8
de agosto de 2020 – TO – SÁBADO DE LA XVIII
SEMANA
Si tuvieran
fe, nada sería imposible
Lectura
de la profecía de Habacuc 1, 12-2, 4
¿No
eres tú, Señor, desde los tiempos antiguos, mi Dios, mi Santo, que no muere
jamás? Tú, Señor, pusiste a ese pueblo para hacer justicia, tú, mi Roca, lo
estableciste para castigar. Tus ojos son demasiado puros para mirar el mal y no
puedes contemplar la opresión. ¿Por qué, entonces, contemplas a los traidores y
callas cuando el impío devora a uno más justo que él?
¡Tú
tratas a los hombres como a los peces del mar, como a reptiles, que no tienen
jefe! ¡El los pesca a todos con el anzuelo, los barre y los recoge con sus
redes! Por eso se alegra y se regocija, y ofrece sacrificios e incienso a sus
redes, porque gracias a ellas su porción es abundante y sus manjares,
suculentos. ¿Vaciará sus redes sin cesar, masacrando a los pueblos sin
compasión?
Me
pondré en mi puesto de guardia y me apostaré sobre el muro; vigilaré para ver
qué me dice el Señor, y qué responde a mi reproche.
El
Señor me respondió y dijo: Escribe la visión, grábala sobre unas tablas para
que se la pueda leer de corrido. Porque la visión aguarda el momento fijado,
ansía llegar a término y no fallará; si parece que se demora, espérala, porque
vendrá seguramente, y no tardará. El que no tiene el alma recta, sucumbirá,
pero el justo vivirá por su fidelidad.
Palabra
de Dios.
SALMO Sal
9, 8-9. 10-11. 12-13 (R.: 11b)
R. No
abandonas, Señor, a los que te buscan.
El
Señor reina eternamente
y
establece su trono para el juicio:
él
gobierna al mundo con justicia
y
juzga con rectitud a las naciones. R.
El
Señor es un baluarte para el oprimido,
un
baluarte en los momentos de peligro.
¡Confíen
en ti los que veneran tu Nombre,
porque
tú no abandonas a los que te buscan! R.
Canten
al Señor, que reina en Sión,
proclamen
entre los pueblos sus proezas.
Porque
él pide cuenta de la sangre,
se
acuerda de los pobres y no olvida su clamor. R.
EVANGELIO
Lectura
del santo Evangelio según san Mateo 17, 14-20
Cuando
se reunieron con la multitud se acercó a Jesús un hombre y, cayendo de
rodillas, le dijo: «Señor, ten piedad de mi hijo, que es epiléptico y está muy
mal: frecuentemente cae en el fuego y también en el agua. Yo lo llevé a tus
discípulos, pero no lo pudieron curar.»
Jesús
respondió: «¡Generación incrédula y perversa! ¿Hasta cuándo estaré con ustedes?
¿Hasta cuándo tendré que soportarlos? Tráiganmelo aquí.» Jesús increpó al
demonio, y este salió del niño, que desde aquel momento, quedó curado.
Los
discípulos se acercaron entonces a Jesús y le preguntaron en privado: «¿Por qué
nosotros no pudimos expulsarlo?»
«Porque
ustedes tienen poca fe, les dijo. Les aseguro que si tuvieran fe del tamaño de
un grano de mostaza, dirían a esta montaña: “Trasládate de aquí a allá”, y la
montaña se trasladaría; y nada sería imposible para ustedes.»
Palabra
del Señor.
PARA REFLEXIONAR
Dios
se había servido de los babilonios para destruir a los asirios y después de la
caída de Nínive, la opresión de los babilonios fue tan cruel como la anterior.
Habacuc
es un profeta poco conocido que se atreve a interpelar a Dios, y «pedirle
cuentas» de por qué permite el mal en el mundo y de por qué consiente que los
babilonios, sigan haciendo el mal.
El
profeta los invita a tener una visión más global de la historia y les recuerda,
que Dios se preocupa de los pobres y que, de un modo misterioso, sigue estando
cerca de los atribulados.
