26 de noviembre de 2019


26 de noviembre de 2019 – TO – MARTES DE LA XXXIV SEMANA

No quedará piedra sobre piedra

Lectura de la profecía de Daniel    2, 31-45

«Tú, rey, estabas mirando, y viste una gran estatua. Esa estatua, enorme y de un brillo extraordinario, se alzaba delante de ti, y su aspecto era impresionante.
Su cabeza era de oro fino; su pecho y sus brazos, de plata; su vientre y sus caderas, de bronce; sus piernas, de hierro, y sus pies, parte de hierro y parte de arcilla.
Tú estabas mirando, y de pronto se desprendió una piedra, sin que interviniera ninguna mano: ella golpeó la estatua sobre sus pies de hierro y de arcilla, y los pulverizó.
Entonces fueron pulverizados al mismo tiempo el hierro, la arcilla, el bronce, la plata y el oro; fueron como la paja en la era durante el verano: el viento se los llevó y no quedó ningún rastro. En cuanto a la piedra que había golpeado la estatua, se convirtió en una gran montaña, y llenó toda la tierra.
Este fue el sueño; ahora diremos su interpretación en presencia del rey.
Tú, rey, eres el rey de reyes, a quien el Dios del cielo ha conferido la realeza, el poder, la fuerza y la gloria; él ha puesto en tus manos a los hombres, los animales del campo y las aves del cielo, cualquiera sea el lugar donde habitan, y te ha hecho dominar sobre todos ellos: por eso la cabeza de oro eres tú.
Después de ti surgirá otro reino inferior a ti, y luego aparecerá un tercer reino, que será de bronce y dominará sobre toda la tierra.
Y un cuarto reino será duro como el hierro: así como el hierro tritura y pulveriza todo -como el hierro que destroza- él los triturará y destrozará a todos ellos.
También has visto los pies y los dedos, en parte de arcilla de alfarero y en parte de hierro, porque ese será un reino dividido: habrá en él algo de la solidez del hierro, conforme a lo que has visto del hierro mezclado con la masa de arcilla; pero como los dedos de los pies son en parte de hierro y en parte de arcilla, una parte del reino será fuerte, y una parte frágil.
Tú has visto el hierro mezclado con la masa de arcilla, porque ellos se mezclarán entre sí por lazos matrimoniales, pero no llegarán a adherirse mutuamente, como el hierro no se mezcla con la arcilla.
Y en los días de estos reyes, el Dios del cielo suscitará un reino que nunca será destruido y cuya realeza no pasará a otro pueblo: él pulverizará y aniquilará a todos esos reinos, y él mismo subsistirá para siempre, porque tú has visto que una piedra se desprendía de la montaña, sin la intervención de ninguna mano, y ella pulverizó el hierro, el bronce, la arcilla, la plata y el oro.
El Dios grande hace conocer al rey lo que va a suceder en adelante. El sueño es cierto y su interpretación digna de fe.» 
Palabra de Dios.

SALMO    Dn 3, 57. 58. 59. 60. 61

Todas las obras del Señor, bendigan al Señor.
R.    ¡Alábenlo y glorifíquenlo eternamente!

Ángeles del Señor, bendigan al Señor.
R.    ¡Alábenlo y glorifíquenlo eternamente!

Cielos, bendigan al Señor.
R.    ¡Alábenlo y glorifíquenlo eternamente!

Todas las aguas que están sobre los cielos, bendigan al Señor.
R.    ¡Alábenlo y glorifíquenlo eternamente!

Todos los ejércitos celestiales, bendigan al Señor.
R.    ¡Alábenlo y glorifíquenlo eternamente!

EVANGELIO
Lectura del santo Evangelio según san Lucas    21, 5-9

Como algunos, hablando del Templo, decían que estaba adornado con hermosas piedras y ofrendas votivas, Jesús dijo: «De todo lo que ustedes contemplan, un día no quedará piedra sobre piedra: todo será destruido.»
Ellos le preguntaron: «Maestro, ¿cuándo tendrá lugar esto, y cuál será la señal de que va a suceder?»
Jesús respondió: «Tengan cuidado, no se dejen engañar, porque muchos se presentarán en mi Nombre, diciendo: “Soy yo”, y también: “El tiempo está cerca.” No los sigan. Cuando oigan hablar de guerras y revoluciones no se alarmen; es necesario que esto ocurra antes, pero no llegará tan pronto el fin.»
Después les dijo: «Se levantará nación contra nación y reino contra reino. Habrá grandes terremotos; peste y hambre en muchas partes; se verán también fenómenos aterradores y grandes señales en cielo.» 
Palabra del Señor.

