27
de enero de 2020 – TO – LUNES DE LA III SEMANA
Ha llegado el
fin de Satanás
Lectura
del segundo libro de Samuel 5, 1-7. 10
Todas
las tribus de Israel se presentaron a David en Hebrón y le dijeron: « ¡Nosotros
somos de tu misma sangre! Hace ya mucho tiempo, cuando aún teníamos como rey a
Saúl, eras tú el que conducía a Israel.» Y el Señor te ha dicho: «Tú
apacentarás a mi pueblo Israel y tú serás el jefe de Israel.»
Todos
los ancianos de Israel se presentaron ante el rey en Hebrón. El rey estableció
con ellos un pacto en Hebrón, delante del Señor, y ellos ungieron a David como
rey de Israel.
David
tenía treinta años cuando comenzó a reinar y reinó cuarenta años. En Hebrón
reinó siete años y seis meses sobre Judá, y en Jerusalén, treinta y tres años
sobre todo Israel y Judá.
El
rey avanzó con sus hombres sobre Jerusalén, contra los jebuseos que habitaban
en el país. Pero estos dijeron a David: «Tú no entrarás aquí. Los ciegos y los
inválidos bastarán para impedírtelo.» Con esto querían decir: «David nunca
podrá entrar aquí.» Sin embargo, David conquistó la fortaleza de Sión, es
decir, la Ciudad de David.
Así
David se iba engrandeciendo cada vez más, y el Señor, el Dios de los ejércitos,
estaba con él.
Palabra
de Dios.
SALMO Sal
88, 20. 21-22. 25-26 (R.: 25a)
R. Mi
fidelidad y mi amor lo acompañarán.
Tú
hablaste una vez en una visión
y
dijiste a tus amigos:
«Impuse
la corona a un valiente,
exalté
a un guerrero del pueblo.» R.
Encontré
a David, mi servidor,
y
lo ungí con el óleo sagrado,
para
que mi mano esté siempre con él
y
mi brazo lo haga poderoso. R.
Mi
fidelidad y mi amor lo acompañarán,
su
poder crecerá a causa de mi Nombre:
extenderé
su mano sobre el mar
y
su derecha sobre los ríos. R.
EVANGELIO
Lectura
del santo Evangelio según san Marcos 3, 22-30
Los
escribas que habían venido de Jerusalén decían: «Está poseído por Belzebul y
expulsa a los demonios por el poder del Príncipe de los demonios.»
Jesús
los llamó y por medio de comparaciones les explicó: « ¿Cómo Satanás va a
expulsar a Satanás? Un reino donde hay luchas internas no puede subsistir. Y
una familia dividida tampoco puede subsistir. Por lo tanto, si Satanás se
dividió, levantándose contra sí mismo, ya no puede subsistir, sino que ha
llegado a su fin. Pero nadie puede entrar en la casa de un hombre fuerte y
saquear sus bienes, si primero no lo ata. Sólo así podrá saquear la casa.
Les
aseguro que todo será perdonado a los hombres: todos los pecados y cualquier
blasfemia que profieran. Pero el que blasfeme contra el Espíritu Santo, no
tendrá perdón jamás: es culpable de pecado para siempre.»
Jesús
dijo esto porque ellos decían: «Está poseído por un espíritu impuro.»
Palabra
del Señor.
PARA REFLEXIONAR
En
la historia de David hoy leemos dos momentos muy importantes: su aceptación por
parte de los ancianos del Norte y la conquista de Jerusalén. Son muchas las
dificultades políticas, a las que tiene que enfrentarse: el pueblo no está
unificado todavía, hay dos pueblos distintos. Esa división es causa de una gran
fragilidad, de una falta de fuerza, frente a los filisteos enemigos…
Por
eso, las tribus del norte fueron a Hebrón donde reina David sobre las tribus
del Sur y le dijeron: “Tú serás el jefe de Israel”.
El
sentido político de David lo hace comprender que necesita una capital neutra,
que no dependa ni del Sur ni del Norte y escoge Jerusalén que, en aquella
época, era todavía una ciudad cananea, ocupada por los antiguos jebuseos. Es
además una plaza fuerte muy difícil de conquistar, y por lo tanto una
importante capital.
