8 de octubre de 2020 – TO – JUEVES DE LA XXVII SEMANA
Pidan y se les
dará
Lectura
de la carta del apóstol san Pablo
a
los cristianos de Galacia 3, 1-5
Gálatas
insensatos, ¿quién los ha seducido a ustedes, ante quienes fue presentada la
imagen de Jesucristo crucificado? Una sola cosa quiero saber: ¿ustedes
recibieron el Espíritu por las obras de la Ley o por haber creído en la
predicación? ¿Han sido tan insensatos que llegaron al extremo de comenzar por
el Espíritu, para acabar ahora en la carne? ¿Habrá sido en vano que recibieron
tantos favores?
¡Ojalá
no haya sido en vano! Aquel que les prodiga el Espíritu y está obrando milagros
entre ustedes, ¿lo hace por las obras de la Ley o porque han creído en la
predicación?
Palabra
de Dios.
SALMO Lc
1, 69-70. 71-72. 73-75 (R.: cf. 68)
R. ¡Bendito
sea el Señor, Dios de Israel, porque visitó a su pueblo!
Nos
ha dado un poderoso Salvador
en
la casa de David, su servidor,
como
lo había anunciado mucho tiempo antes
por
boca de sus santos profetas. R.
Para
salvarnos de nuestros enemigos
y
de las manos de todos los que nos odian.
Así
tuvo misericordia de nuestros padres
y
se acordó de su santa Alianza. R.
Se
acordó del juramento que hizo a nuestro padre Abraham
de
concedernos que, libres de temor,
arrancados
de las manos de nuestros enemigos,
lo
sirvamos en santidad, y justicia
bajo
su mirada, durante toda nuestra vida. R.
EVANGELIO
Lectura
del santo Evangelio según san Lucas 11, 5-13
Jesús
dijo a sus discípulos:
«Supongamos
que alguno de ustedes tiene un amigo y recurre a él a medianoche, para decirle:
“Amigo, préstame tres panes, porque uno de mis amigos llegó de viaje y no tengo
nada que ofrecerle”, y desde adentro él le responde: “No me fastidies; ahora la
puerta está cerrada, y mis hijos y yo estamos acostados. No puedo levantarme
para dártelos.”
Yo
les aseguro que aunque él no se levante para dárselos por ser su amigo, se
levantará al menos a causa de su insistencia y le dará todo lo necesario.
También
les aseguro: pidan y se les dará, busquen y encontrarán, llamen y se les
abrirá. Porque el que pide, recibe; el que busca, encuentra; y al que llama, se
le abre.
¿Hay
entre ustedes algún padre que da a su hijo una piedra cuando le pide pan? ¿Y si
le pide un pescado, le dará en su lugar una serpiente? ¿Y si le pide un huevo,
le dará un escorpión?
Si
ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto más el
Padre del cielo dará el Espíritu Santo a aquellos que se lo pidan!»
Palabra
del Señor.
PARA REFLEXIONAR
El
ejemplo de Pedro resultó contagioso y algunos gálatas rehusaron, a su vez,
comer con los cristianos, venidos del paganismo.
Pablo
siente decepción ante esta actitud de los gálatas.
Él
les había entregado el mensaje del Jesús de Nazaret y ellos abandonan la vida
en el Espíritu del resucitado, y la experiencia anterior, para priorizar la ley
y los ritos externos y vacíos.
Con
un lenguaje duro les reprocha su poca constancia en la fe, la rapidez en
“cambiar de evangelio” y haberse dejado embaucar.
Habiendo
tenido la gracia de seguir a Jesucristo, el verdadero salvador, y de recibir su
Espíritu y sus carismas, ahora se ponen a dudar de si tienen que servir a
Moisés. Caminan hacia atrás: “empezaron por el espíritu para terminar con la
materia”. Es como si, después de salir libres de Egipto, quisieran volver
atrás.
Para
salvarse hay que mirar a Jesucristo “crucificado”, la circuncisión, es una
costumbre que puede tener su valor cultural, es una señal perteneciente a un
grupo, a una raza, a una tradición, pero no es esto lo que cuenta.
***
Siguiendo
con su enseñanza sobre la oración, Jesús nos presenta una parábola en la que
Dios es comparado a un amigo, a quien otro amigo acude de noche, a una hora
inesperada, para pedirle unos panes. El amigo no ha cedido por amistad, sino
para que lo deje en paz, como el juez del que hablará Jesús más tarde. Eso no
significa que Dios sea así, que ceda por cansancio: pero esta conducta pone de
relieve “con mayor razón” la actitud del Padre que es bueno.
La
eficacia consiste en que Dios siempre escucha. Que no se hace el sordo ante
nuestra oración. Porque todo lo bueno que podamos pedir ya lo está pensando
antes El, que quiere nuestro bien más que nosotros mismos.
