6
de noviembre de 2019 – TO – MIÉRCOLES DE LA XXXI
SEMANA
Cargar la cruz
y seguirlo para ser su discípulo
Lectura
de la carta del apóstol san Pablo
a
los cristianos de Roma 13, 8-10
Hermanos:
Que
la única deuda con los demás sea la del amor mutuo: el que ama al prójimo ya cumplió
toda la Ley. Porque los mandamientos: No cometerás adulterio, no matarás, no
robarás, no codiciarás, y cualquier otro, se resumen en este: Amarás a tu
prójimo como a ti mismo.
El
amor no hace mal al prójimo. Por lo tanto, el amor es la plenitud de la Ley.
Palabra
de Dios.
SALMO Sal
111, 1-2. 4-5. 9 (R.: 5a)
R. Dichoso
el que se compadece y da prestado.
Feliz
el hombre que teme al Señor
y
se complace en sus mandamientos.
Su
descendencia será fuerte en la tierra:
la
posteridad de los justos es bendecida. R.
Para
los buenos brilla una luz en las tinieblas:
es
el Bondadoso, el Compasivo y el Justo.
Dichoso
el que se compadece y da prestado,
y
administra sus negocios con rectitud. R.
El
da abundantemente a los pobres:
su
generosidad permanecerá para siempre,
y
alzará su frente con dignidad. R.
EVANGELIO
Lectura
del santo Evangelio según san Lucas 14, 25-33
Junto
con Jesús iba un gran gentío, y él, dándose vuelta, les dijo: «Cualquiera que
venga a mí y no me ame más que a su padre y a su madre, a su mujer y a sus
hijos, a sus hermanos y hermanas, y hasta a su propia vida, no puede ser mi
discípulo. El que no carga con su cruz y me sigue, no puede ser mi discípulo.
¿Quién
de ustedes, si quiere edificar una torre, no se sienta primero a calcular los
gastos, para ver si tiene con qué terminarla? No sea que una vez puestos los
cimientos, no pueda acabar y todos los que lo vean se rían de él, diciendo:
“Este comenzó a edificar y no pudo terminar.”
¿Y
qué rey, cuando sale en campaña contra otro, no se sienta antes a considerar si
con diez mil hombres puede enfrentar al que viene contra él con veinte mil? Por
el contrario, mientras el otro rey está todavía lejos, envía una embajada para
negociar la paz.
De
la misma manera, cualquiera de ustedes que no renuncie a todo lo que posee, no
puede ser mi discípulo.»
Palabra
del Señor.
Para reflexionar
Sigue
Pablo apuntando a la vida de la comunidad y las condiciones para su
funcionamiento. Después de haber dicho a los cristianos que debían formar entre
ellos una comunidad fraterna y unida, San Pablo aborda el tema de nuestras
relaciones con «las autoridades civiles”.
Ahora
dice que no debamos nada a nadie, salvo la deuda que nos tenemos en el amor.
Todos estamos en deuda respecto a los otros hombres y en camino hacia la
plenitud de Cristo que nos encabeza en el amor. Y lo dice no para que nos
desanimemos ante las exigencias del amor, sino para que siempre amemos más y
más y no digamos nunca que ya hemos amado todo lo que debemos.
Pablo
insiste, en el amor al prójimo, porque está describiendo la vida de una
comunidad cristiana, que ayer comparaba a un cuerpo en el que todos tienen que
colaborar para el bien común.
La
idea que le interesa subrayar es que “el que ama, tiene cumplido el resto de la
ley”. Amar es cumplir la ley entera. No se puede amar sin haber cumplido antes
todos los mandamientos, todos los deberes de justicia; que por las exigencias
del amor nos hacen avanzar más allá de la simple justicia.
Quien
ama a Dios no hará nada que desagrade a Dios, y quien ama al prójimo no hará
nada que perjudique al prójimo. Por eso, una falta contra cualquiera de los
preceptos, descubre ser una falta contra la ley del amor.
***
Jesús
ha dicho y hecho mucho a lo largo de su ministerio. Ahora planteará clara y
directamente las condiciones para su seguimiento. Ya no alcanza la simpatía
hacia él o la simple admiración de su causa. El seguimiento exige cambios
verdaderamente radicales. “Seguir” a Jesús significa escuchar una Palabra que
es gracia y responderle. Si el camino exige un determinado comportamiento, es
porque está trazado por alguien bien determinado. La “moral” del Evangelio es,
ante todo, adhesión a una persona viva y a su estilo de vida.
Aparecen
con nitidez en este pasaje tres condiciones que no admiten medias tintas:
aborrecer a la propia familia; cargar la propia cruz y renunciar a los bienes.
En la realización de estas condiciones se da la aptitud para el seguimiento.
Se
trata de hacer una opción total por la persona de Jesús y por la nueva escala
de valores que Él propone. La opción por Él y su reino está por encima de todas
las relaciones, incluso de las familiares: padre, madre, mujer, hijos, hermanos
y hermanas. Esa preferencia radical aparece en la expresión semita ‘odiar’, que
significa “preferir por encima de”.
El
discípulo es el que camina detrás de Jesús hacia Jerusalén, el lugar de la
entrega, de la muerte y la resurrección. El discípulo debe llevar su cruz, no
se trata de una cruz cualquiera, sino de la misma cruz que Jesús va a asumir en
Jerusalén. El discípulo, como Jesús asume la cruz por causa del Reino de Dios.
