12 de octubre de 2020 – TO – LUNES DE LA XXVIII SEMANA
Aquí hay
alguien que es más que Jonás
Lectura
de la carta del apóstol san Pablo
a
los cristianos de Galacia 4, 22-24. 26-27. 31-5,1
Hermanos:
Está
escrito que Abraham tuvo dos hijos: uno de su esclava y otro de su mujer, que
era libre. El hijo de la esclava nació según la carne; en cambio, el hijo de la
mujer libre, nació en virtud de la promesa.
Hay
en todo esto un simbolismo: estas dos mujeres representan las dos Alianzas. La
primera Alianza, la del monte Sinaí, que engendró un pueblo para la esclavitud,
está representada por Agar.
Pero
hay otra Jerusalén, la celestial, que es libre, y ella es nuestra madre. Porque
dice la Escritura: ¡Alégrate, tú que eres estéril y no das a luz; prorrumpe en
gritos de alegría, tú que no conoces los dolores del parto! Porque serán más
numerosos los hijos de la mujer abandonada que los hijos de la que tiene
marido.
Por
lo tanto, hermanos, no somos hijos de una esclava, sino de la mujer libre. Esta
es la libertad que nos ha dado Cristo. Manténganse firmes para no caer de nuevo
bajo el yugo de la esclavitud.
Palabra
de Dios.
SALMO Sal
112, 1-2. 3-4. 5-7 (R.: cf. 2)
R. Bendito
sea el nombre del Señor para siempre.
Alaben,
servidores del Señor,
alaben
el nombre del Señor.
Bendito
sea el nombre del Señor,
desde
ahora y para siempre. R.
Desde
la salida del sol hasta su ocaso,
sea
alabado el nombre del Señor.
El
Señor está sobre todas las naciones,
su
gloria se eleva sobre el cielo. R.
¿Quién
es como el Señor, nuestro Dios,
que
tiene su morada en las alturas,
y
se inclina para contemplar el cielo y la tierra?
El
levanta del polvo al desvalido,
alza
al pobre de su miseria. R.
EVANGELIO
Lectura
del santo Evangelio según san Lucas 11, 29-32
Al
ver Jesús que la multitud se apretujaba, comenzó a decir: «Esta es una
generación malvada. Pide un signo y no le será dado otro que el de Jonás. Así
como Jonás fue un signo para los ninivitas, también el Hijo del hombre lo será
para esta generación.
El
día del Juicio, la Reina del Sur se levantará contra los hombres de esta
generación y los condenará, porque ella vino de los confines de la tierra para
escuchar la sabiduría de Salomón y aquí hay alguien que es más que Salomón.
El
día del Juicio, los hombres de Nínive se levantarán contra esta generación y la
condenarán, porque ellos se convirtieron por la predicación de Jonás y aquí hay
alguien que es más que Jonás.»
Palabra
del Señor.
Para
reflexionar
En
la carta a los Gálatas que seguiremos leyendo durante dos días más, el tema que
continua apareciendo es la lucha de Pablo contra los judaizantes radicalizados
que se aferran a la ley, y por tanto, de modo implícito rechazan el evangelio
de Jesús.
Como
argumento para afianzar su postura, va a utilizar una alegoría, tomando como
protagonista a Abraham. Abraham tuvo dos hijos, uno de una esclava, su
sirvienta Agar que fue Ismael, y el otro de la mujer libre Sara, de la que,
según la promesa, nació Isaac. Estas dos mujeres representan las dos alianzas.
Para
Pablo, nosotros somos hijos de la libre, no dependemos de la ley antigua porque
“para vivir en libertad nos ha liberado Cristo”. No somos hijos de la esclava;
por tanto los exhorta a “mantenerse firmes, y sin someterse de nuevo al yugo de
la esclavitud”. Para Pablo, volver a seguir servilmente la ley del Antiguo
Testamento, es volver a caer en la esclavitud.
A
los judaizantes que quieren volver a la antigua Alianza, les recuerda que en
esa misma escritura estaba el anuncio de la “Nueva Alianza”.
Pablo
quiere dejar bien claro que la salvación es un don gratuito, un regalo
sobrenatural, procedente de una promesa gratuita. No podemos salvarnos por
nosotros mismos, «ni por el bien que hacemos», ni por el cumplimiento exacto de
la ley.
***
Cuando
Jesús acababa de exorcizar a un endemoniado, los oyentes le piden un signo. Sin
negar su asombro ante este escepticismo, pone frente a ellos la actitud de los
ninivitas, que se convirtieron al oír la palabra de Jonás y, aquí hay uno mayor
que Jonás y mayor que la misma reina de Saba.
Los
judíos se sitúan en el plano más externo: necesitan milagros maravillosos para
tener fe y convertirse. Exigen pruebas y demostraciones y no se les concederá
más que la palabra viva de un Nazareno, que por el poder del Espíritu, con sus
gestos y acción liberadora, los invita a la fe. No se les dará ningún otro
signo más que el mismo Jesús.
La
fe a la que invita Jesús se vive en libertad. La evidencia somete y no se
discute, y la demostración encierra y aprisiona. Cristo proclama que la fe
descansa únicamente sobre la confianza puesta en la persona del enviado.
