22 de octubre de 2021

22 de octubre de 2021 – TO - VIERNES DE LA XXIX SEMANA

 

Sepan discernir el tiempo presente

 

Lectura de la carta del apóstol san Pablo

a los cristianos de Roma    7, 18-25a

 

Hermanos:

Sé que nada bueno hay en mí, es decir, en mi carne. En efecto, el deseo de hacer el bien está a mi alcance, pero no el realizarlo. Y así, no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero. Pero cuando hago lo que no quiero, no soy yo quien lo hace, sino el pecado que reside en mí.

De esa manera, vengo a descubrir esta ley: queriendo hacer el bien, se me presenta el mal. Porque de acuerdo con el hombre interior, me complazco en la Ley de Dios, pero observo que hay en mis miembros otra ley que lucha contra la ley de mi razón y me ata a la ley del pecado que está en mis miembros.

¡Ay de mí! ¿Quién podrá librarme de este cuerpo que me lleva a la muerte? ¡Gracias a Dios, por Jesucristo, nuestro Señor! 

Palabra de Dios.

 

SALMO    Sal 118, 66. 68. 76. 77. 93. 94 (R.: 68b) 

R.    Señor, enséñame tus mandamientos.

 

Enséñame la discreción y la sabiduría,

porque confío en tus mandamientos. R.

 

Tú eres bueno y haces el bien:

enséñame tus mandamientos. R

 

Que tu misericordia me consuele,

de acuerdo con la promesa que me hiciste. R.

 

Que llegue hasta mí tu compasión, y viviré

porque tu ley es toda mi alegría. R.
 

Nunca me olvidaré de tus preceptos:

por medio de ellos, me has dado la vida. R.

 

Sálvame, porque yo te pertenezco

y busco tus preceptos. R.

 

EVANGELIO

Lectura del santo Evangelio según san Lucas    12, 54-59

 

Jesús dijo a la multitud:

«Cuando ven que una nube se levanta en occidente, ustedes dicen en seguida que va a llover, y así sucede. Y cuando sopla viento del sur, dicen que hará calor, y así sucede.

¡Hipócritas! Ustedes saben discernir el aspecto de la tierra y del cielo; ¿cómo entonces no saben discernir el tiempo presente?

¿Por qué no juzgan ustedes mismos lo que es justo? Cuando vas con tu adversario a presentarte ante el magistrado, trata de llegar a un acuerdo con él en el camino, no sea que el adversario te lleve ante el juez, y el juez te entregue al guardia, y este te ponga en la cárcel. Te aseguro que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último centavo.» 

Palabra del Señor.

 

PARA REFLEXIONAR

 

Por pura gracia de Dios, hemos sido perdonados por la muerte de Cristo, y justificados por su gloriosa Resurrección. Así hemos sido liberados de la esclavitud del pecado y de la muerte. Por el Bautismo hemos sido introducidos en la esfera de Cristo, lo cual supone ser libres del pecado. Pero la práctica es distinta. La lucha continúa, y Pablo la describe dramáticamente en sí mismo: «el bien que quiero hacer no lo hago, y el mal que no quiero hacer, eso es lo que hago».

El hombre es un ser dividido, que aspira al bien y que hace el mal. El mal está pegado a nuestro ser, «habita» en nosotros. Más que una simple llamada «exterior», la tentación es interior, está «en el corazón» de uno mismo. El mal «habita» en lo hondo de nuestra conciencia que está falseada. Es un mal anterior a nuestra decisión, un mal «original».

Es la impotencia radical de toda voluntad sin la ayuda de la gracia. El pecado aliena al hombre comprometiéndolo a un destino que contradice sus aspiraciones profundas y la vocación a la que Dios le llama. El pecado es el gran destructor del hombre.

Sentimos en nosotros esa doble fuerza de que habla Pablo: la ley del pecado, que contrarresta la atracción de la ley de la gracia.

Podremos liberarnos de nuestras malas inclinaciones y dejar de pecar gracias a Dios, y no a nosotros mismos. La Redención de Cristo alcanza a nuestro cuerpo, esclavo de la muerte, y lo libera de esa esclavitud. Más que volver a aquella inocencia del paraíso terrenal, entramos en la perfección del mismo Hijo de Dios, con el corazón inclinado al bien, dispuestos en todo a obedecer y a hacer la voluntad de Dios.

***

Lucas concluye este discurso de Jesús dirigido en primer lugar a sus discípulos y luego al resto de la gente. Jesús insiste en la idea de la necesidad de estar preparados para asumir con radicalidad la nueva vida del Reino.

