28 de julio de 2020


28 de julio de 2020 – TO – MARTES DE LA XVII SEMANA

El que siembra la buena semilla es el Hijo del hombre

Lectura del libro del profeta Jeremías    14, 17-22

Que mis ojos se deshagan en lágrimas, día y noche, sin cesar, porque la virgen hija de mi pueblo ha sufrido un gran quebranto, una llaga incurable.
Si salgo al campo abierto, veo las víctimas de la espada; si entro en la ciudad, veo los sufrimientos del hambre. Sí, hasta el profeta y el sacerdote recorren el país y no logran comprender.
¿Has rechazado del todo a Judá? ¿Estás disgustado con Sión? ¿Por qué nos has herido sin remedio? Se esperaba la paz, ¡y no hay nada bueno…! el tiempo de la curación, ¡y sobrevino el espanto!
Reconocemos, Señor, nuestra maldad, la iniquidad de nuestros padres, porque hemos pecado contra ti. A causa de tu Nombre, no desprecie, no envilezcas el trono de tu Gloria: ¡acuérdate, no rompas tu Alianza con nosotros!
Entre los ídolos de las naciones, ¿hay alguien que haga llover? ¿Es el cielo el que envía los chaparrones? ¿No eres tú, Señor, nuestro Dios? Nosotros esperamos en ti, porque eres tú el que has hecho todo esto. 
Palabra de Dios.

SALMO    Sal 78, 8. 9. 11 y 13 (R.: 9bc) 
R.    Señor, por el honor de tu Nombre, líbranos.

No recuerdes para nuestro mal
las culpas de otros tiempos;
compadécete pronto de nosotros,
porque estamos totalmente abatidos. R.

Ayúdanos, Dios salvador nuestro,
por el honor de tu Nombre;
líbranos y perdona nuestros pecados,
a causa de tu Nombre. R.

Llegue hasta tu presencia el lamento de los cautivos,
preserva con tu brazo poderoso
a los que están condenados a muerte. R.

Y nosotros, que somos tu pueblo
y las ovejas de tu rebaño,
te daremos gracias para siempre,
y cantaremos tus alabanzas
por todas las generaciones. R.

EVANGELIO
Lectura del santo Evangelio según san Mateo    13, 36-43

Dejando a la multitud, Jesús regresó a la casa; sus discípulos se acercaron y le dijeron: «Explícanos la parábola de la cizaña en el campo.»
Él les respondió: «El que siembra la buena semilla es el Hijo del hombre; el campo es el mundo; la buena semilla son los que pertenecen al Reino; la cizaña son los que pertenecen al Maligno, y el enemigo que la siembra es el demonio; la cosecha es el fin del mundo y los cosechadores son los ángeles.
Así como se arranca la cizaña y se la quema en el fuego, de la misma manera sucederá al fin del mundo. El Hijo del hombre enviará a sus ángeles, y estos quitarán de su Reino todos los escándalos y a los que hicieron el mal, y los arrojarán en el horno ardiente: allí habrá llanto y rechinar de dientes. Entonces los justos resplandecerán como el sol en el Reino de su Padre.
¡El que tenga oídos, que oiga!» 
Palabra del Señor.

