30
de septiembre de 2020 – TO - MIÉRCOLES DE LA
XXVI SEMANA
Te seguiré a
donde vayas
Lectura
del libro de Job 9, 1-12. 14-16
Job
respondió a sus amigos, diciendo:
Sí,
yo sé muy bien que es así: ¿cómo un mortal podría tener razón contra Dios? Si
alguien quisiera disputar con él, no podría responderle ni una vez entre mil.
Su corazón es sabio, su fuerza invencible: ¿quién le hizo frente y se puso a
salvo?
El
arranca las montañas sin que ellas lo sepan y las da vuelta con su furor. El
remueve la tierra de su sitio y se estremecen sus columnas. El manda al sol que
deje de brillar y pone un sello sobre las estrellas. El solo extiende los
cielos y camina sobre las crestas del mar. El crea la Osa Mayor y el Orión, las
Pléyades y las Constelaciones del sur. El hace cosas grandes e inescrutables,
maravillas que no se pueden enumerar.
El
pasa junto a mí, y yo no lo veo; sigue de largo, y no lo percibo. Si arrebata
una presa, ¿quién se lo impedirá o quién le preguntará qué es lo que hace?
¡Cuánto
menos podría replicarle yo y aducir mis argumentos frente a él! Aún teniendo
razón, no podría responder y debería implorar al que me acusa. Aunque lo
llamara y él me respondiera, no creo que llegue a escucharme.
Palabra
de Dios.
SALMO Sal
87, 10b-11. 12-13. 14-15 (R.: 3a)
R. Señor,
que mi plegaria llegue a tu presencia.
Yo
te invoco, Señor, todo el día,
con
las manos tendidas hacia ti.
¿Acaso
haces prodigios por los muertos,
o
se alzan los difuntos para darte gracias? R.
¿Se
proclama tu amor en el sepulcro,
o
tu fidelidad en el reino de la muerte?
¿Se
anuncian tus maravillas en las tinieblas,
o
tu justicia en la tierra del olvido? R.
Yo
invoco tu ayuda, Señor,
desde
temprano te llega mi plegaria:
¿Por
qué me rechazas, Señor?
¿Por
qué me ocultas tu rostro? R.
EVANGELIO
Lectura
del santo Evangelio según san Lucas 9, 57-62
Mientras
Jesús y sus discípulos iban caminando, alguien le dijo a Jesús: «¡Te seguiré
adonde vayas!»
Jesús
le respondió: «Los zorros tienen sus cuevas y las aves del cielo sus nidos,
pero el Hijo del hombre no tiene dónde reclinar la cabeza.»
Y
dijo a otro: «Sígueme.» El respondió: «Permíteme que vaya primero a enterrar a
mi padre.» Pero Jesús le respondió: «Deja que los muertos entierren a sus
muertos; tú ve a anunciar el Reino de Dios.»
Otro
le dijo: «Te seguiré, Señor, pero permíteme antes despedirme de los míos.»
Jesús le respondió: «El que ha puesto la mano en el arado y mira hacia atrás,
no sirve para el Reino de Dios.»
Palabra
del Señor.
PARA REFLEXIONAR
Job
y sus amigos buscan respuesta a la pregunta sobre el mal que agobia a los
inocentes, y no la encuentran.
Job
no se atreve a litigar contra Dios, se aferra, tenazmente a la certeza de que Dios
es «sabio», es «inteligente», es «bueno», es «poderoso» y ha dado muchas
pruebas en su creación maravillosa.
Frente
al mal, Job no acaba de recibir respuesta y sus amigos en lugar de ayudarlo
meten cizaña en su corazón.
A
Dios, no se le piden cuentas, ni se le reclama por lo que está haciendo; esta
es la verdad esencial que Job mantendrá.
***
Jesús
en el camino hacia Jerusalén, donde va al encuentro con su destino, establece
criterios para aquellos que quieren ser sus discípulos. Con mucha claridad muestra
lo que significa renunciar a sí mismo, tomar la cruz y seguirlo.
