14
de octubre de 2019 – TO – LUNES DE LA XXVIII
SEMANA
Aquí hay
alguien que es más que Jonás
Principio
de la carta del apóstol san Pablo
a
los cristianos de Roma 1, 1-7
Carta
de Pablo, servidor de Jesucristo, llamado para ser Apóstol, y elegido para
anunciar la Buena Noticia de Dios, que él había prometido por medio de sus
Profetas en las Sagradas Escrituras, acerca de su Hijo, Jesucristo, nuestro
Señor, nacido de la estirpe de David según la carne, y constituido Hijo de Dios
con poder según el Espíritu santificador, por su resurrección de entre los
muertos. Por él hemos recibido la gracia y la misión apostólica, a fin de
conducir a la obediencia de la fe, para gloria de su Nombre, a todos los
pueblos paganos, entre los cuales se encuentran también ustedes, que han sido
llamados por Jesucristo.
A
todos los que están en Roma, amados de Dios, llamados a ser santos, llegue la
gracia y la paz, que proceden de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo.
Palabra
de Dios.
SALMO Sal
97, 1. 2-3b. 3c-4 (R.: 2a)
R. El
Señor manifestó su victoria.
Canten
al Señor un canto nuevo,
porque
el hizo maravillas:
su
mano derecha y su santo brazo
le
obtuvieron la victoria. R.
El
Señor manifestó su victoria,
reveló
su justicia a los ojos de las naciones:
se
acordó de su amor y su fidelidad
en
favor del pueblo de Israel. R.
Los
confines de la tierra han contemplado
el
triunfo de nuestro Dios.
Aclame
al Señor toda la tierra,
prorrumpan
en cantos jubilosos. R.
EVANGELIO
Lectura
del santo Evangelio según san Lucas 11, 29-32
Al
ver Jesús que la multitud se apretujaba, comenzó a decir: «Esta es una
generación malvada. Pide un signo y no le será dado otro que el de Jonás. Así
como Jonás fue un signo para los ninivitas, también el Hijo del hombre lo será
para esta generación.
El
día del Juicio, la Reina del Sur se levantará contra los hombres de esta
generación y los condenará, porque ella vino de los confines de la tierra para
escuchar la sabiduría de Salomón y aquí hay alguien que es más que Salomón.
El
día del Juicio, los hombres de Nínive se levantarán contra esta generación y la
condenarán, porque ellos se convirtieron por la predicación de Jonás y aquí hay
alguien que es más que Jonás.»
Palabra
del Señor.
Para reflexionar
Pablo
durante quince años funda «Iglesias» en tierra pagana. Toda el Asia Menor y las
grandes ciudades de Grecia tienen ahora su Comunidad: cada Iglesia fundada
crece y se desarrolla por el mismo dinamismo de sus miembros.
Es
un momento decisivo en la vida de Pablo, son más de veinte años los que Pablo
ha vivido ya como cristiano; reflexionando sobre el misterio de Cristo que ya
había esbozado en otras cartas; ahora presenta una exposición completa de su
visión sobre el plan salvador de Dios.
Por
otro lado, considera ahora que su tarea en Oriente está terminada. Quiere
continuarla con los paganos de Occidente. Proyecta llegar a España pasando por
Roma y para preparar su estadía en la capital del Imperio, escribe a la
«comunidad de Roma», fundada ya por san Pedro. Roma no es sólo la capital de un
gran imperio, es también un lugar donde Dios ha mostrado su amor haciendo
llegar el anuncio de su Hijo.
La
Epístola a los Romanos se escribió el año 57 ó 58. Pablo que no conocía a la
comunidad de Roma, seguramente formada por unos cristianos procedentes del
judaísmo y otros del paganismo, escribe con humildad; presentándose con tres
títulos: Servidor, Apóstol, Escogido. Pablo tiene conciencia de haber sido
llamado y consagrado a una obra que sobrepasa totalmente sus fuerzas humanas.
Pero
Pablo no es lo importante: es Jesús, y de Él habla ya, con entusiasmo, desde el
saludo: “nacido de la estirpe de David, constituido Hijo de Dios, con pleno
poder por su resurrección: Jesucristo Nuestro Señor”. A sus hermanos
cristianos, los considera como “muy amados de Dios”.
La
fe es el tema principal de su carta. Una fe salvadora, que presenta como
“obediencia”, por la cual el hombre se “somete” al Dios que se revela
pidiéndole obediencia a su Voluntad.
Sin
embargo, no sólo nos quiere obedientes en una vida de servicio a Él, mediante
el culto; Él nos ha elegido para ser apóstoles, de tal forma que la Salvación
que procede del Evangelio, llegue a todas las naciones.
***
Cuando
Jesús acababa de exorcizar a un endemoniado, los oyentes le piden un signo. Sin
negar su asombro ante este escepticismo, les enrostra la actitud de los
ninivitas, que se convirtieron al oír la palabra de Jonás y, aquí hay uno mayor
que Jonás y mayor que la reina de Saba.
Los
judíos se sitúan en el plano más externo: necesitan milagros maravillosos para
tener fe y convertirse. Exigen pruebas y demostraciones y no se les concederá
más que la palabra viva de un Nazareno, que por el poder del Espíritu, con sus
gestos y acción liberadora, los invita a la fe. No se les dará ningún otro
signo más que el mismo Jesús.
La
fe a la que invita Jesús se vive en libertad. La evidencia somete y no se
discute, y la demostración encierra y aprisiona. Cristo proclama que la fe
descansa únicamente sobre la confianza puesta en la persona del enviado.
