En la Arquidiócesis de Buenos Aires se celebra la misa propia de Nuestra Señora de Luján
A
continuación la correspondiente al Domingo XXVII
Domingo
4 de octubre 2020 – NUESTRA SEÑORA DE LUJAN
Madre, abrazanos,
queremos seguir caminando.
PRIMERA
LECTURA
Hch 1, 12-14; 2, 1-4.
SALMO
Lc 1, 46-48. 49-50. 51-53. 54-55 (R.: cf. 49)
R.
El Señor hizo en mí maravillas: ¡gloria al Señor!
«Mi
alma canta la grandeza del Señor,
y
mi espíritu se estremece de gozo en Dios, mi Salvador,
porque
él miró con bondad la pequeñez de su servidora.
En
adelante todas las generaciones me llamarán feliz
Porque
el Todopoderoso ha hecho en mí grandes cosas:
¡su
Nombre es santo!
Su
misericordia se extiende de generación en generación
sobre
aquellos que lo temen.
Desplegó
la fuerza de su brazo,
dispersó
a los soberbios de corazón.
Derribó
a los poderosos de su trono
y
elevó a los humildes.
Colmó
de bienes a los hambrientos
y
despidió a los ricos con las manos vacías.
Socorrió
a Israel, su servidor,
acordándose
de su misericordia,
como
lo había prometido a nuestros padres,
en
favor de Abraham
y
de su descendencia para siempre.»
EVANGELIO
Lectura
del santo Evangelio según san Juan 19, 25-27
Junto
a la cruz de Jesús, estaba su madre y la hermana de su madre, María, mujer de
Cleofás, y María Magdalena. Al ver a la madre y cerca de ella al discípulo a
quien él amaba, Jesús le dijo: «Mujer, aquí tienes a tu hijo.» Luego dijo al
discípulo: «Aquí tienes a tu madre.» Y desde aquel momento, el discípulo la
recibió en su casa.
Palabra
del Señor
Para reflexionar
María Peregrina
En
este tiempo, en este día: queremos y debemos mirar de una manera especial a
nuestra Madre: María es la estrella que refleja los rayos del Sol de Justicia
que viene de lo alto y nos muestra el camino de nuestro peregrinar. María nos
educa «consiguiéndonos abundantes dones del Espíritu Santo y proponiéndonos, al
mismo tiempo, el ejemplo de aquella “peregrinación de la fe”, de la cual es
maestra incomparable» (Juan Pablo II).
Su
vida se consume en el seguimiento radical de ese Camino que es su propio Hijo, y
recorriendo con ella sus pasos, vamos caminando hacia la santidad. Ella es la
“Madre del peregrino”, que nos acompaña siempre, y especialmente en los
momentos de cansancio o dificultad. María es peregrina por excelencia. Además
del Señor Jesús, ella es quién ha comprendido mejor que nadie, que este mundo
no es un lugar para instalarse, sino para realizar el Plan de Dios.
Su
vida estuvo marcada por las peregrinaciones. La primera es aquella por la que
sale de sí para abrirse al plan de Dios, luego vendrá la que emprende para
atender a su prima Isabel, quien, como Ella, está embarazada. Ambos embarazos
son fruto del amor de Dios por su pueblo. Se pone en camino después que el
ángel le anuncia que será la Madre del Redentor; luego de su peregrino “Hágase”
lleno de confianza y amor, María inicia una peregrinación para vivir el
servicio humilde y necesario. La que lleva la Palabra en su vientre “se
levanta” y se pone en marcha, a la ciudad de Ain Carim, para ofrecer su
servicio de compasión y amor. Todo su ser expresa esa unión íntima, con el Hijo
a quien lleva en sus entrañas.
María,
responde a la alabanza de Isabel redireccionando su saludo y volviéndolo una
alabanza al buen Dios. Poco tiempo después María, peregrina hacia José, hacia
la oscuridad que se hace luz y juntos inician su peregrinar, ahora como
familia, a Belén, la ciudad de David. La Madre de Jesús experimenta las
dificultades del camino, la indiferencia de los posaderos, las incomodidades y
necesidades de un pesebre. Pero nada podrá empañar la inmensa alegría del
nacimiento del Señor, acompañada por la solidaridad de los pobres pastores y
por el homenaje de los reyes que manifiestan la esperanza de todos los pueblos
por el Mesías.