Jesús
confirma que Dios atiende la oración. Hay que pedir, buscar, llamar, con la
seguridad de que se recibe lo que se pide, que se encuentra lo que se busca,
que se abren las puertas cuando se llama. El evangelio nos invita a la
insistencia total.
La
oración atestigua nuestra identidad profunda de hijos necesitados de su Padre,
y por esa misma razón es por lo que es escuchada. Nuestra oración que es
ciertamente petición, no consiste en un regateo mercantil, o en el esfuerzo de
salir victoriosos y doblegar a Dios. En ella pedimos, invocamos: es decir,
apelamos a una realidad reconocida y a un derecho.
Recordamos
a Dios Padre lo que ha realizado por su Hijo amado. Esta es la razón profunda
de nuestra certeza y de nuestra audacia: nos atrevemos a provocar a Dios y
confrontarlo con su responsabilidad paterna. Nos atrevemos a correr el riesgo
de pedirle algo, precisamente porque El mismo ha establecido con nosotros
vínculos de familiaridad y se ha puesto a nuestro alcance.
Pero
hay que saber pedir. Hay que pedir que nos disponga para el Reino, que nos
capacite para construir con valentía y con alegría su proyecto en la historia
que siempre es más grande que nuestro proyecto personal. La oración no puede
ser ni caprichosa ni antojadiza. Al Padre tenemos que acercarnos con seriedad y
con certeza, en una oración que es confrontación con el Reino.
A
quien se lo pida, Dios concederá su Espíritu Santo. Concederá el bien pleno que
Él nos prepara, no necesariamente el que nosotros pedimos, que suele ser muy
parcial. Nos concederá la fuerza que nos impulsa a vivir el Reino que siempre
es más de lo que podemos esperar. Ésa es la promesa de Jesús.
PARA DISCERNIR
¿Cómo
es nuestra oración?
¿Nos
apoyamos en la certeza de un Padre que nunca nos defrauda?
¿Nuestra
oración supera los límites de nuestras necesidades personales?
REPITAMOS A LO LARGO DE ESTE DÍA
Envíanos
Señor tu Espíritu Santo
PARA LA LECTURA ESPIRITUAL
…
“Llamar a Dios «Abbá, Padre» (cf. Rom 8,15; Gal 4,6) es algo diferente a
darle a Dios un nombre familiar. Llamar a Dios Abbá significa entrar en la
misma relación íntima, libre de miedo, confiada y rica, que Jesús mantenía con
su Padre. Esa relación se llama Espíritu, y ese Espíritu nos ha sido dado por
Jesús y nos hace capaces de gritar con él: «Abbá, Padre». Llamar a Dios Padre
«Abbá, Padre» es un grito del corazón, una plegaria que brota de lo más íntimo
de nuestro ser. No tiene nada que ver con el hecho de darle un nombre a Dios,
sino que es proclamar a Dios como fuente de nuestro ser. Esta declaración no
procede de una intuición inesperada o de una convicción adquirida, sino que es
la declaración de que el Espíritu de Jesús está en comunión con nuestro
espíritu. Y… una declaración de amor.
El
Espíritu, a continuación, no nos revela sólo que Dios es «Abbá, Padre», sino
también que pertenecemos a Dios corno hijos suyos amados. El Espíritu nos
restablece así en la relación de la que todas las otras relaciones toman su
significado. Abbá es una palabra muy íntima. Expresa confianza, seguridad,
confidencia, pertenencia y el máximo de la intimidad. No tiene la connotación
de autoridad, de poder y de dominio que evoca a menudo la palabra padre. Al
contrario, Abbá implica un amor que nos envuelve y alimenta. Este amor incluye
y trasciende infinitamente todo el amor que nos viene de nuestros padres,
madres, hermanos, hermanas, esposos y seres amados. Es el don del Espíritu” …
H. J. M. Nouwen, edición española: Pan para el viaje: una guía de
sabiduría y de
fe para cada día del año, Ediciones Obelisco, Barcelona 2001
PARA REZAR
Envíanos
tu Espíritu
Señor
Jesús, hermano, amigo y compañero,
que caminas con nosotros todos los días de nuestra vida,
te pedimos que nos envíes tu Espíritu Santo.
Que
Él nos anime,
nos dé fuerza y coraje
para trabajar por la justicia y la paz.
Que
nos ilumine,
para saber descubrir lo bueno,
lo verdadero, lo que favorece
y ayude a que la vida sea más digna.
Que
nos dé valor,
para rechazar la mentira muchas veces disfrazada,
que atenta contra la vida, porque crea división y odio.
Que
nos ayude,
a comprender lo que Tú nos enseñaste,
que todos somos hijos de un mismo Padre
y que por eso todos somos hermanos
y que las cosas y bienes que hay en el mundo, son para todos.
Que
su presencia en medio nuestro,
sea visible a través de los frutos: el amor, la generosidad,
la bondad, la comprensión,
la solidaridad y la auténtica alegría.
Amén.
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