4
de agosto de 2021 – TO – MIÉRCOLES DE LA XVIII
SEMANA
¡qué grande es
tu fe!
Lectura
del libro de los Números 13, 1-2. 25-14, 1. 26-33a
El
Señor dijo a Moisés en el desierto de Farán: «Envía unos hombres a explorar el
país de Canaán, que yo doy a los israelitas; enviarás a un hombre por cada una
de sus tribus paternas, todos ellos jefes de tribu.»
Al
cabo de cuarenta días volvieron de explorar el país. Entonces fueron a ver a
Moisés, a Aarón y a toda la comunidad de los israelitas en Cades, en el
desierto de Parán, y les presentaron su informe, al mismo tiempo que les
mostraban los frutos del país. Les contaron lo siguiente: «Fuimos al país donde
ustedes nos enviaron; es realmente un país que mana leche y miel, y estos son
sus frutos. Pero, ¡qué poderosa es la gente que ocupa el país! Sus ciudades
están fortificadas y son muy grandes. Además, vimos allí a los anaquitas. Los
amalecitas habitan en la región del Négueb; los hititas, los jebuseos y los
amorreos ocupan la región montañosa; y los cananeos viven junto al mar y a lo
largo del Jordán.»
Caleb
trató de animar al pueblo que estaba junto a Moisés, diciéndole: «Subamos en
seguida y conquistemos el país, porque ciertamente podremos contra él.» Pero
los hombres que habían subido con él replicaron: «No podemos atacar a esa
gente, porque es más fuerte que nosotros.» Y divulgaron entre los israelitas
falsos rumores acerca del país que habían explorado, diciendo: «La tierra que
recorrimos y exploramos devora a sus propios habitantes. Toda la gente que
vimos allí es muy alta. Vimos a los gigantes -los anaquitas son raza de
gigantes-. Nosotros nos sentíamos como langostas delante de ellos, y esa es la
impresión que debimos darles.»
Entonces
la comunidad en pleno prorrumpió en fuertes gritos, y el pueblo lloró toda
aquella noche.
Luego
el Señor dijo a Moisés y a Aarón: «¿Hasta cuándo esta comunidad perversa va a
seguir protestando contra mí? Ya escuché las incesantes protestas de los
israelitas. Por eso, diles: “Juro por mi vida, palabra del Señor, que los voy a
tratar conforme a las palabras que ustedes han pronunciado. Por haber
protestado contra mí, sus cadáveres quedarán tendidos en el desierto: los
cadáveres de todos los registrados en el censo, de todos los que tienen más de
veinte años. Ni uno solo entrará en la tierra donde juré establecerlos, salvo
Caleb hijo de Iefuné y Josué hijo de Nun. A sus hijos, en cambio, a los que
ustedes decían que iban a ser llevados como botín, sí los haré entrar; ellos
conocerán la tierra que ustedes han despreciado. Pero los cadáveres de ustedes
quedarán tendidos en este desierto. Mientras tanto, sus hijos andarán vagando
por el desierto.”»
Palabra
de Dios.
SALMO Sal
105, 6-7a. 13-14. 21-22. 23 (R.: 4a)
R. Acuérdate
de mí, Señor, por el amor que tienes a tu pueblo.
Hemos
pecado, igual que nuestros padres;
somos
culpables, hicimos el mal:
nuestros
padres, cuando estaban en Egipto,
no
comprendieron tus maravillas. R.
Muy
pronto se olvidaron de las obras del Señor,
no
tuvieron en cuenta su designio;
ardían
de avidez en el desierto
y
tentaron a Dios en la soledad. R.
Olvidaron
a Dios, que los había salvado
y
había hecho prodigios en Egipto,
maravillas
en la tierra de Cam
y
portentos junto al Mar Rojo. R.
El
Señor amenazó con destruirlos,
pero
Moisés, su elegido,
se
mantuvo firme en la brecha
para
aplacar su enojo destructor. R.
EVANGELIO
Lectura
del santo Evangelio según san Mateo 15, 21-28
Jesús
partió de allí y se retiró al país de Tiro y de Sidón. Entonces una mujer
cananea, que procedía de esa región, comenzó a gritar: «¡Señor, Hijo de David,
ten piedad de mí! Mi hija está terriblemente atormentada por un demonio.» Pero
él no le respondió nada.