Peregrinarán
luego para cumplir con las prescripciones de la Ley de Moisés, y recibe la
profecía del dolor y la contradicción por parte del anciano Simeón. Peregrina a
Jerusalén para la fiesta de la Pascua cuando Jesús tuvo doce años. Año tras año
María peregrinó a Jerusalén, la Ciudad Santa, año tras año, llevó a su Hijo educándolo
en el sentido de la peregrinación y dejándose educar por Él, que debía estar en
las cosas del Padre.
Peregrina al pie de la cruz
Todas
estas peregrinaciones, la preparan para la peregrinación hasta los pies de la
Cruz de su Hijo Jesús, donde hace su propio Vía Crucis. María acompaña a su
hijo viviendo la “compasión”, sufriendo en su interior los dolores de su Hijo
por la misteriosa, amorosa y profunda unión que vivían. Ella participa
activamente en el camino de la Cruz. Ofrece a Dios todo su dolor y se
configura con Jesús en este momento de sufrimiento.
Ella
no desfallece en el seguimiento de Cristo cuando éste se hace cada vez más
doloroso y exigente. No pierde el paso, no se aleja. Está siempre al lado de su
Hijo y en lo alto del monte Calvario está de pie en medio de su dolor
inimaginable.
Y
está de pie porque en lo más íntimo de su ser, por debajo de esta peregrinación
de dolor, corre, como un río profundo, una alegría inmensa que brillará en todo
su esplendor en la Resurrección. Ella sabe, con la certeza de la fe, que en la
Cruz su Hijo está venciendo el pecado y la muerte, sabe que allí está
reconciliando a los hombres con el Padre.
Desde
lo alto de la Cruz, en el culmen de esa peregrinación de dolor y alegría, Jesús
nos entrega a su Madre, como compañía en el camino de nuestro cotidiano
peregrinar. El Señor le confía la misión de ser Madre nuestra y Ella cumple con
fiel amor este encargo, acompañando este andar de la Iglesia primitiva, de la
Iglesia de todos los tiempos.
La
palabra del Crucificado al discípulo y, por medio de él, a todos los discípulos
de Jesús se hace de nuevo verdadera en cada generación. María se ha convertido
efectivamente en Madre de todos los creyentes. La esperanza de María al pie de
la cruz encierra una luz más fuerte que la oscuridad que reina en muchos
corazones: ante el sacrificio redentor, nace en María la esperanza de la
Iglesia y de la humanidad.
En
el momento de la máxima entrega, María está a la altura del Amor de su Hijo y
se entrega plenamente, otra vez, a la bondadosa voluntad de Dios sobre los
hombres, y por eso se le encarga la maternidad de todos los hombres: Esta nueva
maternidad de María, engendrada por la fe, es fruto del nuevo amor que maduró
en ella definitivamente al pie de la cruz, por medio de su participación en el
amor redentor de su Hijo.
Este
es el gran legado que Cristo concede desde la Cruz a la humanidad. Es como una
segunda Anunciación para María. Hace treinta y tres años un ángel la invitó a
entrar en los planes salvadores de Dios. Ahora, no ya un ángel, sino su propio
Hijo, le anuncia una tarea nueva: recibir como hijos de su alma a los causantes
de la muerte de su primogénito. María” Madre de Dios”, “Madre de Cristo”,
“Madre de los hombres”.
Sólo
Jesús sabe lo que hay en el corazón de su madre, por eso la llama mujer, no
María o mamá. En la cruz no le puede pedir que renuncie a ser madre. Jesús sabe
que comienza una nueva época para la humanidad. Su nueva maternidad le agranda
el corazón hasta límites insospechados. Jesús entrega a su Madre como Madre de
todos los vivientes, especialmente de los que serán hijos de Dios por la
gracia.
A
su bondad materna, se dirigen los hombres de todos los tiempos y de todas
partes del mundo, en sus necesidades y esperanzas, en sus alegrías y
contratiempos, en su soledad y en su convivencia». En Pentecostés, atrae con su
oración el Espíritu Santo sobre los Apóstoles, que la llena de fuerza para la
tarea evangelizadora y el servicio generoso.
