15
de octubre de 2021 – TO - VIERNES DE LA XXVIII
SEMANA
No teman a los
que matan el cuerpo
Lectura
de la carta del apóstol san Pablo
a
los cristianos de Roma 4, 1-8
Hermanos:
¿Y
qué diremos de Abraham, nuestro padre según la carne? Si él hubiera sido
justificado por las obras tendría de qué gloriarse, pero no delante de Dios.
Porque, ¿qué dice la Escritura?: Abraham creyó en Dios y esto le fue tenido en
cuenta para su justificación.
Ahora
bien, al que trabaja no se le da el salario como un regalo, sino como algo que
se le debe. Pero al que no hace nada, sino que cree en aquel que justifica al
impío, se le tiene en cuenta la fe para su justificación. Por eso David
proclama la felicidad de aquel a quien Dios confiere la justicia sin las obras,
diciendo:
Felices
aquellos a quienes fueron perdonadas sus faltas y cuyos pecados han sido
cubiertos. Feliz el hombre a quien Dios no le tiene en cuenta su pecado.
Palabra
de Dios.
SALMO Sal
31, 1-2. 5. 11 (R.: cf. 7)
R. Señor,
tú eres mi refugio y me colmas con la alegría de la salvación.
¡Feliz
el que ha sido absuelto de su pecado
y
liberado de su falta!
¡Feliz
el hombre a quien el Señor
no
le tiene en cuenta las culpas,
y
en cuyo espíritu no hay doblez! R.
Yo
reconocí mi pecado,
no
te escondí mi culpa,
pensando:
«Confesaré mis faltas al Señor.»
¡Y
tú perdonaste mi culpa y mi pecado! R.
¡Alégrense
en el Señor, regocíjense los justos!
¡Canten
jubilosos los rectos de corazón! R.
EVANGELIO
Lectura
del santo Evangelio según san Lucas 12, 1-7
Se
reunieron miles de personas, hasta el punto de atropellarse unos a otros. Jesús
comenzó a decir, dirigiéndose primero a sus discípulos: «Cuídense de la
levadura de los fariseos, que es la hipocresía. No hay nada oculto que no deba
ser revelado, ni nada secreto que no deba ser conocido. Por eso, todo lo que
ustedes han dicho en la oscuridad, será escuchado en pleno día; y lo que han
hablado al oído, en las habitaciones más ocultas, será proclamado desde lo alto
de las casas.
A
ustedes, mis amigos, les digo: No teman a los que matan el cuerpo y después no
pueden hacer nada más. Yo les indicaré a quién deben temer: teman a aquel que,
después de matar, tiene el poder de arrojar a la Gehena. Sí, les repito, teman
a ese.
¿No
se venden acaso cinco pájaros por dos monedas? Sin embargo, Dios no olvida a
ninguno de ellos. Ustedes tienen contados todos sus cabellos: no teman, porque
valen más que muchos pájaros.»
Palabra
del Señor.
PARA REFLEXIONAR
Pablo
tomará ejemplo de la vida de Abraham. El es el padre de todo el pueblo judío,
pero tampoco él, fue justificado «por sus buenas obras» sino «por la fe».
No
por sus méritos previos. Porque su elección había sido totalmente gratuita por
parte del Dios que lo eligió misteriosamente a él. Esto Pablo lo recuerda de
modo especial a los cristianos de Roma provenientes del judaísmo, propensos a
sentir un santo orgullo por su pertenencia a la raza de Abrahán.
Cuando
Dios eligió a Abrahán y le dio la misión de ser cabeza de su pueblo no podía
presentar ante Dios «las obras» que realizaba, perteneciendo a un pueblo
idólatra. Pero aceptar el plan que se le propone es lo que lo hizo agradable a
Dios. «Su fe le fue computada como justicia».
Tanto
puede ser heredero de Abrahán, y agradar a Dios, un judío convertido como un
pagano que acepta la fe. San Pablo establece la unidad teológica de las dos
Alianzas. Ya en la antigua Alianza era la fe la que salvaba. La salvación no
nos es debida. No es algo merecido, como lo es un salario. Delante de Dios no
hay «derechos adquiridos».
Dios
es el que hace del impío un hombre justo; aquel que salva. Esto no significa
que hay que permanecer pasivos en la fe, la fe moviliza al hombre entero y lo
lleva a la vida apoyada y realizada en el amor; pero con la convicción profunda
que todo es gracia.
La
salvación es un don gratuito de Dios. Aquel que la recibe, creyéndole a Dios y
confiando en Él para seguir sus planes de salvación, es justificado, no por las
obras personales, no por el cumplimiento de la Ley, sino por pura gracia de
Dios. Esta perspectiva expresada por San Pablo abre los ojos de toda la
humanidad para que acepte que Dios quiere salvar a todos, sin excepción; y que,
por tanto, hemos de procurar creer que Dios no se ha equivocado al darnos como
único camino de salvación, que nos conduce a Él, a Cristo Jesús.
