26
de junio de 2021 – TO – SÁBADO DE LA XII SEMANA
Una palabra
tuya y mi sirviente sanará
Lectura
del libro del Génesis 18, 1-15
El
Señor se apareció a Abraham junto al encinar de Mamré, mientras él estaba
sentado a la entrada de su carpa, a la hora de más calor. Alzando los ojos,
divisó a tres hombres que estaban parados cerca de él. Apenas los vio, corrió a
su encuentro desde la entrada de la carpa y se inclinó hasta el suelo,
diciendo:
«Señor
mío, si quieres hacerme un favor, te ruego que no pases de largo delante de tu
servidor. Yo haré que les traigan un poco de agua. Lávense los pies y descansen
a la sombra del árbol. Mientras tanto, iré a buscar un trozo de pan, para que
ustedes reparen sus fuerzas antes de seguir adelante. ¡Por algo han pasado
junto a su servidor!»
Ellos
respondieron: «Está bien. Puedes hacer lo que dijiste.»
Abraham
fue rápidamente a la carpa donde estaba Sara y le
dijo:
«¡Pronto! Toma tres medidas de la mejor harina, amásalas y prepara unas
tortas.» Después fue corriendo hasta el corral, eligió un ternero tierno y bien
cebado, y lo entregó a su sirviente, que de inmediato se puso a prepararlo.
Luego
tomó cuajada, leche y el ternero ya preparado, y se los sirvió. Mientras
comían, él se quedó de pie al lado de ellos, debajo del árbol.
Ellos
le preguntaron: «¿Dónde está Sara, tu mujer?»
«Ahí
en la carpa», les respondió.
Entonces
uno de ellos le dijo: «Volveré a verte sin falta en el año entrante, y para ese
entonces Sara habrá tenido un hijo.»
Mientras
tanto, Sara había estado escuchando a la entrada de la carpa, que estaba justo
detrás de él. Abraham y Sara eran ancianos de edad avanzada, y los períodos de
Sara ya habían cesado. Por eso, ella rió en su interior, pensando: «Con lo
vieja que soy, ¿volveré a experimentar el placer? Además, ¡mi marido es tan
viejo!»
Pero
el Señor dijo a Abraham: «¿Por qué se ha reído Sara, pensando que no podrá dar
a luz, siendo tan vieja? ¿Acaso hay algo imposible para el Señor? Cuando yo
vuelva a verte para esta época, en el año entrante, Sara habrá tenido un hijo.»
Ella
tuvo miedo, y trató de engañarlo, diciendo: «No, no me he reído.»
Pero
él le respondió: «Sí, te has reído.»
Palabra
de Dios.
SALMO Lc
1, 46-47. 48-49. 50 y 53. 54-55 (R.: cf. 54b)
R. El
Señor se acordó de su misericordia.
«Mi
alma canta la grandeza del Señor,
y
mi espíritu se estremece de gozo en Dios,
mi
Salvador. R.
Porque
él miró con bondad la pequeñez de su servidora.
En
adelante todas las generaciones me llamarán feliz,
porque
el Todopoderoso ha hecho en mí grandes cosas:
¡su
Nombre es santo! R.
Su
misericordia se extiende de generación en generación
sobre
aquellos que lo temen.
Colmó
de bienes a los hambrientos
y
despidió a los ricos con las manos vacías. R.
Socorrió
a Israel, su servidor,
acordándose
de su misericordia,
como
lo había prometido a nuestros padres,
en
favor de Abraham
y
de su descendencia para siempre.» R.
EVANGELIO
Lectura
del santo Evangelio según san Mateo 8, 5-17
Al
entrar en Cafarnaún, se acercó a Jesús un centurión, rogándole: «Señor, mi
sirviente está en casa enfermo de parálisis y sufre terriblemente.» Jesús le
dijo: «Yo mismo iré a curarlo.»
Pero
el centurión respondió: «Señor, no soy digno de que entres en mi casa; basta
que digas una palabra y mi sirviente se sanará. Porque cuando yo, que no soy
más que un oficial subalterno, digo a uno de los soldados que están a mis
órdenes: “Ve”, él va, y a otro: “Ven”, él viene; y cuando digo a mi sirviente:
“Tienes que hacer esto”, él lo hace.»
Al
oírlo, Jesús quedó admirado y dijo a los que lo seguían: «Les aseguro que no he
encontrado a nadie en Israel que tenga tanta fe. Por eso les digo que muchos
vendrán de Oriente y de Occidente, y se sentarán a la mesa con Abraham, Isaac y
Jacob, en el Reino de los Cielos; en cambio, los herederos del Reino serán
arrojados afuera, a las tinieblas, donde habrá llantos y rechinar de dientes.»
Y Jesús dijo al centurión: «Ve, y que suceda como has creído.» Y el sirviente
se curó en ese mismo momento.
Cuando
Jesús llegó a la casa de Pedro, encontró a la suegra de este en cama con
fiebre. Le tocó la mano y se le pasó la fiebre. Ella se levantó y se puso a
servirlo.
