16
de julio de 2020 – TO – JUEVES DE LA XV SEMANA
16 de julio - Ntra. Sra. del Carmen
Soy paciente y
humilde de corazón
Lectura
del libro del profeta Isaías 26, 7-9. 12. 16-19
La
senda del justo es recta, tú allanas el sendero del justo. Sí, en la senda
trazada por tus juicios, esperamos en ti, Señor: tu Nombre y tu recuerdo son el
deseo de nuestra alma.
Mi
alma te desea por la noche, y mi espíritu te busca de madrugada, porque cuando
tus juicios se ejercen sobre la tierra, los habitantes del mundo aprenden la
justicia.
Señor,
tú nos aseguras la paz, porque eres tú el que realiza por nosotros todo lo que
nosotros hacemos. En medio de la angustia, Señor, acudimos a ti, clamamos en la
opresión, cuando nos golpeaba tu castigo.
Como
la mujer embarazada, que está por dar a luz, se retuerce y da gritos de dolor,
así éramos nosotros delante de ti, Señor. Hemos concebido, nos hemos retorcido,
y no dimos a luz más que viento. ¡No hemos traído la salvación a la tierra, no
le nacieron habitantes al mundo!
Pero
tus muertos revivirán, se levantarás sus cadáveres. ¡Despierten y griten de alegría
los que yacen en el polvo! Porque tu rocío es un rocío de luz, y la tierra dará
vida a las Sombras.
Palabra
de Dios.
SALMO
Sal 101, 13-14b y 15. 16-18. 19-21 (R.: 20b)
R. El
Señor miró la tierra desde el cielo.
Tú,
Señor, reinas para siempre,
y
tu Nombre permanece eternamente.
Tú
te levantarás, te compadecerás de Sión,
porque
ya es hora de tenerle piedad,
tus
servidores sienten amor por esas piedras
y
se compadecen de esas ruinas. R.
Las
naciones temerán tu Nombre, Señor,
y
los reyes de la tierra se rendirán ante tu gloria:
cuando
el Señor reedifique a Sión
y
aparezca glorioso en medio de ella;
cuando
acepte la oración del desvalido
y
no desprecie su plegaria. R.
Quede
esto escrito para el tiempo futuro
y
un pueblo renovado alabe al Señor:
porque
él se inclinó desde su alto Santuario
y
miró a la tierra desde el cielo,
para
escuchar el lamento de los cautivos
y
librar a los condenados a muerte. R.
EVANGELIO
Lectura
del santo Evangelio según san Mateo 11, 28-30
Jesús
tomó la palabra y dijo:
Vengan
a mí todos los que están afligidos y agobiados, y yo los aliviaré. Carguen
sobre ustedes mi yugo y aprendan de mí, porque soy paciente y humilde de
corazón, y así encontrarán alivio. Porque mi yugo es suave y mi carga liviana.
Palabra
del Señor.
PARA REFLEXIONAR
Isaías
pone en boca del pueblo como un salmo o una profecía hecha oración.
En
todo el fragmento la comunidad expresa su confianza en el Señor; se apena de la
ceguera de los malvados delante del Dios que se muestra, recuerda los favores
de Dios en el pasado; confiesa el pecado que le ha merecido el castigo; espera
el restablecimiento final del pueblo.
El
pueblo se compara a una mujer, que cuando llega el momento del parto se
retuerce y grita angustiada. Pero ahora, el pueblo tiene que reconocer que,
después de tantos esfuerzos, confiando en sí mismos, no trajeron la salvación
al país.
Mientras
los dolores de parto en una mujer, se compensan con la alegría del nacimiento
de una nueva criatura, en Judá todos los sufrimientos aparecen vanos e
inútiles.
El
pueblo de Israel irá pronto al destierro. Hubiera sido muy distinto si se
hubieran mantenido fieles a la Alianza con Dios, pero fueron a la ruina porque
buscaron sus propios caminos.
El
profeta, les enseña que el pecado es algo más que una simple acción contraria a
la norma del bien establecida por Dios: es la ruptura de una relación íntima y
personal con Dios. La salvación es la conversión del corazón en la fidelidad y
en el amor. Convertirse es rehacer el camino y cambiar de orientación toda la
manera de vivir.
***
El
vértigo en el que vive el mundo es tan grande que muchas veces no tenemos ni el
tiempo, ni el reflejo suficiente para asimilar estos cambios. La vida nos
atrapa y el futuro que queremos manejar hace que hombres, mujeres y hasta los
chicos de este tiempo vivan bajo una enorme presión.
Cargados
de exigencias, compromisos, planificaciones y objetivos nos agobiamos y nos
cansamos de luchar sin ver, muchas veces, resultados convincentes. Pareciera
que siempre nos falta algo para encontrarnos bien y por eso el sentimiento de
depresión aumenta.
En
este contexto las palabras de Jesús se nos hacen, de un modo particular,
íntimas, cercanas y consoladoras.
Jesús
nos ofrece su comprensión en medio del cansancio y de las ganas de encontrar
donde reposar. Él se ofrece como alternativa de vida y esperanza para los
desanimados y decepcionados.
Quizá
hemos luchado infructuosamente para ser perfectos, porque en el fondo lo único
que queremos, es sentirnos amados. Jesús nos invita a una actitud de sencillez
y humildad. La humildad es “caminar siempre en la verdad” (Teresa de Jesús).
Humildad que es transparencia y honestidad y que por ser verdad nos libera. Él
responde a nuestra crisis de sentido, porque nos muestra que nuestra vida, vale
no por lo que ha conseguido sino simplemente porque “es”.
