22 de noviembre de 2020 – TO – DOMINGO XXXIV – Ciclo A
NUESTRO SEÑOR JESUSCRISTO REY DEL UNIVERSO (S)
Se sentará en
el trono de su gloria y separará a unos de otros
Lectura
de Libro del profeta Ezequiel
34,11-12.15-17.
Porque
así habla el Señor: ¡Aquí estoy yo! Yo mismo voy a buscar mi rebaño y me
ocuparé de él. Como el pastor se ocupa de su rebaño cuando está en medio de sus
ovejas dispersas, así me ocuparé de mis ovejas y las libraré de todos los
lugares donde se habían dispersado, en un día de nubes y tinieblas.
Yo
mismo apacentaré a mis ovejas y las llevaré a descansar -oráculo del Señor-.
Buscaré a la oveja perdida, haré volver a la descarriada, vendaré a la herida y
curaré a la enferma, pero exterminaré a la que está gorda y robusta. Yo las
apacentaré con justicia.
En
cuanto a ustedes, ovejas de mi rebaño, así habla el Señor: Yo voy a juzgar
entre oveja y oveja, entre carneros y chivos.
Palabra
de Dios
SALMO
Sal 23(22), 1-2.2-3.5.6.
R:
El Señor es mi pastor, nada me falta.
El
Señor es mi pastor, nada me falta:
en
verdes praderas me hace recostar. R.
Me
conduce hacia fuentes tranquilas
y
repara mis fuerzas;
me
guía por el sendero justo,
por
el honor de su nombre. R.
Preparas
una mesa ante mí,
enfrente
de mis enemigos;
me
unges la cabeza con perfume,
y
mi copa rebosa. R.
Tu
bondad y tu misericordia me acompañan
todos
los días de mi vida,
y
habitaré en la casa del Señor
por
años sin término. R.
Lectura
de la I Carta del apóstol San Pablo
a
los Corintios 15,20-26.28.
Hermanos:
Pero
no, Cristo resucitó de entre los muertos, el primero de todos. Porque la muerte
vino al mundo por medio de un hombre, y también por medio de un hombre viene la
resurrección.
En
efecto, así como todos mueren en Adán, así también todos revivirán en Cristo,
cada uno según el orden que le corresponde: Cristo, el primero de todos, luego,
aquellos que estén unidos a él en el momento de su Venida.
En
seguida vendrá el fin, cuando Cristo entregue el Reino a Dios, el Padre,
después de haber aniquilado todo Principado, Dominio y Poder. Porque es
necesario que Cristo reine hasta que ponga a todos los enemigos debajo de sus
pies. El último enemigo que será vencido es la muerte,
Y
cuando el universo entero le sea sometido, el mismo Hijo se someterá también a
aquel que le sometió todas las cosas, a fin de que Dios sea todo en
todos.
Palabra
de Dios
EVANGELIO
Lectura
del santo Evangelio según San Mateo 25, 31-46
Cuando
el Hijo del hombre venga en su gloria rodeado de todos los ángeles, se sentará
en su trono glorioso.
Todas
las naciones serán reunidas en su presencia, y él separará a unos de otros,
como el pastor separa las ovejas de los cabritos, y pondrá a aquellas a su
derecha y a estos a su izquierda.
Entonces
el Rey dirá a los que tenga a su derecha: ‘Vengan, benditos de mi Padre, y
reciban en herencia el Reino que les fue preparado desde el comienzo del mundo,
porque tuve hambre, y ustedes me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de
beber; estaba de paso, y me alojaron; desnudo, y me vistieron; enfermo, y me
visitaron; preso, y me vinieron a ver’.
Los
justos le responderán: ‘Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te dimos de
comer; sediento, y te dimos de beber? ¿Cuándo te vimos de paso, y te alojamos;
desnudo, y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o preso, y fuimos a verte?’.
Y
el Rey les responderá: ‘Les aseguro que cada vez que lo hicieron con el más
pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo’.
Luego
dirá a los de su izquierda: ‘Aléjense de mí, malditos; vayan al fuego eterno
que fue preparado para el demonio y sus ángeles, porque tuve hambre, y ustedes
no me dieron de comer; tuve sed, y no me dieron de beber; estaba de paso, y no
me alojaron; desnudo, y no me vistieron; enfermo y preso, y no me visitaron’.
Estos,
a su vez, le preguntarán: ‘Señor, ¿cuándo te vimos hambriento o sediento, de
paso o desnudo, enfermo o preso, y no te hemos socorrido?’.
Y
él les responderá: ‘Les aseguro que cada vez que no lo hicieron con el más
pequeño de mis hermanos, tampoco lo hicieron conmigo’.
Estos
irán al castigo eterno, y los justos a la Vida eterna”.
Palabra
del Señor
Para reflexionar
El
texto encuentra su situación histórica en la diáspora y en el exilio de Israel
en Babilonia. Experimentan el fracaso de la monarquía y la incapacidad de los
dirigentes, fue la causa principal del exilio y la dispersión de los hijos de
la alianza. La imagen del pastor es frecuente en el antiguo Oriente para
expresar las relaciones entre el rey y los vasallos.