Una cruz que es camino de salvación.
Jesús,
para llevar a cabo la misión salvadora de la humanidad, renunció a todo,
incluso a su vida. Por eso fue constituido Señor y Salvador de todos.
Estas
exigencias no se prestan a la ambigüedad, sin embargo sabemos que ésta se hace
presente en nuestra vida y nos domina en muchas ocasiones. Por eso Jesús invita
a medir las consecuencias de lo que hacemos. Conocer y calcular adónde nos
lleva la seguridad de nuestras posesiones familiares o materiales y a dónde la
inseguridad de la fe en Jesús. Jesús nos llama, por tanto, a no dejarnos llevar
por las simples apariencias, a fiarnos de Él, aunque su propuesta tenga la
apariencia de una renuncia absurda y hasta casi inhumana.
Las
parábolas del constructor que no pudo terminar la torre y la del rey que sale a
la guerra y se rinde sin presentar batalla, sirven para demostrar que la
decisión no puede hacerse superficialmente. Los medios humanos con los que
contamos, por muy importantes que sean, son insuficientes para la construcción
del reino de Dios y para afrontar las dificultades que se presenten. La única
posibilidad inteligente, es renunciar a contar exclusivamente con los propios
medios, para poder experimentar la fuerza que Dios nos ofrece.
El
amor, el don y la gracia preceden a toda exigencia de seguimiento. Sólo, en y
por amor, podemos entender el seguimiento renunciante al que nos invita Jesús.
Toda renuncia, por más loable que parezca, si no se completa por, con y en el
amor, se puede convertir en sufrimiento estéril. Cada uno es llamado por amor,
a cada uno se le ofrece la salvación por amor, sin más exigencia que la de
escuchar y seguir a Jesús desde el amor.
Para discernir
¿Acepto
las cruces cotidianas?
¿Me
rebelo ante el sufrimiento?
¿Soy
solidario con las cruces ajenas?
Repitamos a lo largo de este día
Que
muestre tu Palabra de Vida, Señor
Para la lectura espiritual
«El
que de entre vosotros no renuncie a sus bienes no puede ser discípulo mío»
…”Querida
hermana: ¿Cómo puedes preguntarme si puedes tú amar a Dios como le amo yo…? Mis
deseos de martirio no son nada, no son ellos los que me dan la confianza
ilimitada que siento en mi corazón. A decir verdad, son las riquezas
espirituales las que hacen injusto al hombre cuando se apoya en ellas con
complacencia, creyendo que son algo grande… Yo sé muy bien que… lo que le
agrada a Dios en mi pobre alma es verme amar mi pequeñez y mi pobreza, es la
esperanza ciega que tengo en su misericordia… Este es mi único tesoro.
Hermana
querida…, comprende que para amar a Jesús…, cuanto más débil se es, sin deseos
ni virtudes, más cerca se está de las operaciones de este Amor consumidor y
transformante… Con el solo deseo de ser víctima ya basta; pero es necesario
aceptar ser siempre pobres y sin fuerzas, y eso es precisamente lo difícil,
pues «al verdadero pobre de espíritu ¿quién lo encontrará? Hay que buscarle muy
lejos», dijo el salmista… No dijo que hay que buscarlo entre las almas grandes,
sino «muy lejos», es decir, en la bajeza, en la nada…
Mantengámonos,
pues, muy lejos de todo lo que brilla, amemos nuestra pequeñez, deseemos no
sentir nada. Entonces seremos pobres de espíritu y Jesús irá a buscarnos, por
lejos que nos encontremos, y nos transformará en llamas de amor… ¡Ay, cómo
quisiera hacerte comprender lo que yo siento…! La confianza, y nada más que la
confianza, puede conducirnos al amor… El temor ¿no conduce a la justicia…?
Ya
que sabemos el camino, corramos juntas. Sí, siento que Jesús quiere concedernos
las mismas gracias a las dos, que quiere darnos gratuitamente su cielo”…
Santa Teresa del
Niño Jesús (1873-1897),
carmelita
descalza, doctor de la Iglesia – Carta 197, del 17•09•1896
Para rezar
Delante
de la cruz los ojos míos,
quédenseme, Señor, así mirando,
y, sin ellos quererlo, estén llorando
porque pecaron mucho y están fríos.
Y estos labios que dicen mis desvíos
quédenseme, Señor, así cantando,
y, sin ellos quererlo, estén orando
porque pecaron mucho y son impíos.
Y así con la mirada en vos prendida,
y así con la palabra prisionera,
como la carne a vuestra cruz asida,
Quédenseme, Señor, el alma entera,
y así clavada en vuestra cruz mi vida,
Señor, así, cuando queráis, me muera.
quédenseme, Señor, así mirando,
y, sin ellos quererlo, estén llorando
porque pecaron mucho y están fríos.
Y estos labios que dicen mis desvíos
quédenseme, Señor, así cantando,
y, sin ellos quererlo, estén orando
porque pecaron mucho y son impíos.
Y así con la mirada en vos prendida,
y así con la palabra prisionera,
como la carne a vuestra cruz asida,
Quédenseme, Señor, el alma entera,
y así clavada en vuestra cruz mi vida,
Señor, así, cuando queráis, me muera.
Rafael
Sánchez Mazas.
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