Sus
palabras llenas de consuelo resumen la respuesta de Dios, que invita a la
paciencia y a la confianza, porque la historia seguirá su curso y el justo
vivirá por su fe.
***
Al
bajar del monte, después de la escena de la transfiguración, Jesús se encuentra
con un grupo de sus apóstoles que no han sido capaces de curar a un epiléptico.
El
padre del enfermo ha clamado por la curación de su hijo que tiene epilepsia y
con los ataques se lastima. Se lo ha traído a los discípulos y no han podido
curarlo.
Este
pobre hombre, en lugar de ir directamente a Jesús, se ha dirigido primero a los
apóstoles. No habiendo obtenido nada se dirige luego a Jesús. La respuesta de
Cristo es de una increíble dureza para con sus discípulos llamándolos: “generación
incrédula y perversa”. Varias veces Jesús, en el evangelio, manifiesta su
sufrimiento de tener que vivir con gente que no entiende nada.
Jesús
atribuye el fracaso a su poca fe. No han sabido confiar en Dios. Si tuvieran fe
verdadera, «nada les sería imposible». Después, «increpó al demonio y salió, y
en aquel momento se curó el niño».
Jesús
quiere dar a todos los presentes una lección práctica sobre la fe. Ante la
impotencia del hombre frente a la enfermedad, Jesús pone al descubierto una
miseria todavía más grave: la incapacidad de creer. Con mucha dureza, Jesús la
compara a una perversión generalizada que afecta a toda esa generación,
especialmente a los judíos del tiempo de Jesús.
Jesús
por su poder, conmina al espíritu inmundo por medio de un exorcismo que libera
al muchacho. Mateo, atribuye dicha imposibilidad de los discípulos de curar, a
su incredulidad, porque no tienen ni un mínimo de fe, del tamaño de un grano de
mostaza. Todavía en sus corazones late la creencia de que el mesianismo que
trae Jesús, es temporal y político. No han entrado en la dinámica del reino. La
intención de Jesús no es llamar la atención de los discípulos sobre la
debilidad de su fe, sino de remitirlos al poder incomparable de Dios, lejano a
toda fuerza y poder humano.
Los
hombres muchas veces acusamos a Dios, porque creemos que no nos escucha después
de haber pedido y no obtener lo que pedimos. Ahora, Jesús nos echa la culpa a
nosotros, por no tener una fe auténtica, una confianza a toda prueba. Cuando
Jesús se encontraba con una fe verdadera, le atribuía los milagros que
realizaba: “tu fe te ha salvado”, así como cuando no encontraba fe “estaba
admirado de la incredulidad y no pudo hacer muchos milagros ahí”.
Dios
está dispuesto a intervenir aquí y ahora para salvarnos; pero si tenemos dudas,
si no creemos que su amor pueda llegar hasta aquí, no esperemos ser escuchados.
Recibimos lo que esperamos.
Jesús
nos avisó: «sin mí no pueden hacer nada». Apoyados en El, con su ayuda, con fe
auténtica, curaríamos a más de un epiléptico de sus males.
El
que cura es Cristo Jesús. Pero sólo se podrá servir de nosotros, si somos
«fieles y creyentes conductores» de su fuerza liberadora. Tiempo después,
purificada su fe de toda “perversión”, Pedro en nombre de Jesús podrá curar al
paralítico del Templo.
Tener
fe no es cruzarse de brazos y dejar que trabaje Dios. Es trabajar no
buscándonos a nosotros mismos, sino a Dios, motivados por Él, apoyados en su
gracia. La fe lejos de ser una resignación pasiva, nos urge a la acción, de ese
modo obra en mí y en el mundo lo inesperado del bien que creo, lo nuevo del
amor que transforma.
PARA DISCERNIR
¿La
presencia del mal me paraliza?
¿Cómo
ilumina la fe el misterio del mal en mi vida y en la vida del mundo?
