31
de diciembre de 2019 - TIEMPO DE NAVIDAD
La Palabra se
hizo carne
PRIMERA
LECTURA
Lectura
de la primera carta del apóstol san Juan 2, 18-21
Hijos
míos, ha llegado la última hora.
Ustedes
oyeron decir que vendría el Anticristo; en realidad, ya han aparecido muchos
anticristos, y por eso sabemos que ha llegado la última hora. Ellos salieron de
entre nosotros, sin embargo, no eran de los nuestros. Si lo hubieran sido,
habrían permanecido con nosotros. Pero debía ponerse de manifiesto que no todos
son de los nuestros.
Ustedes
recibieron la unción del que es Santo, y todos tienen el verdadero
conocimiento.
Les
he escrito, no porque ustedes ignoren la verdad, sino porque la conocen, y
porque ninguna mentira procede de la verdad.
Palabra
de Dios.
SALMO
Sal
95, 1-2. 11-12. 13-14 (R.: 11a)
R. Alégrese
el cielo y goce la tierra.
Canten
al Señor un canto nuevo,
cante
al Señor toda la tierra;
canten
al Señor, bendigan su Nombre,
día
tras día, proclamen su victoria. R.
Alégrese
el cielo y exulte la tierra,
resuene
el mar y todo lo que hay en él;
regocíjese
el campo con todos sus frutos,
griten
de gozo los árboles del bosque. R.
Griten
de gozo delante del Señor,
porque
él viene a gobernar la tierra:
él
gobernará al mundo con justicia,
y
a los pueblos con su verdad. R.
EVANGELIO
Lectura
del santo Evangelio según san Juan 1, 1-18
Al
principio existía la Palabra,
y la Palabra estaba junto a Dios,
y la Palabra era Dios.
Al
principio estaba junto a Dios.
Todas
las cosas fueron hechas por medio de la Palabra
y sin ella no se hizo nada de todo lo que existe.
En
ella estaba la vida,
y la vida era la luz de los hombres.
La
luz brilla en las tinieblas,
y las tinieblas no la percibieron.
La
Palabra era la luz verdadera
que, al venir a este mundo,
ilumina a todo hombre.
Ella
estaba en el mundo,
y el mundo fue hecho por medio de ella,
y el mundo no la conoció.
Vino
a los suyos,
y los suyos no la recibieron.
Pero
a todos los que la recibieron,
a los que creen en su Nombre,
les dio el poder de llegar a ser hijos de Dios.
Ellos
no nacieron de la sangre,
ni por obra de la carne,
ni de la voluntad del hombre,
sino que fueron engendrados por Dios.
Y
la Palabra se hizo carne
y habitó entre nosotros.
Y
nosotros hemos visto su gloria,
la gloria que recibe del Padre como Hijo único,
lleno de gracia y de verdad.
Palabra
del Señor.
Para reflexionar
Esta
carta se dirige, evidentemente a unas comunidades que atraviesan una grave
crisis. En este pasaje, san Juan pone en guardia a los cristianos contra
los «falsos doctores».
El
autor sigue haciendo su llamamiento a la serenidad. No sabe cuándo será la
última hora de la historia, pero está convencido de que esa hora decisiva
llegará precedida de anticristos, todos los que niegan a Cristo,
todos los que no lo aceptan como Señor, que se esforzarán por seducir a
los fieles.
Dentro
de la comunidad de los creyentes existe la terrible posibilidad de que
sólo se pertenezca a ella de una manera puramente externa sin vivir del
Espíritu de Cristo.
Los
«falsos doctores» han dejado la comunidad. Se los detecta por el hecho que:
bautizados o sacerdotes, se separan de la Iglesia. Hay motivos para vacilar,
sin duda; pero los que se mantengan fieles pueden seguir sintiéndose seguros,
deben seguir siendo «ungidos», fieles al Ungido por excelencia,
Jesús. Ellos son los que han recibido la Buena Noticia y los que han sido
marcados con la unción. Por eso también han de ser ellos los que perseveren.
En
la antítesis entre la verdad y la mentira, Cristo es la Verdad, la Palabra
que Dios nos ha dirigido. Todo lo que no sea Cristo es mentira, embuste y
anticristo.
***
Terminamos
el año escuchando el prólogo de san Juan, el magnífico
resumen de todo el misterio de Cristo y de nuestra fe. Este himno cristológico es muy antiguo. Juan afirma el origen de Jesucristo en Dios mismo.
resumen de todo el misterio de Cristo y de nuestra fe. Este himno cristológico es muy antiguo. Juan afirma el origen de Jesucristo en Dios mismo.
Con
palabras solemnes se nos dice que la Palabra de Dios, su Verbo, su “logos”, ha
acampado en medio de nuestro mundo, para iluminarlo con su luz potente. La
Palabra divina se ha hecho carne humana en Jesucristo, poniendo en nuestra historia
un principio de esperanza. “El Hijo de Dios con su encarnación se ha
unido, en cierto modo, con todo hombre. Trabajó con manos de hombre, pensó con
inteligencia de hombre, obró con voluntad de hombre, amó con corazón de hombre.
Nacido de la Virgen María, se hizo verdaderamente uno de los nuestros,
semejante en todo a nosotros, excepto en el pecado” (G.S).
Dios,
por la encarnación de su Hijo, se ha introducido en la historia del hombre para
redimirnos y comunicarnos su propia vida. Jesús nos revela al hombre en su
integridad total y absoluta.