PARA REFLEXIONAR

Una gran sequía afectó fuertemente al bienestar del pueblo. Las epidemias y la muerte llegaron tanto para el ganado como para las personas. A pesar de que la tentación de siempre era adorar a Baal el «dios de la lluvia» y «de la fecundidad» no les sirvió de nada ese dios falso porque seguían padeciendo el azote de la sequía y del hambre.
Jeremías llora, siente heridas y dolor en su alma por culpa del pecado del pueblo. Los ojos del profeta se derriten en lágrimas, noche y día. La sensibilidad de Jeremías es expresión de la sensibilidad de Dios. Dios «llora» por las desgracias de sus hijos.
Jeremías atento al querer de Dios le dirige su plegaria intercediendo por todos, se hace solidario con su pueblo, con su dolor y sus desgracias: «Señor, reconocemos nuestra impiedad, pecamos contra ti. No nos rechaces, por tu nombre… recuerda y no rompas tu alianza con nosotros».
El clamor y el grito desesperanzados se transforman en una alabanza y grito de esperanza.
***
Los discípulos le piden a Jesús que les explique la parábola. La explicación aparece como una invitación a los discípulos a esperar con paciencia el juicio final y no va más allá de este juicio.
Mateo nos presenta el juicio final como una lucha entre la justicia y la maldad. El campo en el que están sembrado el buen grano y la cizaña es el mundo, campo de batalla donde se enfrentan la luz y las tinieblas, el bien y el mal. En esta lucha la referencia a Jesús es básica, porque el juicio tiene lugar en base a la aceptación de su persona y su anuncio.
Las personas que han optado por convertir este mundo en lugar de muerte, por el egoísmo, la ambición desmedida y la violencia están condenadas a vivir el futuro de su propia elección. Una existencia de este tipo no tiene otro fin que la muerte. Para aquellos que han optado y se han esforzado a pesar de las dificultades y caída por la justicia se abre un futuro de vida. Ellos son la semilla del reino que hace fructífero el campo invadido de la estéril cizaña.
Para Mateo el destino del hombre se juega en esta tierra. Aquí se opta entre lo que conduce a la vida plena y aquí también se rechaza y desecha aquello que inevitablemente conducen a la destrucción. Pero la elección no resulta fácil, porque los proyectos que conducen a la muerte no presentan la evidencia de su maldad desde el comienzo, sino que pueden presentarse con la misma apariencia de las buenas semillas. Al final el fruto los diferenciará.
Es nuestro trabajo tener un paciente discernimiento a la luz del evangelio para poder denunciar la mala hierba y favorecer la semilla fértil y provechosa de la vida.
En el día del juicio recogeremos lo que hayamos sembrado. También en nuestro hoy vamos recogiendo las primicias de nuestra siembra, por eso hay que trabajar hoy por dar el cien por ciento, para comenzar a gozar de un mundo más humano, más según el querer del Dios que nos llama a la vida, y que cuando Dios nos llame a su presencia, le podamos presentar las manos vacías y el corazón lleno del amor con el que fuimos construyendo la vida. Obras quizás muy pequeñas, pequeños vencimientos, pequeños gestos, vividos diariamente con la marca indeleble de un amor al estilo de Jesucristo.

PARA DISCERNIR

¿Acepto en mi vida la presencia del mal?
¿Me impaciento al no ver cambios?
¿Busco solucionar las cosas a mi manera?

REPITAMOS A LO LARGO DE ESTE DÍA

Dame paciencia y esperanza

PARA LA LECTURA ESPIRITUAL

“Se dice: o bien Dios puede impedir el mal y entonces no es bueno porque no lo hace; o bien Dios no puede impedir el mal y entonces no es omnipotente. En ambos casos le falta a Dios un atributo esencial: o la bondad o la omnipotencia. La realidad nos advierte que no nos es lícito volcar en Dios (o sólo en Dios) nuestras responsabilidades. Hablo, como es natural, del Dios cristiano. Un Dios en cuyo plan, lo sabemos, era prioritaria la libertad para sus criaturas. No quiso un lager (campo de concentración) para reclusos ni una ruda guardería para eternos niños, sino un mundo poblado de hijos responsables. Libres, por tanto, de elegir entre el bien y el mal. Libres de comportarse como santos o como bribones. Su «ocultación», la discreción del claroscuro en que se ha envuelto a sí mismo y en que ha envuelto su Ley, su negativa a comportarse como un gendarme, son valores fuera de duda. En consecuencia, tienen un coste: a veces terrible.
Somos cristianos —y no podremos ser otra cosa— porque logramos creer sólo en el Dios que se manifestó en aquel judío de Galilea. Sólo este tipo de omnipotencia en el fracaso y en el sufrimiento escapa a la pregunta sobre la presencia invencible del mal, que, mucho antes de ser un elegante problema para la filosofía, es un drama para nosotros, hombres de carne y hueso.
Es un hecho objetivo que sólo el Dios de Jesús, el Dios en quien cree el cristiano, es el único que no puede ser implicado en la blasfemia del hombre por la marea de dolor que asciende a menudo y le ahoga. «No hay otra respuesta radical y definitiva al problema del mal que la cruz de Jesús, en la cual sufrió Dios el mal supremo, y lo hizo de manera triunfal, porque lo padeció hasta el final. Esta respuesta elimina el escándalo de un Dios tirano que se complace en los sufrimientos de sus criaturas, proponiendo, sin embargo, un escándalo aún mayor” …

Jacques Natanson- V. Messori – M. Brambilla,
Alguna razón para creer, Milán 1997.

PARA REZAR

Oración a Jesús de san Francisco

Alto y glorioso Dios:
ilumina las tinieblas de mi corazón,
dame una fe recta,
esperanza cierta,
caridad perfecta
y humildad profunda.
Dame, Señor,
comprensión y discernimiento
para cumplir
tu verdadera y santa voluntad.
Amén

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