25
de marzo de 2020 – T. DE CUARESMA – MIÉRCOLES DE
LA IV SEMANA
25 de Marzo - LA ANUNCIACIÓN DEL SEÑOR (S)
Hágase en mí
según tu Palabra
PRIMERA
LECTURA
Lectura
del libro de Isaías
7,10-14
7,10-14
En
aquellos días, el Señor habló a Acaz: «Pide una señal al Señor, tu Dios: en lo
hondo del abismo o en lo alto del cielo». Respondió Acaz: «No la pido, no
quiero tentar al Señor». Entonces dijo Dios: «Escucha, casa de David: ¿No os
basta cansar a los hombres, que cansáis incluso a mi Dios? Pues el Señor, por
su cuenta, os dará una señal: Mirad: la virgen está encinta y da a luz un hijo,
y le pondrá por nombre Emmanuel, que significa “Dios – con – nosotros”.
Palabra
de Dios
SALMO
Sal. 39, 7-11
R.
Aquí estoy para hacer tu voluntad
Tú
no quieres sacrificios ni ofrendas,
y, en cambio, me abriste el oído;
no pides sacrificio expiatorio,
entonces yo digo: «Aquí estoy».
y, en cambio, me abriste el oído;
no pides sacrificio expiatorio,
entonces yo digo: «Aquí estoy».
«–Como
está escrito en mi libro–
para hacer tu voluntad».
Dios mío, lo quiero,
y llevo tu ley en las entrañas.
para hacer tu voluntad».
Dios mío, lo quiero,
y llevo tu ley en las entrañas.
He
proclamado tu salvación
ante la gran asamblea;
no he cerrado los labios:
Señor, tú lo sabes.
ante la gran asamblea;
no he cerrado los labios:
Señor, tú lo sabes.
No
me he guardado en el pecho tu defensa,
he contado tu fidelidad y tu salvación,
no he negado tu misericordia y tu lealtad
ante la gran asamblea.
he contado tu fidelidad y tu salvación,
no he negado tu misericordia y tu lealtad
ante la gran asamblea.
SEGUNDA
LECTURA
Lectura
de la carta a los Hebreos Hb 10,4-10
Hermanos:
Es
imposible que la sangre de los toros y de los machos cabríos quite los pecados.
Por eso, cuando Cristo entró en el mundo dijo: «Tú no quieres sacrificios ni
ofrendas, pero me has preparado un cuerpo; no aceptas holocaustos ni víctimas
expiatorias. Entonces yo dije lo que está escrito en el libro: “Aquí estoy, oh
Dios, para hacer tu voluntad”». Primero dice: «No quieres ni aceptas
sacrificios ni ofrendas, holocaustos ni víctimas expiatorias», que se ofrecen
según la Ley. Después añade: «Aquí estoy yo para hacer tu voluntad». Niega lo
primero, para afirmar lo segundo.
Y
conforme a esa voluntad todos quedamos santificados por la oblación del cuerpo
de Jesucristo, hecha una vez para siempre.
Palabra
de Dios
EVANGELIO
Lectura
del santo evangelio según san Lucas Lc 1,26-38
En
aquel tiempo, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea
llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la
estirpe de David; la virgen se llamaba María.
El
ángel, entrando en su presencia, dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor
está contigo». Ella se turbó ante estas palabras y se preguntaba qué saludo era
aquel. El ángel le dijo: «No temas, María, porque has encontrado gracia ante
Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre
Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el
trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su
reino no tendrá fin».
Y
María dijo al ángel: «¿Cómo será eso, pues no conozco a varón?». El ángel le contestó:
«El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su
sombra; por eso el Santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios. Ahí tienes a
tu pariente Isabel, que, a pesar de su vejez, ha concebido un hijo, y ya está
de seis meses la que llamaban estéril, porque para Dios nada hay imposible».
María contestó: «Aquí está la esclava del Señor; hágase en mí según tu
palabra».
Y
el ángel se alejó.