David
la conquista con habilidad y astucia, sin combatir. De ese modo consigue una
unidad política que será la base de la prosperidad de su reinado y del de su
hijo Salomón.
David
reinó siete años y seis meses en Hebrón, sobre Judá (tribus del Sur); y treinta
y tres años en Jerusalén, sobre Israel y Judá, (el conjunto de las tribus del
Norte y del Sur).
A
pesar de que Samuel lo había ungido en secreto, las cosas tenían que
evolucionar humanamente y el proyecto de Dios se va realizando por medio de las
decisiones humanas inteligentes.
Dios
no actúa a base de milagros, sino a través de las personas que encarnan sus
planes. Nuestros logros, pero también nuestras debilidades e incluso nuestro
pecado, le sirven a Dios para ir escribiendo la historia de la salvación.
***
Ayer
en el Evangelio sus familiares decían que “estaba loco” y hoy los letrados que
vienen desde Jerusalén dicen que “tiene dentro a Belsebú y expulsa a los
demonios con el poder del jefe de los demonios”. Esta condena que lanzan contra
Jesús es para desacreditarlo ante el pueblo y neutralizar así el impacto que ha
producido su anuncio del Reino. Al descalificar a Jesús, quieren descalificar
su obra.
Jesús,
tarda muy poco en ridiculizar, este argumento absurdo, usando analogías. ¿Cómo
puede alguien luchar contra sí mismo? ¿cómo puede ser uno endemoniado y a la
vez exorcista, expulsador de demonios? Si un reino se divide internamente, ese
reino no puede seguir en pie; y si una familia se divide internamente, no podrá
esa familia seguir en pie. Entonces, si Satanás se ha levantado contra sí mismo
y se ha dividido, no puede tenerse en pie, ha llegado su fin.
La
victoria de Jesús, arrojando al demonio de los posesos, debe ser interpretada
como la señal de que ya ha llegado, el Mesías, el que es más fuerte que “el
malo” y va a triunfar. Pero sus enemigos no están dispuestos a reconocerlo. Al
rebatirles la acusación, Jesús deja en claro que son ellos los que están de
parte de Satanás y contra la libertad del hombre.
Por
eso el contraataque de Jesús es muy duro: los acusa de blasfemar contra el
Espíritu Santo y eso no se puede perdonar. El “pecado contra el Espíritu Santo”
consiste en atribuir al diablo lo que es precisamente acción del Espíritu.
Jesús libera al ser humano del poder del demonio. Atribuir esta acción de Dios
al diablo es convertir lo más sagrado en algo demoníaco: una auténtica
blasfemia contra lo más sagrado. Es rechazar la gracia de Dios, el don que nos
hace de su propio bien y de su felicidad.
Este
pecado contra el Espíritu Santo se caracteriza por la malicia y endurecimiento
del pecador. De ahí la imposibilidad de que sea perdonada. La misericordia no
puede concederse al que no quiere aceptarla. No puede ser perdonado porque
implica una imposibilidad de conversión. No es posible el perdón no porque Dios
no quiera perdonar, sino porque para ser perdonado, primero, hay que reconocer
el pecado.
En
la mayoría de las civilizaciones se ha personificado el “mal”: El hombre se
siente a veces “dominado” como por “espíritus”. Si bien el hombre moderno se
cree emancipado de estas representaciones; nunca tanto como hoy, está
“dominado” por “fuerzas alienantes”: espíritu de poder, de egoísmo, etc.
Nosotros
creemos en Jesús y lo seguimos pero también muchas veces nos obstinamos en no
ver todo lo que tendríamos que ver, en el evangelio o en los signos de los
tiempos que vivimos. No siempre por maldad o por ceguera voluntaria, pero sí
puede ser por pereza o por no querer comprometernos demasiado si llegamos a ver
todo lo que Cristo nos está diciendo y pidiendo.
Para
nosotros, este relato evangélico tiene mucha vigencia, como todo el Evangelio.
Nosotros muchas veces al mal lo llamamos bien y al bien lo llamamos mal. Al
igual que un reino no puede estar divido, pues sino no subsistiría, así pasa
con nuestras vidas. No podemos estar sirviendo a dos reinos al mismo tiempo. No
podemos tener nuestro corazón en Jesús y nuestras mentes, nuestros cuerpos en
el mundo.