Sus
discípulos se acercaron y le pidieron: «Señor, atiéndela, porque nos persigue
con sus gritos.»
Jesús
respondió: «Yo he sido enviado solamente a las ovejas perdidas del pueblo de
Israel.»
Pero
la mujer fue a postrarse ante él y le dijo: «¡Señor, socórreme!»
Jesús
le dijo: «No está bien tomar el pan de los hijos, para tirárselo a los
cachorros.»
Ella
respondió: «¡Y sin embargo, Señor, los cachorros comen las migas que caen de la
mesa de sus dueños!»
Entonces
Jesús le dijo: «Mujer, ¡qué grande es tu fe! ¡Que se cumpla tu deseo!» Y en ese
momento su hija quedó curada.
Palabra
del Señor.
PARA REFLEXIONAR
Leeremos
hoy una de las explicaciones de los «cuarenta años» de estancia por el
desierto. De hecho, el paso del desierto se había realizado en poco tiempo:
unos tres meses hasta llegar a Sinaí. Ahí acamparon los israelitas cerca de un
año. Fue un tiempo de reflexión y de organización como pueblo.
Después
partieron en dirección a Canaán. Al cabo de unos dos meses de camino, en las
puertas de la tierra prometida el éxodo tocaba a su fin y era necesario
preparar la conquista del país. En ese momento surgen las dificultades más
fuertes.
La
multitud que ha «pasado» a través del desierto quiere apoderarse de un
territorio para convertirlo en el lugar de su residencia perpetua, alimentados
por la idea de que Yahvé se lo ha prometido. Moisés envió unos exploradores
para que reconocieran el terreno y vieran las posibilidades de entrar.
El
informe de los exploradores es bueno por las condiciones de la tierra en sí,
pero es malo, porque los habitantes del país no tienen intención ni de
abandonarlo ni de compartirlo, de modo que presentarán resistencia.
El
pueblo reacciona con pesimismo. Se contagian fácilmente la duda, el desánimo y
las murmuraciones. Antes protestaban del desierto. Ahora, de que tengan que
entrar en una tierra difícil. Les falta confianza en Dios y prefieren no
lanzarse todavía a la «conquista» de Canaán, a pesar de que hay un grupo, que
sí estaría dispuesto.
Sólo
un pueblo “nuevo” podrá tomar posesión del país que Dios había prometido a su
padre Abraham.
***
Jesús
pasa una frontera. Su ministerio se extenderá a una tierra pagana, al país de
Tiro y Sidón que es el actual Líbano. Y una mujer cananea se puso a gritarle. Su
grito insistente a través de la gente, se entiende desde la perspectiva del
lugar que ocupaba la mujer, en la sociedad en aquel momento.
En
la cultura judía las mujeres estaban marginadas y no podían hablar a los
varones, mucho menos a un prestigioso Maestro. Además, las mujeres paganas
estaban excluidas por no pertenecer al pueblo judío, y la enfermedad era un
nuevo título de exclusión de la comunidad. Muchos motivos de exclusión
acumulaba pues esta mujer sobre sí misma.
La
mujer cananea se dirige a Jesús llamándolo “Hijo de David”. Jesús escucha el
grito de esa mujer pero guarda silencio. Los discípulos, como otras veces, se
preocupan por alejarla para que no moleste al maestro. Luego, Jesús responde a
la mujer señalando los límites de su misión. El ha sido enviado sólo para las
ovejas de Israel. Ante la insistencia de la mujer, Jesús pone una nueva prueba,
“no está bien quitarle el pan a los hijos para echárselo a los cachorros”.
La
mujer no se da por vencida ante los límites que Jesús le presenta, y va
respondiendo a cada una de las «dificultades» que la ponen a prueba: “los
cachorros se comen las migajas que caen de la mesa de sus amos”. La mujer no
abandonará su plegaria, llega hasta el fin. Las palabras de la mujer conmueven
a Jesús y reconoce que la fe de esta mujer, es capaz de liberar a su hija del
mal en que ha caído.
Es
otro de los casos en que Jesús alaba la fe de un extranjero, en contraposición
a los judíos, los de casa, a los que se les podría pedir una fe mayor que a los
de fuera.
