda aquella esperanza ha llegado a la plenitud. El
Señor es Señor de la historia. El Señor de la historia es llamado Emmanuel, es
decir: Dios-con-nosotros. Dios está en Jesús para nosotros, su ser es un ser
para los hombres. Afirmar que Jesús es el Emmanuel, es afirmar que no
estamos solos, que la energía de Dios, la fuerza de su Espíritu, está
dentro mismo, de esta real y concreta historia en la que vamos caminando. Jesús
pertenece a la historia de la humanidad, es totalmente Dios y es totalmente
hombre, y con esa misma totalidad se comprometió con la historia de su
pueblo. Jesús no es una idea o doctrina, no es un mito o una leyenda.
Es realidad histórica; es presencia salvadora, es Dios
haciendo historia de salvación, “El que me ve a mí, ve a mi Padre”,
dirá Él mismo. Jesús es la manifestación de que el reino de Dios llega para
todos los hombres, y que en todos los hombres, Dios se puede manifestar como
liberación y salvación.
¡No
teman! el reino de Dios ya está inaugurado en el tiempo de los hombres. Desde
aquella Navidad todos los años recordamos esta noche que el reino de Dios ya
está en este mundo. El nacimiento de Cristo es el grito que despierta
nuestra conciencia y nos dice que Dios está marchando con los hombres
en la historia, que la aspiración de los hombres por la paz, por la justicia,
por un reino de derecho divino, por algo santo, la podemos esperar
confiadamente, no porque los hombres seamos capaces de construir esa
bienaventuranza, sino porque está ya en medio de los hombres el artífice y
constructor del reino de justicia, de amor y de paz.
¡No teman!
A pesar de los desconcertantes caminos de nuestro Dios. Sabiamente elige ser
Dios con nosotros por medio de un niño para arrancarnos toda
inseguridad y todo temor. Belén es hora de gracia de la humanidad. Es
causa de alegría y perplejidad para todo el pueblo. El Mesías aparece en este
mundo como un niño, con la sencillez y la sonrisa de un recién nacido: sin
imponer nada, conquistando con delicadeza nuestro cariño y nuestra
admiración, disipando temores y desconfianzas, y pidiendo
simplemente nuestro corazón, aun nuestra ayuda. Acaso ¿qué podrá ser
más lejano al temor que un niño recién nacido?
¡No
teman! La noche se hizo más clara que el mismo día. Acaba de aparecer el sol
que nace de lo alto, venido a este mundo a iluminar nuestros días, nuestros dolores,
nuestros desconciertos y desaciertos, para que amanezcan todas nuestras
esperanzas. Acaba de iniciarse en Belén la revelación más extraordinaria de
Dios; Jesús es la manifestación de toda su ternura y misericordia.
¡No
teman! Ciertamente nos desesperanzamos, nos cansamos de luchar, nos sentimos
solos y dejamos a otros en su soledad, desconfiamos de todos y llegamos a
desconfiar de nosotros mismos, nos endurecemos, y alimentamos rencores, optamos
por actitudes soberbias, mezquinas y por exigir más derechos, por amenazar y
por cobrarles cuentas a los otros, también por satisfacer anhelos a costa de
los demás, y así perdemos la paz y caemos en la inseguridad, la desconfianza y
el temor. Por eso le pedimos al Espíritu Santo que penetre como rocío
de esperanza nuestros sentimientos más profundos, y nos acerque a Dios, como
hijos de su perdón y de su benevolencia, y a los hermanos más queridos, como
también a los más alejados.
¡No
teman! La noche buena es noche de paz porque Dios optó por un camino
nuevo: no cobrarnos cuentas ni condenarnos, sino acercarse
a nosotros y amarnos primero, sonreírnos en Belén desde el rostro del
Niño, y ofrecernos su perdón hecho caricia. Así Dios nos convoca ahora, a tomar
la iniciativa, como Él, en la generosidad, la ternura y el perdón, ir al
encuentro del que está solo, afligido y desamparado. Nos convoca a erradicar
todo lo que se opone al espíritu de Belén: las enemistades, la violencia y las
injusticias que la provocan, las miserias, las deslealtades, el temor y la
desesperanza. Nos invita a abrir nuestro espíritu para que
llegue a Él esa semilla de un mundo nuevo, que es la buena noticia del
nacimiento de Jesús y de la presencia entre nosotros de su evangelio, ya que Él
vino a dirigir nuestros pasos hacia el camino de la paz.