PARA REFLEXIONAR

Las circunstancias que acompañan a los judíos en los tiempos del libro de Daniel no son gratas: están dominados y además, por una potencia enemiga de Dios. Por eso el autor tiene que alentarlos con la esperanza.
La idea principal de este capítulo es revelar el sentido de la historia dirigida por Dios y su fin último: la constitución de su reino sobre la tierra.
La interpretación del sueño de Nabucodonosor alude, con los diversos metales a los diversos reinos que se han ido sucediendo, para el tiempo en que se escribe este libro. Nabucodonosor tuvo un sueño que sólo Daniel, entre todos los sabios, conoce porque Dios se lo ha revelado.
La estatua vista por Nabucodonosor representa los reinos de la tierra que se sucedieron destruyéndose mutuamente. Son cuatro en total, cifra simbólica que la Biblia utiliza frecuentemente para designar las fuerzas terrestres.
Esta lucha por el poder entre las potencias terrestres provoca una incesante decadencia: el oro degenera en plata, después en bronce, después en hierro y en tierra cocida, hasta el punto de que basta una piedra pequeña para demoler a la estatua. Una historia dirigida exclusivamente por el hombre lo conduce inevitablemente a la decadencia.
Esa piedra arrojada contra la estatua de los imperios humanos sin la intervención de mano alguna, es dirigida por el mismo Dios. Un suceso que a los ojos de los hombres parecía carecer de importancia, derriba todos los fundamentos humanos.
La piedra se convierte, a su vez, en una gran montaña que “llena toda la tierra”, a la manera de “la gloria de”. El Dios del cielo hará surgir un “reino” que jamás será destruido. Se anuncia la llegada de un reino procedente del cielo, el del Mesías.
Muchos imperios e ideologías han ido cayendo, y siguen cayendo, porque tienen los pies de barro. Esto nos advierte de la tentación de poner demasiado entusiasmo en ninguna institución ni en ningún ídolo.
***
Comenzamos hoy la lectura del último discurso de Jesús, que ahora es de carácter escatológico. Lucas concluye la predicación de Jesús en el Templo de Jerusalén, donde ha realizado gestos y enseñanzas ante todo el pueblo.
Este largo discurso apocalíptico en el círculo de sus discípulos está presente también en Marcos, Mateo y Lucas. Esto hace creíble que Jesús realmente lo realizó, aunque las diferencias sean notables.
En tiempos de Jesús, el Templo era recién edificado; incluso no terminado del todo. Se comenzó su construcción diecinueve años antes de Jesucristo: era considerado una de las siete maravillas del mundo antiguo. Algunos discípulos de Jesús comentaban la belleza del Templo por la calidad de las piedras y de las donaciones de los fieles.
Tenemos que superar las imágenes, para captar el sentido universal de sus palabras, válidas para todos los tiempos. Jesús comienza aludiendo a la destrucción del templo que, en la tradición profética, se presenta siempre como consecuencia de la ruptura de la alianza por parte del pueblo. Las palabras que pronuncia Jesús apuntan a mostrar la fragilidad y la caducidad de las más grandes y hermosas obras humanas. Este Templo será destruido unos años más tarde, en el 70 d. C., por Tito. Lucas no se refiere al final del mundo sino a la destrucción del templo de Jerusalén.
Luego viene un mensaje de alerta sobre los signos que acompañarán el final. La aparición de falsos “Mesías”. La fecha precisa del tiempo final son claramente signos engañosos frente a los que Jesús es claro: el fin no vendrá inmediatamente. De esta forma el evangelista pretendía corregir la fiebre mesiánica que dominaba en algunos sectores de las iglesias de su tiempo.
Jesús amplía el horizonte mezquino y cerrado de los discípulos, anunciándoles que, desgraciadamente, guerras, terremotos, hambre y señales asombrosas las habrá siempre. El final es un acontecimiento de gracia, un triunfo del Dios de la Vida sobre todas las fuerzas de muerte.
Hoy vivimos una agitación parecida. Estamos inundados de visiones catastróficas que nos anuncian un futuro oscuro y terrible para todos los seres vivientes. Pero lo importante no es la fecha en que el mundo sucumbirá; lo importante es preguntarnos ¿cuál es la finalidad del mundo y de la humanidad?, ¿cuál es nuestra esperanza?, ¿qué futuro podemos y debemos construir?, ¿qué quiere Dios de nosotros aquí y ahora?
Las visiones apocalípticas se pueden convertir en la pesadilla suicida, o en una renovada oportunidad de suscitar el Reino en medio de la humanidad; ocasión especial para plantear una visión del futuro desde una verdadera valoración del ser humano y de la vida en todas sus dimensiones.
Los verdaderos signos son aquellos que nos ayudan a despertarnos, a tomar conciencia de la gracia del Señor que ya está entre nosotros y nos disponen a recibirla con alegría y confianza.
Para Jesús el tiempo presente y el futuro se abren como esperanza: es el tiempo definitivo de la salvación. Por eso es necesario tomarse en serio el momento presente e interpretarlo como una señal de Dios que nos llama a hacer de este mundo de muerte, un mundo de vida. Para Jesús, el cambio es posible aquí y ahora.
La invitación a mantenernos vigilantes es verdadera sabiduría. Cada día es volver a empezar la historia. Cada día es tiempo de salvación, si estamos atentos a la cercanía y a la venida de Dios a nuestras vidas.