La
fe de esta mujer interpela a los que somos “de casa”, a los que “estamos
adentro” y que, por eso mismo, quizás estamos autosuficientes y pasivos
olvidando la humildad que necesitamos ante Dios y los demás. Muchas veces, la
oración de tantas personas aparentemente alejadas, que no saben rezar
litúrgicamente, pero que lo hacen desde la hondura de su ser, es más agradable
a Dios que muchos cantos y oraciones rutinarias y satisfechas.
También
es admirable la apertura de Jesús, su audacia para ir más allá de lo que considera
razonable, su capacidad para creer y mostrar un “Dios mayor” y poder escuchar
su voz a través de los gritos de sus criaturas más sufrientes.
Nuestra
situación cultural hace la que la fe se vea retada a superar sus límites
tradicionales, a entrar en otros campos y ámbitos, a responder a muchos gritos
que no encuentran respuesta. La comunidad eclesial imagen de Jesús buen Pastor,
es la que sabe escuchar los gritos de su pueblo.
Es
más sencillo cuidar lo que tenemos y repetir lo que sabemos; pero también es
menos fecundo y no sigue la línea marcada por Jesús. Sin lugar a dudas, los
gritos de “los de afuera” que nos desestabilizan, rompen nuestras formas
tradicionales. En la medida que existen estas voces nos vemos en la obligación
de encarnar el Evangelio.
Si
no somos capaces de escuchar estas voces corremos el riesgo de que la fe se
convierta en algo cada vez más irrelevante reservado a unos pocos. Si nos
encerramos en nuestras seguridades, ciertamente estaremos desoyendo los gritos
de los muchos hombres y mujeres que quieren y necesitan tocar a Jesús y
sentirse queridos por Él.
PARA DISCERNIR
¿Qué
actitud asumimos ante los que no son de los nuestros?
¿El
bien que hacemos brota de un deseo profundo o lo hacemos para sacarnos
problemas de encima?
¿Qué
miramos primeramente en las acciones de los demás?
REPITAMOS A LO LARGO DE ESTE DÍA
Creo
Señor, pero aumenta mi fe
PARA LA LECTURA ESPIRITUAL
«Mujer,
qué grande es tu fe»
…
«No está bien echar a los perros el pan de los hijos». La mujer recoge estas
palabras y dice: «¡Sí, Señor!». Como si dijera:… «No pido más que una pequeña
migaja de la mesa y de la mano de un amo generoso que ‘da alimento a todo
viviente’ (Sl 135,25). ¡Tú tratas a los judíos como a hijos; por eso te pido no
rehúses dar una migaja a tu pequeña perra cananea!»
Jesús
le dice: «¡Mujer, que grande es tu fe!». Riñe a Pedro por su poca fe (Mt
14,31); admira a esta mujer por la grandeza de la suya. Verdaderamente tiene
una gran fe puesto que proclama que el Verbo hecho carne es el hijo de David, y
porque, segura de su poder divino, confía en el poder que tiene él para
devolver la salud a su hija ausente, y esto, con tan sólo un acto de su
voluntad.
También
tú, si tu fe es grande, si tu fe es esta fe viva de la cual vive el justo (Rm
1,17), y no una fe muerta, a la que le falta el alma, es decir, la caridad,
también alcanzarás no sólo la completa curación de tu hija, es decir, de tu
alma, sino que «tendrás poder para trasladar las montañas» (Mt 17,20)…
Comentario del
Evangelio por Julián de Vézelay (hacia 1080-hacia 1160), monje benedictino –
Sermón 17
PARA REZAR
Señor
ayúdame a evangelizar
Señor
ayúdame a evangelizar a todas las personas.
Que nunca me cierre a nadie y atienda a las llamadas que me hacen.
Quiero caminar con ojos abiertos y el corazón en la mano
igual que hicieron Jesús y su Madre.
Confesando mi fe, sin miedo ni vergüenza
para
predicar tu Palabra,
siendo Testigo tuyo en el mundo.
Llevando la Buena Noticia a la humanidad,
construyendo
una Iglesia unida, justa y fraternal.
María Madre de los Apóstoles,
enséñame
la radicalidad del Evangelio,
para
no desfigurar el mensaje de salvación
y
un día pueda encontrarme con todos en el Reino.
Amén.
María Eugenia Ochoa Medina – MVP – Colombia –
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Te invitamos a dejarnos tus comentarios, sugerencias u observaciones. Gracias por hacerlo.