3
de octubre de 2020 TO - SÁBADO DE LA XXVI SEMANA
Que sus
nombres estén escritos en el cielo
Lectura
del libro de Job 42, 1-3. 5-6. 12-17
Job
respondió al Señor, diciendo:
Yo
sé que tú lo puedes todo y que ningún proyecto es irrealizable para ti. Sí, yo
hablaba sin entender, de maravillas que me sobrepasan y que ignoro. Yo te
conocía sólo de oídas, pero ahora te han visto mis ojos. Por eso me retracto, y
me arrepiento en el polvo y la ceniza.
El
Señor bendijo los últimos años de Job mucho más que los primeros. El llegó a
poseer catorce mil ovejas, seis mil camellos, mil yuntas de bueyes y mil asnas.
Tuvo además siete hijos y tres hijas. A la primera la llamó «Paloma», a la
segunda «Canela», y a la tercera «Sombra para los párpados.» En todo el país no
había mujeres tan hermosas como las hijas de Job. Y su padre les dio una parte
de herencia entre sus hermanos.
Después
de esto, Job vivió todavía ciento cuarenta años, y vio a sus hijos y a los
hijos de sus hijos, hasta la cuarta generación. Job murió muy anciano y colmado
de días.
Palabra
de Dios.
SALMO Sal
118, 66. 71. 75. 91. 125. 130 (R.: 135a)
R. Señor,
que brille sobre mí la luz de tu rostro.
Enséñame
la discreción y la sabiduría,
porque
confío en tus mandamientos. R.
Me
hizo bien sufrir la humillación,
porque
así aprendí tus preceptos. R.
Yo
sé que tus juicios son justos, Señor,
y
que me has humillado con razón. R.
Todo
subsiste hasta hoy conforme a tus decretos,
porque
todas las cosas te están sometidas. R.
Yo
soy tu servidor: instrúyeme,
y
así conoceré tus prescripciones. R.
La
explicación de tu palabra ilumina
y
da inteligencia al ignorante. R.
EVANGELIO
Lectura
del santo Evangelio según san Lucas 10, 17-24
Los
setenta y dos volvieron y le dijeron llenos de gozo: «Señor, hasta los demonios
se nos someten en tu Nombre.»
El
les dijo: «Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo. Les he dado poder
para caminar sobre serpientes y escorpiones y para vencer todas las fuerzas del
enemigo; y nada podrá dañarlos. No se alegren, sin embargo, de que los
espíritus se les sometan; alégrense más bien de que sus nombres estén escritos
en el cielo.»
En
aquel momento Jesús se estremeció de gozo, movido por el Espíritu Santo, y
dijo: «Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, por haber ocultado
estas cosas a los sabios y a los prudentes y haberlas revelado a los pequeños.
Sí, Padre, porque así lo has querido. Todo me ha sido dado por mi Padre, y
nadie sabe quién es el Hijo, sino el Padre, como nadie sabe quién es el Padre,
sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.»
Después,
volviéndose hacia sus discípulos, Jesús les dijo a ellos solos: « ¡Felices los
ojos que ven lo que ustedes ven! ¡Les aseguro que muchos profetas y reyes
quisieron ver lo que ustedes ven y no lo vieron, oír lo que ustedes oyen y no
lo oyeron!»
Palabra
del Señor.
PARA
REFLEXIONAR
Después
de las turbulencias de todo el libro, Job reconoce la grandeza de Dios y se
muestra dispuesto a aceptar sus designios, y acaba con un poético final feliz.
El Dios de Job es misterioso y desconcertante. Según el autor del libro, el
hombre, no es capaz de tener de Dios un conocimiento que le permita saber
siempre, qué significa un suceso de los que ocurren en el mundo.
No
se puede abandonar a Dios en nombre de una justicia mejor para el hombre. La
justicia de Dios se manifiesta a veces de una manera que supera al hombre, al
igual que la creación escapa a su comprensión.
Job
confiesa también que todo lo vivido lo ha hecho madurar, y reconoce que,
anteriormente, su encuentro con Dios había sido defectuoso, que lo conocía sólo
de oídas, y ahora lo han visto sus ojos. Si bien el problema del mal no ha
recibido, en el libro de Job, una respuesta filosóficamente convincente, pero
lo ha ayudado a crecer. El sufrimiento le ha puesto entre la espada y la pared
y lo ha obligado, a plantearse unas cuestiones y a llegar a un encuentro vital
con Dios.
Aunque
Dios bendice a Job con bienes, incluso superiores a los que tenía al principio,
la conclusión del libro de Job es que también el hombre justo puede sufrir en
esta vida, y tal vez más que los otros. Pero ni el sufrimiento es un castigo,
ni Dios se complace en ver sufrir.
***
Los
que habían sido enviados vuelven de la misión y se toman un tiempo para
contarle al Maestro lo que han vivido. Este encuentro es el punto de partida
para nuevas lecciones de Jesús para los misioneros. Los setenta y dos regresan
alegres por el éxito de su trabajo: la victoria sobre el mal lograda por la
invocación del nombre de Jesús. Experimentan la grandeza del ser discípulos de
Jesús, que les ha dado poder sobre todo “poder enemigo”.