¡Cómo
quisiéramos que también de todos nosotros se diga un día
que, vivimos según los pensamientos y según el corazón de Dios, que pasamos
haciendo el bien, siendo causa de alegría para nuestra familia y nuestros
vecinos, para nuestros compañeros de estudio y de trabajo, para el mundo que
camina en tinieblas y sombras de muerte!
Para rezar
Pregón
de Navidad
Bajen,
dejen las torres de su vigilancia
pues,
Aquel, al que esperaban ha nacido ya
Despierten, muévanse
de su sueño
pues,
Aquel que llama a la puerta
es
Dios mismo, Dios mismo en persona
Y no
teman a nada ni a nadie
ahora,
el Señor ha roto las fronteras
se
hace fiador, sale al encuentro de cada hombre
entra
en nuestras vidas, en la pequeñez de un niño
Ojalá,
el Señor, con su nacimiento
rejuvenezca
tantos corazones viejos
y,
cobren vigor las almas,
de
algunos que sintiéndose jóvenes
viven
sin ánimo ni entusiasmo para seguir adelante
¡ES
NAVIDAD! ¡HA NACIDO EL AMOR!
El
Señor vendrá, y lejos de venir y marchar,
se
quedará para siempre
Sentiremos
su presencia junto a nosotros
Compartirá
nuestras lágrimas, cuando lloremos
Nuestros
sufrimientos, cuando sangremos
Nuestras
alegrías, cuando cantemos
¡ES
NAVIDAD!¡CONTEMPLEMOS LA GLORIA DE DIOS!
Bendita
sea la Palabra, que hoy se hace carne
Bendito
sea Dios, que hoy gime por Jesús
Bendito
sea el cielo, que hoy se abre a la tierra
Benditos
sean los ángeles, que traen tan buena noticia
Benditos
los pastores, que creen y salen al Portal
Benditos
los Magos, que olvidan sus reinos
Bendita
la estrella, que nos guía hacia la Verdad
¡ES
NAVIDAD!¡ LA LUZ BRILLA SOBRE NOSOTROS!
Que
brille, la Vida del pesebre, en nuestra pobre vida
Que
hable, la Palabra del pesebre, ante nuestras dudas
Que
venga, el Espíritu del Padre, y disipe toda tiniebla
Que
brote, la Bondad de Belén, y reine la paz
Que
hable el silencio, para que escuchemos a Dios
Que,
en el pesebre, se acorten –definitivamente-
las
distancias que existen entre la tierra y el cielo
entre
el hombre y Dios, el odio y el amor
el
egoísmo y la fraternidad, la tristeza y la alegría
¡ES
NAVIDAD! ¡UN NIÑO NOS HA NACIDO YA!
Javier
Leoz
NAVIDAD – (Misa del día)
La Palabra se hace carne y acampa
entre nosotros
PRIMERA
LECTURA
Lectura
del libro del profeta Isaías 52, 7-10
¡Qué
hermosos son sobre las montañas los pasos del que trae la buena noticia, del
que proclama la paz, del que anuncia la felicidad, del que proclama la
salvación y dice a Sión: «¡Tu Dios reina!»
¡Escucha!
Tus centinelas levantan la voz, gritan todos juntos de alegría, porque ellos
ven con sus propios ojos el regreso del Señor a Sión.
¡Prorrumpan
en gritos de alegría, ruinas de Jerusalén, porque el Señor consuela a su
Pueblo, él redime a Jerusalén! El Señor desnuda su santo brazo a la vista de
todas las naciones, y todos los confines de la tierra verán la salvación de
nuestro Dios.
Palabra
de Dios.
SALMO
Sal 97, 1. 2-3ab. 3cd-4. 5-6 (R.: 3c)
R.