Nos
duele y tortura no ser tan buenos como quisiéramos, por eso la propuesta de
Jesús de aprender de ÉL, siguiendo su estilo de querer el bien para todos, con
un corazón manso; nos dará paz aún en los momentos más difíciles que nos
presenta la vida. Este es su yugo «liviano» con una carga «ligera». Vivir desde
esta perspectiva, en un mundo que proclama lo contrario, se hace imposible si
lo queremos hacer solos. Con Jesús todo es posible y fecundo.
PARA DISCERNIR
¿Dónde
ubico la valoración de mi vida?
¿Me
siento decepcionado de mí mismo?
¿Cuál
es la meta de la carrera de la vida en la que me encuentro?
REPITAMOS A LO LARGO DE ESTE DÍA
Tu
yugo es suave y tu carga liviana
PARA LA LECTURA ESPIRITUAL
«Venid
a mi todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré»
…
“El Señor ama a los hombres, pero permite que sean probados. De esta manera
pueden reconocer su impotencia y humillarse y, gracias a su humildad, recibir
el Santo Espíritu. Y con el Santo Espíritu todo va bien, todo se llena de gozo…
El humilde estará contento con todo lo que le pueda suceder, porque el Señor es
su riqueza y su gozo; todos los hombres quedarán sorprendidos de la belleza de
su alma.
Tú
dices: «Mi vida está llena de sufrimientos». Pero yo te contestaré, o mejor
dicho, será el mismo Señor el que te dirá: «Se humilde y verás cómo tus pruebas
se cambian en descanso», hasta el punto que te sorprenderás de ti mismo y te
dirás: «¿Por qué en otro tiempo estaba yo tan atormentado y afligido?» Ahora
eres feliz porque has llegado a ser humilde y has recibido la gracia divina;
ahora, incluso cuando te encontrarás sola con tu pobreza, el gozo no te
abandonará porque tienes en tu alma la paz que nos prometió el Señor cuando
dijo: «Mi paz os doy» (Jn 14,27). Es de esta manera que el Señor da su paz a
todas las almas humildes” …
San Silvano
(1866-1938), monje ortodoxo – Escritos
PARA REZAR
La
fuerza de la vida
Creo
en un Dios impotente,
débil y debilitado;
creo en un Dios que no puede;
que no triunfa. Derrotado.
débil y debilitado;
creo en un Dios que no puede;
que no triunfa. Derrotado.
Creo
en un Dios ¡tan vecino!
que se vuelve un Dios-humano;
que su vida entre nosotros,
es muerte que le entregamos.
que se vuelve un Dios-humano;
que su vida entre nosotros,
es muerte que le entregamos.
Ceo
en un Dios sin poder,
hecho hombre y torturado;
y por coronas, ¡espinas!
y por respuesta, ¡insultado!
hecho hombre y torturado;
y por coronas, ¡espinas!
y por respuesta, ¡insultado!
Creo
en un Dios impotente,
un Dios de brazos atados;
un Dios distinto a los hombres,
poderosos, soberanos…
un Dios de brazos atados;
un Dios distinto a los hombres,
poderosos, soberanos…
Creo
en un Dios
que no sabe negar lo que ha declarado;
creo en un Dios impotente,
¡impotente de enamorado!
que no sabe negar lo que ha declarado;
creo en un Dios impotente,
¡impotente de enamorado!
Creo
en un Dios novedoso,
de novedad siempre a mano;
que genera a cada instante
lo que el amor va dictando.
de novedad siempre a mano;
que genera a cada instante
lo que el amor va dictando.
Creo
en un Dios generoso,
del amor crucificado;
creo en un Dios también pobre,
que tiene a los pobres al lado.
del amor crucificado;
creo en un Dios también pobre,
que tiene a los pobres al lado.
Creo
en un Dios que no puede,
¡es el amor quien lo ha atado!
Creo en un Dios sin poder;
pobre… ¡Resucitado!
¡es el amor quien lo ha atado!
Creo en un Dios sin poder;
pobre… ¡Resucitado!
Anónimo
16 de julio - Nuestra Señora del Carmen
El
Carmelo, cuya hermosura ensalza la Biblia (ls. 35, 2), ha sido de siempre un
monte sagrado. En el siglo IX A. C., Elías lo convirtió en el refugio de la
fidelidad al Dios único y en el lugar de los encuentros entre el Señor y su
pueblo (1 R 18, 39). El recuerdo del Profeta «abrasado de celo por el Dios
vivo» había de perpetuarse en el Carmelo.
En
tiempo de las Cruzadas, las grutas del monte dieron acogida a los ermitaños
cristianos. Pero hasta el siglo XIII no pasaron éstos a formar una familia
religiosa, a la que el patriarca Alberto de Jerusalén dio una regla (hacia el
1209), y que fue confirmada por el papa Honorio III (1226).
El
Monte Carmelo, que domina la llanura de Galilea, no cae lejos de Nazaret, en
donde vivió María “conservando todo en su corazón”. De ahí que la Orden del
Carmelo haya querido desde sus orígenes ponerse bajo el patrocinio de la Madre
de los contemplativos.
En
el siglo XVI, los dos doctores y reformadores de la Orden – Santa Teresa de
Ávila v San Juan de la Cruz – convertirían al Monte Carmelo en el símbolo de
aquello que San Buenaventura llamaba «itinerario hacia Dios». Por eso le
pedimos hoy al Señor que nos haga llegar, gracias a «la intercesión de la
Virgen María» «hasta Cristo, monte de salvación».
Oremos
Haz
venir, Señor, sobre nosotros la poderosa intercesión de la gloriosa Virgen
María, para que, protegidos con su auxilio, podamos llegar a tu monte santo,
que es Jesucristo, tu Hijo. Que vive y reina contigo.
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