Pero
Jesús no se queda en la acción, sino que los invita a levantar sus miradas
hacia lo alto y alaba a Dios Padre, por la obra realizada por sus discípulos.
Jesús se goza en la acción de gracias porque la revelación de Dios, ha llegado
a los pequeños y han tenido acceso al corazón de un Padre que se desvela por sus
hijos más pequeños y los ama a través de las acciones de su Hijo. Sin embargo la
verdadera victoria, no es sólo la obra que han realizado por la salvación de
otros sino la misma salvación de ellos.
Como
Iglesia evangelizadora no podemos olvidar que evangelizamos y nos
evangelizamos, que siempre somos discípulos, que lo que anunciamos debe ir en
coherencia con lo que vivimos, que lo que proclamamos es lo que nos esforzamos
en creer, que lo que damos es la expresión de lo que llevamos dentro.
La
Iglesia es dichosa por la obra que se le encomienda pero sobre todo porque la
Palabra de gracia sigue resonando en su interior y la invita a renovarse
constantemente.
Hoy
más que nunca, nuestro testimonio de vida es condición esencial para la
eficacia de la misión. Debemos hacernos responsables del Evangelio que
proclamamos.
Es
necesario que nuestro esfuerzo evangelizador brote de una verdadera santidad de
vida y que el anuncio, animado con la oración y el amor a la Eucaristía, vaya
santificándonos. El mundo exige y espera de nosotros: sencillez de vida,
espíritu de oración, caridad para con todos y especialmente con los pequeños y
los pobres, humildad, generosidad y alegre renuncia. Sólo es creíble para el
mundo de hoy un Evangelio encarnado.
PARA
DISCERNIR
¿Experimento
mi vida como misión?
¿Me
alegro de que la buena noticia llegue a los hombres?
¿Dónde
está mi felicidad como evangelizador?
REPITAMOS
A LO LARGO DE ESTE DÍA
Te
alabo Padre
PARA LA
LECTURA ESPIRITUAL
En
aquel momento, Jesús se llenó de alegría
…
“Por su misma esencia, el gozo cristiano es la participación espiritual en el
gozo insondable, conjuntamente divino y humano, que está en el corazón de
Jesucristo glorificado…Contemplémosle a lo largo de su vida terrestre; en su
humanidad hizo experiencia de nuestros gozos. Jesús, manifiestamente ha
conocido, apreciado, celebrado toda una gama de gozos humanos, de estos gozos
simples y cotidianos, al alcance de todos. La profundidad de su vida interior
no ha debilitado lo concreto de su mirada, ni su sensibilidad. Admira los
pájaros y los lirios del campo. De buenas a primeras une en su mirar, la mirada
de Dios sobre la creación al amanecer de la historia. Gustosamente exalta el
gozo del sembrador y del segador, el del hombre que encuentra un tesoro escondido,
el del pastor que recupera su oveja o el de la mujer que encuentra la moneda
perdida, el gozo de los invitados a la fiesta, el gozo de las bodas. El del
padre que acoge a su hijo el regresar de una vida de pródigo y el de la mujer
que acaba de dar a luz a un hijo.
Estos
gozos humanos tienen para Jesús tanta consistencia que para él son signos de
los gozos espirituales del Reino de Dios: gozo de los hombres que entran en
este Reino, que vuelven a él o trabajan en él, gozo del Padre que los acoge. Por
su parte, Jesús mismo manifiesta su satisfacción y su ternura cuando encuentra
a unos niños que desean acercársele, a un hombre rico, fiel y preocupado de
hacer todo de su parte, amigos que le abren la puerta de su casa como Marta,
María, Lázaro. Su dicha se encuentra sobre todo al ver acogida la Palabra,
liberados los posesos, convertirse a una mujer pecadora o un publicano como
Zaqueo, una viuda que coge de su propia indigencia para dar. Exulta igualmente
de gozo cuando constata que la revelación del Reino, que permanece escondida a
los sabios y entendidos, se da a los más pequeños. Sí, puesto que Cristo vivió
nuestra condición humana y fue «probado en todo igual que nosotros, excepto en
el pecado» (Heb 4,15) acogió y experimentó los gozos afectivos y espirituales
como un don de Dios. Y no cesó en su empeño hasta que no hubo «anunciado a los
pobres la Buena Noticia, y a los afligidos el gozo» (cfr. Lc 4,10)” …
San Pablo VI,
papa de 1963-1978
Exhortación
apostólica sobre el gozo cristiano «Gaudete in Domino»
PARA
REZAR
Señor
ayúdame a anunciar a todos tu evangelio.
Que no me cierre a nadie,
y
mire especialmente a los que más te necesitan.
Quiero caminar con ojos abiertos, pie firme
y
con el corazón en la mano,
mostrando
mi fe, sin miedo ni vergüenza,
simplemente, viviéndola.
Llevando la Buena Noticia a la humanidad,
construyendo
una Iglesia unida, justa y fraternal.
Que pueda vivir cada día, aún a costa mía,
la
radicalidad del Evangelio,
para
no desfigurar el mensaje de salvación
que
los hombres merecen encontrar.
Amén
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