11
de marzo de 2021 – CUARESMA – JUEVES DE LA III
SEMANA
El que no
siembra conmigo desparrama
Lectura
del libro del profeta Jeremías 7, 23-28
Así
habla el Señor:
Esta
fue la orden que les di: Escuchen mi voz, así yo seré su Dios y ustedes serán
mi Pueblo; sigan por el camino que yo les ordeno, a fin de que les vaya bien.
Pero
ellos no escucharon ni inclinaron sus oídos, sino que obraron según sus
designios, según los impulsos de su corazón obstinado y perverso; se volvieron
hacia atrás, no hacia adelante.
Desde
el día en que sus padres salieron de Egipto hasta el día de hoy, yo les envié a
todos mis servidores los profetas, los envié incansablemente, día tras día.
Pero ellos no me escucharon ni inclinaron sus oídos, sino que se obstinaron y
obraron peor que sus padres.
Tú
les dirás todas estas palabras y no te escucharán; los llamarás y no te
responderán. Entonces les dirás: «Esta es la nación que no ha escuchado la voz
del Señor, su Dios, ni ha recibido la lección. La verdad ha desaparecido, ha
sido arrancada de su boca.»
Palabra
de Dios.
SALMO Sal
94, 1-2. 6-7c. 7d-9 (R.: 7d-8a)
R. Ojalá
hoy escuchen la voz del Señor:
No endurezcan su corazón
¡Vengan,
cantemos con júbilo al Señor,
aclamemos
a la Roca que nos salva!
¡Lleguemos
hasta él dándole gracias,
aclamemos
con música al Señor! R.
¡Entren,
inclinémonos para adorarlo!
¡Doblemos
la rodilla ante el Señor que nos creó!
Porque
él es nuestro Dios,
y
nosotros, el pueblo que él apacienta,
las
ovejas conducidas por su mano. R.
Ojalá
hoy escuchen la voz del Señor:
«No
endurezcan su corazón como en Meribá,
como
en el día de Masá, en el desierto,
cuando
sus padres me tentaron y provocaron,
aunque
habían visto mis obras.» R.
EVANGELIO
Lectura
del santo Evangelio según san Lucas 11, 14-23
Jesús
estaba expulsando a un demonio que era mudo. Apenas salió el demonio, el mudo
empezó a hablar. La muchedumbre quedó admirada, pero algunos de ellos decían:
«Este expulsa a los demonios por el poder de Belzebul, el Príncipe de los
demonios.» Otros, para ponerlo a prueba, exigían de él un signo que viniera del
cielo.
Jesús,
que conocía sus pensamientos, les dijo: «Un reino donde hay luchas internas va
a la ruina y sus casas caen una sobre otra. Si Satanás lucha contra sí mismo,
¿cómo podrá subsistir su reino? Porque -como ustedes dicen- yo expulso a los
demonios con el poder de Belzebul. Si yo expulso a los demonios con el poder de
Belzebul, ¿con qué poder los expulsan los discípulos de ustedes? Por eso,
ustedes los tendrán a ellos como jueces. Pero si yo expulso a los demonios con
la fuerza del dedo de Dios, quiere decir que el Reino de Dios ha llegado a
ustedes.
Cuando
un hombre fuerte y bien armado hace guardia en su palacio, todas sus posesiones
están seguras, pero si viene otro más fuerte que él y lo domina, le quita el
arma en la que confiaba y reparte sus bienes.
El
que no está conmigo, está contra mí; y el que no recoge conmigo, desparrama.»
Palabra
del Señor.
PARA REFLEXIONAR
Dios
le confiesa al profeta su desánimo por un pueblo que rechaza su amistad.
Escuchamos el amargo reproche del Dios de la Alianza, que ha obrado
misericordia, justicia y derecho sobre la tierra, y que se ve abandonado por su
pueblo, a pesar de todos sus esfuerzos por hacerse escuchar. Se trata de una
acusación que clama al cielo: «aquí está la gente que no escuchó la voz del
Señor su Dios». Por eso, Jeremías tuvo que proclamar de parte de Dios la ruina
inminente de la nación.