María
es Madre del Pueblo de Dios y desde su Asunción a los cielos nos guía y
acompaña en nuestro peregrinar hacia la Patria definitiva. «La Madre de Jesús,
es la imagen y principio de la Iglesia que ha de ser consumada en el futuro
siglo; así en esta tierra, hasta que llegue el día del Señor, antecede con su
luz al Pueblo de Dios peregrinante como signo de esperanza y de consuelo».
Y
desde su cielo se hizo, también, peregrina hasta nuestra patria para quedarse
de un modo particular y amoroso en las orillas del río Luján como signo de su
maternal entrega por estos hijos suyos.
***********************************
4
de septiembre de 2020 – TO – DOMINGO XXVII
- Ciclo A
Arrendará la
viña a otros viñadores
PRIMERA
LECTURA
Lectura
de la profecía de Isaías 5, 1-7
Voy
a cantar en nombre de mi amigo el canto de mi amado a su viña. Mi amigo tenía
una viña en una loma fértil.
La
cavó, la limpió de piedras y la plantó con cepas escogidas; edificó una torre
en medio de ella y también excavó un lagar. El esperaba que diera uvas, pero
dio frutos agrios.
Y
ahora, habitantes de Jerusalén y hombres de Judá, sean ustedes los jueces entre
mi viña y yo.
¿Qué
más se podía hacer por mi viña que yo no lo haya hecho? Si esperaba que diera
uvas, ¿por qué dio frutos agrios?
Y
ahora les haré conocer lo que haré con mi viña: Quitaré su valla, y será
destruida, derribaré su cerco y será pisoteada.
La
convertiré en una ruina, y no será podada ni escardada. Crecerán los abrojos y
los cardos, y mandaré a las nubes que no derramen lluvia sobre ella.
Porque
la viña del Señor de los ejércitos es la casa de Israel, y los hombres de Judá son
su plantación predilecta. ¡El esperó de ellos equidad, y hay efusión de sangre;
esperó justicia, y hay gritos de angustia!
Palabra
de Dios.
SALMO
Sal 79,9.12.13-14.15-16.19-20.
R:
La viña del Señor es la casa de Israel
Tú
sacaste de Egipto una vid,
expulsaste
a los paganos y la plantaste;
extendió
sus sarmientos hasta el mar
y
sus retoños hasta el río. R.
¿Por
qué has derribado sus cercos
para
que puedan saquearla todos los que pasan?
Los
jabalíes del bosque la devastan
y
se la comen los animales del campo. R.
Vuélvete,
Señor de los ejércitos,
observa
desde el cielo y mira: ven a visitar tu vid,
la
cepa que plantó tu mano,
el
retoño que tú hiciste vigoroso. R.
Nunca
nos apartaremos de ti:
devuélvenos
la vida e invocaremos tu Nombre.
¡Restáuranos,
Señor de los ejércitos,
que
brille tu rostro y seremos salvados! R.
SEGUNDA
LECTURA
Lectura
de la carta de San Pablo a los Filipenses 4,6-9.
Hermanos:
No
se angustien por nada, y en cualquier circunstancia, recurran a la oración y a
la súplica, acompañadas de acción de gracias, para presentar sus peticiones a
Dios.
Entonces
la paz de Dios, que supera todo lo que podemos pensar, tomará bajo su cuidado
los corazones y los pensamientos de ustedes en Cristo Jesús.
En
fin, mis hermanos, todo lo que es verdadero y noble, todo lo que es justo y
puro, todo lo que es amable y digno de honra, todo lo que haya de virtuoso y
merecedor de alabanza, debe ser el objeto de sus pensamientos.
Pongan
en práctica lo que han aprendido y recibido, lo que han oído y visto en mí, y
el Dios de la paz estará con ustedes.
Palabra
de Dios.
EVANGELIO
Lectura
del santo Evangelio según san Mateo 21, 33-46
Escuchen
otra parábola: Un hombre poseía una tierra y allí plantó una viña, la cercó,
cavó un lagar y construyó una torre de vigilancia. Después la arrendó a unos
viñadores y se fue al extranjero.
Cuando
llegó el tiempo de la vendimia, envió a sus servidores para percibir los
frutos.
