5 de agosto de 20121 – TO – JUEVES DE LA XVIII SEMANA
Esto lo revela
mi Padre que está en el cielo
Lectura
del libro de los Números 20, 1-13
Toda
la comunidad de los israelitas llegó al desierto de Cin, y el pueblo se
estableció en Cades. Allí murió y fue enterrada Miriam.
Como
la comunidad no tenía agua, se produjo un amotinamiento contra Moisés y Aarón.
El pueblo promovió una querella contra Moisés diciendo: «¡Ojalá hubiéramos
muerto cuando murieron nuestros hermanos delante del Señor! ¿Por qué trajeron a
este desierto a la asamblea del Señor, para que muriéramos aquí, nosotros y
nuestro ganado? ¿Por qué nos hicieron salir de Egipto, para traernos a este
lugar miserable, donde no hay sembrados, ni higueras, ni viñas, ni granados, y
donde ni siquiera hay agua para beber?»
Moisés
y Aarón, apartándose de la asamblea, fueron a la entrada de la Carpa del
Encuentro y cayeron con el rostro en tierra. Entonces se les apareció la gloria
del Señor, y el Señor dijo a Moisés: «Toma el bastón y convoca a la comunidad,
junto con tu hermano Aarón. Después, a la vista de todos, manden a la roca que
dé sus aguas. Así harás brotar para ellos agua de la roca y darás de beber a la
comunidad y a su ganado.»
Moisés
tomó el bastón que estaba delante del Señor, como él se lo había mandado. Luego
Moisés y Aarón reunieron a la asamblea frente a la roca, y Moisés les dijo:
«¡Escuchen, rebeldes! ¿Podemos hacer que brote agua de esta roca para ustedes?»
Y alzando su mano, golpeó la roca dos veces con el bastón. El agua brotó
abundantemente, y bebieron la comunidad y el ganado.
Pero
el Señor dijo a Moisés y a Aarón: «Por no haber confiado lo bastante en mí para
que yo manifestara mi santidad ante los israelitas, les aseguro que no llevarán
a este pueblo hasta la tierra que les he dado.»
Estas
son las aguas de Meribá -que significa «Querella»- donde los israelitas
promovieron una querella contra el Señor y con las que él manifestó su
santidad.
Palabra
de Dios.
SALMO Sal
94, 1-2. 6-7. 8-9 (R.: 7d-8a)
R. Ojalá
hoy escuchen la voz del Señor:
«No endurezcan su corazón.»
¡Vengan,
cantemos con júbilo al Señor,
aclamemos
a la Roca que nos salva!
¡Lleguemos
hasta él dándole gracias,
aclamemos
con música al Señor! R.
¡Entren,
inclinémonos para adorarlo!
¡Doblemos
la rodilla ante el Señor que nos creó!
Porque
él es nuestro Dios,
y
nosotros, el pueblo que él apacienta,
las
ovejas conducidas por su mano. R.
Ojalá
hoy escuchen la voz del Señor:
No
endurezcan su corazón como en Meribá,
como
en el día de Masá, en el desierto,
cuando
sus padres me tentaron y provocaron,
aunque
habían visto mis obras. R.
EVANGELIO
Lectura
del santo Evangelio según san Mateo 16, 13-23
Al
llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos: «¿Qué
dice la gente sobre el Hijo del hombre? ¿Quién dicen que es?»
Ellos
le respondieron: «Unos dicen que es Juan el Bautista; otros Elías; y otros,
Jeremías o alguno de los profetas.»
«Y
ustedes, les preguntó, ¿quién dicen que soy?» Tomando la palabra, Simón Pedro
respondió: «Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo.»
Y
Jesús le dijo: «Feliz de ti, Simón, hijo de Jonás, porque esto no te lo ha
revelado ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en el cielo.» Y yo te
digo: «Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder de
la Muerte no prevalecerá contra ella. Yo te daré las llaves del Reino de los
Cielos. Todo lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y todo lo que
desates en la tierra, quedará desatado en el cielo.»
Entonces
ordenó severamente a sus discípulos que no dijeran a nadie que él era el
Mesías.
Desde
aquel día, Jesús comenzó a anunciar a sus discípulos que debía ir a Jerusalén,
y sufrir mucho de parte de los ancianos, de los sumos sacerdotes y de los
escribas; que debía ser condenado a muerte y resucitar al tercer día. Pedro lo
llevó aparte y comenzó a reprenderlo, diciendo: «Dios no lo permita, Señor, eso
no sucederá.»