En
territorio samaritano se presentan a Jesús tres candidatos al discipulado y a
la misión. El primer y el tercer candidato se presentan espontáneamente a Jesús
mientras que el segundo es llamado directamente. El evangelio nos coloca frente
a tres actitudes. Las respuestas que encontramos no debemos tomarlas al pie de
la letra, sino como una manera expresiva de acentuar la radicalidad del
seguimiento que pide Jesús, y su urgencia, porque hay mucho trabajo y no nos
podemos entretener en cosas secundarias.
La
existencia de Jesús se tipifica en forma de camino, por lo tanto la de sus
discípulos tendrá que aparecer como seguimiento. Frente a aquéllos que quieran
seguirlo, poniéndole condiciones, Jesús exige renuncia e incondicionalidad
confiada en las manos del Padre.
Enterrar
a los familiares muertos era una grave obligación del cuarto mandamiento para
los contemporáneos de Jesús. A pesar de todo seguir a Jesús y el servicio al
Reino está sobre todo, aún sobre los preceptos de la antigua Alianza. La
cercanía del Reino exige la superación de todos los deberes, aun los más
sagrados. El que deja que los muertos entierren a sus muertos nos transmite que
el amor de Dios desborda todas las posibilidades humanas del amor. Sólo así,
desde el desprendimiento y la entrega por el reino, todo amor humano llega a su
máxima plenitud.
Del
mismo modo, el que toma el arado sin mirar atrás, marca la decisión total y
definitiva. Para seguir a Jesús, no se puede apartar la mirada de la meta del
reino, que se ha iniciado. No valen para el Reino los que dan importancia a lo
que dejan. Solamente valen aquéllos que aceptan su destino de servicio y de
entrega.
Seguir
a Jesús exige el “en seguida” y el “totalmente”. El Reino de Jesús no es una
mezcla entre el sí y el no; por eso lo recibe el que se arriesga.
Jesús
convoca a todos los hombres, invitándonos a construir el Reino. Esto implica:
abandono del pasado para dar paso a la novedad del evangelio, pasión por el
presente vivido en la entrega y la generosidad, mirada puesta en el futuro,
sostenidos por la esperanza en un Dios que no defrauda.
PARA DISCERNIR
¿Acepto
las condiciones de Jesús para seguirlo?
¿Cuáles
son mis excusas?
¿Siento
pasión por el reino?
REPITAMOS A LO LARGO DE ESTE DÍA
Te
seguiré adonde vayas
PARA LA LECTURA ESPIRITUAL
Escribe
la Santa:
…
“Un domingo, contemplando una imagen de Nuestro Señor en la Cruz, quedé
profundamente impresionada al ver la sangre que caía de una de sus manos
divinas. Experimenté una pena inmensa al pensar que aquella sangre caía al
suelo sin que nadie se cuidara de recogerla; y resolví mantenerme
constantemente en espíritu al pie de la cruz para recibir el divino rocío que
goteaba, comprendiendo que luego tendría que derramarlo sobre las almas. “El
grito de Jesús en la cruz: “¡Tengo sed!”, resonaba continuamente en mi corazón.
Aquellas palabras encendían en mí un ardor muy vivo y desconocido. Deseaba dar
de beber a mí Amado. Yo misma me sentía devorada por la sed de almas. No eran
todavía las almas de los sacerdotes las que me atraían, sino la de los grandes
pecadores. Me abrasaba el deseo de librarlas del fuego eterno” …
De Santa
Teresita del Niño Jesús
PARA REZAR
Una
cosa yo he aprendido
de mi vida al caminar,
no puedo ganarle a Dios,
cuando se trata de dar.
Por más que yo quiero darle,
siempre me gana Él a mí,
porque me regresa más
de lo que yo le pedí.
Se puede dar sin amor,
no se puede amar sin dar,
si yo doy no es porque tengo,
más bien tengo porque doy.
Y cuando Dios me pide,
es que me quiere dar,
y cuando Dios me da,
es que me quiere pedir.
Si tu quieres, haz el intento
y comienza a darle hoy,
y verás que en poco tiempo
tu también podrás decir:
Una cosa yo he aprendido
de mi vida al caminar,
no puedo ganarle a Dios
cuando se trata de dar.
Amigos de la Tarahumara
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