Los confines de la tierra han contemplado el triunfo de nuestro Dios.
Canten
al Señor un canto nuevo,
porque
él hizo maravillas:
su
mano derecha y su santo brazo
le
obtuvieron la victoria. R.
El
Señor manifestó su victoria,
reveló
su justicia a los ojos de las naciones:
se
acordó de su amor y su fidelidad
en
favor del pueblo de Israel. R.
Los
confines de la tierra han contemplado
el
triunfo de nuestro Dios.
Aclame
al Señor toda la tierra,
prorrumpan
en cantos jubilosos. R.
Canten
al Señor con el arpa
y al
son de instrumentos musicales;
con
clarines y sonidos de trompeta
aclamen
al Señor, que es Rey. R.
SEGUNDA
LECTURA
Lectura
de la carta a los Hebreos 1, 1-6
Después
de haber hablado antiguamente a nuestros padres por medio de los Profetas, en
muchas ocasiones y de diversas maneras, ahora, en este tiempo final, Dios nos
habló por medio de su Hijo, a quien constituyó heredero de todas las cosas y
por quien hizo el mundo.
El es
el resplandor de su gloria y la impronta de su ser. El sostiene el universo con
su Palabra poderosa, y después de realizar la purificación de los pecados, se
sentó a la derecha del trono de Dios en lo más alto del cielo. Así llegó a ser
tan superior a los ángeles, cuanto incomparablemente mayor que el de ellos es
el Nombre que recibió en herencia.
¿Acaso
dijo Dios alguna vez a un ángel: Tú eres mi Hijo, yo te he engendrado hoy? ¿Y
de qué ángel dijo: Yo seré un padre para él y él será para mí un hijo?
Y al
introducir a su Primogénito en el mundo, Dios nos dice: Que todos los ángeles
de Dios lo adoren.
Palabra
de Dios.
EVANGELIO
Principio
del santo Evangelio según san Juan 1, 1-5. 9-14
Al principio existía la Palabra,
y la Palabra estaba junto a Dios,
y la Palabra era Dios.
Al principio estaba junto a Dios.
Todas las cosas fueron hechas por medio de la Palabra
y sin ella no se hizo nada de todo lo que existe.
En ella estaba la vida,
y la vida era la luz de los hombres.
La luz brilla en las tinieblas,
y las tinieblas no la percibieron.
La Palabra era la luz verdadera
que, al venir a este mundo,
ilumina a todo hombre.
Ella estaba en el mundo,
y el mundo fue hecho por medio de ella,
y el mundo no la conoció.
Vino a los suyos,
y los suyos no la recibieron.
Pero a todos los que la recibieron,
a los que creen en su Nombre,
les dio el poder de llegar a ser hijos de Dios.
Ellos no nacieron de la sangre,
ni por obra de la carne,
ni de la voluntad del hombre,
sino que fueron engendrados por Dios.
Y la Palabra se hizo carne
y habitó entre nosotros.
Y nosotros hemos visto su gloria,
la gloria que recibe del Padre como Hijo único,
lleno de gracia y de verdad.
Palabra
del Señor.
Para reflexionar
Isaías
recuerda la liberación del pueblo judío de la opresión de Asiria y su retorno
del destierro de Babilonia. Un mensajero trae el pregón de la victoria y la
buena noticia de la paz. Los vigías de las murallas responden con cantos y con
gritos de alegría. Es una alegría tan estrepitosa y atronadora que va creciendo
y se amplía hasta los confines de la tierra, a tal punto que hasta las piedras
de las ruinas de la ciudad, rompen a cantar porque “ya reina tu Dios”.
***
El
texto es la introducción a la carta a los Hebreos. Dios toma la iniciativa y se
revela ante el hombre, primero por medio de los profetas, y ahora por medio de
su Hijo, palabra hecha persona. Esta primera parte resume en pocas líneas el
Antiguo Testamento y su fin con la encarnación del Verbo de Dios. Él es el
centro de la creación, por Él se hizo todo. Es la cima y quien “mantiene el
universo”. Es imagen y reflejo del Padre. Por su sangre realizó la salvación y
luego recibió la glorificación. Por ser Hijo de Dios es superior a los ángeles y
recibe el nombre de “Señor”.