En
la lectura de hoy se denuncian las injusticias o las culpas de los malos
pastores por no haber sido auténticamente conductores de su pueblo, sino
buscarse a sí mismos, su propio provecho en lugar de buscar el bien y el
bienestar de las ovejas, del pueblo; y llevarlas hacia las verdaderas praderas.
Pero Yavé, no desistirá de su plan de salvación.
Justamente,
es en el fracaso de los hombres donde brillará con más fuerza la fidelidad de
Dios, como último recurso para salvar a su pueblo, va a intervenir en persona.
El mismo será el pastor que saldrá en busca de las ovejas descarriadas y
dispersas por todas las naciones, para reunirlas y devolverlas a su tierra.
***
El
señorío de Cristo glorioso no se reduce a unos cuantos hombres ni a un sector
de la realidad. Pablo ve en la Resurrección de Cristo la victoria sobre el
pecado que domina a los hombres desde Adán en adelante. La victoria de Cristo
se va completando en cada hombre y en cada generación hasta llegar al final.
Cristo resucitado comunica su Vida a quien libremente se entrega a Él, Vida que
supera todas las oscuridades de pecado y muerte.
El
proceso histórico puesto en marcha por Cristo se manifestará un día en toda su
fuerza y dimensión. Ese día se revelará al fin, con toda claridad, que Dios
había sido desde siempre la razón de ser del hombre.
***
Estamos
ante la última enseñanza de Jesús según el evangelio de Mateo. Su lenguaje es
sobre todo profético, aunque lo realiza a través de una la parábola. Las
últimas palabras del Maestro nos describen la venida del Hijo del Hombre en
gloria y poder para el juicio; cuando se ha sentado en el trono y se disponga a
juzgar.
Lo
significativo del texto radica en esa presencia de los paganos en el
acontecimiento final, algo absolutamente impensable en la mentalidad de los
judíos contemporáneos de Jesús.
Para
Mateo, tal como lo ha ido desarrollando a lo largo de su obra, la inclusión en
el Reino de Dios, no puede ir ligada exclusivamente al conocimiento de Dios o
al cumplimiento de su ley. Lo que hace del pagano un miembro del Reino de Dios,
es su vida humanitaria comprometida con el que sufre. Esto determina la calidad
de su persona, y de tal modo que, puede ser considerada dentro de los “justos”,
título hasta ahora reservado exclusivamente a los miembros del Pueblo de Dios y
ligado al cumplimiento de la ley. La identificación del rey con los necesitados
constituye desde el Éxodo, uno de los rasgos característicos del Dios bíblico.
A
través de este texto, Jesús hace ver a sus discípulos que en el futuro Reino de
Dios, pueden también tener cabida aquellos que oficialmente o legalmente no son
miembros del Pueblo de Dios.
La
profecía de Ezequiel que anuncia que el mismo Dios se va a preocupar de su
pueblo: como pastor, guía, médico, juez, liberador, reunificador, se ha
cumplido perfectamente en Cristo Jesús en quien Dios se nos ha acercado
definitivamente.
Jesús
como Pastor no domina, sino apacienta, no se enseñorea, sino que busca y cuida
a sus ovejas; cura a las enfermas y venda a las heridas; libera de todas las
esclavitudes e ilumina todas las oscuridades; es un Pastor, que a nadie pone a
su servicio, sino que a todos sirve para que todos vivamos sometidos por amor a
nuestro Padre común.
Los
contemporáneos de Jesús identificaban al Pueblo de Dios con el Reino de Dios.
Jesús proclama la mayor amplitud del Reino sobre el Pueblo, con una
consecuencia, sorprendente: al Reino de Dios no se accede por la sola vía
religiosa. Frente a una concepción restrictiva del Reino de Dios, Jesús
presenta una concepción universal que lo convierte en un texto capital para la
humanidad. Cualquier hombre puede llegar a Dios, siempre que su vida tenga la
calidad de la solidaridad.
El
juicio será según las obras, no según lo que decimos creer y confesar. Son las
obras las que distinguen y juzgan a los hombres, no las palabras ni el tipo o
cantidad de plegarias. Distinciones de raza, de dinero o cultura, no valen nada
y no permanecerá ni colocarán a los hombres a la izquierda o a la derecha del
Señor. La realización concreta del mandamiento del amor o su incumplimiento
anticipa ya en el mundo el juicio final.
El
que ama a Cristo en los pobres y sufrientes, solidarizándose con su causa se
introduce en el reino de Dios. Los cristianos no tenemos la exclusiva del reino
de Dios, ni la exclusiva del servicio a Dios. El reino de Dios se extiende más
allá de nuestras fronteras: se encuentra dondequiera que haya hombres capaces
de amar y de servir a los hermanos. Lo que uno ha hecho a otro, lo ha hecho a
Jesús y a Dios. Ya no tiene importancia si lo sabía o no, si quería o no servir
en él a Jesús y a Dios. Al fin se manifiesta que todo servicio al amor fue
servicio al Padre.
