15 de febrero de 2021 – TO - LUNES DE LA VI SEMANA
¿Por qué esta
generación pide un signo?
Lectura
del libro del Génesis 3,23a ; 4, 1-15. 25
El
hombre se unió a Eva, su mujer, y ella concibió y dio a luz a Caín. Entonces
dijo: «He procreado un varón, con la ayuda del Señor.» Más tarde dio a luz a
Abel, el hermano de Caín. Abel fue pastor de ovejas y Caín agricultor.
Al
cabo de un tiempo, Caín presentó como ofrenda al Señor algunos frutos del
suelo, mientras que Abel le ofreció las primicias y lo mejor de su rebaño. El
Señor miró con agrado a Abel y su ofrenda, pero no miró a Caín ni su ofrenda.
Caín se mostró muy resentido y agachó la cabeza.
El
Señor le dijo: «¿Por qué estás resentido y tienes la cabeza baja? Si obras bien
podrás mantenerla erguida; si obras mal, el pecado está agazapado a la puerta y
te acecha, pero tú debes dominarlo.»
Caín
dijo a su hermano Abel: «Vamos afuera.» Y cuando estuvieron en el campo, se
abalanzó sobre su hermano y lo mató. Entonces el Señor preguntó a Caín: «¿Dónde
está tu hermano Abel?»
«No
lo sé», respondió Caín. «¿Acaso yo soy el guardián de mi hermano?»
Pero
el Señor le replicó: «¿Qué has hecho? ¡Escucha! La sangre de tu hermano grita
hacia mí desde el suelo. Por eso maldito seas lejos del suelo que abrió sus
fauces para recibir la sangre de tu hermano derramada por ti. Cuando lo
cultives, no te dará más su fruto, y andarás por la tierra errante y
vagabundo.»
Caín
respondió al Señor: «Mi castigo es demasiado grande para poder sobrellevarlo.
Hoy me arrojas lejos del suelo fértil; yo tendré que ocultarme de tu presencia
y andar por la tierra errante y vagabundo, y el primero que me salga al paso me
matará.»
«Si
es así, le dijo el Señor, el que mate a Caín deberá pagarlo siete veces.» Y el
Señor puso una marca a Caín, para que al encontrarse con él, nadie se atreviera
a matarlo.
Adán
se unió a su mujer, y ella tuvo un hijo, al que puso el nombre de Set,
diciendo: «Dios me dio otro descendiente en lugar de Abel, porque Caín lo
mató.»
Palabra
de Dios.
SALMO
Sal 49, 1y 8. 16b-17. 20-21 (R.:14a)
R. Ofrece
a Dios un sacrificio de alabanza.
El
Dios de los dioses, el Señor,
habla
para convocar a la tierra
desde
la salida del sol hasta el ocaso.
No
te acuso por tus sacrificios:
¡tus
holocaustos están siempre en mi presencia!» R.
«¿Cómo
te atreves a pregonar mis mandamientos
y
a mencionar mi alianza con tu boca,
tú,
que aborreces toda enseñanza
y
te despreocupas de mis palabras? R.
Te
sientas a conversar contra tu hermano,
deshonras
al hijo de tu propia madre.
Haces
esto, ¿y yo me voy a callar?
¿Piensas
acaso que soy como tú?
Te
acusaré y te argüiré cara a cara.» R.
EVANGELIO
Lectura
del santo Evangelio según San Marcos 8, 11-13
En
aquel tiempo:
Llegaron
los fariseos, que comenzaron a discutir con él; y, para ponerlo a prueba, le
pedían un signo del cielo. Jesús, suspirando profundamente, dijo: «¿Por qué
esta generación pide un signo? Les aseguro que no se le dará ningún signo.»
Y
dejándolos, volvió a embarcarse hacia la otra orilla.
Palabra
del Señor.