El
milagro físico tiene verdadera significación si interpela a la persona del
testigo. Por eso también, la mayoría de los milagros solicitan la conversión
interior y la fe; la solicitan, pero no la dan. El verdadero creyente no pide
signos exteriores, porque en la persona misma de Jesús, descubre la presencia y
la intervención discreta de Dios.
La
vida, obra y muerte de Jesús a mano de los hombres, es la señal que debe ser
aceptada. Es el Dios que aparentemente fracasa en la persona de Jesús. Es el
Dios que muere en Jesús pero que resucita al tercer día. Es el Dios que en
Jesús y por Jesús, comparte la suerte de los abandonados, los pobres, los
despreciados de la historia. La señal, no es una acción arbitraria y
portentosa, porque Dios no violenta la historia. En el crucificado habrá que
descubrir al resucitado. No hay fe fuera del misterio de muerte y de
resurrección del enviado. Los cristianos seguimos al resucitado por el camino
del crucificado.
Este
rostro sufriente de la hora extrema, de la hora de la Cruz es «misterio en el
misterio, ante el cual el ser humano ha de postrarse en adoración». En efecto,
«para devolver al hombre el rostro del Padre, Jesús debió no sólo asumir el
rostro del hombre, sino cargarse incluso del “rostro” del pecado» Juan Pablo
II.
En
el anuncio del Evangelio, el verdadero signo que podemos ofrecer es que
nuestros gestos demuestren que la palabra, ha sido eficaz en nosotros y nos ha
salvado, nos ha liberado y nos hace caminar como hombres nuevos, capaces de
amar, de ser misericordiosos, de ser constructores de la paz, y de ser
solidarios con los que sufren.
Para discernir
¿Qué
espero que Dios haga en la historia?
¿Pido
signos para mi fe?
¿Doy
signos de mi fe?
Repitamos a lo largo de este día
Creo
Señor, aumenta mi fe
Para la lectura espiritual
«Aquí
hay uno que es más que Salomón»
…
“Dejadme citar un salmo, dicho por el Espíritu Santo a David; decís que se
refiere a Salomón, vuestro rey, pero es ciertamente a Cristo a quien se
refiere… «Dios mío, confía tu juicio al rey» (Sl 71,1). Porque Salomón llegó a
ser rey, vosotros decís que este salmo se refiere a él, siendo así que las
palabras del salmo señalan claramente a un rey eterno, es decir, a Cristo.
Porque Cristo nos ha sido anunciado como rey, profeta, Dios, Señor, ángel,
hombre, jefe supremo, piedra, niño pequeño por su nacimiento, primero como un
ser de dolor, después subiendo al cielo, viniendo de nuevo en su gloria con la
realeza eterna…
«Dios
mío, confía tu juicio al rey, tu justicia al hijo de reyes, para que rija a tu
pueblo con justicia, a tus humildes con rectitud… Que se postren ante él todos
los reyes, y que todos los pueblos le sirvan»… Salomón fue un rey grande e
ilustre; es bajo su mandato que se ha construido el Templo de Jerusalén, pero
queda claro que nada de lo que se dice en el salmo se le dice a él. Todos los
reyes no le han adorado, no ha tenido un reino que llegara a los confines de la
tierra, sus enemigos no se prosternaron ante él para lamer el polvo…
Salomón
no es tampoco «Señor de los ejércitos» (Sl 23,10); es Cristo. Cuando resucitó
de entre los muertos y subió al cielo, se ordenó a los príncipes establecidos
por Dios en los cielos «abrid las puertas» de los cielos para que «entre el Rey
de la gloria», suba «se siente a la derecha del Padre, hasta que haga de sus
enemigos estrado de sus pies», como lo dicen otros salmos (23,109). Pero cuando
los príncipes de los cielos lo vieron sin belleza, honor, ni gloria en su
aspecto (Is 53,2), no le reconocieron y se preguntaban: «¿Quién es ese rey de
la gloria?» (Sl 23,8) el Espíritu les contestó: «El Señor, Dios de los
ejércitos. Él es el Rey de la gloria». En efecto, no es Salomón, por muy
gloriosa que fuera su realeza…, que se ha podido decir de él: «¿Quién es ese
Rey de la gloria?»” …
San Justino
(hacia 100-160), filósofo, mártir – Diálogo con Trifón
Para rezar
Oración
del testigo
Es
hora de ser tus testigos, Señor del alba.
Es hora de construir juntos la Civilización del amor.
Es hora de salir a las plazas y ciudades como hermanos.
Es hora de hacer del mundo un arco iris de unidad y de color.
Es
hora de anunciar la vida desde la vida hecha fiesta.
Es hora de gritar al mundo de los hombres tu salvación.
Es hora de gritar como voceros del alba a hombres y mujeres,
que el Crucificado ha resucitado, y el mundo sabe a redención.
Es
hora de vivir en la luz y abrir caminos sin fronteras.
Es hora de darse la mano y hacer un coro grande al sol.
Es hora de decir a los miedosos; no teman, tengan ánimo,
que el mundo, el corazón del mundo, vive en Resurrección.
Es
hora de juntarnos como amigos en un solo pueblo.
Es hora de marchar unidos sembrando la paz y el amor.
Es hora de llamar al hombre hermano, hermano mío.
Es hora de vivir en armonía, en lazos de hermandad y comunión.
Que
así sea.
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