Palabra
del Señor
Para reflexionar
Esta
fiesta es de origen oriental; luego, pasó a Roma en el siglo VII con el título
de “Anunciación del Señor”. Desde un principio se puso esta solemnidad en el
número de las fiestas del Señor: más que la Virgen María, el protagonista es el
Hijo de Dios, cuya concepción anuncia el Ángel. Esta fecha está condicionada
por la escogida para celebrar la Navidad.
Si
Cristo es el protagonista principal de esta solemnidad, la Virgen María no
puede quedarse en el olvido. Ella es la que está en la Anunciación, la que
pregunta y la que da la respuesta generosa de aceptación. Es por eso que la
Iglesia honra también a María, medita sobre el “Si” pronunciado por ella en la
anunciación, y profundiza sobre el “Sí” del Hijo de Dios: “¡He aquí que vengo a
hacer, oh Dios, tu voluntad!” (Hb 10, 7).
***
En
la liturgia de este día, la profecía de Isaías al rey Acaz, mantuvo viva la
ardiente esperanza en el nacimiento de un hijo de David por quien el Señor
estaría finalmente y para siempre en medio de su pueblo. Ninguno de los
herederos del trono, algunos de los cuales faltaron a su misión, era realmente
«Dios con nosotros». Por eso la esperanza fue apuntando siempre a otro
descendiente de David, que sería alguien fuera de lo común.
La
Carta a los Hebreos deja en claro que la salvación únicamente nos viene por
medio del Misterio Pascual de Cristo: su Muerte y su Resurrección. El
Sacrificio de Cristo, ofrecido de una vez y para siempre, para borrar nuestros
pecados y para darnos nueva vida, suprime todos los antiguos sacrificios, que
no podían perdonar nuestros pecados. Quien acepta a Jesucristo, el Enviado del
Padre, vive esa salvación, y debe manifestarlo con sus buenas obras. Si
aceptamos la Redención, no podemos ya vivir para nosotros, sino para Aquel que
por nosotros murió y resucitó.
Lucas
nos relata como el Hijo de Dios se hace carne en el seno de María Virgen, por
obra del Espíritu Santo. Dios viene, no sólo a visitar a su Pueblo; viene a
redimirlo de su pecado y a elevarlo a la misma dignidad del Hijo de Dios. La
obra de salvación en nosotros es la obra de Dios y no la obra del hombre.
***
En
la Biblia se dan muchas anunciaciones y todas consisten fundamentalmente en la
presencia gratuita de Dios en medio de su pueblo, desbaratando todas las
objeciones que presenta el hombre para la realización de su proyecto de
salvación. Toda anunciación, por consiguiente, debe ser colocada en un género
literario lleno de simbolismos que hay que saber leer. La anunciación a María
entra dentro de este “género literario”.
Como
toda mujer de pueblo, María tiene sueños, anhelos, proyectos que se encuentran
cara a cara con los sueños, anhelos y proyectos de Dios. Dios se hace presente
de una manera gratuita y amorosa rompiendo con las imposibilidades humanas que
impiden su encarnación. Por otro lado aparece lo grande de María, su fe en la
Palabra que la llevó a no tener en cuenta sus limitaciones culturales como
mujer campesina, de una región marginada del poder judío.
María
tiene miedo pero, no desconfianza; y las dificultades que le presenta al ángel
quedan resueltas. La encarnación de Dios en la historia es lo más divino que
pudo suceder, porque la iniciativa la toma el mismo Dios, y es también lo más
humano porque apeló a la libertad del hombre.
Dios
se decide a intervenir en un pueblo infiel a través de una mujer de pueblo que
se presenta como modelo de fidelidad. La vocación de María es para entregar al
mundo a su Hijo, que es “Señor” y “Salvador”.
Este
anuncio prepara la llegada del Señor. La virginidad de María es un signo de que
el hoy anunciado, será “Hijo de Dios”, hijo que instaura un reino que no tendrá
fin.