PARA REFLEXIONAR
Partiendo
de un relato primitivo que hablaba del origen de los quenitas, el autor del
Génesis nos habla de la violenta conducta humana en los comienzos de la
historia. Las consecuencia del pecado de Adán y Eva no se hizo esperar: se rompe
la armonía de relaciones con Dios y entre los mismos seres humanos. El
deterioro de la humanidad se pone de manifiesto.
La
vida agrícola y pastoril representada por Caín y Abel, simbolizan dos tipos
diversos de vida humana. Unidos como hermanos pero diferentes en su profesión,
en sus manifestaciones cúlticas, en sus actitudes. Caín no acepta que las
ofrendas de su hermano al Señor sean más gratas que las suyas y se enfurece
contra él.
El
pecado acecha agazapado y se puede apoderar del hombre en cualquier momento.
Caín puede dominarlo, pero, al no aceptar al hermano, será el pecado el que se
apodere de él; así se comete el primer fratricidio de la historia. El odio,
nacido de la envidia, ha ocasionado la ruptura de la hermandad humana. El
intento de querer ser como dioses hace que no podamos soportar al que está al
lado, aunque éste sea nuestro hermano de sangre.
Dios
pide cuentas, le interesa la justicia entre los hombres. La sangre inocente
grita y el Señor no puede dejar de escuchar. Por eso Caín es maldecido y se le
impone el destierro; la misma tierra, el suelo que él cultivó, también sufre
las consecuencias de la sangre derramada: se lo maldice, se le niega su fuerza
maternal. El mundo se convierte así en el espacio de su infructífero y vano
vagar. Y, a pesar del fratricidio, Caín sigue con vida; Dios nunca destruye al
hombre sino que siempre cuida de él a tal punto que prohíbe terminantemente la
venganza.
***
Los
milagros de Jesús no son realizados para asombrar a la pobre gente, sino para mostrarles
que la gran noticia es realmente su liberación total. Por eso los milagros se
refieren siempre a la liberación del hombre: de la enfermedad, de la muerte, de
la opresión.
Por
el contrario, los fariseos insisten mucho sobre los aspectos triunfalistas del
futuro Mesías. Desde aquí se comprende la pretensión de los fariseos al
reclamar un signo del cielo. Exigen que Dios dé directamente una prueba de la
mesianidad de Jesús. Como representantes de la religión, deben pronunciarse, y
quieren apoyar su opinión en hechos irrefutables.
Jesús
se encuentra entre la indignación y el estupor. No habrá más signo que su
propia vida. Este es el gesto que manifiesta que Dios actúa: la vida del
Nazareno. No se dará otro signo que la obediencia del Hijo, una vida vivida
absolutamente bajo la inspiración del Espíritu. Su vida habla por sí misma y es
la más válida demostración. Estos son los signos de los tiempos: un hombre que
ama hasta el extremo, que habla de perdón y lo realiza en gestos hasta el punto
de dar su vida; un hombre que de cara al creador en su oración lo llama “Abba-
papito”.
El
signo de salvación que Dios da es la vida entregada de su Hijo Predilecto, que
llega hasta las últimas consecuencias del amor. Signo para nosotros debe ser la
comunidad reunida, la palabra proclamada, el pan y el vino de la Eucaristía, la
gracia del perdón, la entrega de muchos por los más pobres y necesitados. Signo
para el pueblo será hoy nuestra vida de hombres serenos y esperanzados ante las
dificultades, nuestra constancia en buscar el bien a costa muchas veces de
renuncias, nuestra fidelidad a la llamada recibida desde la vida vivida en
clave misionera, nuestra apertura y capacidad de comprensión ante los errores y
pecados de los otros.
Siempre
ha existido y existirá la tentación “farisaica” de buscar y ofrecer señales
asombrosas, que hagan callar a los adversarios. Esta tentación llega casi
siempre en momentos críticos de decadencia de la fe: no teniendo que ofrecer a
los otros testimonios vivos y reales, se intenta seguir presentes a través de
fenómenos sobrenaturales, muy lejos del espíritu de los milagros de Jesús, y
muy cerca de los resultados que buscan los medios de comunicación y la
propaganda.