Pero
los viñadores se apoderaron de ellos, y a uno lo golpearon, a otro lo mataron y
al tercero lo apedrearon.
El
propietario volvió a enviar a otros servidores, en mayor número que los
primeros, pero los trataron de la misma manera.
Finalmente,
les envió a su propio hijo, pensando: ‘Respetarán a mi hijo’.
Pero,
al verlo, los viñadores se dijeron: “Este es el heredero: vamos a matarlo para
quedarnos con su herencia”.
Y
apoderándose de él, lo arrojaron fuera de la viña y lo mataron.
Cuando
vuelva el dueño, ¿qué les parece que hará con aquellos viñadores?”.
Le
respondieron: “Acabará con esos miserables y arrendará la viña a otros, que le
entregarán el fruto a su debido tiempo”.
Jesús
agregó: “¿No han leído nunca en las Escrituras: La piedra que los constructores
rechazaron ha llegado a ser la piedra angular: esta es la obra del Señor,
admirable a nuestros ojos?
Por
eso les digo que el Reino de Dios les será quitado a ustedes, para ser
entregado a un pueblo que le hará producir sus frutos”.
Palabra
del Señor.
PARA REFLEXIONAR
Las
figuras agrícolas y ganaderas son muy utilizadas en la Biblia para trasmitir el
mensaje que viene de Dios.
En
la primera lectura el profeta muestra al pueblo de Israel en una época en la
que el abuso de los poderosos produjo escandalosas injusticias y diferencias
sociales. La figura de la viña es hoy utilizada en la primera lectura y el
evangelio. La viña de Israel se olvidó de la Alianza de Dios y de su acción
salvadora y liberadora, de cómo los había conducido con brazo fuerte a un país
que manaba “leche y miel”; se había olvidado de los mandatos y decretos que les
había encargado para que tuvieran vida. En este canto, Isaías canta en nombre
de su amigo el canto de su amigo por su viña, y presenta a Dios como aquél que
ha cuidado a Israel, su viña.
***
En
la segunda lectura, san Pablo exhorta a los cristianos de la comunidad de
Filipos a tener en cuenta “todo lo que es verdadero, noble, justo, puro, amable
laudable; todo lo que es virtud o mérito”. Él se presenta como ejemplo a
seguir, como una existencia enraizada en Cristo Jesús que nos enseña a vivir
unidos a él para dar fruto, a poner por obra todo lo enseñado y predicado por
él y así, “viviremos en la paz de Dios”.
Pablo
esboza un estilo de moral, que no tiene nada que ver con la moral pagana. El actuar
cristiano se desarrolla en la oración, en un clima de ternura en Cristo Jesús.
La disposición de toda moral queda desalojada por una visión de amor y esto lo
expresa el creyente en la acción de gracias. Algo que cada domingo toda
comunidad cristiana se esfuerza por poner de manifiesto.
***
El
detalle del amo que arrienda la viña a unos labradores y se va de viaje al
extranjero era normal. Muchos terrenos de Palestina, principalmente de Galilea,
pertenecían a latifundistas extranjeros. Como siempre, Jesús trata de ser en
sus parábolas lo más realista posible.
Las
viñas comenzaban en Palestina a dar fruto al tercer año, y la renta se cobraba
a partir del quinto año, según estipulaba la ley. Es lo que hace el dueño:
envía unos criados para recibir su parte de los frutos de la viña.
Jesús
dirige su palabra crítica a los sumos sacerdotes y senadores del pueblo, a los
jefes de Israel, y a los fariseos. En el momento decisivo Dios pide cuentas a
su pueblo. Los primeros enviados son los profetas. Estos sufren la violencia
que está descrita en forma de lapidación, tradicional descripción de la
persecución de los profetas en tiempos de Jesús, e incluso en los primeros
tiempos del cristianismo.
Con
la misión del Hijo se pone en evidencia el último intento realizado por Dios,
su extremo y la última oportunidad que tienen los labradores para la
conversión.
Así
la parábola quiere subrayar la gravedad del rechazo de Jesús: es un rechazo de
Dios en la persona de su enviado. Jesús ya ha manifestado suficientemente con
sus obras que es el enviado de Dios.