Al
atardecer, le llevaron muchos endemoniados, y él, con su palabra, expulsó a los
espíritus y curó a todos los que estaban enfermos, para que se cumpliera lo que
había sido anunciado por el profeta Isaías: El tomó nuestras debilidades y
cargó sobre sí nuestras enfermedades.
Palabra
del Señor.
PARA REFLEXIONAR
En
el encinar de Mambré se apareció el Señor a Abraham, que estaba sentado a la
puerta de su tienda. Era la hora más calurosa del día. Vio a tres individuos de
pie ante él que aparentan ser seres humanos, nómadas que van de paso. Son tres
hombres, pero, a veces, parece que es uno solo.
Son
ángeles, pero en algunos momentos del diálogo parece que es el mismo Dios.
Abrahán hace preparar para ellos lo mejor que tiene, aquello que necesitan. Les
sirvió agua, pan, un becerro tierno y sabroso, leche.
Les
brinda su mejor hospitalidad y atención en recompensa a la promesa de la
descendencia. Ayer se sonreía Abrahán, hoy la que se ríe es Sara; con un cierto
escepticismo, entre la duda y la alegría, ante la promesa de su descendencia.
Sara después de escuchar la conversación que estos visitantes tienen con su
marido, niega que se haya reído, asustada por haber sido descubierta.
Pero
el que sonreirá con bondad es Dios, porque Isaac, el hijo de la promesa
significa: «Dios ríe».
Abrahán
sigue siendo modelo de fe y de acogida de la voluntad de Dios. Dios nos visita
misteriosamente. Saberlo descubrir, en las personas o en los acontecimientos,
es todo un arte y la sabiduría que da la fe verdadera.
***
Jesús
vuelve a Cafarnaún, ciudad donde se había instalado. Se le acerca un centurión
romano. Los oficiales o centuriones estaban al frente de un grupo de cien
hombres y estaban a cargo de pequeños puestos locales de guarnición.
El
centurión romano es religiosamente impuro, por no pertenecer al pueblo de
Israel. No se debía entablar conversación con paganos ni mucho menos ir a su
casa. Los romanos eran mal vistos por la población: muchos judíos fieles
escupían al suelo, en señal de desprecio, después de adelantarse en el camino.
Se
acerca y ruega a Jesús por un criado que tiene en su casa, paralítico, y con
grandes dolores. Jesús está dispuesto a ir a casa del pagano y curar al
enfermo.
La
salvación que Jesús trae es universal y no reconoce fronteras entre hombres o
pueblos. Sin embargo el centurión es consciente de su inferioridad como pagano,
y se declara indigno de recibir en su casa a Jesús. Esta actitud es la ocasión
para mostrar la calidad de su fe. Tiene una responsabilidad a su cargo y está
acostumbrado a ser obedecido, ve en Jesús una autoridad, que lo capacita para
sacar al hombre de la parálisis.
El
centurión le pide solamente una palabra. El ha comprendido que si la disciplina
militar es capaz de conseguir que las cosas se hagan en virtud de una palabra
de orden, lo más seguro es que Jesús lo puede todo con la autoridad que ha
recibido de Dios. La presencia física de Jesús en la casa no es necesaria.
Una
fe tan grande en un pagano suscita la admiración de Jesús y deja al descubierto
la poca adhesión que encuentra en Israel.
Jesús
responde al centurión y su palabra tiene eficacia inmediata. La curación del
criado del centurión va a mostrar que la salvación se extiende a los no judíos.
Los
israelitas, que tenían derecho prioritario para entrar en el reino, por no
reconocer en Jesús, al «Dios entre nosotros», quedan excluidos del reino. La fe
en Jesús es condición necesaria y suficiente para ser ciudadanos del reino; se
derriba la barrera entre Israel y los otros pueblos.
Ayer
curaba a un leproso, a un rechazado por la sociedad. Hoy atiende a un
extranjero. Jesús tiene una admirable libertad ante las normas convencionales
de su tiempo. Transmite la salvación de Dios como y cuando quiere. La salvación
de Dios no está reservada a unos pocos. Dios ama a todos los hombres; su amor
rompe las barreras que levantamos entre nosotros. La petición generosa, llena
de amor, humildad y confianza, mueve a Jesús para realizar el milagro.
La
situación de la suegra es equivalente a la de un paralítico, está
imposibilitada para toda actividad. Sólo se dice que tiene fiebre y que esta
fiebre le impide toda actividad y en particular el servicio a los demás, que es
la característica fundamental de los que siguen a Jesús y esta actividad se
realizará apenas la fiebre desaparezca. Jesús libera de la fiebre que impide el
seguimiento, y por lo tanto, la posibilidad para asumir la causa de Jesús en la
construcción de su Reino, a través del amor servicial a todos los hombres.
Jesús
expulsó a los espíritus de los endemoniados y curó a los enfermos. Jesús no se
desentiende del dolor de los hombres, por eso cura y libera de los malos
espíritus. Jesús sigue ahora, desde su existencia de Resucitado, en la misma
actitud de cercanía y de solidaridad con nuestros males. Sigue cumpliendo lo ya
anunciado por Isaías y recogido en el evangelio de hoy: «Él tomó nuestras
dolencias y cargó con nuestras enfermedades», su propio sufrimiento se
transformó en causa de salvación.
