1
de octubre de 2019 – TO – MARTES DE LA XXVI SEMANA
1 de octubre - Santa Teresa del Niño Jesús, virgen y doctora
de la Iglesia
Se encaminó
decididamente hacia Jerusalén
Lectura
de la profecía de Zacarías 8, 20-23
Así
habla el Señor de los ejércitos:
Vendrán
asimismo pueblos y habitantes de muchas ciudades. Los habitantes de una ciudad
irán a otra, diciendo: «Vamos a apaciguar el rostro del Señor y a buscar al
Señor de los ejércitos; yo también quiero ir.»
Pueblos
numerosos y naciones poderosas vendrán a Jerusalén a buscar al Señor de los
ejércitos y a apaciguar el rostro del Señor.
Así
habla el Señor de los ejércitos:
En
aquellos días, diez hombres de todas las lenguas que hablan las naciones,
tomarán a un judío por el borde de sus vestiduras y le dirán: «Queremos ir con
ustedes, porque hemos oído que Dios está con ustedes.»
Palabra
de Dios.
SALMO Sal
86, 1-3. 4-5. 6-7 (R.: Zac 8, 23)
R. Dios
está con nosotros.
¡Esta
es la Ciudad que fundó el Señor
sobre
las santas Montañas!
El
ama las puertas de Sión
más
que a todas las moradas de Jacob.
Cosas
admirables se dicen de ti, Ciudad de Dios. R.
«Contaré
a Egipto y a Babilonia
entre
aquellos que me conocen;
filisteos,
tirios y etíopes han nacido en ella.»
Así
se hablará de Sión:
«Este,
y también aquél,
han
nacido en ella,
y
el Altísimo en persona la ha fundado.» R.
Al
registrar a los pueblos, el Señor escribirá:
«Este
ha nacido en ella.»
Y
todos cantarán, mientras danzan:
«Todas
mis fuentes de vida están en ti.» R.
EVANGELIO
Lectura
del santo Evangelio según san Lucas 9, 51-56
Cuando
estaba por cumplirse el tiempo de su elevación al cielo, Jesús se encaminó
decididamente hacia Jerusalén y envió mensajeros delante de él. Ellos partieron
y entraron en un pueblo de Samaría para prepararle alojamiento. Pero no lo
recibieron porque se dirigía a Jerusalén.
Cuando
sus discípulos Santiago y Juan vieron esto, le dijeron: «Señor, ¿quieres que
mandemos caer fuego del cielo para consumirlos?» Pero él se dio vuelta y los
reprendió. Y se fueron a otro pueblo.
Palabra
del Señor.
Para reflexionar
Inmersos
entre paganos, durante su largo destierro, los judíos más fervorosos
adquirieron conciencia de que su fe iba destinada a todos los hombres. Y
expresaban esta convicción anunciando que todos los pueblos irían un día, en
peregrinación, a Jerusalén.
El
universalismo forma parte del alma de Israel: “Pueblos numerosos y naciones
poderosas vendrán a Jerusalén a implorar al Señor del universo y a buscar su
rostro”.
No
se trata pues de una unidad política, ni de la capital de un imperio terrestre;
esa reunión de la humanidad está suscitada por la fe, es únicamente religiosa.
El
profeta Zacarías, con dos oráculos, no sólo anuncia el bienestar del pueblo en
su vuelta a Sión, sino que afirma el carácter universal de la salvación que
Dios tiene programada.
En
torno al Dios de los judíos y su Mesías se reunirán todas las naciones como un
sólo pueblo que alabe su Nombre. Todos se enterarán de que la Palabra
salvadora, la Verdad plena, está en Jerusalén, y correrán a “consultar” al Dios
verdadero.
***
Jesús
quiere ir hasta el fin. Sabe cuál es su camino y se dispone con generosidad a seguirlo
a pesar de que lo lleva a la cruz. Esta marcha hacia Jerusalén, ciudad de su
Pascua, es una partida sin retorno.
Envía
mensajeros delante suyo que entraron en Samaría para prepararle alojamiento;
pero allí se negaron a recibirlo porque se dirigía a Jerusalén. Los judíos
fieles siempre consideraron cismáticos a los Samaritanos cuando éstos
construyeron un templo rival al de Jerusalén, en la cumbre del monte Garetzim.
Despreciados por los judíos, se tomaban su revancha, ocasionando toda clase de
molestias a los peregrinos que atravesaban su país para subir a Jerusalén.
Jesús
no evita pasar por esa tierra en la que un racismo y un desprecio recíproco
hacía estragos. Era necesario, por tanto, que los mensajeros preparasen
convenientemente el ambiente en Samaria, a fin de que éstos recibieran bien
dispuestos a Jesús.
