5 de noviembre de 2020 – TO – JUEVES DE LA XXXI SEMANA
Hay alegría en
el cielo cuando un pecador se convierte
Lectura
de la carta del apóstol san Pablo
a
los cristianos de Filipos 3, 3-8
Hermanos:
Los
verdaderos circuncisos somos nosotros, los que ofrecemos un culto inspirado en
el Espíritu de Dios y nos gloriamos en Cristo Jesús, en lugar de poner nuestra
confianza en la carne, aunque yo también tengo motivos para poner mi confianza
en ella.
Si
alguien cree que puede confiar en la carne, yo puedo hacerlo con mayor razón;
circuncidado al octavo día; de la raza de Israel y de la tribu de Benjamín;
hebreo, hijo de hebreos; en cuanto a la Ley, un fariseo; por el ardor de mi
celo, perseguidor de la Iglesia; y en lo que se refiere a la justicia que
procede de la Ley, de una conducta irreprochable.
Pero
todo lo que hasta ahora consideraba una ganancia, lo tengo por pérdida, a causa
de Cristo. Más aún, todo me parece una desventaja comparado con el inapreciable
conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor. Por él he sacrificado todas las cosas,
a las que considero como desperdicio, con tal de ganar a Cristo
Palabra
de Dios.
SALMO Sal
104, 2-3. 4-5. 6-7 (R.: 3b)
R. Alégrense,
los que buscan al Señor.
¡Canten
al Señor con instrumentos musicales,
pregonen
todas sus maravillas!
¡Gloríense
en su santo Nombre,
alégrense
los que buscan al Señor! R.
¡Recurran
al Señor y a su poder,
busquen
constantemente su rostro;
recuerden
las maravillas que él obró,
sus
portentos y los juicios de su boca! R.
Descendientes
de Abraham, su servidor,
hijos
de Jacob, su elegido:
el
Señor es nuestro Dios,
en
toda la tierra rigen sus decretos. R.
EVANGELIO
Lectura
del santo Evangelio según san Lucas 15, 1-10
Todos
los publicanos y pecadores se acercaban a Jesús para escucharlo. Los fariseos y
los escribas murmuraban, diciendo: «Este hombre recibe a los pecadores y come
con ellos.»
Jesús
les dijo entonces esta parábola: «Si alguien tiene cien ovejas y pierde una,
¿no deja acaso las noventa y nueve en el campo y va a buscar la que se había
perdido, hasta encontrarla? Y cuando la encuentra, la carga sobre sus hombros,
lleno de alegría, y al llegar a su casa llama a sus amigos y vecinos, y les
dice: “Alégrense conmigo, porque encontré la oveja que se me había perdido.”
Les
aseguro que, de la misma manera, habrá más alegría en el cielo por un solo
pecador que se convierta, que por noventa y nueve justos que no necesitan
convertirse.»
Y
les dijo también: «Si una mujer tiene diez dracmas y pierde una, ¿no enciende
acaso la lámpara, barre la casa y busca con cuidado hasta encontrarla? Y cuando
la encuentra, llama a sus amigas y vecinas, y les dice: “Alégrense conmigo,
porque encontré la dracma que se me había perdido.”
Les
aseguro que, de la misma manera, se alegran los ángeles de Dios por un solo
pecador que se convierte.»
Palabra
del Señor.
PARA REFLEXIONAR
En
Filipos, había problemas con los judaizantes, que, provenientes del pueblo de
Israel, además del evangelio de Jesús se aferraban a la necesidad de seguir la
ley de Moisés. De hecho son judaizantes de antigua observancia, que se glorían de
poseer ventajas humanas innegables y ciertos privilegios por el hecho de ser
del pueblo elegido, los que encarcelan a Pablo y quieren su condena y muerte.
Pablo
se pone a sí mismo como ejemplo. Está orgulloso de pertenecer al pueblo de
Israel: de haber sido circuncidado a los ocho días de nacer, como los buenos
judíos, de pertenecer a la tribu de Benjamín, de ser “hebreo por los cuatro
costados” y, en concreto, de ser fariseo. Si él predica la liberación de la ley
antigua, no es porque no sea o no se sienta judío.
Pero
su encuentro con Cristo Jesús ha sido decisivo en su vida. Antes como buen
fariseo, Pablo trataba de vivir «irreprochablemente», y por eso se apoyaba en
«títulos», en «pertenencias» a grupos.
Pero,
desde que fue alcanzado por Jesucristo, todo lo que antes para él era ganancia,
lo consideró pérdida, “lo estimó basura”, “con tal de ganar a Cristo”.
***
El
capítulo 15 de San Lucas nos transmite las parábolas de la misericordia. Para
muchos aquí se encuentra “el corazón del evangelio”. Hoy leemos la de la oveja descarriada
y la de la moneda perdida.
La
ocasión para decirlas, se la brindan a Jesús los fariseos y los letrados, que
murmuraban porque Él recibía y comía con los publicanos y pecadores que solían
acercarse para escucharlo.
La
ley de Israel estaba hecha para que el pueblo, luego de la liberación de
Egipto, llegara a ser autónomo, equitativo y auténtico. Jesús se enfrenta a
muchos que se creían los más grandes de la sociedad porque «cumplían» la ley.
Pero, la realidad era que cumplían sólo la letra, olvidando el espíritu de la
ley porque la usaban para beneficio propio y en muchos casos era fuente de
división y exclusión.
Dios
ofrece una ley a su pueblo para liberarlo y no para que se sienta esclavizado.
Dios quiere que el hombre se salve de la injusticia y de la marginación.