«La
fuerza del amor no mide las posibilidades (…). El amor no discierne, no
reflexiona, no conoce razones. El amor no es resignación ante la imposibilidad,
no se intimida ante dificultad alguna». (San Pedro Crisólogo).
PARA DISCERNIR
¿Pedimos
bien, como lo hace el centurión?
¿Pedimos
o exigimos?
¿Nuestra
oración es generosa?
¿Sabemos
que lo que se nos da es por pura gratuidad?
REPITAMOS A LO LARGO DE ESTE DÍA
Di
una sola palabra y quedaré sano
PARA LA LECTURA ESPIRITUAL
«Hágase
tu voluntad»
«Sea
hecha tu voluntad; y como es hecha en el cielo, así se haga en la tierra» ¡Oh
Señor mío, qué gran regalo es ésta para mí, que no dejaseis en querer tan ruin
como el mío el cumplirse vuestra voluntad! ¡Buena estuviera yo, Señor, si
estuviera en mis manos el cumplirse vuestra voluntad o no! Ahora la mía os doy
libremente, aunque a tiempo que no va libre de interés; porque ya tengo
probado, y gran experiencia de ello, la ganancia que es dejar libremente mi
voluntad en la vuestra. ¡Oh amigas, qué gran ganancia hay aquí, o qué gran
pérdida de no cumplir lo que decimos al Señor en el Paternóster en esto que le
ofrecemos!…
Pues
os quiero avisar y acordar qué es su voluntad. No hayáis miedo sea daros
riquezas, ni deleites, ni honras, ni todas estas cosas de acá; no os quiere tan
poco, y tiene en mucho lo que le dais y os lo quiere pagar bien, pues os da su
reino aún viviendo… Pues veis aquí, hijas, a quien más amaba
[su Hijo] lo que dio; por donde se entiende cuál es su voluntad. Así
que éstos son sus dones en este mundo. Da conforme al amor que nos tiene: a los
que ama más, da de estos dones más; a los que menos, menos, y conforme al ánimo
que ve en cada uno y el amor que tiene a Su Majestad. A quien le amare mucho, verá
que puede padecer mucho por El; al que amare poco, poco. Tengo yo para mí que
la medida de poder llevar gran cruz o pequeña es la del amor…
Porque
todo lo que os he avisado en este libro va dirigido a este punto de darnos del
todo al Criador y poner nuestra voluntad en la suya y desasirnos de las
criaturas, y tendréis ya entendido lo mucho que importa, no digo más en ello;
sino diré para lo que pone aquí nuestro buen Maestro estas palabras dichas,
como quien sabe lo mucho que ganaremos de hacer este servicio a su Eterno
Padre. Porque nos disponemos para que con mucha brevedad nos veamos acabado de
andar el camino y bebiendo del agua viva de la fuente que queda dicha. Porque
sin dar nuestra voluntad del todo al Señor para que haga en todo lo que nos
toca conforme a ella, nunca deja beber de ella” …
Santa Teresa de Jesús, de Ávila (1515-1582),
carmelita
descalza, doctora de la Iglesia – Camino de perfección, c. 32
PARA REZAR
Sufrir
con Humildad
Danos,
Señor, un verdadero, nuevo
y más profundo conocimiento de tí
a través del sufrimiento.
Haz que podamos intuir con el afecto del corazón
tu misterio que está más allá de toda comprensión.
Haz que el ejercicio de paciencia de la mente,
el discurso espinoso de la inteligencia,
sea el signo de una verdad
que no se alcanza simplemente
con las normas de la razón humana,
misterio inaccesible y al mismo tiempo nutritivo
para la existencia del hombre,
para sus dramas y sus aparentes absurdos.
Queremos ofrecerte nuestros sufrimientos
y compartir los de la humanidad,
las dificultades en las que se debaten muchos corazones
para volver a una siempre nueva
y más verdadera experiencia de Tí,
Señor, Dios nuestros,
Tú habitas en la luz eterna
que nadie puede contemplar, sino tu Hijo
que nos la reveló desde lo alto de la cruz.
Concédenos penetrar en el misterio de Jesús
a fin de poder conocer algo de Tí,
en la gracia del Espíritu Santo.
Danos acceder al misterio del dolor
con paciencia, con humildad,
convencidos de nuestra ignorancia,
de lo mucho que todavía desconocemos
de tu Trinidad de amor
de tu proyecto salvífico,
Haz que nos humillemos en nuestro sufrimiento,
para poder merecer, al menos una migaja,
del conocimiento de aquel misterio,
que nos saciará eternamente.
Te lo pedimos por intercesión de María,
que sufrió,
pero que creyó profundamente,
y ha llegado ya,
también en nuestro nombre,
al conocimiento perfecto de tu gloria.
Amén.
Cardenal Carlo María Martini
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