Pero
él, dándose vuelta, dijo a Pedro: «¡Retírate, ve detrás de mí, Satanás! Tú eres
para mí un obstáculo, porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de
los hombres.»
Palabra
del Señor.
PARA REFLEXIONAR
Hoy
nos es propuesto el célebre episodio de las aguas de Meribá: el término
«Meribá» quiere decir «contestación». Todo el pueblo se estableció en Cadés. El
desierto resulta realmente incómodo, y cuando no falta una cosa falta otra. Hoy
es el agua para las personas y para el ganado lo que lleva a un nuevo brote de
rebelión y protesta.
Entonces
se amotinaron contra Moisés y Aarón quejándose por haber salido de Egipto para
ir a ese lugar siniestro. Un lugar donde no hay sembrados, ni higueras, ni
viñas, ni granados, ni siquiera agua para beber.
Dios
oirá una vez más esta oración. Dejando la asamblea, Moisés y Aarón se fueron a
la entrada de la Tienda de reunión y cayeron rostro en tierra; como un reflejo,
en los momentos de dificultad, con esta oración, imploran por el pueblo que les
ha sido confiado.
Es
Dios el que responde diciendo a Moisés que hará brotar para ellos agua de la
peña para que puedan beber la comunidad y sus ganados.
Estas
son las «Aguas de Meribá», donde protestaron los hijos de Israel contra el
Señor y con las que El manifestó su santidad. Dios, una vez más, se ha mostrado
benigno con su pueblo.
***
La
página de Mateo contiene una alabanza de Jesús a Pedro, constituyéndolo como
autoridad en su Iglesia y, a la vez, una reprimenda muy dura al mismo Pedro,
porque no entiende las cosas de Dios.
La
gente asimila a Jesús a personajes conocidos del Antiguo Testamento. O bien es
una reencarnación de Juan Bautista o Elías, cuyo retorno estaba anunciado. Ven
en Jesús una continuidad con el pasado, un enviado de Dios como los del Antiguo
Testamento. No captan su condición única ni su originalidad. No descubren la
novedad del Mesías ni comprenden, por tanto, su figura.
Por
eso pregunta a los discípulos, que lo han acompañado en su actividad y han
recibido su enseñanza, quién piensan que es él. La doble pregunta de Jesús hace
que aparezca con claridad la diferencia entre la opinión de la gente y la de
los discípulos.
Pedro,
en nombre de sus compañeros, reconoce que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios.
Estos dos títulos resumen la fe de la Iglesia de Mateo. No es suficiente decir
que Jesús es el Mesías esperado por Israel; hay que añadir, que es el Hijo de
Dios.
La
alabanza brota de los labios de Jesús y declara dichoso a Simón por el don
recibido. Es el Padre de Jesús quien revela a los hombres la verdadera
identidad de éste. Es el Padre quien revela el Hijo a la gente sencilla y el
Hijo quien revela al Padre.
Pedro,
en cuanto es quien da testimonio de la verdadera identidad de Jesús, es la roca
sobre la cual Jesús va a construir la nueva comunidad de salvación.
La
fórmula con la que Pedro profesa la fe en Jesús describe perfectamente su ser y
su misión. Apoyada en ese cimiento, la comunidad de Jesús podrá resistir todos
los embates de las fuerzas enemigas, representadas por los perseguidores. La
imagen de las “llaves del reino” es un llamado a cuidar de la casa del amo de
acuerdo con los deseos de éste, pero también con responsabilidad y libertad de
discernimiento personal.
Los
miembros de la comunidad pueden admitir en ella y así dar a los hombres que
buscan salvación, la oportunidad de encontrarla; pueden también excluir a
aquellos que la rechazan. Sus decisiones están refrendadas por Dios mismo.
Pero
enseguida aparecen otras palabras en labios de Jesús. Esta vez muy duras.
Cuando anuncia su muerte y resurrección, Pedro cree hacerle un favor no
permitiendo que eso suceda pero Jesús llamándolo Satanás le pedirá que se
aparte de su vista. Antes Jesús alaba a Pedro porque habla según Dios. Ahora lo
reprende porque habla como los hombres. Así como lo ha llamado «roca y piedra»
de construcción, ahora, es piedra de escándalo para el mismo Jesús.
La
fe de Pedro no es madura: no ha captado que el mesianismo que él espera no
coincide con el que anuncia Jesús, que inevitablemente incluye su muerte en la
cruz.
En
todos nosotros puede coexistir una fe muy fuerte, un amor entrañable hacia
Cristo y, a la vez, la debilidad y la superficialidad en el modo de entenderlo
y seguirlo.
