14 de agosto de 2020 – TO – LUNES DE LA XXIV SEMANA
EXALTACIÓN DE
LA CRUZ – Fiesta
Lectura del
libro de los Números 21, 4b-9
En el camino, el pueblo perdió la paciencia y comenzó a hablar contra Dios y
contra Moisés: «¿Por qué nos hicieron salir de Egipto para hacernos morir en el
desierto? ¡Aquí no hay pan ni agua, y ya estamos hartos de esta comida
miserable!»
Entonces el Señor
envió contra el pueblo unas serpientes abrasadoras, que mordieron a la gente, y
así murieron muchos israelitas.
El pueblo acudió
a Moisés y le dijo: «Hemos pecado hablando contra el Señor y contra ti.
Intercede delante del Señor, para que aleje de nosotros esas serpientes.»
Moisés intercedió por el pueblo, y el Señor le dijo: «Fabrica una serpiente
abrasadora y colócala sobre un asta. Y todo el que haya sido mordido, al
mirarla, quedará curado.»
Moisés hizo una
serpiente de bronce y la puso sobre un asta. Y cuando alguien era mordido por
una serpiente, miraba hacia la serpiente de bronce y quedaba curado.
Palabra de Dios.
O bien:
Lectura de la
carta del apóstol san Pablo
a los cristianos
de Filipos 2, 6-11
Jesucristo, que era de condición divina, no consideró esta igualdad con Dios
como algo que debía guardar celosamente: al contrario, se anonadó a sí mismo,
tomando la condición de servidor y haciéndose semejante a los hombres. Y
presentándose con aspecto humano, se humilló hasta aceptar por obediencia la
muerte y muerte de cruz.
Por eso, Dios lo
exaltó y le dio el Nombre que está sobre todo nombre, para que al nombre de
Jesús, se doble toda rodilla en el cielo, en la tierra y en los abismos, y toda
lengua proclame para gloria de Dios Padre: «Jesucristo es el Señor.»
Palabra de Dios.
SALMO Sal 77,
1-2. 34-35. 36-37. 38 (R.: cf. 7b)
R. No olviden
las proezas del Señor.
Pueblo mío, escucha mi enseñanza,
presta atención a las palabras de mi boca:
yo voy a recitar un poema,
a revelar enigmas del pasado. R.
Cuando los hacía morir, lo buscaban
y se volvían a él ansiosamente:
recordaban que Dios era su Roca,
y el Altísimo, su libertador. R.
Pero lo elogiaban de labios para afuera
y mentían con sus lenguas;
su corazón no era sincero con él
y no eran fieles a su alianza. R.
El Señor, que es compasivo,
los perdonaba en lugar de exterminarlos;
una y otra vez reprimió su enojo
y no dio rienda suelta a su furor. R.
EVANGELIO
Lectura del
santo Evangelio según san Juan 3, 13-17
Jesús dijo a Nicodemo:
«Nadie ha subido
al cielo, sino el que descendió del cielo, el Hijo del hombre que está en el
cielo.
De la misma
manera que Moisés levantó en alto la serpiente en el desierto, también es
necesario que el Hijo del hombre sea levantado en alto, para que todos los que
creen en él tengan Vida eterna.
Sí, Dios amó
tanto al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que cree en él no
muera, sino que tenga Vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo para juzgar
al mundo, sino para que el mundo se salve por él.»
Palabra del
Señor
PARA
REFLEXIONAR
En el libro de
los Números la serpiente de bronce es levantada por Moisés sobre un asta en
medio del campamento. Todos los israelitas que mordidos por las serpientes
venenosas, habían sido castigados por sus rebeldías; miraban la serpiente de
bronce y se curaban. La exaltación de esa serpiente portadora de muerte se
convertía para el pueblo arrepentido en portadora de vida.
***
En san Pablo
Jesucristo quiso acreditarse como verdadero hombre y vivir como uno de tantos.
Por su obediencia al Padre y por su solidaridad con todos los pecadores, Cristo
se anonadó hasta el límite de la muerte y muerte de cruz.
Pero Dios lo
ensalzó para darle un “nombre” que está por encima de todo nombre. El nombre es
para los hebreos la expresión del propio ser, la proclamación de lo que uno es
y de su misión; al recibir Jesús el “nombre-sobre-todo-nombre” Pablo expresa
que Jesús es el Señor. Jesús ha querido ser Dios para nosotros, haciéndose
verdaderamente hombre solidario en todo.
***
Juan utiliza la
narración de la serpiente de bronce, elevada por Moisés en el desierto, como
figura que ilustra proféticamente lo que sucede en la “elevación” del Hijo del
Hombre en la cruz.