A
nosotros, sus seguidores, se nos invita a no quedarnos indiferentes, perezosos:
a reconocer la acción de Dios y a resistir y trabajar contra todo mal que hay
en nosotros y en el mundo.
Jesús
ha puesto fin a este dominio; pero a condición de recibir su mensaje y
seguirlo. Hay que ser dóciles al Espíritu Santo para reconocer el poder que
actúa en Cristo.
PARA DISCERNIR
¿Sabemos
descubrir los signos de la presencia de Dios en nuestra vida y la del mundo?
¿Tenemos
una opción clara por la verdad y el bien?
¿Sabemos
discernir el mal que se presenta bajo forma de bien?
REPITAMOS Y VIVAMOS HOY LA PALABRA
Tu
fidelidad y tu amor me acompañan Señor
PARA LA LECTURA ESPIRITUAL
Su
reinado es indiviso y eterno.
“Un
reino que está divido contra sí mismo no puede subsistir.” (Mc 3,26) Como se
decía que él echaba a los demonios con el poder de Belzebul, príncipe de los
demonios, Jesús quería por esta palabra, demostrar que su reino es indivisible
y eterno. Por esto respondió a Pilato: “Mi reino no es de este mundo.” (Jn
18,36) Así, los que no ponen su esperanza en Cristo sino que piensan que los
demonios son expulsados por el príncipe de los demonios, éstos, dice Jesús, no
pertenecen al reino eterno…¿Cómo, si la fe está rota, el reino dividido puede
subsistir?… Si el reino de la Iglesia debe subsistir eternamente, es porque su
fe es indivisa, su cuerpo único: “Un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo,
un solo Dios y Padre, que está sobre todos, actúa en todos y habita en todos.”
(Ef 4,5-6)
¡Qué
locura sacrílega! Cuando el Hijo tomó la carne para expulsar los espíritus
impuros y arrancar el botín al príncipe de este mundo, cuando dio a los hombres
el poder de destruir el espíritu del mal, repartiendo sus despojos entre los
hombres, -marca del vencedor-, algunos llaman a los demonios en su ayuda. Y, no
obstante, como dice Lucas, Jesús es el “dedo de Dios” (Lc 11,20) o como dice
Mateo: “el Espíritu de Dios” que expulsa a los demonios. Se comprende, pues,
que el reino de Dios es indiviso como un cuerpo es indiviso, ya que Cristo es
la derecha de Dios y el Espíritu Santo se puede comparar al dedo de Dios.
San Ambrosio (c.
340-397), obispo de Milán y doctor de la Iglesia
Tratado sobre el
evangelio de Lucas, 7, 91-92
PARA REZAR
Oración
contra todo mal
Espíritu del Señor, Espíritu de Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo, Santísima Trinidad, Virgen Inmaculada, ángeles, arcángeles y santos del paraíso descended sobre mí.
Fúndeme,
Señor, modélame, lléname de ti, utilízame.
Expulsa
de mí todas las fuerzas del mal, aniquílalas, destrúyelas, para que yo pueda
estar bien y hacer el bien.
Expulsa
de mí los maleficios, las brujerías, la magia negra, las misas negras, los
hechizos, las ataduras, las maldiciones y el mal de ojo; la infestación
diabólica, la posesión diabólica y la obsesión y perfidia; todo lo que es mal,
pecado, envidia, celos y perfidia; la enfermedad física, psíquica, moral,
espiritual y diabólica.
Quema
todos estos males en el infierno, para que nunca más me toquen a mí ni a
ninguna otra criatura en el mundo.
Ordeno
y mando con la fuerza de Dios omnipotente, en nombre de Jesucristo Salvador,
por intercesión de la Virgen Inmaculada, a todos los espíritus inmundos, a
todas las presencias que me molestan, que me abandonen inmediatamente, que me
abandonen definitivamente y que se vayan al infierno eterno, encadenados por
San Miguel Arcángel, por San Gabriel, por San Rafael, por nuestros ángeles
custodios, aplastados bajo el talón de la Virgen Santísima Inmaculada.
Padre
Gabriele Amorth- exorcista de la diócesis de Roma
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