8
de octubre de 2019 – TO – MARTES DE LA XXVII
SEMANA
Eligió la
mejor parte, la que no le será quitada
Lectura
de la Profecía de Jonás 3, 1-10
La
palabra del Señor fue dirigida por segunda vez a Jonás, en estos términos:
«Parte ahora mismo para Nínive, la gran ciudad, y anúnciale el mensaje que yo
te indicaré.»
Jonás
partió para Nínive, conforme a la palabra del Señor. Nínive era una ciudad
enormemente grande: se necesitaban tres días para recorrerla. Jonás comenzó a
internarse en la ciudad y caminó durante todo un día, proclamando: «Dentro de
cuarenta días, Nínive será destruida.»
Los
ninivitas creyeron en Dios, decretaron un ayuno y se vistieron con ropa de
penitencia, desde el más grande hasta el más pequeño.
Cuando
la noticia llegó al rey de Nínive, este se levantó de su trono, se quitó su
vestidura real, se vistió con ropa de penitencia y se sentó sobre ceniza.
Además, mandó proclamar en Nínive el siguiente anuncio: «Por decreto del rey y
de sus funcionarios, ningún hombre ni animal, ni el ganado mayor ni el menor,
deberán probar bocado: no pasten ni beban agua; vístanse con ropa de penitencia
hombres y animales; clamen a Dios con todas sus fuerzas y conviértase cada uno
de su mala conducta y de la violencia que hay en sus manos. Tal vez Dios se
vuelva atrás y se arrepienta, y aplaque el ardor de su ira, de manera que no
perezcamos.»
Al
ver todo lo que los ninivitas hacían para convertirse de su mala conducta, Dios
se arrepintió de las amenazas que les había hecho y no las cumplió.
Palabra
de Dios.
SALMO Sal
129, 1-2. 3-4. 6c-8 (R.: 3)
R. Si
tienes en cuenta las culpas, Señor, ¿quién podrá subsistir?
Desde
lo más profundo te invoco, Señor,
¡Señor,
oye mi voz!
Estén
tus oídos atentos
al
clamor de mi plegaria. R.
Si
tienes en cuenta las culpas, Señor,
¿Quién
podrá subsistir?
Pero
en ti se encuentra el perdón,
para
que seas temido. R.
Como
el centinela espera la aurora,
espere
Israel al Señor,
porque
en él se encuentra la misericordia
y
la redención en abundancia:
él
redimirá a Israel
de
todos sus pecados. R.
EVANGELIO
Lectura
del santo Evangelio según san Lucas 10, 38-42
Jesús
entró en un pueblo, y una mujer que se llamaba Marta lo recibió en su casa. Tenía
una hermana llamada María, que sentada a los pies del Señor, escuchaba su
Palabra.
Marta,
que estaba muy ocupada con los quehaceres de la casa, dijo a Jesús: «Señor, ¿no
te importa que mi hermana me deje sola con todo el trabajo? Dile que me ayude.»
Pero
el Señor le respondió: «Marta, Marta, te inquietas y te agitas por muchas
cosas, y sin embargo, pocas cosas, o más bien, una sola es necesaria, María
eligió la mejor parte, que no le será quitada.»
Palabra
del Señor.
Para reflexionar
Jonás,
después de dar muchas vueltas, se encuentra de nuevo ante la llamada. El Señor
no lo ha soltado y le renueva la orden misionera. Jonás se da cuenta de que no
puede desobedecer, se levanta, va a Nínive a proclamar el mensaje que se le ha
encargado.
Nínive
era una ciudad extraordinariamente grande: se necesitaban tres días para
atravesarla. Jonás hizo un día de camino recorriendo la ciudad proclamando que
en cuarenta días, Nínive sería destruida.
Aparecen
nuevamente los reparos del profeta que cuestiona el tener que hablar a estos
«pérfidos paganos». Jonás, en el fondo de sí mismo, continúa detestando a los
habitantes de Nínive y no es esto lo que Dios quiere.
Pero
para sorpresa de Jonás, todos se convierten, desde el rey hasta el último de
los súbditos pasando por el ganado. Viendo Dios como se apartaban de su mala
conducta, “se compadeció″ y desistió de aplicar el castigo con el que los había
amenazado. Dios es el que perdona.
El
protagonista del relato de hoy es ese Dios que ama y perdona con facilidad.
Dios escucha las súplicas de todo hombre de buena voluntad, pues Él ama a
todos, más allá de las fronteras que ponemos los hombres.
En
Él puede más el amor que el pecado de los hombres, no se complace en la muerte
del malvado, sino en que se convierta de su conducta y viva.
Mientras
que durante siglos la predicación de los profetas no logró que el pueblo de
Israel se convirtiera, la predicación de solo un día, fue suficiente para que
cambiara el corazón de los menospreciados ninivitas.
***
Jesús
sigue su camino y hace un alto poco antes de llegar a Jerusalén. El evangelio
nos presenta la conocida escena en la casa de Betania, donde Marta y María, sus
amigos de siempre lo reciben.
Como
suele ocurrir en muchas casas, la demasiada preocupación por los preparativos para
recibir bien a los invitados hace que se pase por alto lo esencial: el
visitante. Todo tiene que estar bien preparado para que no pase nada nuevo e
inesperado.