El
milagro físico tiene verdadera significación si interpela a la persona del
testigo. Por eso también, la mayoría de los milagros solicitan la conversión
interior y la fe; la solicitan, pero no la dan. El verdadero creyente no pide
signos exteriores, porque en la persona misma de Jesús, descubre la presencia y
la intervención discreta de Dios.
La
vida, obra y muerte de Jesús a mano de los hombres, es la señal que debe ser
aceptada. Es el Dios que aparentemente fracasa en la persona de Jesús. Es el
Dios que muere en Jesús pero que resucita al tercer día. Es el Dios que en
Jesús y por Jesús, comparte la suerte de los abandonados, los pobres, los
despreciados de la historia. La señal, no es una acción arbitraria y
portentosa, porque Dios no violenta la historia. En el crucificado habrá que
descubrir al resucitado. No hay fe fuera del misterio de muerte y de
resurrección del enviado. Los cristianos seguimos al resucitado por el camino
del crucificado.
Este
rostro sufriente de la hora extrema, de la hora de la Cruz es «misterio en el
misterio, ante el cual el ser humano ha de postrarse en adoración». En efecto,
«para devolver al hombre el rostro del Padre, Jesús debió no sólo asumir el
rostro del hombre, sino cargarse incluso del “rostro” del pecado» Juan Pablo
II.
En
el anuncio del Evangelio, el verdadero signo que podemos ofrecer es que
nuestros gestos demuestren que la palabra, ha sido eficaz en nosotros y nos ha
salvado, nos ha liberado y nos hace caminar como hombres nuevos, capaces de
amar, de ser misericordiosos, de ser constructores de la paz, y de ser
solidarios con los que sufren.
Para discernir
¿Qué
espero que Dios haga en la historia?
¿Pido
signos para mi fe?
¿Doy
signos de mi fe?
Repitamos a lo largo de este día
Creo
Señor, aumenta mi fe
Para la lectura espiritual
«Aquí
hay uno que es más que Salomón»
…”Dejadme
citar un salmo, dicho por el Espíritu Santo a David; decís que se refiere a
Salomón, vuestro rey, pero es ciertamente a Cristo a quien se refiere… «Dios
mío, confía tu juicio al rey» (Sl 71,1). Porque Salomón llegó a ser rey,
vosotros decís que este salmo se refiere a él, siendo así que las palabras del
salmo señalan claramente a un rey eterno, es decir, a Cristo. Porque Cristo nos
ha sido anunciado como rey, profeta, Dios, Señor, ángel, hombre, jefe supremo,
piedra, niño pequeño por su nacimiento, primero como un ser de dolor, después
subiendo al cielo, viniendo de nuevo en su gloria con la realeza eterna…
«Dios
mío, confía tu juicio al rey, tu justicia al hijo de reyes, para que rija a tu
pueblo con justicia, a tus humildes con rectitud… Que se postren ante él todos
los reyes, y que todos los pueblos le sirvan»… Salomón fue un rey grande e
ilustre; es bajo su mandato que se ha construido el Templo de Jerusalén, pero
queda claro que nada de lo que se dice en el salmo se le dice a él. Todos los
reyes no le han adorado, no ha tenido un reino que llegara a los confines de la
tierra, sus enemigos no se prosternaron ante él para lamer el polvo…
Salomón
no es tampoco «Señor de los ejércitos» (Sl 23,10); es Cristo. Cuando resucitó
de entre los muertos y subió al cielo, se ordenó a los príncipes establecidos
por Dios en los cielos «abrid las puertas» de los cielos para que «entre el Rey
de la gloria», suba «se siente a la derecha del Padre, hasta que haga de sus
enemigos estrado de sus pies», como lo dicen otros salmos (23,109). Pero cuando
los príncipes de los cielos lo vieron sin belleza, honor, ni gloria en su
aspecto (Is 53,2), no le reconocieron y se preguntaban: « ¿Quién es ese rey de
la gloria?» (Sl 23,8) el Espíritu les contestó: «El Señor, Dios de los
ejércitos. Él es el Rey de la gloria». En efecto, no es Salomón, por muy
gloriosa que fuera su realeza…, que se ha podido decir de él: « ¿Quién es ese
Rey de la gloria?»”…
San Justino
(hacia 100-160), filósofo, mártir – Diálogo con Trifón
Para rezar
Señor,
Dios todopoderoso,
tú eres el Padre de todos.
Tú has creado a los hombres
para que vivan en tu casa
y alaben tu gloria.
Abre mi corazón para escuchar tu voz
y, pues me he apartado de ti por el pecado,
haz que vuelva a ti de todo corazón
y te reconozca como Padre,
lleno de misericordia para todos los que te invocan.
Corrígeme para que me aparte del mal
y perdona mis pecados.
Dame la alegría de tu salvación
para que, retornando junto a ti,
me alegre en el banquete de tu casa
ahora y siempre y por los siglos de los siglos.
tú eres el Padre de todos.
Tú has creado a los hombres
para que vivan en tu casa
y alaben tu gloria.
Abre mi corazón para escuchar tu voz
y, pues me he apartado de ti por el pecado,
haz que vuelva a ti de todo corazón
y te reconozca como Padre,
lleno de misericordia para todos los que te invocan.
Corrígeme para que me aparte del mal
y perdona mis pecados.
Dame la alegría de tu salvación
para que, retornando junto a ti,
me alegre en el banquete de tu casa
ahora y siempre y por los siglos de los siglos.
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