Con
las palabras que aluden al regreso del dueño de la viña, Jesús interpela a los
dirigentes judíos para que juzguen sobre su propia actuación. Al proponer esta
parábola, Jesús se dirige a los jefes del pueblo para hacerles comprender que
han estado por debajo de su misión y que su tierra será dada a otros, y, en
particular, a los pobres.
Sin
embargo el rechazo de Jesús por parte de los hombres, será transformado por
Dios en glorificación. Quien ahora es desechado, será el jefe de un nuevo
pueblo que dará máximo fruto. Jesús es esa piedra angular que desecharon los
arquitectos; y ese pueblo nuevo, ese nuevo Israel que va a nacer, el mundo
cristiano, que siga los pasos de Jesús, “un pueblo que produzca sus frutos”.
En
Jesucristo, el Padre confía su viña a la Iglesia, el nuevo Israel. La confía
habiendo mostrado en la entrega del Hijo, cuánto le importan los frutos que la
viña está llamada a producir. Esos frutos del Espíritu de los que habla san
Pablo, y el fruto bendito por excelencia de la acción de Dios en el mundo:
Jesucristo.
La
última palabra de la historia no es la muerte del profeta, sino la intervención
de Dios, que se hace solidario con los que le son fieles. Jesús es el punto
clave y central en la nueva fe que está planteando el nuevo modo del hombre en
sus relaciones con Dios, con los hombres y el mundo.
Maltratar,
apedrear, matar a los enviados es el fiel reflejo de la pretensión del hombre
que quiere construir su vida por sí mismo, desde sí mismo y para sí mismo, con
autonomía absoluta y total, eliminando toda injerencia exterior, incluso la de
Dios.
La
Iglesia como Pueblo de Dios, y cada cristiano en particular, está llamada a dar
el fruto de Dios para este mundo, y todo en ella y en nuestras vidas sólo tiene
sentido en vistas a producir fruto.
El
reino de Dios se hace presente allí donde existen hombres dispuestos a
dedicarse, desinteresadamente, al bien de la humanidad.
La
viña no es nuestra, tampoco los frutos. Somos servidores de la Verdad, no
propietarios de ella. Somos sacramento de salvación, no somos la salvación.
Nadie es dueño de la Iglesia y estar dentro de ella no garantiza estar
trabajando para Dios, si nuestra actitud profunda no se adecúa a los criterios
del reino, marcados por Jesús en todo el evangelio.
Haciéndonos
eco del mensaje de Aparecida, seremos una Iglesia que da frutos, que vive su
cristianismo, por el encuentro con el Maestro; que da un nuevo sentido a la
vida y a la vocación de discípulos como alegría comunicativa, respuesta
interior, encargo de Jesucristo, animados por el Espíritu Santo, en una
comunidad que provoca un testimonio muy creíble de santidad y compromiso.
Dar
frutos es vivir nuestra pertenencia a la Iglesia, como una prolongación en la
historia la acción de Jesús, que ofrece una vida más plena y digna a todos, y
donde las injusticias y marginaciones se experimentan como un incentivo
misionero.
Dar
frutos es cuando la vida nueva de Jesucristo nos toca en la totalidad de
nuestra vida personal, familiar, social y cultural, y la misión implica un
proceso de cambio, que transfigura todos los aspectos de la vida.
Dar
frutos significa que los abandonados, excluidos e ignorados en su miseria
y su dolor, que contradicen el proyecto del Padre, nos interpelan a un mayor
compromiso a favor de la cultura de la vida.
Somos
viña del Señor si la fe católica de nuestros pueblos se manifiesta en una vida
más digna para todos.
Somos
viña del Señor cuando todos los proyectos de la vida eclesial se ordenan a ese
gran proyecto de Jesús, instaurar el Reino de su Padre, Reino vida, de vida
plena para todos.
Somos
viña del Señor cuando como Iglesia, la experiencia de Cristo produce en sus
hijos una conmoción, que le impide instalarse en la comodidad, el estancamiento
o la tibieza, y cada comunidad se transforma en un poderoso centro de
irradiación de la vida en Cristo.
Somos
viña fecunda del Señor cuando como Iglesia, este anuncio de vida, lo hacemos
con el estilo de Jesús, teniendo siempre la Eucaristía como fuente y cumbre;
invocando al Espíritu Santo para poder dar un testimonio de proximidad, que
entraña cercanía como Jesús lo hizo.