Sin
embargo María ha elegido “la mejor parte”: escucha al Señor mientras que Marta;
está “atareada en muchos quehaceres”. La historia se estropea cuando Marta
trata de apartar a María de la tarea de escucha y de adoración que había
elegido. Eso es lo que le reprocha Jesús, y no su deseo de servirlo. Jesús la
invita a llegar hasta el fondo de su servicio, a encontrase con la raíz y no
quedarse en lo superficial.
Marta
y María aparecen como las dos formas de escuchar la Palabra, dos formas que no
se niegan sino que son complementarias entre sí. La mejor parte consiste saber
adorar a Dios, lo mismo en el templo que en la vida.
María
saborea las palabras de Jesús que quedarán grabadas en lo más íntimo de su
corazón y serán una fuente de seguridad gozosa que más allá de las evidencias
de la muerte, la harán capaz de descubrir la novedad de la Pascua. La misma que
ahora contempla a Jesús, es la que correrá hasta el sepulcro cuando esté
apagada la esperanza de los hombres.
Como
Iglesia estamos invitados a recoger con la palabra del Maestro. Estar en su
presencia, aunque luego haya que improvisar un poco de comida. Una Iglesia que
prefiere lo provisorio de las tiendas del desierto, a la seguridad de las casas
demasiado estables, que no tardan en convertirse en cargas o prisiones.
Necesitamos
por la contemplación ver más allá de la dura realidad humana y descubrir la
imposible novedad pascual y la otra cara de las cosas. Una Iglesia que sólo se
preocupa de las muchas cosas, puede transformarse en empresa en cadena, donde
todo está programado y donde todo irá bien, pero no habrá novedad ni fiesta.
Una
Iglesia que no pasa del estar con el Señor a la acción comprometida, vive
alienada de la historia: no ha contemplado al Señor; simplemente lo ha mirado.
Como
Iglesia, para cumplir verdaderamente nuestra misión, necesitamos pasar primero
por el discipulado “a los pies del Señor”. De este modo, nuestra acción en el
mundo no será únicamente un conjunto de actividades en favor de un proyecto,
sino una forma de hacer crecer la presencia de Dios, su Reino, entre los
hombres. Y para esto, necesitamos de la palabra del Maestro, que nos guíe,
ilumine y revele “el quehacer necesario e importante” en cada momento.
“Dichosos
los de escucha atenta y acción vigorosa, los que escuchan la Palabra de Dios y
la ponen en práctica”.
Para discernir
¿Qué
es lo necesario para ser discípulo, según Jesús?
¿Qué
privilegio en mi vida de fe: la acción o la escucha?
¿Qué
espacio de nuestra vida dedicamos a la escucha de la Palabra?
¿Qué
lugar le doy a la acción?
Repitamos a lo largo de este día
Quiero
escucharte Señor
Para la lectura espiritual
…”Jesús
no responde a nuestro estilo de vida, marcado por las preocupaciones, diciendo
que no deberíamos dedicarnos tanto a los asuntos de este mundo. No intenta
alejarnos de los acontecimientos, de las actividades y de las personas que
forman parte de nuestra vida. No dice que todo lo que hacemos es
insignificante, carente de valor o inútil. Ni siquiera nos sugiere que nos
retiremos de todas las actividades en las que estamos comprometidos, para vivir
en quietud y tranquilidad lejos de las tensiones del mundo.
La
respuesta de Jesús a las preocupaciones que colman nuestra vida es muy
diferente. Nos pide que transfiramos el centro de gravedad, que traslademos el
centro de nuestra atención, que cambiemos el orden de nuestras prioridades. Jesús
quiere que nos traslademos desde las «muchas cosas» a la «única cosa
necesaria». Es importante que nos demos cuenta de que Jesús no quiere en
absoluto que abandonemos nuestro mundo, tan complejo. Su voluntad, más bien, es
que vivamos en él, firmemente arraigados en el centro de todas las cosas. Jesús
no habla de que cambiemos de tipo de actividad o de que modifiquemos nuestras
relaciones, ni siquiera de que disminuyamos el ritmo. Jesús nos habla de un
cambio del corazón. De una disposición diferente del corazón que haga todo
diferente, aun cuando todo parezca seguir como antes. Eso significa: «Buscad
primero el Reino de Dios… y todas estas cosas se os darán por añadidura». Lo
que cuenta es el empleo de nuestro corazón.
Cuando
nos asaltan las preocupaciones, nuestro corazón se encuentra en el lugar
equivocado. Jesús nos pide que traslademos el corazón al centro, allí donde
todo lo demás está en su sitio”…
H. J. M. Nouwen,
Invitación a una alta vida espiritual, Brescia 1998.
Para rezar
Ayudanos
Señor a saberte escuchar,
que puestos a tus pies,
que puestos a tus pies,
dejemos
que tu palabra nos empape
como
suave rocío.
Que
al rumiarla
en la lectura de cada día,
se fecunde nuestra vida.
en la lectura de cada día,
se fecunde nuestra vida.
Enséñanos
Señor
a escuchar tu Palabra;
que se haga carne de nuestra carne,
a escuchar tu Palabra;
que se haga carne de nuestra carne,
luz
de nuestros ojos
para
mirar la vida
según tu voluntad,
según tu voluntad,
para
que cada uno
de
nuestros gestos y acciones
sean
expresión de tu reino ya comenzado.
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