***
La
Palabra se hace carne y acampa entre nosotros. Dios crea por su Palabra,
re-crea por su Palabra, se hace Palabra en Jesús. Y Jesús nos revela la vida
íntima de Dios, que es la luz de los hombres. Dios se hace hombre, como uno de
nosotros. Desde aquella Navidad Dios tiene un rostro: Jesús. Él es el rostro de
Dios, el lugar de Dios para el hombre. Desde aquella Navidad la pregunta por
Dios, del hombre de hoy y de todos los tiempos, se concreta y se aclara de
forma definitiva. La pregunta por Dios será la pregunta por Jesús. Las palabras
de Jesús son palabras de Dios, las actitudes de Jesús son actitudes de Dios.
La
Palabra se hace carne y acampa entre nosotros. Jesús nace en Belén y esto nos
grita que Dios está de nuestra parte. Dios no es un Dios lejano que se coloca
frente a nosotros para juzgarnos, sino el Dios-con-nosotros y en favor nuestro:
el Emmanuel. En Jesucristo y por Jesucristo Dios hizo suya la causa del hombre
y ha empeñado su palabra en la salvación del mundo.
La
Palabra se hace carne y acampa entre nosotros. Esta es la culminación de
todos los ensayos de Dios para vivir en medio de los hombres. Se ha encarnado
en la historia para orientarla y hacerla luminosa. Ya no estamos en tinieblas.
Existe un sentido en la vida, un futuro, una esperanza. Siguiendo el camino de
Jesús, entramos en comunión con la vida de Dios. Ha desaparecido la distancia
entre Dios y el hombre y la búsqueda angustiada de Dios.
La
Palabra se hace carne y acampa entre nosotros. Siendo Dios, se hace hombre, uno
cualquiera. Nace de una familia humilde, en soledad y pobreza, sin protocolos,
ni solemnidades palaciegas, sólo un niño, indefenso, impotente, accesible y que
reclama amor. La salvación no viene de la riqueza, ni del poder, ni de la violencia.
El amor será su predicación, su ley, el motivo de su muerte, y el fundamento de
la resurrección. El amor es el mensaje de Navidad, el amor es la tarea a
renovar cada Navidad.
La
Palabra se hace carne y acampa entre nosotros. Dios pone su tienda en el
campamento de la humanidad, haciéndose solidario del empeño humano, de
construir la fraternidad universal. Dios se hace nuestro prójimo, y el prójimo
se transforma en el punto de mira que nos orienta y conduce a Dios. Jesús
une indisolublemente el amor a Dios y el amor al prójimo, de modo que ya no son
sino dos caras de la misma moneda. El nacimiento de Jesús significa el
encuentro de Dios con los hombres, pero significa también el encuentro del
hombre -de todos los hombres- con Dios.
La
Palabra se hace carne y acampa entre nosotros. Al venir Dios a este mundo abre
definitivamente el camino de los hombres a Dios y a los que lo reciben les da
el poder ser hijos de Dios, no por obra de la raza, sangre o nación, sino por
la fe. En Jesús y por Jesús, los hombres, hijos todos de Dios, debemos aprender
a vivir como en familia, como una gran familia.
La
Palabra se hace carne y acampa entre nosotros. Ésta es nuestra fe, Jesús vive y
está con nosotros. Esta es nuestra esperanza también. Lo que celebramos en la
Navidad no es sólo aquello que fue, lo que pasó en aquel tiempo y en aquel
lugar, sino lo que sigue pasando en todo el mundo, porque fue y es una Navidad
definitiva.
La
Palabra se hace carne y acampa entre nosotros. Dios nos ha hecho hijos suyos
por nuestra unión a Jesús, su Hijo único hecho uno de nosotros. Por eso también
nosotros estamos llamados ser, en el mundo, el resplandor de la Gloria del
Padre por nuestras actitudes de amor, de rectitud, de bondad, de misericordia.