***
Lucas
nos dice que Jesús rodeado de la multitud que lo sigue se dirige en primer
lugar a sus discípulos para advertirlos de la levadura de los fariseos. Jesús
aquí está hablando de una actitud externa de justicia, sabiduría, observancia
de la ley; que no está respaldada por el amor, la misericordia, la justicia y
el respeto por la dignidad de la persona humana.
Jesús
está convencido que para muchos será difícil dejar de lado las exigencias
legalistas con las que han crecido y vivido hasta su llegada. Muchos temen
abandonar ciertos criterios y prácticas religiosas pensando que Dios los va a
desechar.
La
hipocresía es el pecado típico del fariseo y Jesús teme que esa «mala levadura»
se filtre en la nueva comunidad; por eso invita a los discípulos a estar
atentos y a cuidar sus corazones. Con fuerza y con paciencia los irá llevando
desde el cumplimiento de ritos externos hacia lo central, lo fundamental de la
vida del creyente: el amor y la misericordia de Dios, que no necesita
absolutamente de nuestros cumplimientos ni los exige so pena de castigo.
El
discípulo de Jesús debe proceder sin disimulo, sin doblez, sin mentira. Su
conducta debe ser siempre franca, como quien obra a la luz del día, como en
plena plaza. Toda su acción, toda palabra suya será un día testimonio público.
La
libertad de Jesús frente a la ley, frente al legalismo y fariseísmo de su
tiempo deben incorporarse en el comportamiento de los que lo siguen para ser
verdaderos discípulos suyos.
Para
que sean libres, Jesús insiste en que no deben tener miedo de nadie ni de nada.
Si tenemos miedo, ya estamos atrapados. Lo dice, cuando está cercado por sus
adversarios que no lo pueden atrapar por dentro porque su corazón sólo
pertenece al Padre.
Dios
conoce hasta lo más profundo del ser del hombre, y a pesar de todo, lo llama a
trabajar por su Reino. Será necesario afrontar todos los riesgos y
consecuencias que trae ese anuncio. No hay que temer a quienes al rechazar a
los enviados de Dios, que trabajan por su Reino, intenten hacerlos desaparecer
o atraparlos con toda clase de seducciones, pues, finalmente, la vida pertenece
a Dios.
Dios
jamás se olvida de nosotros. A pesar de nuestros pecados e infidelidades, Él
siempre vuelve su mirada compasiva y nos contempla con gran amor. Prueba de
ello es su propio Hijo que, hecho uno de nosotros, dio su vida por nosotros en
un amor que llegó hasta el extremo. «Dado que aquí no puedes elegir el no
morir, mientras vives elige el no morir eternamente». San Agustín
PARA DISCERNIR
¿Somos
verdaderamente aquello que mostramos?
¿Tememos
a Dios o lo amamos?
¿Qué
lugar ocupa el cumplimiento en mi vida de fe?
REPITAMOS A LO LARGO DE ESTE DÍA
No
temo Señor, te sigo
PARA LA LECTURA ESPIRITUAL
…
«Debemos darnos cuenta de que nosotros «somos la gloria de Dios». Leemos en el
libro del Génesis: «Entonces el Señor Dios formó al hombre del polvo de la
tierra, sopló en su nariz un hálito de vida, y el hombre se convirtió en un ser
viviente» (Gn 2,7). Nosotros vivimos porque participamos de la respiración de
Dios, de la vida de Dios, de la gloria de Dios. La cuestión no es tanto la de
«cómo vivir para la gloria de Dios», como la de «cómo vivir lo que somos, cómo
realizar nuestro ser más profundo».
Tú
eres el lugar donde Dios ha elegido habitar, tú eres el tópos tú theú (el
«lugar de Dios»), y la vida espiritual no es otra cosa que permitir la
existencia de ese espacio donde Dios pueda morar, crear el espacio donde pueda
manifestarse su gloria. Cuando medites, pregúntate a ti mismo: « ¿Dónde está la
gloria de Dios? Si la gloria de Dios no está aquí donde yo estoy, ¿en qué otra
parte puede estar?».
Naturalmente,
todo esto es más que una intuición, más que una idea, más que un modo de ver
las cosas y, por consiguiente, es más tema de meditación que de estudio. Pero
apenas empieces a «darte cuenta», de un modo íntimo y personalísimo, de que
eres verdaderamente la gloria de Dios, todo se volverá diferente y tu vida
llegará a un viraje decisivo. Entonces, por ejemplo, esas pasiones que parecían
tan reales, más reales que el mismo Dios, revelarán su naturaleza ilusoria y,
en cierto sentido, se disiparán» …
H. J. M. Nouwen,
He escuchado el silencio, Brescia 101998.
Para rezar
Quiero
seguirte, Señor
A
pesar de las incomprensiones de los demás.
A pesar de mis momentos débiles.
A pesar de las horas de cansancio.
Quiero ser dichoso con los que te siguen
con corazón sencillo.
Con
los pobres que sienten necesidad de Ti.
Con los que sufren en su caminar por la vida.
Con los que trabajan por implantar la justicia.
Con los de corazón puro.
Con los que llevan consigo la paz y la transmiten
Quiero
seguirte Señor…
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