Los
mensajeros fueron proclamando con aires triunfalistas que Jesús se dirigía a
Jerusalén para coronarse rey de los judíos. Esto irritó a los samaritanos, que
no podían soportar la idea que el Mesías de Dios fuese, el rey del pueblo judío
y que dominara desde Israel a los demás pueblos.
Ante
el rechazo de los samaritanos, los discípulos Santiago y Juan le propusieron el
castigo que Elías en el libro de los Reyes infligió a sus adversarios. El
espíritu de poder está siempre ahí, en el corazón de los hombres. Esos pobres
discípulos creían ser los intérpretes de Dios, y disponer del fuego divino para
juzgar a esos Samaritanos.
Jesús
fiel a su misma palabra no quiere arrancar la cizaña porque se haya mezclado
con el trigo. El juicio vendrá más tarde. Increpa a los discípulos como si
estuviesen endemoniados, y de hecho, están “poseídos” por una ideología que les
impide actuar como personas sensatas: están repletos de odio, de intolerancia
religiosa y de exaltación nacionalista.
Con
energía Jesús les pide que se comporten de acuerdo al proyecto que Él mismo les
ha enseñado. Las rivalidades históricas de sus pueblos no se remedian generando
más odio y muerte. Jesús no vino a destruir sino a redimir. Se marcharán a otra
aldea sin impaciencias, sin ánimo justiciero, sin dejarse hundir por un
fracaso. El desafío es seguir evangelizando, y no condenando: “porque el Hijo
del Hombre ha venido a salvar”.
La
actitud de Santiago y Juan sigue estando presente en muchas religiones,
ideologías y políticas. Por todos los medios los seres humanos a lo largo de la
historia hemos buscado la forma de acabar con los que piensan, actúan o viven
de forma diferente.
La
reacción de Jesús con sus discípulos es un llamado para que los cristianos
depongamos el odio, el resentimiento y la venganza, y construyamos espacios de
diálogo y concertación que permitan construir la paz entre los pueblos.
Si
somos llamados a proclamar la Buena Nueva a todas las naciones, y llevar la Luz
y la salvación que Dios ofrece a todos los hombres, no podemos excluir a nadie.
Ni aun cuando seamos rechazados, difamados, perseguidos o se ponga en riesgo
nuestra vida. El llamado es a orar por los que nos persiguen y maldicen, no a
que hagamos bajar fuego contra ellos para hacerlos desaparecer.
Somos
mensajeros de la Vida y del Amor que proceden de Dios, y no de la muerte ni del
egoísmo que oscurecen la mente de los hombres, quitan la paz y destruyen la
posibilidad del amor fraterno.
Para discernir
¿Somos
conscientes de dónde venimos y a dónde vamos, en nuestra vida?
¿Qué
actitud tomo ante mis propios pecados, mis propios fracasos, ante los rechazos
de los demás, ante las lentitudes o los retrasos de la Iglesia?
¿Qué
hacemos cuando algo nos sale mal, cuando experimentamos el rechazo por parte de
alguien?
¿Cómo
reaccionamos cuando alguien no nos hace caso o nos lleva la contra?
Para la lectura espiritual
La
Iglesia de Dios en América Latina y El Caribe es sacramento de comunión de sus
pueblos. Es morada de sus pueblos; es casa de los pobres de Dios. Convoca y
congrega a todas sus diversísimas gentes en su misterio de comunión, sin
discriminaciones ni exclusiones por motivos de sexo, raza, condición social y
pertenencia nacional. Cuanto más la |Iglesia refleja, vive y comunica ese don
de inaudita unidad, que encuentra en la comunión trinitaria su fuente, modelo y
destino, resulta más significativo e incisivo su operar como sujeto de
reconciliación y comunión en la vida de nuestros pueblos. Maria Santísima es la
presencia materna indispensable y decisiva en la gestación de un pueblo de
hijos y hermanos, de discípulos y misioneros de su Hijo.
Aparecida 524
Para rezar
Por
el ecumenismo
Padre
de toda la humanidad, queremos rezar
por todas las personas de buena voluntad.
por todas las personas de buena voluntad.
Que
los diferentes credos
se unan en el trabajo por la justicia y la paz.
se unan en el trabajo por la justicia y la paz.
Que
al contemplar el estilo de vida
que nos mostró Jesús,
fortalezcamos nuestro deseo
por realizar el bien.
que nos mostró Jesús,
fortalezcamos nuestro deseo
por realizar el bien.
Que
la Vida Religiosa Misionera
contribuya con la tarea de la unidad.
contribuya con la tarea de la unidad.
Que
todas las comunidades
puedan descubrir el amor
que Dios Padre derrama
constantemente sobre sus hijos.
puedan descubrir el amor
que Dios Padre derrama
constantemente sobre sus hijos.
Amén.
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