Hacia ese Jesús
elevado en señal de oprobio, nosotros levantamos nuestros ojos de la fe, porque
reconocemos en Él el amor salvador del Padre y el amor fiel y salvador del
Hijo, que ha aceptado perder la vida, es decir, entregarla al Padre y a todos
nosotros.
Las palabras de
Jesús a Juan expresan en forma resumida su misión, que consiste en dar al
hombre “vida eterna”, la misma vida de Dios, y que se concede a los hombres en
virtud de su elevación.
El levantamiento
de Jesús es a la vez su muerte en cruz y su glorificación; es fruto del rechazo
del mundo y atracción salvadora de todos los hombres; Jesús es elevado para
morir en manos del mundo y es elevado para salvar por el Padre; “para que todo
el que crea en Él tenga vida eterna”. Jesús elevado, atrae a todos los hombres;
es la luz verdadera que ilumina a todos.
Jesús no es
juicio sino salvación. Dios no es el que juzga, sino el que salva. La salvación
tiene lugar por la fe. El propósito y la voluntad de Dios es la salvación del
mundo, no su condenación. Dios ama al mundo con un amor incomprensible e
inconmensurable. El Dios que revela Jesús no es un Dios a imagen de los
hombres, que se dedica a garantizar el orden en el mundo, ni un super vigilante
del escenario del mundo, ni el custodio del orden moral. Dios ama, Dios es
amor. Sólo Jesús, con sus palabras y sus gestos que lo conducen a la cruz,
puede dejar entrever esto.
El Padre no
envía al Hijo a la muerte, sino a la solidaridad con los hombres. Jesús sabe
que la salvación no le llega al hombre por la huida de la realidad humana, sino
por la identificación hasta el fondo con ella. Jesús se comportó como un hombre
cualquiera. Nada le fue ahorrado de la común condición humana sino que la
asumió hasta la muerte. Esta profunda comunión con nosotros es lo que hace a
Jesús tan entrañable y tan próximo a cada uno de nosotros.
El Padre no
envía al Hijo a la muerte sino al cumplimiento fiel de su misión de revelar el
amor de Dios, su misericordia sobre todos los hombres, y la muerte de Jesús es
una consecuencia de su obrar. Al enviar a su Hijo al mundo, el Padre corre este
riesgo que no “escatimó″.
Se trata, por
tanto, de un claro predominio del designio de salvación en la actuación amorosa
de Dios en el mundo; de una prioridad de la salvación sobre la condenación; se
trata de un triunfo de la salvación.
La cruz fue para
Cristo la voluntad del Padre cumplida hasta el extremo, su última palabra y la
más elocuente. La cruz fue para Cristo ponerse en el último lugar y prestar el
mejor servicio a todos los hombres. Para servir hay que ponerse en la cola, en
el último lugar, descendió el que vino al mundo a servir y no a ser servido.
Por eso fue también la cruz el trono de su exaltación y su gloria.
Para Jesús la
cruz no fue un final desgraciado o inesperado, sino la culminación de su
camino. No hay quiebre entre lo que hizo durante su vida pública y su cruz. La
cruz es camino de vida, se trata de seguir a Jesús, en el intento de vivir como
Él viviría en este tiempo y en nuestra realidad concreta. Escoger un camino que
sea consecuente con lo que El nos enseñó: un camino que, sirva a la verdad y no
a la mentira, al amor generoso y no al egoísmo insolidario, a la justicia de
cada día y no al aprovecharse de los débiles.
En el desierto
que nos presenta el mundo, de nosotros depende levantar el signo de un futuro
más fuerte que la muerte. No se trata de colocar crucifijos por todas partes;
se trata de que nosotros mismos estemos marcados por el amor de tal manera que
todo hombre pueda reconocer el rostro de Cristo y la esperanza de curación.
La cruz que
exaltamos no son los maderos cruzados sino el coraje de Jesús, que optó por el
Reino y por el amor sin temor a las consecuencias a que lo iban a llevar. La
exaltación de la cruz es la exaltación de la fidelidad de Jesús a la causa del
Reino. Cruz es el sufrimiento que se producirá en nuestra vida como
consecuencia de seguir a Jesús y los valores del evangelio.
Esta celebración
tiene que ser para nosotros la ocasión de hacer memoria, de recordar y
proclamar muy alto que Cristo ha sido exaltado en la cruz y que todos los que
son de Cristo no podemos pretender otra gloria que ésta. Tener los mismos
sentimientos que tuvo Cristo y no conformarnos a este mundo. Si somos
discípulos de Cristo estaremos siempre con Él en la cruz, en la contradicción.