Por
eso, los creyentes sabemos que ni la muerte ni la vejez, ni el dolor ni la
enfermedad, ni la guerra ni el hambre, ningún mal que podamos padecer podrá
apartarnos del amor de Dios.
Nuestra
suerte está asegurada si recibimos a Cristo en nuestra vida, en nuestro hogar,
en nuestro corazón. La fe es algo más que unos criterios. Acoger a Jesús
quiere decir dejarse cuestionar por Él. Dejar que sus criterios den luz tanto a
nuestros pensamientos más íntimos, como a nuestra actuación social y laboral.
Y
esto no es sólo esfuerzo, es sobre todo, don y gracia. Es nuestra vida
injertada en la Vida de Dios. Vida recibida en el seno de la Iglesia.
A
todos los que lo recibieron y creyeron en su nombre, Jesús les dio poder de
hacerse hijos de Dios y no dudó de entregarse a la muerte por ellos.
Él
nos comunica su Vida y su Espíritu y habita en nuestros corazones como en un
templo. Desde esta presencia salvadora de Dios en nosotros, también nosotros
somos llamados a poner nuestra morada en medio de los hombres para
caminar en sus penas y alegrías, en sus gozos y esperanzas, en su dolor y en su
pobreza.
Como
Iglesia de Cristo no podemos quedarnos como espectadores en medio de todo
aquello que sufre la humanidad. Cristo nos quiere como signos claros de su
amor, de su alegría, de su bondad, de su paz, de su misericordia en medio de
nuestros hermanos.
Navidad
es luz y gracia, pero también examen sobre nuestra vida en la luz. En fechas
como el fin de año necesitamos sabiduría para que nuestra historia
personal y comunitaria no se desvíe de ese Cristo que, además de Niño
nacido en Belén, se nos presenta como la Palabra, la Verdad y la Vida.
Los
que hemos visto su gloria y lo hemos acogido en nuestra vida, nos sentimos
llamados a que nuestro seguimiento sea más generoso y más fuerte.
Es
bueno aprovechar para pensar si verdaderamente nos hemos dejado
poseer y transformar por la buena noticia del amor de Dios, si nos
hemos dejado iluminar por la luz que es Cristo, si permanecimos
fieles a su palabra de verdad, si nuestro camino ha sido el justo o
tenemos necesidad de rectificarlo.
Para discernir
La
novedad de Dios hecho hombre ¿En qué modifica mi manera de ver la vida?
¿Qué
significa para mí vivir en la luz?
¿Qué
caminos necesito rectificar para vivir desde la propuesta de Cristo?
Repitamos a lo largo de este día
…Hemos
visto su Gloria…
Para la lectura espiritual
…
“Al ver más claro que tu vocación es la de ser testigo del amor de Dios al
mundo, y al crecer tu determinación de vivir esta vocación, aumentarán los
asaltos del enemigo. Oirás voces que te dirán: «No eres digno, no tienes nada que
ofrecer, no tienes atractivo, no suscitas ni deseo ni amor». Cuanto más sientas
la llamada de Dios, más descubrirás en tu propia alma la batalla cósmica entre
Dios y Satán. No tengas miedo. Continúa profundizando en la convicción de que
el amor de Dios te basta, que estás en manos seguras, y que eres guiado en cada
paso de tu camino. No te dejes sorprender por los asaltos del demonio.
Aumentarán pero, si los enfrentas sin miedo, descubrirás que son impotentes.
Lo
que importa es aferrarse al verdadero, constante e inequívoco amor de Jesús.
Cada vez que dudes de este amor, vuelve a tu morada interior y escucha allí la
voz del amor. Solamente cuando sabes en tu ser más profundo que eres
íntimamente amado, puedes afrontar las oscuras voces del enemigo sin ser
seducido por ellas.
El
amor de Jesús te dará una visión cada vez más clara de tu vocación, así como de
las muchas tentativas de arrancarte de aquella llamada. Cuanto más sientas la
llamada a hablar del amor de Dios, más necesidad tendrás de profundizar en el
conocimiento de este amor en tu mismo corazón. Cuanto más lejos te lleve el
camino exterior, más profundo debe ser tu camino interior. Sólo cuando tus
raíces sean profundas, tus frutos podrán ser abundantes, pero tú puedes
afrontar sin miedo al enemigo cuando te sabes seguro del amor de Jesús”…
H. J. M. Nouwen,
La voz interior del amor, Madrid 19981.
Para rezar
Yo
había pedido…
Yo
había pedido a Dios la fuerza para
alcanzar
el éxito, pero Él me hizo débil a
fin
de que aprenda humildemente a obedecer.
Yo
había pedido la salud para hacer
grandes
cosas, pero Él me dio la enfermedad
para
que pueda hacer cosas mejores.
Yo
había pedido el poder para ser apreciado
por
los hombres, pero me dio la debilidad
para
que experimente la necesidad de Dios.
Yo
había pedido la riqueza para
ser
feliz, pero me ha dado la pobreza
para
que pueda ser prudente.
Yo
había pedido un compañero para no
vivir
solo, pero me dio un corazón para
que
pueda amar a todos mis hermanos.
Yo
había pedido cosas que pudieran
alegrar
mi vida, pero he recibido la vida
para
que pueda gozar de todas las cosas.
Yo
no he obtenido nada de lo que
había
pedido, pero he recibido
todo
cuanto había esperado.
Casi
a pesar de mí mismo, mis plegarias
informuladas
han sido escuchadas. Yo soy,
entre
los hombres, el más ricamente colmado.
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