El
peligro de no pertenecer al Reino no nos viene tanto de lo que hacemos mal,
sino de aquello que dejamos de hacer. Cada hermano que no es amado
suficientemente, que no recibe la ayuda posible; cada vez que eludimos nuestras
responsabilidades o posibilidades comunitarias, en la sociedad, en la Iglesia;
el no hacer nada para que mejore el ambiente del trabajo, para defender a los
que están mal pagados, o excluidos; nos aleja de Jesucristo y del reino que
inauguró con su estilo de vida basado en la compasión y el amor. Para un
discípulo, la pertenencia a la Iglesia como modo de vivir el Reino, no puede
dejar de expresarse en un compromiso de servicio a la humanidad.
La
encarnación del hijo de Dios ha sido tan profunda en la naturaleza humana que
donde haya un hombre que reclama nuestra atención, allí está presente el Dios
hecho hombre, Jesucristo, el Salvador.
Ser
discípulo de Cristo es amar con el amor efectivo que consiste en servir,
consolar, acompañar, compartir, dar lo que sea preciso, a cada hombre concreto
con quien tropezamos, con la certeza de que en cada hombre, tropezamos con
Cristo.
Este
es el camino que nos enseñó y vivió nuestro Rey, Nuestro Señor Jesucristo. Un
camino posible para todos, pero exigente para todos. Así, la fiesta de hoy no
es la exaltación de un «catolicismo triunfante», sino más bien al contrario: es
la exaltación del reinado del amor servidor sobre todas las cosas.
Para discernir
¿Qué
imagen de Cristo Rey tengo formada en mi corazón?
¿Reconozco
el reinado de Cristo diverso al reinado humano?
¿Acepto
un reinado que se da desde la entrega y la cruz? ¿Apuesto con mi vida a un
reino que no es de este mundo?
Repitamos a lo largo de este día
…Que
venga tu Reino Señor…
Para la lectura espiritual
«Venid
vosotros, los benditos de mi Padre; heredad el reino preparado para vosotros
desde la creación del mundo»
…
“Habiendo realizado la purificación de los pecados, Cristo está sentado a la
derecha de su Majestad en las alturas» (Hb 1,3)…Es, pues, para servirnos que
vino desde su Padre hasta el mundo. Y para colmo: no se manifestó tan sólo en
el momento en que vino a la tierra revestido de la debilidad humana
presentándose en forma de esclavo y escondida su calidad de señor, sino que más
tarde se manifestará en todo su esplendor, el día en que vendrá con todo su
poder y aparecerá con toda la gloria de su Padre. Refiriéndose a su reino, se
dice: «Se ceñirá, hará sentar a sus siervos a la mesa y los irá sirviendo» (Lc
12,37). ¡Éste es aquel por quien reinan los soberanos y gobiernan los
príncipes!
Es
de esta manera que ejercerá su realeza verdadera y sin mancha…; es de esta
manera que hace seguir a los que ha sometido a su poder: más amable que un
amigo, más imparcial que un príncipe, más tierno que un padre, más íntimo que
los miembros, más indispensable que el corazón. No se impone a través del
temor, no domina por un salario. Sólo en él encuentra la fuerza de su poder,
sólo a través de sí mismo se une a sus súbditos. Porque reinar a través del
temor o en vistas a un salario, no es gobernar con autoridad, sino por la
esperanza de un sueldo o por amenaza…
Es
preciso que Cristo reine en el sentido estricto de la palabra; toda otra
autoridad es indigna de él. Ha sabido llegar a ella por un medio
extraordinario… para llegar a ser el verdadero Señor, abraza la condición de
esclavo y se hace el servidor de los esclavos, hasta la cruz y la muerte; es
así como arrebata el alma de los esclavos y se apodera directamente de su
voluntad. Sabiendo que éste es el secreto de su realeza, Pablo escribe: «Se
rebajó hasta someterse incluso a la muerte y una muerte de cruz. Por eso Dios
lo levantó sobre todo» (Flp 2, 8-9)… Por la primera creación, Cristo es Señor de
la naturaleza; por la nueva creación, se ha convertido en señor de nuestra
voluntad… Por eso dice: «Se me ha dado pleno poder en el cielo y en la tierra»
(Mt 28,18)” …
San Nicolás
Cabasilas (hacia 1320-1363), teólogo laico griego
La vida en
Cristo, IV, 93-97, 102
Para rezar
Construir
el Reino es,
hacer
la Verdad;
porque
la más auténtica Verdad
de
nuestro mundo es que está llamado
a
ser algo muy distinto
de
lo que en realidad es;
la
más auténtica realidad
de
nuestro mundo es que está llamado
a
estar construido sobre la solidaridad,
sobre
el afecto, la mutua confianza,
la
búsqueda del bien común;
la
ausencia de todo egoísmo,
de
todo tipo de lucha,
de
toda forma de injusticia o insolidaridad;
la
más auténtica realidad de nuestro mundo
es
que está llamado a pervivir,
a
transformarse entrando en una vida nueva
y
sin término, a reconocer plenamente
que
Dios está ahí y que es el Padre común
de
todos los hombres
y
el autor de toda la creación.
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