PARA DISCERNIR
¿Vivo
esta palabra como experiencia de un “amor confiado”, una “perseverancia
sufrida”? ¿Cuál es mi experiencia de amor con el Señor?
¿Qué
advertencias recibo hoy del Señor en este texto?
¿Qué
pasos tengo que dar para “dar frutos” y “testimoniar mi pertenencia a la viña
del Señor” en estos tiempos?
REPITAMOS A LO LARGO DE ESTE DÍA
Gracias
por tu llamado Señor, te sigo
PARA LA LECTURA ESPIRITUAL
Dar
fruto
…
“El Señor no cesa de comparar las almas humanas a las viñas: «Mi amigo tenía
una viña en un fértil collado» (Is 5,1); «Planté una viña y la rodeé de una
cerca» (Mt 21,33). Evidentemente que Jesús llama su viña a las almas humanas,
que las ha cercado, como con una clausura, con la seguridad que dan sus mandamientos
y la guarda que les proporcionan sus ángeles, porque «el ángel del Señor acampa
en torno a sus fieles y los protege» (Sl 33,8). Seguidamente plantó alrededor
nuestro como una empalizada poniendo en la Iglesia «en el primer
puesto los apóstoles, en el segundo los profetas, en el tercero los maestros»
(1C 12,28). Además, por los ejemplos de los santos hombres de otros tiempos,
hace elevar nuestro pensamiento sin dejar que caiga en tierra donde serían
pisados. Quiere que los ardores de la caridad, como los zarcillos de una vid,
nos aten a nuestro prójimo y nos hagan descansar en él. Así, manteniendo
constantemente nuestro deseo hacia el cielo, nos levantaremos como vides que
trepan hasta las más altas cimas.
Nos
pide también que consintamos en ser escardados. Ahora bien, un alma está
escardada cuando aleja de ella las preocupaciones del mundo que no son más que
una carga para nuestros corazones. Así, el que aleja de sí mismo el amor carnal
y está atado a las riquezas o que tiene por detestable y menospreciable la
pasión por esta miserable y falsa gloria ha sido, por decirlo así, escardado, y
respira de nuevo, desembarazado ya de la carga inútil de las preocupaciones de
este mundo.
Pero,
para mantenernos en la misma línea de la parábola, es preciso que no produzcamos
únicamente madera, es decir, que vivamos con ostentación, ni que busquemos
ansiosamente la alabanza de los de fuera. Es necesario que demos fruto
reservando nuestras obras para ser mostradas tan sólo al verdadero propietario
de la viña” …
San Basilio
(hacia 330-379), monje y obispo de Cesarea de Capadocia,
doctor de la
Iglesia – Homilía 5 sobre el Hexaemerón, 6
PARA REZAR
Vivir
en el Espíritu
“Jesús
maestro bueno,
queremos
seguir tus pasos.
Danos
tu Espíritu,
para
aprender a vivir como discípulos.
Ayúdanos
a servir,
muéstranos
el camino
de
la solidaridad real,
infunde
en nosotros tus sentimientos,
haz
nacer en nuestro interior
la
compasión que mueve a la caridad.
Enséñanos
a sentir con el que sufre,
a
vibrar con el dolor ajeno,
condúcenos
por el camino
del
buen samaritano,
para
aprender a aproximarnos,
para
ser prójimo de los demás.
Danos
tu Espíritu, Jesús,
para
seguir tu ejemplo,
para
aprender a vivir en la caridad.
Jesús,
maestro amigo,
escucha
nuestra oración.
Queremos
vivir según tu Espíritu,
vivir
la conversión continua
que
abre paso por las huellas del Reino.
Señor,
danos tu aliento,
infúndenos
tu Espíritu
para
aprender a vivir en la verdad,
por
el camino de la fe,
construyendo
la justicia y la paz,
animando
la esperanza,
para
ser testigos de tu Amor.
Danos
tu Espíritu, Jesús,
para
aprender a vivir
como
discípulos
por
el camino del Evangelio”.
(fragmento)
Marcelo A. Murúa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Te invitamos a dejarnos tus comentarios, sugerencias u observaciones. Gracias por hacerlo.