Jesús,
el Hijo de Dios, se manifiesta de manera discreta en medio de nuestra vida y ha
elegido precisamente lo débil para confundir a los poderosos. La fe en Jesús,
en Dios, no se compra, no se condiciona, no se somete a juicios humanos de
convalidación. Es don, y los dones se piden y reciben sencillamente como
gracia.
PARA DISCERNIR
¿Ando
buscando signos para hacer crecer mi fe?
¿Qué
signos pido?
¿Qué
signos doy?
REPITAMOS A LO LARGO DE ESTE DÍA
Quiero
descubrirte y manifestarte Señor
PARA LA LECTURA ESPIRITUAL
¿Por
qué esta generación reclama un signo?
…
“Padre Santo, Dios todopoderoso…, cuando yo elevo la débil luz de mis ojos,
¿puedo dudar de que eso es tu cielo? Cuando contemplo el curso de las
estrellas, su retorno en el ciclo anual, cuando veo las Pléyades, la Osa menor
y la Estrella de la mañana y considero que cada una brilla en el lugar que tú
le has asignado, comprendo, oh Dios, que tú estás allí, en estos astros que yo
no comprendo. Cuando veo «las soberbias olas del mar» (sl 92,4), no comprendo
el origen de esta agua, ni tampoco comprendo quien es que pone en movimiento su
flujo y reflujo regular y, sin embargo, creo que hay una causa –ciertamente
para mí impenetrable- en estas realidades que yo ignoro, y también allí percibo
tu presencia.
Si
vuelvo mi espíritu hacia la tierra que, por el dinamismo de unas fuerzas
escondidas, descompone todas las semillas que antes ha acogido en su seno, las
hace germinar lentamente y las multiplica, después las hace crecer, no
encuentro allí nada que pueda comprender con mi inteligencia; pero esta misma
ignorancia me ayuda a discernirte, a ti, puesto que, si soy incapaz de
comprender la naturaleza que ha sido puesta a mi servicio, sin embargo te
encuentro a través de este mismo hecho de que ella está allí, para mi uso.
Si
me vuelvo hacia ti, la experiencia me dice que yo no me conozco a mi mismo, y
te admiro tanto más por el hecho de ser yo un desconocido para mí mismo. En
efecto, aunque yo no los puedo comprender, sí tengo experiencia de los
movimientos de mi espíritu que juzga sus operaciones, su vida, y esta
experiencia te la debo sólo a ti, a ti que me has hecho participar de esta
naturaleza sensible que me da un gran gozo, aunque su origen se encuentra más
allá de lo que alcanza mi inteligencia. No me conozco a mi mismo, pero te
encuentro en mí y, encontrándote, te adoro” …
San Hilario
(hacia 315-367), obispo de Poitiers y doctor de la Iglesia
La Trinidad,
libro 12, 52-53
PARA REZAR
Tu
eres el Hijo de Dios que te hiciste hermano y amigo nuestro.
Gracias, Jesús porque me quieres.
Tu viniste a enseñarnos el camino del cielo
Tu viniste a salvarnos del pecado y de la muerte.
Tú viniste a decirnos que Dios es un Padre que nos ama.
Tú viniste a enseñarnos a construir un mundo más digno del hombre.
Tu viniste a animarnos y a darnos fuerza
para ser mejores.
Tú viniste a consolarnos en nuestras tristezas y a traer alegría a
nuestra vida.
Tú viniste a enseñarnos como amarnos y perdonarnos unos a otros.
Padre Dios, Tu nos amaste tanto que nos enviaste a Jesús, tu propio
Hijo, para salvarnos; ayúdanos a escuchar y cumplir siempre lo que El
nos dice.
Te lo pedimos por el mismo Cristo Jesús. Amén.
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