Los creyentes no
vivimos la cruz como derrotados, sino como portadores de una esperanza final.
Si asumimos esa cruz inevitable en todo aquel que se esfuerza por ser fiel a su
vocación y por construir un mundo más humano, más habitable, es porque queremos
arrancar para siempre del mundo y de nosotros el mal y el sufrimiento. A una
cruz como la de Jesús, sólo le espera resurrección. Por eso, aunque parezca
contradictorio, nos gozamos y hacemos fiesta contemplando la cruz, por encima
de otras exaltaciones pasajeras y mundanas que nos embotan cada día.
La exaltación de
la cruz no es la exaltación del sufrimiento y del sacrificio, ni la
consagración del dolor, sino revelación cumbre del amor y la posibilidad de
transformar el abatimiento en construcción de vida humana plena. Jesús nos
enseña cómo pasar de la muerte a la vida.
PARA DISCERNIR
¿Busco la verdad
a toda costa, sin acobardarme ante la posibilidad de que me pongan la cruz?
¿Acepto las
cruces (históricas, no naturales) que ya cargo? (Enumerarlas, revisarlas ante
mí mismo).
¿Soy capaz de
rebajarme por el bien de otros?
REPITAMOS A LO
LARGO DE ESTE DIA
Jesucristo es el
Señor
PARA LA
LECTURA ESPIRITUAL
«Cuando sea
levantado de la tierra, atraeré a todos hacia mí»
… “Hoy es el
día de la Exaltación de la Santa Cruz; cruz que merece nuestro amor y a la
cual, por nuestro amor, ha sido suspendido el Salvador del mundo entero.
Nuestro Señor ha dicho: «Cuando haya sido elevado de la tierra, atraeré a todos
hacia mí. Con estas palabras quiere decir que su deseo más grande es atraer
hacia Él nuestros corazones terrenos, poseídos por el amor hacia las cosas de
este mundo; quiere atraer hacia Él nuestra sed de gozos y satisfacciones de la
tierra. Nuestra alma, bella y orgullosa, retenida por la complacencia en sí
misma, por el amor a la satisfacción material de nuestra sensibilidad, quisiera
Él atraerla totalmente hacia Sí. Sí, a fin de que Él sea elevado en nosotros y
crezca en nuestros corazones. Porque para aquellos que Dios ha sido siempre grande,
todas las cosas creadas son pequeñas, y las cosas pequeñas las consideran como
si nada fuesen.
La belleza de
esta Cruz es Cristo crucificado elevado de manera inimaginable, muy por encima
de todos los santos, de todos los ángeles, de todos los gozos, delicias y
felicidades que todos juntos poseen. Y puesto que su verdadera mansión se
encuentra en lo más alto de los cielos, quiere habitar en eso que hay en lo más
alto de nosotros mismos, es decir, en nuestro amor y en nuestros sentimientos
más elevados, más íntimos, más delicados. Quiere atraer hacia Él los aspectos
más simples de nuestro espíritu y de nuestra alma en lo que tienen de más
eminente, y elevar todo ello hasta Él. Si logramos que esto sea una realidad en
nosotros, Él nos atraerá hasta su mansión más elevada y la más íntima… Cuanto
más ahora yo le dé lo que es mío, lo que tengo, tanto más Él me dará lo que es
suyo” …
Juan Taulero –
Sermón 58
PARA REZAR
NOS ACERCAMOS A
LOS CRUCIFICADOS
Hoy, nos acercamos a tu cruz,
y nos acercamos
a los crucificados de la humanidad.
Queremos pasar sus rostros, que son tu rostro,
por nuestro corazón.
Nos sentimos llamados a recorrer países enteros,
donde hay tantos relatos de cruz
por el hambre, la guerra, la injusticia sin fin.
Pasamos por nuestros ojos las imágenes de las víctimas,
los cuerpos mutilados por las bombas,
las mujeres embarazadas violentamente,
los niños atrapados en redes comerciales.
Oímos la voz de los sin voz,
el ruido de los pies de tantos emigrantes
que dejan su tierra con dolor,
el eco apagado de tantos condenados a muerte
por el hambre, el sida, las drogas,
el hilito de voz que sale de las cárceles,
de los hospitales, de todos los marginados.
Que nuestras lágrimas, nuestra solidaridad,
nuestro estilo de vida, rieguen tantas semillas
de amor y de esperanza sembradas cada día en la tierra.
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