PARA DISCERNIR

¿Reflexiono sobre la gran fragilidad de todas las cosas?
¿Soy consciente de mi fragilidad?
¿Qué actitud tomo al descubrir la brevedad de la belleza, de la vida?

REPITAMOS A LO LARGO DE ESTE DÍA

Dame alegrarme con tu visita Señor

PARA LA LECTURA ESPIRITUAL

«¿No sabéis que sois el templo de Dios?» (1C 3,16)

…” «Jesús dijo a los judíos: ‘Destruid este templo y en tres días lo levantaré’. Pero él hablaba del templo de su cuerpo» (Jn 2, 21)… Algunos piensan que no es posible aplicar al cuerpo de Cristo todo lo que se ha dicho del Templo; piensan que su cuerpo ha sido llamado ‘templo’ porque, de igual manera que el primer Templo estaba habitado por la gloria de Dios, así también el ‘Primer nacido de entre todas las criaturas’ es la imagen de la gloria de Dios (Col 1,15) y que por eso es justo que a su Cuerpo, a la Iglesia, se le llame templo de Dios, porque contiene la imagen de la divinidad… Nosotros hemos aprendido de Pedro que la Iglesia es el cuerpo y la casa de Dios, construida con piedras vivas, una casa espiritual para un sacerdocio santo (1P 2,5).
Así podemos ver en Salomón, el hijo de David que construyó el Templo, una prefiguración de Cristo: es después de la guerra, cuando reinaba una gran paz, que Salomón hizo construir, en la Jerusalén terrestre, un templo a la gloria de Dios… En efecto, cuando todos los enemigos de Cristo serán «colocados bajo sus pies y el último enemigo, la muerte, será vencido» (1C 15, 25-26) entonces la paz será perfecta, cuando Cristo será «Salomón», cuyo nombre significa «pacífico», en él se cumplirá esta profecía: «Con los que odian la paz, yo era pacífico» (Sl 119, 6-7). Entonces, cada una de las piedras vivas, según lo merecido en la vida presente, será una piedra del templo: uno, apóstol o profeta, puesto en los fundamentos, sostendrá las piedras colocadas encima; otro, viniendo detrás de los que son fundamentos, llevado él mismo por los apóstoles, llevará con él a otros más débiles; otro será un piedra totalmente interior, allí donde se encuentra el arca con los querubines y el propiciatorio (1R 6,19); otro, la piedra del vestíbulo (v. 3), y otro, fuera del vestíbulo de los sacerdotes y los levitas, será la piedra del altar donde se hacen las ofrendas de las cosechas… El desarrollo de la construcción, con la organización de los ministerios, será confiada a los ángeles de Dios, sus fuerzas santas prefiguradas por los jefes de trabajo de Salomón… Todo eso se cumplirá cuando la paz sea perfecta, cuando una gran paz reinará”… 

Orígenes (hacia 185-253), presbítero y teólogo
Comentario al Evangelio de Juan, 10,39; PG 14, 369s

PARA REZAR

Tengo pues la certeza de que Dios existe, que creó todo lo que vive y
lo que no, que nos creó a todos los seres humanos, que tuvo un motivo
para crearnos, y que más allá de la visión, imagen que tengamos de Él
o el Nombre que le queramos poner, o el carácter o justicia que
deseamos que Él posea e imparta, Él tiene una visión de nosotros, Él
sabe lo que hacemos. 
No somos almas solitarias supeditadas a nuestra propia voluntad para
construirnos un futuro incierto, un destino. Además creo que en la
libertad que Él nos dio. Tengo la certeza de que Él quiso acercarse a
nosotros mediante Jesús, para que pudiésemos entender esto del amor
entre las personas. Tengo la certeza de que Dios se preocupa por el
destino de este mundo, que su Espíritu vuela vigilante.
Pero creo que para Él toda nuestra vida es un suspiro, un destello.
Tengo la certeza de que nadie puede encerrar a Dios en su limitado
conocimiento. Tengo la certeza de que Dios nos quiere plenos, y
que nos dio recursos para lograrlo aún a pesar de la maldad
humana, (Él nos creó, Él nos conoce), sino sería un cínico, un
torturador que nos puso aquí para sufrir.
Yo quiero una vida plena, quiero el amor sincero, el abrazo del
hermano, y el de los familiares, y el de los amigos. Quiero compartir
el amor que Dios me ha permitido tener. Pero no quiero reprimir mis
buenos deseos, mis dudas, mis ganas…
Con estas certezas vivo…

María Verónica Benavente

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