Pero
como Dios mantiene sus promesas, salvará a un resto del pueblo judío, a pesar
de su dureza de corazón, como recuerda hoy el salmo responsorial.
***
La
historia se repite. Cuando llegó Cristo a Israel encontró la misma obstinación.
Israel fue sordo a la palabra de Jeremías y los contemporáneos de Jesús fueron
ciegos a los signos del Maestro. Pareciera que “tanto bien les hace mal”. El
evangelio de Lucas nos presenta el milagro de Jesús expulsando a un demonio. El
poseso era mudo, en cuanto salió el demonio, el mudo habló. Jesús devuelve al
hombre su dignidad. La creación ha sido restaurada. Jesús ha venido a combatir
esas fuerzas malhechoras.
Este
hecho da pie a una discusión acerca de la autoridad con la que Jesús realiza
esos signos. La sordera-mudez es signo, en el lenguaje bíblico, de cerrazón a
la palabra de Dios como en el caso de Zacarías. En contrapartida, entre las
credenciales del Mesías con las que Jesús acreditó su obra mesiánica ante los
enviados de Juan Bautista, que dudaba de su misión, encontramos la expresión
«los sordos oyen»
Los
fariseos y autoridades judías quisieron quitarte fuerza al mensaje de Jesús
atribuyendo sus acciones a Belcebú. Herederos de la dureza de corazón de sus
antepasados, la obcecación les nublaba la vista. No lo escuchan, ni le hacen
caso, para no tener que prestar atención a lo que dice, que es incómodo; buscan
excusas tan poco razonables como que lanza los demonios en complicidad con el
mismo Satanás.
El
sentido común llena la respuesta de Jesús y muestra lo absurdo del argumento:
un reino no podrá subsistir si está dividido en su interior. Una guerra civil
aniquila un país desde sus cimientos. El criterio de Jesús es claro e
importante: si se expulsa los demonios y cualquier forma de mal es que el
Reinado de Dios está llegando. Ahí donde se hace el bien, ahí se está ganando
espacio para el Reino, ahí se lo está construyendo.
El
que es conocido en el evangelio como el “fuerte”, que en este pasaje custodia
sus bienes y su palacio, es el demonio que se ha “apoderado” de un hombre. Los
adversarios de Jesús no quieren la evidencia de que entre ellos, está el que es
“más fuerte” y que Jesús está entablando con él una lucha victoriosa, y
que ya ha llegado el Reino prometido. El origen de la fuerza de Jesús es Dios
mismo. Los signos a través de los cuales se manifiesta esta fuerza, nunca son
signos demoníacos de esclavitud y enfermedad; sino signos que manifiestan lo
que Dios es: salud, paz, libertad, alegría.
Si
reconocen esto, tendrán que aceptar a Jesús como el Mesías de Dios, y hacer
caso del testimonio que está dando. Los que no quieren escuchar a Dios en el
Antiguo Testamento y a Jesús en el evangelio, son precisamente los del pueblo
elegido, los que oficialmente se consideran los mejores. Pareciera que eso
mismo, de alguna manera, los inmuniza contra lo que diga Jesús y no saben
escuchar la voz de Dios.
Para
la fe cristiana de hoy es una tentación, tanto negar la existencia del demonio,
como usar a Satanás para excusarnos de responsabilidades personales y sociales.
Aún hoy Jesús continúa su misión. Él ha venido para expulsar el demonio del
egoísmo que divide y lucha contra la fuerza del Espíritu dentro de cada
persona. Ha venido para expulsar el demonio del individualismo que pugna contra
las corrientes solidarias en la sociedad. Ha venido para destruir los demonios
con el poder de Dios e implantar su reino de justicia y paz. Estamos empeñados
en la misma empresa.
