1 de octubre de 2020 – TO – JUEVES DE LA XXVI SEMANA
¡Vayan! Yo los
envío
Lectura
del libro de Job 19, 21-27
Job
dijo:
¡Apiádense,
apiádense de mí, amigos míos, porque me ha herido la mano de Dios! ¿Por qué
ustedes me persiguen como Dios y no terminan de saciarse con mi carne? ¡Ah, si
se escribieran mis palabras y se las grabara en el bronce; si con un punzón de
hierro y plomo fueran esculpidas en la roca para siempre!
Porque
yo sé que mi Redentor vive y que él, el último, se alzará sobre el polvo. Y
después que me arranquen esta piel, yo, con mi propia carne, veré a Dios. Sí,
yo mismo lo veré, lo contemplarán mis ojos, no los de un extraño. ¡Mi corazón
se deshace en mi pecho!
Palabra
de Dios.
SALMO Sal
26, 7-8a. 8b-9c. 13-14 (R.: 13)
R. Yo
creo que contemplaré la bondad del Señor,
en la tierra de los vivientes.
¡Escucha,
Señor, yo te invoco en alta voz,
apiádate
de mí y respóndeme!
Mi
corazón sabe que dijiste:
«Busquen
mi rostro.» R.
Yo
busco tu rostro, Señor,
no
lo apartes de mí.
No
alejes con ira a tu servidor,
tú,
que eres mi ayuda. R.
Yo
creo que contemplaré la bondad del Señor
en
la tierra de los vivientes.
Espera
en el Señor y sé fuerte;
ten
valor y espera en el Señor. R.
EVANGELIO
Lectura
del santo Evangelio según san Lucas 10, 1-12
El
Señor designó a otros setenta y dos, y los envió de dos en dos para que lo
precedieran en todas las ciudades y sitios adonde él debía ir.
Y
les dijo: «La cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos. Rueguen al
dueño de los sembrados que envíe trabajadores para la cosecha. ¡Vayan! Yo los
envío como a ovejas en medio de lobos. No lleven dinero, ni alforja, ni
calzado, y no se detengan a saludar a nadie por el camino.
Al
entrar en una casa, digan primero: “¡Que descienda la paz sobre esta casa!” Y
si hay allí alguien digno de recibirla, esa paz reposará sobre él; de lo
contrario, volverá a ustedes. Permanezcan en esa misma casa, comiendo y
bebiendo de lo que haya, porque el que trabaja merece su salario.
No
vayan de casa en casa. En las ciudades donde entren y sean recibidos, coman lo
que les sirvan; curen a sus enfermos y digan a la gente: “El Reino de Dios está
cerca de ustedes.” Pero en todas las ciudades donde entren y no los reciban,
salgan a las plazas y digan: “¡Hasta el polvo de esta ciudad que se ha adherido
a nuestros pies, lo sacudimos sobre ustedes! Sepan, sin embargo, que el Reino
de Dios está cerca.”
Les
aseguro que en aquel Día, Sodoma será tratada menos rigurosamente que esa
ciudad.»
Palabra
del Señor.
PARA REFLEXIONAR
La
situación de Job es triste: su mujer lo desprecia, los siervos no lo obedecen,
los niños lo desprecian. Sigue doliendo la llaga, Job pide piedad y reafirma su
inocencia, contra las dudas de sus amigos, que quieren convencerlo de que los
males que lo afligen se deben a sus pecados. Aunque por un instante apele Job
al juicio de la historia, la fe lo abre a un juicio mejor: el Dios de los
padres y de los sabios de Israel le salvará.
Job
se solidariza con el sufrimiento de los inocentes de todas las épocas, por
eso quiere que sus palabras queden escritas, grabadas en cobre, escritas
para siempre en la roca. La fe de Israel reconoce al Señor como a su goel, su
salvador. Para el pueblo de Israel el “goel”, es el pariente más próximo que
sale en defensa de una viuda o de un huérfano o de uno que ha sido tratado
injustamente.
Es
el gran acto de fe de Job que preludia la idea de la resurrección y, sobre
todo, aclara el concepto de Dios. En el fondo Job tiene fe en Dios, y aunque en
el Antiguo Testamento todavía no tenían idea clara de la otra vida, él sabe que
está vivo su redentor y que verá a Dios. Job espera asistir a su
rehabilitación y ver a Dios con sus ojos mortales. Al fiarse de Dios de alguna
manera parece intuir ya lo que nos revelará más plenamente el Nuevo Testamento.