Casi
de forma inconsciente tendemos a seleccionar en el seguimiento de Cristo; así
como lo confesamos como Mesías e Hijo de Dios, nos cuesta entender que acepte
la renuncia y la muerte; que sea un Mesías «crucificado». Nos cuesta aceptar
que sus discípulos debamos recorrer su mismo camino. Nos identificamos más con
el monte de la transfiguración, que con el monte de la cruz. A Jesús se lo
acepta entero, sin elegir las partes del evangelio que más nos convengan, que
vayan con nuestra sensibilidad, criterios o con nuestros gustos.
Más
tarde, las lecciones de la vida y la gracia del resucitado llevarán a Pedro a
aceptar valientemente cárceles, azotes, y, sobre todo el martirio de la cruz.
En
el corazón de cada uno de los creyentes está presente el mismo peligro que
acechaba a Pedro. La confesión de la propia fe no puede coexistir con la
práctica de la competitividad y exitismo en la vida social. El riesgo de no
adecuar la proclamación a una práctica coherente es una seria advertencia a
aquellos que quieran vivir como discípulos misioneros de Jesús en el corazón
del mundo.
PARA DISCERNIR
¿Cómo
vivimos nuestro cristianismo?
¿Qué
lugar le damos al sufrimiento y al dolor?
¿Descubro
en la cruz las huellas que Jesús me marca?
REPITAMOS A LO LARGO DE ESTE DÍA
Quiero
escuchar tu voz Señor
PARA LA LECTURA ESPIRITUAL
“Sobre
esta piedra edificaré mi Iglesia” (Mt 16,18)
Hermanos,
cuando se trata de cumplir con mi deber de obispo, descubro que soy débil y
cobarde, cargado con la fragilidad de mi propia condición, cuando, en realidad,
deseo actuar con generosidad y valentía. Con todo, mi fuerza viene de la
intercesión del Sacerdote supremo y eterno, semejante a nosotros pero igual al
Padre, que se ha abajado en su divinidad al nivel de la humanidad y ha elevado
la humanidad al nivel de Dios. Encuentro un gozo santo y justo en las
disposiciones que él ha tomado. En efecto, si bien ha delegado en numerosos
pastores el cuidado de su rebaño, no ha abandonado el pastoreo de sus amadas
ovejas. Gracias a esta vigilancia fundamental y eterna, he recibido yo a mi vez
la protección y el apoyo del apóstol Pedro que no abandona su función tampoco.
Este fundamento sólido sobre el que se construye todo el edificio de la
Iglesia, no dejará que se derrumbe la fábrica del edifico que descansa sobre
él.
No
desfallecerá nunca la firmeza de la fe por la que el primer apóstol fue alabado
por el Señor. Del mismo modo que todo lo que Pedro confesó acerca de Cristo
permanecerá, permanecerá también lo que Cristo prometió a Pedro… La disposición
querida por la verdad de Dios permanece. San Pedro persevera en la firmeza que
ha recibido; no ha abandonado el gobierno de la Iglesia a él confiada. Así,
hermanos míos, lo que Pedro obtuvo por su profesión de fe, inspirado por Dios
Padre, es la firmeza de una roca que ningún poder podrá jamás hacer perecer. En
la Iglesia entera, Pedro dice cada día: “Tú eres el Mesías, el Hijo del Dios
vivo”. (Mt 16,16)
San León I el
Magno (c.400-461), papa 440-461, doctor de la Iglesia
Sermón para el
aniversario de su ordenación episcopal
PARA REZAR
La
fuerza de la Vida
Creo
en un Dios impotente,
débil y debilitado;
creo en un Dios que no puede;
que no triunfa. Derrotado.
Creo
en un Dios ¡tan vecino!
que se vuelve un Dios-humano;
que su vida entre nosotros,
es muerte que le entregamos.
Creo
en un Dios sin poder,
hecho hombre y torturado;
y por coronas, ¡espinas!
y por respuesta, ¡insultado!
Creo
en un Dios impotente,
un Dios de brazos atados;
un Dios distinto a los hombres,
poderosos, soberanos…
Creo
en un Dios
que no sabe negar lo que ha declarado;
creo en un Dios impotente,
¡impotente de enamorado!
Creo
en un Dios novedoso,
de novedad siempre a mano;
que genera a cada instante
lo que el amor va dictando.
Creo
en un Dios generoso,
del amor crucificado;
creo en un Dios también pobre,
que tiene a los pobres al lado.
Creo
en un Dios que no puede,
¡es el amor quien lo ha atado!
Creo en un Dios sin poder;
pobre… ¡Resucitado!
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