Este es el mejor regalo que Dios quiere dar a la humanidad: una Iglesia que
sabe amar, que sabe perdonar, que sabe salvar porque, desde ella, continúa
actualizándose en el mundo el poder amoroso, misericordioso y salvador de Dios
a favor de toda la humanidad.
Para la lectura espiritual
Paz en
la tierra
Paz en
la tierra a los hombres que Dios ama.
La
vida del hombre está llena de conflictos, enfrentamientos violentos y mutua
agresividad. Las relaciones entre los pueblos están salpicadas de guerras.
Encontramos conflictos en las familias y grupos sociales. Lo detectamos en
nuestra propia persona. La falta de paz en el mundo es como una maldición
implacable que se ha apoderado de la humanidad y amenaza con destruirla.
Ante
los conflictos, los hombres tanto individualmente como colectivamente, tienen
que hacer una opción: escoger el camino del diálogo, de la razón, del mutuo
entendimiento o seguir los caminos de la violencia.
El
hombre ha escogido casi siempre este segundo camino. Y a pesar de que todas las
generaciones han ido experimentando el poder destructivo y absurdo que se
encierra en la violencia, el hombre no ha sabido renunciar a ella.
Incluso,
en nuestros días, en que siente con horror la amenaza de una posible
aniquilación total de la vida sobre el planeta, parece que nada le puede
detener en este camino de destrucción.
Desde
estas tinieblas de violencia hemos de escuchar los creyentes el mensaje de
Navidad: «Paz en la tierra a los hombres que ama el Señor». La paz firme,
duradera y estable no se impondrá por las armas sino con el amor. La salvación
del mundo no está en manos de las armas sino en manos de Dios.
Por
eso nos atrevemos a celebrar una vez más la Navidad, pese a la angustia, la
falta de paz y las guerras que siguen acosando al hombre y en vez de disminuir,
siguen aumentando.
Navidad
es una fiesta que no la hemos inventado ni hecho los hombres, sino que nos ha
sido regalada por el mismo Dios. Este Niño es para nosotros el signo y la
garantía de que Dios tiene la última palabra en la historia del mundo.
Cuando
sentimos que las tinieblas del mal y la violencia crecen, los cristianos
celebramos a este Niño como la única esperanza verdadera del mundo. Creemos que
en este pequeño se encierra la fuerza salvadora de la humanidad.
Este
día de Navidad se nos pide confiarnos a Dios. Creer en la fuerza del amor.
Descubrirla en lo pequeño y humilde.
Cada
uno de nosotros hemos de sentirnos llamados a llenar nuestro corazón de amor,
no de violencia, de ternura, no de agresividad, de diálogo, no de guerra.
Entonces podremos cantar también este año: «Gloria a Dios en los cielos y en la
tierra paz a los hombres que ama Dios».
José
Antonio Pagola
Para rezar
¡Ven
Señor Jesús!
¡Ven
Señor Jesús! Señor, vivimos tiempos difíciles y duros:
las
naciones se agitan temerosas unas de otras.
Millones
de seres humanos viven en la extrema pobreza
mientras
unos pocos acaparan inmensas fortunas.
¡Ven
Señor Jesús! Vivimos en medio de odios raciales y religiosos,
de
luchas sociales, de miedos y persecuciones…
Aumenta
el hambre, la pobreza, el abandono de los niños,
la
penuria de los ancianos, la miseria de los marginados…
¡Ven
Señor Jesús! necesitamos Tu presencia,
la que
nos trae tu reino de amor, de comprensión,
de justicia,
de paz, de perdón y de reconciliación.
¡Ven
Señor Jesús! Porque llega el reino que nos anunciaste,
la
nueva humanidad donde brilla la armonía y la paz,
pues
los lobos habitan con los corderos
mientras
que los niños juegan con las serpientes,
porque
los que se odiaban ya se han perdonado
y los
que estaban distantes ya se han unido.
¡Ven
Señor Jesús! Porque tu reino ya está cerca,
porque
ya percibimos sus signos entre nosotros,
porque
esta comunidad también ha sido llamada y elegida,
porque sabemos que nos amas y que nos salvas.
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