¿Me
resigno con facilidad a que las cosas sean?
REPITAMOS A LO LARGO DE ESTE DÍA
Señor
aumenta mi fe
PARA LA LECTURA ESPIRITUAL
Tres
santas, copatronas de Europa
…
“Europa está ya bajo la protección celestial de tres grandes santos: la de san
Benito de Nursia, padre del monaquismo occidental, y también la de los dos
hermanos Cirilo y Metodio, apóstoles de los Eslavos. A estos testigos eminentes
de Cristo, he querido igualmente asociar otras tres figuras femeninas, para
subrayar el gran papel que las mujeres han tenido, y siguen teniendo en la
historia eclesial y civil del continente hasta nuestros días.
La
Iglesia, desde sus principios, y aunque condicionada por las culturas en las
que ha estado inserta, ha reconocido siempre la plena dignidad espiritual de la
mujer, comenzando por la vocación y misión personal de María, la Madre del
Redentor. Desde sus comienzos, los cristianos se han dirigido a estas mujeres,
tales como Felicidad, Perpetua, Águeda, Lucía, Inés, Cecilia y Anastasia –tal
como da testimonio el Canon romano- con un fervor no menor del que era
reservado a los hombres santos.
Las
tres santas escogidas como copatronas de Europa, están unidas con un vínculo
especial con la historia del continente. Así, Edith Stein, que procedente de
una familia judía abandonó su brillante carrera de buscadora para hacerse
religiosa carmelita descalza, con el nombre de Teresa Benedicta de la Cruz, y
murió en el campo de exterminio de Auschwitz. Es símbolo de las mujeres de la
Europa de este siglo. En cuanto a Brígida de Suecia y Catalina de Siena, que
vivieron las dos en el siglo XIV, trabajaron incansablemente por la Iglesia y
se preocuparon por la suerte de ésta a nivel europeo…
Las
tres expresan admirablemente la síntesis entre la contemplación y la acción.
Sus vidas y sus obras dan un testimonio muy elocuente de la fuerza de Cristo
resucitado, viviente en su Iglesia: la fuerza de un amor generoso por Dios y
por el hombre, la fuerza de una auténtica renovación moral y civil. En estas
nuevas patronas, tan ricas de dones tanto en el plan sobrenatural como humano,
los cristianos y las comunidades eclesiales de cualquier confesión pueden
encontrar en ellas su inspiración, y también los ciudadanos y los Estados
europeos, con tal que estén sinceramente comprometidos en la búsqueda de la
verdad y del bien común” …
San Juan Pablo
II – Homilía en la apertura del sínodo de los
obispos para
Europa, 1 – 10 – 99
PARA REZAR
Dios
de amor, Padre de misericordia.
Mírame en esta circunstancia difícil
en que se encuentra mi vida
y ten compasión de mí.
Confiadamente acudo a ti,
pues sé que eres Dios de bondad
y manantial de amor.
Acepto tus insondables designios,
aunque no los comprenda.
Me abrazo a ellos con aquel fervor
y generosidad con que Cristo aceptó
el misterio del dolor en su vida.
Humildemente te pido, me des
la gracia de superar esta situación difícil
en este momento de mi existencia
y que esta prueba lejos de separarme de ti
me haga experimentar con mayor plenitud
la omnipotencia de tu amor,
que santifica y salva. Amén.
Mírame en esta circunstancia difícil
en que se encuentra mi vida
y ten compasión de mí.
Confiadamente acudo a ti,
pues sé que eres Dios de bondad
y manantial de amor.
Acepto tus insondables designios,
aunque no los comprenda.
Me abrazo a ellos con aquel fervor
y generosidad con que Cristo aceptó
el misterio del dolor en su vida.
Humildemente te pido, me des
la gracia de superar esta situación difícil
en este momento de mi existencia
y que esta prueba lejos de separarme de ti
me haga experimentar con mayor plenitud
la omnipotencia de tu amor,
que santifica y salva. Amén.
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