Hay un tipo de tiempo que los griegos llamaban kronos, caracterizado por los cambios climáticos y estacionales; pero también es la característica de tiempo que normalmente manejamos y que nos permite contar las horas, días, meses y años, es el tiempo cuantitativo. El otro tipo de tiempo es la que los griegos denominaban kairós; esto es, «tiempo propicio», «tiempo apto para…». En la Sagrada Escritura, y en especial el Nuevo Testamento, esta calidad de tiempo se identifica con el «tiempo de Dios o el paso salvador de Dios». En la mentalidad de Lucas, el kairós es aquella modalidad de tiempo que permite reconocer cómo un hecho o acontecimiento de la vida influye positiva o negativamente en la vida del hombre y en el mundo. Jesús se refiere a esta clase de tiempo. Pide que así como pueden reconocer cambios climáticos con sólo ver una nube o sentir la dirección del viento, que puedan reconocer el paso de Dios entre ellos.

Jesús relaciona este discernimiento de los signos, con la reconciliación con los enemigos. Estas son tareas urgentes que se imponen a todo el que quiera ser discípulo del reino. Reconocer con una mirada amplia y profunda desde la realidad de las cosas, la llamada de Dios, se presenta imprescindible para poder dar una respuesta acorde y necesaria, no aquella que simplemente soluciona problemas, sino aquella que implanta la vida nueva del Evangelio de la gracia. La paz es signo del reino ya comenzado. La paz mesiánica que es la profunda armonía de los hombres con el mundo, entre ellos y con Dios.

El discípulo verdadero es el que busca, trabaja y hace la paz; no almacena la gracia sólo en beneficio propio, sino que se hace transparente a la salvación concedida gratuitamente por Dios, a todos los hombres. Reconocer para responder.

En un mundo que vive el pecado a flor de piel, estamos llamados a actuar, para transfigurarlo en mundo de justicia. En un mundo de disgregación, tenemos que ser incansablemente signo de comunión. En un mundo de odio, estamos llamados a sanar heridas. En un mundo de guerras y de ruinas, necesitamos generar y crear espacios que muestren que la paz es posible. En un mundo de desconfianza, somos llamados a sembrar la semilla de la fe.

La unidad es la vocación de la Iglesia que quiere hacer creíble el anuncio del Evangelio. Un solo cuerpo, porque fuimos llamados a una esperanza común.

El Señor mismo es la gracia, que se hace presente, para que podamos escrutar nuestro tiempo y ver en él los motivos de esperanza.

 

PARA DISCERNIR

 

¿Sabemos discernir los signos de los tiempos?

¿Supimos descubrir el paso de Dios por nuestra vida?

¿Podemos descubrir las llamadas de Dios en la historia y en nuestra vida cotidiana?

 

REPITAMOS A LO LARGO DE ESTE DÍA

 

Ayudanos a vivir unidos con todos por el vínculo de la paz

 

PARA LA LECTURA ESPIRITUAL
 

… «Por el amor que os tengáis los unos a los otros reconocerán todos que sois discípulos míos» (Jn 13,35). «Los unos a los otros», dice Cristo, no dice «a Dios». Nuestro amor a Dios sólo lo atestigua el amor fraterno. En efecto, «quien no ama a su hermano, al que ve, no puede amar a Dios, al que no ve» (1 Jn 4,20). Los buenos sentimientos de amor a Dios pueden producir ilusión, pero no así el amor fraterno. Por eso seremos juzgados por nuestro amor activo, por nuestro amor a todos los hombres indigentes que encontremos en nuestro camino (cf. Mt 25,31-46). Si de verdad nos hemos dejado reconciliar por Cristo Jesús con Dios, también debemos estar reconciliados entre nosotros; debemos recurrir a todo, a fin de que se recomponga también la unidad externa de la cristiandad, que internamente no hemos perdido nunca, dado que hemos sido redimidos en Cristo.

Esta unidad interna debe ser resorte vivo para la convivencia fraterna de todos los cristianos, entonces el amor a Cristo nos hará recobrar también la unidad externa como testimonio y anticipación de aquella unidad en la que nosotros y todos los hombres de buena voluntad seremos asumidos de manera bienaventurada para toda la eternidad en la gloria del Padre»…

 

P. Seethaler. La palabra de la cruz, Asís 1969.

 

PARA REZAR

 

ORACION POR LA PAZ

 

Te suplicamos Oh Señor, Dios Nuestro;
que pongas la Paz del Cielo
en los corazones de los hombres,
para que puedas unir a las naciones
en una alianza inquebrantable,
en el Honor de Tu Santo Nombre.

Purifícanos con la limpieza de Tu Verdad
y guía nuestros pasos en santidad interior.

Danos concordia y paz a nosotros
y a todos los seres vivos de la tierra,
como la distes a nuestros padres cuando te suplicaron,
con fe verdadera,
dispuestos a obedecer al Santísimo y Todo poderoso.

Concede a los que nos gobiernan y nos conducen en la tierra,
un recto uso de la soberanía que les has otorgado.
Señor, haz sus criterios conformes
a lo que es bueno y agradable a Tí,
para que, utilizando con reverencia, paz y bondad
el poder que les has concedido,
puedan encontrar favor ante Tus ojos.
Solo Tú puedes hacerlo,
esto y mucho más que esto.
Gloria a Tí!
Ahora y Siempre

 

S. Clemente de Roma

 

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