***
Jesús
envía un grupo de 72 discípulos a anunciar el evangelio en tierra samaritana.
No teniendo en cuenta las divisiones étnicas y los conflictos entre el pueblo
samaritano y el pueblo judío, decide comunicar la Buena Nueva a todos los
hombres. Para lograrlo se apoya en esta comunidad de discípulos que sale con su
mandato, del mismo modo que antes habían salido el grupo de los doce.
Junto
al envío Jesús da claras indicaciones: pide a sus enviados renuncia a toda
seguridad humana y abandono. Que la experiencia de inseguridad los lleve a
poner la confianza sólo en Dios para que todo lo que hagan, lo hagan en nombre
de ese Padre misericordioso y providente, “que quiere que todos los hombres y
mujeres se salven y hace salir el sol sobre justos e injustos”.
La
buena noticia será el anuncio de que «Ya ha llegado el reino de Dios». Empieza
un orden nuevo, que se ha de notar por los frutos abundantes que produce. Jesús
los envía de dos en dos, formando una pequeña comunidad, para que muestren con
hechos lo que anuncian de palabra. Han de compartir techo y mesa con aquellos
que los reciben, curando a los enfermos que haya, liberando a la gente de todo
aquello que los atormente.
El
mensaje del Reino es llamada a la realización gozosa de la comunión entre los
hombres. Anuncio que exige signos visibles. Partir y compartir el alimento y la
vida de los hombres. Compasión y solidaridad como expresión del triunfo sobre
el dolor producido por el egoísmo e indiferencia de los hombres.
Junto
al gozo del anuncio que se brinda, se debe estar dispuesto a aceptar la
incomprensión y el rechazo que llega por parte de aquellos que viven y
construyen un mundo al margen y en oposición a los valores del Reino de Dios.
Por eso la Palabra de anuncio, será también palabra de denuncia dolorida ante
los obstáculos a la realización de una convivencia más humana de acuerdo al
querer de Dios.
El
Reino apremia y necesita ser proclamado por todas partes y a toda persona, y de
forma urgente por eso no hay tiempo que perder. Este Reino iniciado con la
llegada de Jesús, debe extenderse para que la Creación llegue a su plenitud.
Nosotros
hoy, como Iglesia, debemos ser plenamente conscientes de nuestra misión. La
evangelización no es obra exclusiva de algunos. La misión es la vocación y
tarea de toda la comunidad cristiana. Nosotros también tenemos el compromiso de
que el Reino acontezca aquí y ahora en palabras y gestos.
PARA DISCERNIR
¿Siento
apremio por anunciar el reino?
¿Estoy
dispuesto a soportar el rechazo?
¿Acepto
que el anuncio es mi vocación más profunda como cristiano?
REPITAMOS A LO LARGO DE ESTE DÍA
El
Reino de Dios está cerca
PARA REZAR
Te
comparto mi esperanza
Te
comparto mi esperanza de esperar cada momento
con la misma fuerza y ganas de la primera mañana.
Ofrecer siempre las manos abiertas y no cerradas,
saber entregar amor a través de la mirada.
Aprender a dar la vida, compartir la espera larga,
al lado de los que sufren, hacer la fe solidaria.
Soñar con las utopías, vivir para realizarlas,
luchando por los ideales, y la justicia sumarla.
Saber caminar con otros en lucha comunitaria, para que
todos los hombres vivan una vida más humana.
Vivir para los demás, como nos mostró Jesús,
hasta entregarnos su vida en lo alto de una cruz.
Vivir mirando las cosas con la mirada de Dios,
para hacer un mundo nuevo de Justicia, Paz y Amor.
No creas que será fácil caminar este camino pero
las crisis ayudan a ir descubriendo el sentido.
La verdad que hay en las cosas es un tesoro escondido,
quien equivoca la senda, tal vez su vida ha perdido.
El Evangelio te muestra como no errar el camino,
de veras, vale la pena a Jesucristo seguirlo.
Te comparto mi esperanza de empezar cada momento
con la misma fuerza y ganas de la primera mañana.
Marcelo
A. Murúa
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