La
justicia para los letrados y fariseos era pensada como el estricto cumplimiento
de la ley. Las imágenes del pastor que, lleno de alegría, se carga sobre los
hombros a la oveja perdida, y la de la mujer que reúne a sus vecinas para comunicarles
su alegría por la moneda encontrada, quieren mostrar el gozo de un Dios lleno
de comprensión y clemencia, cuya justicia está impregnada de misericordia.
La
lógica de las parábolas desafía el pensamiento común del ser humano. Que una
oveja suscite más preocupación que las noventa y nueve restantes, y una dracma
provoque más inquietud que las otras nueve, muestran que esta misericordia
divina supera cualquier cálculo y medida humana. El Buen Pastor no da por
definitivamente perdida a ninguna de sus ovejas.
Para
Jesús, el hombre que busca lo perdido y la mujer que busca su dracma, son las
únicas formas adecuadas de expresar la actitud misericordiosa de Dios.
La
narración de estas parábolas, son una invitación para que tratemos de imitar la
actitud de ese Dios, que busca a los que han fallado, uno por uno, haciéndoles
fácil el camino de vuelta, acogiéndolos y alegrándose. El Reino de Dios es una
casa donde todos son admitidos, donde no hay excluidos.
El
discípulo no es más que su maestro. La tolerancia, la paciencia, el respeto y
la delicadeza, que tiene Jesucristo cuando sale muchas veces a buscarnos, es la
que nos invita a vivir con nuestros hermanos. No basta con saber esperar que
vuelva el que se ha alejado, el amor del discípulo impone salir a buscarlo.
PARA DISCERNIR
¿Tenemos
corazón mezquino o corazón de buen pastor?
¿Acogemos
nosotros así a los demás cuando han fallado y se arrepienten?
¿Damos
margen para la rehabilitación a los que han fallado?
REPITAMOS A LO LARGO DE ESTE DÍA
Que
se alegren los que buscan al Señor
PARA LA LECTURA ESPIRITUAL
En
busca de la oveja perdida
…
“Me alejaba, me alejaba cada vez más, mi Señor y mi vida, y mi vida
comenzaba a ser una muerte, o mejor aún, era ya una muerte a vuestros ojos. Y todavía
en este estado de muerte Vos me conservabais… Había desaparecido del todo la
fe, pero el respeto y la estima permanecían intactos. Vos me hacíais otras
gracias, Dios mío, me conservabais el gusto por el estudio, las lecturas
serias, las cosas bellas, el asco por el vicio y la abyección. Yo hacía el mal,
pero no lo aprobaba ni me gustaba… Vos me distes esta vaga inquietud de una
conciencia que, a pesar de estar adormecida, no estaba del todo muerta.
Jamás
he sentido esta misma tristeza, este malestar, esta inquietud de entonces. Dios
mío, era, sin duda, un don vuestro; ¡qué lejos estaba de sospecharlo! ¡Cuán bueno
sois! Y al mismo tiempo que, por una invitación de vuestro amor, privabais a mi
alma de ahogarse irremediablemente, guardabais mi cuerpo: porque si entonces
hubiera muerto hubiera ido al infierno… ¡Cómo por milagro me habéis hecho salir
de estos peligros en viajes, tan grandes y múltiples! ¡Esta inalterable salud
en los lugares más malsanos, a pesar de mis grandes fatigas! ¡Oh, Dios mío,
cómo teníais vuestra mano sobre mí, y qué poco la sentía yo! ¡Cómo me habéis
guardado! ¡Cómo me cobijabais bajo vuestras alas siendo así que yo ni tan solo
creía en vuestra existencia! Y mientras así me guardabais, pasaba el tiempo, y
juzgasteis que se acercaba el momento oportuno de hacerme entrar en el redil.
A
pesar de todo, habéis desatado todas mis malas ligaduras que me hubieran
mantenido alejado de Vos; incluso habéis desatado los lazos buenos que me
hubieran privado de ser un día vuestro del todo…Vuestra mano sola ha hecho esto
al principio, en medio y al fin. ¡Cuán bueno sois! Era necesario para preparar
mi alma a la verdad; el demonio es demasiado dueño de un alma que no es casta
para dejar entrar en ella la verdad; Vos no podíais entrar, Dios mío, en un
alma en la que el demonio de las pasiones inmundas reinaba como señor. Vos
querías entrar en la mía, o buen Pastor, y Vos mismo habéis echado fuera a
vuestro enemigo”…
Carlos de
Foucauld (1858-1916), ermitaño y misionero en el Sahara
Retiro en
Nazaret, noviembre 1897
PARA REZAR
Oración
del perdón
Padre
bueno y misericordioso digno de
alabanza
y adoración; hoy te doy gracias
por
tu amor tierno y compasivo porque
perdonas
mis faltas y las apartas de tu vista
sin
que ellas disminuyan tu amor por mí.
Padre
bueno y misericordioso digno de
alabanza
y adoración; hoy te doy gracias
por
tu amor tierno y compasivo porque
perdonas
mis faltas y las apartas de tu vista
sin
que ellas disminuyan tu amor por mí.
Hoy
quiero suplicarte una gracia especial,
concédele
a mi corazón el poder comprender
la
debilidad de mis hermanos, el entender
que
aquellos que me han herido tal vez
también
estaban heridos, que no podían
dar
lo que no tenían, por inmadurez o
ignorancia.
Dame,
mi Dios, un corazón tolerante,
comprensivo
y misericordioso como el tuyo.
Señor,
dame la gracia de amar con tu
corazón.
Amén
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