Las
palabras de María en la Anunciación: «He aquí la esclava del Señor; hágase en
mí según tu palabra», ponen de manifiesto una actitud característica de la
religiosidad hebrea. La expresión «siervo» de Dios se aplica en el Antiguo
Testamento a todos los que son llamados a ejercer una misión en favor del
pueblo elegido. María, la «llena de gracia», al proclamarse «esclava del
Señor», desea comprometerse a realizar personalmente de modo perfecto el
servicio que Dios espera de todo su pueblo. Las palabras: «He aquí la esclava
del Señor» anuncian a Aquel que dirá de sí mismo: «El Hijo del hombre no ha
venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos».
Por
la anunciación de la encarnación de su hijo, Dios interviene para alumbrar la
noche de la injusticia, para que los pobres dejen de ser los excluidos de la
fiesta de la vida. Jesús es el centro de esta fiesta, y su madre, una mujer de
pueblo, es el instrumento fiel que Dios elige para que nos enseñe el camino. El
camino, para asumir los proyectos de Dios renunciando a cualquier tipo de
ambición o poder personal, para que se “haga en nosotros su palabra”, para que
reine así la justicia, la verdad y la paz tan esperadas.
A
nosotros nos corresponde hoy continuar la obra del reino en la fidelidad a la
voluntad del Padre, que es fidelidad a la Palabra de Dios. Para anunciar al
mundo esa buena noticia necesitamos que esa Palabra tome cuerpo en nosotros.
Dios
sigue derramando su gracia en su pueblo, para que siendo fieles al proyecto del
reino, “no temamos” ante el desafío, porque el Espíritu de Dios nos acompaña.
Para discernir
¿Trato
de buscar la voluntad de Dios?
¿Dónde
la busco?
¿Estoy
abierto al proyecto de Dios?
Repitamos a lo largo de este día
Aquí
estoy para hacer tu voluntad
Para la lectura espiritual
…Las
palabras de María – “He aquí la esclava del Señor”- son, entonces, nuestra
respuesta de amor al amor de Dios. Estas nos mantienen siempre con la mirada
puesta en Él, a la escucha, en obediencia, con el único deseo de realizar lo
que Él quiere para ser como Él nos quiere.
A
veces, sin embargo, lo que él nos pide puede parecernos absurdo. Nos parecería
mejor hacer de otra manera, querríamos tomar nosotros en manos nuestra vida.
Hasta tendríamos ganas de darle consejos a Dios, de decirle nosotros cómo hacer
o no hacer. Pero si creo que Dios es amor y pongo mi confianza en Él, sé que
todo lo que predispone en mi vida y en la vida de todos los que me rodean es
por mi bien, por su bien. Entonces me entrego a Él, me abandono con plena
confianza en su voluntad y la quiero con todo mi ser, hasta ser una misma cosa
con ella, sabiendo que acoger a su voluntad es recibirlo a Él, abrazarlo a Él,
alimentarse de Él.
Hay
que creerlo, nada sucede por casualidad. Ningún acontecimiento gozoso,
indiferente o doloroso, ningún encuentro, ninguna situación de familia, de
trabajo, de escuela, ninguna condición de salud física o moral es sin sentido.
En cambio, todo -acontecimientos, situaciones, personas- trae un mensaje de
parte de Dios, todo contribuye a la realización del plan de Dios, que
descubriremos poco a poco, día a día, haciendo, como María, la voluntad de
Dios.
“He
aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra”.
Entonces,
¿cómo vivir esta Palabra? Nuestro sí a la Palabra de Dios significa
concretamente hacer bien, por completo, en cada momento, la acción que la
voluntad de Dios nos pide. Ponerse con todo en esa obra, eliminando cualquier
otra cosa, dejando de lado pensamientos, deseos, recuerdos, acciones que no
tengan que ver con ello.
Ante
cada voluntad de Dios dolorosa, alegre, indiferente, podemos repetir: “hágase
en mí según tu palabra”, o bien, como nos ha enseñado Jesús en el Padre
Nuestro: “hágase tu voluntad”. Digámoslo antes de cada acción: “venga”,
“hágase”. Entonces realizaremos momento a momento, piedrita a piedrita, el
maravilloso, único e irrepetible mosaico de nuestra vida que el Señor ha
pensado desde siempre para cada uno de nosotros…
Chiara Lubich
Para rezar
¡Dios
te salve, María!
Te saludamos con el Ángel: Llena de gracia.