Estar
con Jesús implica dejar de temer al demonio, implica abrirse mucho al plan de
Dios, a su accionar. El que no está con Él está contra Él. Esta advertencia es
para nosotros una llamada a la unidad, a la fuerza que supone la unión.
Precisamente, uno de los signos del mal es la división y el no entenderse entre
unos y otros. Actualmente nos encontramos marcados por este tipo de espíritu
del mal que impide la comprensión y el reconocimiento de los unos hacia los
otros.
Como
hijos del reino, discípulos de Jesús, también nosotros estamos llamados a
expulsar todo lo que se oponga al reino de la justicia y la vida, la libertad y
la paz de nuestro ambiente. Contamos a nuestro lado con el que es “más fuerte”,
y ese reino ya está presente allí donde sabemos enfrentarnos contra la opresión
y la violencia, buscando que reine la justicia y la paz, dejando que triunfe la
vida.
PARA DISCERNIR
¿Me
esfuerzo en mantener la gracia de la liberación del corazón que Cristo me
regala?
¿Qué
medio pongo para crecer y no volver a caer en antiguas esclavitudes?
¿Soy
prudente evitando las ocasiones próximas de pecado?
¿Valoro
la vida nueva y la cuido celosamente o me despreocupo ingenuamente de ella?
REPITAMOS A LO LARGO DE ESTE DÍA
Señor,
¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna
PARA LA LECTURA ESPIRITUAL
Levanto
los ojos
Como
el rico que ama la vida de los placeres,
yo
amé los placeres efímeros,
con
este cuerpo animal que es el mío,
en
los placeres de este insensato…
Y
por muchos beneficios
que
me has dado gratuitamente,
no
te devolví el diezmo
adquirido
de tus propios dones.
Pero
todo lo que estaba bajo mi techo
sacado
de la tierra, el aire y el mar,
tus
innumerables beneficios,
creía
que eran de mi propiedad.
De
todo esto no le di nada al pobre
y
para sus necesidades no aparte nada:
ni
alimento para el hambriento,
ni
ropa para el cuerpo desnudo,
ni
hospedaje para el indigente,
ni
morada para el huésped extranjero,
ni
visité al enfermo,
ni
tampoco me preocupé de los presos (cf Mt 25,31s).
No
me entristecí en la desgracia
del
hombre triste a causa de lo que lo agobia;
y
tampoco participé de la alegría del hombre feliz,
sino
que ardí de celos contra él.
Todos
estos son otros Lázaro…
que
están a mi puerta…
En
cuanto a mí, sordo a su llamada,
no
les di las migajas de mi mesa…
Los
perros que no conocen tu Ley
los
consolaban por lo menos con su lengua;
y
yo que oía tu mandato
con
mi lengua herí a mi semejante (Mt 25,45)…
Pero
dame arrepentimiento aquí abajo,
para
que haga penitencia por mis pecados…
con
el fin de que estas lágrimas apaguen
el
horno encendido con sus llamas ardientes…
Y
en lugar de la conducta de un hombre sin misericordia,
establece
en lo más hondo de mí, la piedad misericordiosa,
para
que, haciéndole misericordia al pobre,
pueda
obtener tu misericordia.
San Nersès
Snorhali (1102-1173) – patriarca armenio
Jesús Hijo único
del Padre, 624s; SC 203
PARA REZAR
Muchas
veces se hace difícil
vivir
la vida nueva.
Son
tantas las invitaciones
que
el mundo nos hace.
Saber
discernir es un arte,
poder
perseverar es una gracia.
Padre,
danos fuerza para luchar,
danos
claridad para ver y no dejarnos confundir,
danos
amor para entregarnos
y
serenidad para saber ofrecer con alegría.
Que
la casa de mi corazón
esté
poblada con obras que hablen de Vos,
que
no quede lugar para lo que no nos hace crecer.
Que
me apasione por tu reino
y
encuentre en el trabajar por él
la razón y el sentido de mi vida.
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