El Señor está contigo.
Te saludamos con Isabel: ¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre! ¡Feliz porque has creído a las promesas divinas!
Te saludamos con las palabras del Evangelio:
Feliz porque has escuchado la Palabra de Dios y la has cumplido.
Te saludamos con el Ángel: Llena de gracia.
El Señor está contigo.
Te saludamos con Isabel: ¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre! ¡Feliz porque has creído a las promesas divinas!
Te saludamos con las palabras del Evangelio:
Feliz porque has escuchado la Palabra de Dios y la has cumplido.
¡Tú
eres la llena de gracia!
Te alabamos, Hija predilecta del Padre.
Te bendecimos, Madre del Verbo divino.
Te veneramos, Sagrario del Espíritu Santo.
Te invocamos; Madre y Modelo de toda la Iglesia.
Te contemplamos, imagen realizada de las esperanzas de toda la humanidad.
Te alabamos, Hija predilecta del Padre.
Te bendecimos, Madre del Verbo divino.
Te veneramos, Sagrario del Espíritu Santo.
Te invocamos; Madre y Modelo de toda la Iglesia.
Te contemplamos, imagen realizada de las esperanzas de toda la humanidad.
¡El
Señor está contigo!
Tú eres la Virgen de la Anunciación, el Sí de la humanidad entera al misterio de la salvación.
Tú eres la Hija de Sión y el Arca de la nueva Alianza en el misterio de la visitación.
Tú eres la Madre de Jesús, nacido en Belén, la que lo mostraste a los sencillos pastores y a los sabios de Oriente.
Tú eres la Madre que ofrece a su Hijo en el templo, lo acompaña hasta Egipto, lo conduce a Nazaret.
Virgen de los caminos de Jesús, de la vida oculta y del milagro de Caná.
Madre Dolorosa del Calvario y Virgen gozosa de la Resurrección.
Tú eres la Madre de los discípulos de Jesús en la espera y en el gozo de Pentecostés.
Tú eres la Virgen de la Anunciación, el Sí de la humanidad entera al misterio de la salvación.
Tú eres la Hija de Sión y el Arca de la nueva Alianza en el misterio de la visitación.
Tú eres la Madre de Jesús, nacido en Belén, la que lo mostraste a los sencillos pastores y a los sabios de Oriente.
Tú eres la Madre que ofrece a su Hijo en el templo, lo acompaña hasta Egipto, lo conduce a Nazaret.
Virgen de los caminos de Jesús, de la vida oculta y del milagro de Caná.
Madre Dolorosa del Calvario y Virgen gozosa de la Resurrección.
Tú eres la Madre de los discípulos de Jesús en la espera y en el gozo de Pentecostés.
Bendita…
porque creíste en la Palabra del Señor,
porque esperaste en sus promesas,
porque fuiste perfecta en el amor.
Bendita por tu caridad premurosa con Isabel,
por tu bondad materna en Belén,
por tu fortaleza en la persecución,
por tu perseverancia en la búsqueda de Jesús en el templo,
por tu vida sencilla en Nazaret,
por tu intercesión en Cana,
por tu presencia maternal junto a la cruz,
por tu fidelidad en la espera de la resurrección,
por tu oración asidua en Pentecostés.
Bendita eres por la gloria de tu Asunción a los cielos,
por tu maternal protección sobre la Iglesia,
por tu constante intercesión por toda la humanidad.
porque creíste en la Palabra del Señor,
porque esperaste en sus promesas,
porque fuiste perfecta en el amor.
Bendita por tu caridad premurosa con Isabel,
por tu bondad materna en Belén,
por tu fortaleza en la persecución,
por tu perseverancia en la búsqueda de Jesús en el templo,
por tu vida sencilla en Nazaret,
por tu intercesión en Cana,
por tu presencia maternal junto a la cruz,
por tu fidelidad en la espera de la resurrección,
por tu oración asidua en Pentecostés.
Bendita eres por la gloria de tu Asunción a los cielos,
por tu maternal protección sobre la Iglesia,
por tu constante intercesión por toda la humanidad.
San
Juan Pablo II
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