15
de agosto de 2019 - LA ASUNCIÓN DE LA VIRGEN
MARÍA (S)
Eres bendita
entre todas las mujeres
Lectura
del libro del Apocalipsis 11, 19a; 12, 1-6a. 10ab
Se
abrió el Templo de Dios que está en el cielo y quedó a la vista el Arca de la
Alianza.
Y
apareció en el cielo un gran signo: una Mujer revestida del sol, con la luna
bajo sus pies y una corona de doce estrellas en su cabeza.
Estaba
embarazada y gritaba de dolor porque iba a dar a luz.
Y
apareció en el cielo otro signo: un enorme Dragón rojo como el fuego, con siete
cabezas y diez cuernos, y en cada cabeza tenía una diadema. Su cola arrastraba
una tercera parte de las estrellas del cielo, y las precipitó sobre la tierra.
El Dragón se puso delante de la Mujer que iba a dar a luz, para devorar a su
hijo en cuanto naciera.
La
Mujer tuvo un hijo varón que debía regir a todas las naciones con un cetro de
hierro. Pero el hijo fue elevado hasta Dios y hasta su trono, y la Mujer huyó
al desierto, donde Dios le había preparado un refugio.
Y
escuché una voz potente que resonó en el cielo: «Ya llegó la salvación, el
poder y el Reino de nuestro Dios y la soberanía de su Mesías.»
Palabra
de Dios.
SALMO
Sal 44, 10bc. 11-12. 15b-16 (R.: 10b)
R. Es
la reina, adornada con tus joyas y con oro de Ofir.
Una
hija de reyes está de pie a tu derecha:
es
la reina,
adornada
con tus joyas,
y
con oro de Ofir. R.
¡Escucha,
hija mía, mira y presta atención!
Olvida
tu pueblo y tu casa paterna,
y
el rey se prendará de tu hermosura.
El
es tu señor: inclínate ante él. R.
Las
vírgenes van detrás,
sus
compañeras la guían,
con
gozo y alegría,
entran
al palacio real. R.
SEGUNDA
LECTURA
Lectura
de la primera carta del apóstol san Pablo
a
los cristianos de Corinto 15, 20-27a
Hermanos:
Cristo
resucitó de entre los muertos, el primero de todos. Porque la muerte vino al
mundo por medio de un hombre, y también por medio de un hombre viene la
resurrección.
En
efecto, así como todos mueren en Adán, así también todos revivirán en Cristo,
cada uno según el orden que le corresponde: Cristo, el primero de todos, luego,
aquellos que estén unidos a él en el momento de su Venida.
En
seguida vendrá el fin, cuando Cristo entregue el Reino a Dios, el Padre,
después de haber aniquilado todo Principado, Dominio y Poder. Porque es
necesario que Cristo reine hasta que ponga a todos los enemigos debajo de sus
pies. El último enemigo que será vencido es la muerte, ya que Dios todo lo
sometió bajo sus pies.
Palabra
de Dios.
EVANGELIO
Lectura
del santo Evangelio según san Lucas 1, 39-56
María
partió y fue sin demora a un pueblo de la montaña de Judá. Entró en la casa de
Zacarías y saludó a Isabel. Apenas esta oyó el saludo de María, el niño saltó
de alegría en su seno, e Isabel, llena del Espíritu Santo, exclamó:
«
¡Tú eres bendita entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre!
¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a visitarme? Apenas oí tu
saludo, el niño saltó de alegría en mi seno. Feliz de ti por haber creído que
se cumplirá lo que te fue anunciado de parte del Señor.»
María
dijo entonces:
«Mi
alma canta la grandeza del Señor, y mi espíritu se estremece de gozo en Dios,
mi Salvador, porque el miró con bondad la pequeñez de su servidora. En adelante
todas las generaciones me llamarán feliz, porque el Todopoderoso he hecho en mí
grandes cosas: ¡su Nombre es santo! Su misericordia se extiende de generación
en generación sobre aquellos que lo temen. Desplegó la fuerza de su brazo,
dispersó a los soberbios de corazón. Derribó a los poderosos de su trono y
elevó a los humildes. Colmó de bienes a los hambrientos y despidió a los ricos
con las manos vacías. Socorrió a Israel, su servidor, acordándose de su
misericordia, como lo había prometido a nuestros padres, en favor de Abraham y
de su descendencia para siempre.»
María
permaneció con Isabel unos tres meses y luego regresó a su casa.
Palabra
del Señor.
Para reflexionar
Buscamos
seguridad, pero a menudo experimentamos soledad y angustia. ¿Y qué decir de la
muerte? Aunque lo enfoquemos de diversas formas, según la cultura y las
creencias que tengamos, aunque lo evadamos en nuestro pensamiento, aunque
tratemos de prolongar nuestros días en la tierra con todos los medios posibles
a nuestro alcance, todos tenemos una necesidad grande de esa esperanza cierta
de inmortalidad. A causa de esta necesidad se ha logrado colar la creencia en la
re-encarnación y otras tantas teorías similares.
La
Asunción de María es un acontecimiento que nos afecta de cerca. Sobre todo
hombre destinado a morir, hay una promesa de Cristo que lo abre a una futura
resurrección. El misterio de la Asunción de la Virgen nos asegura que la muerte
no es la última palabra.
Dios
da señales que invitan a la esperanza: la lucha a muerte del dragón contra la
mujer y su descendencia, el arca de la alianza como signo de la presencia de
Dios en medio su pueblo. La mujer es la asamblea del pueblo de Dios reunida
ahora y aquí, en la Eucaristía dominical. El dragón es el mal, que actúa
insertándose en la historia humana, para intentar destruir la unidad y la
comunión de la asamblea dominical. El poder de este mundo se opone al alumbramiento
de la mujer (se opone a Cristo) y quiere destruir su fruto (los cristianos). El
Cristo elevado y sentado en el Trono de Dios señala la derrota de Satanás. La
Iglesia en el desierto, huye del mal y es sostenida por Dios, como Jesús. La
glorificación de Cristo, una vez para siempre, es la garantía que nunca jamás,
nada, impedirá que El sea dado a luz por la asamblea eucarística dominical en
el hoy, en el espacio-tiempo, hasta su venida en la plenitud de la gloria.
María asunta es figura de la Iglesia, tanto la celestial como la que camina
dando a luz a Cristo para el ser humano de hoy, y prefigura la victoria final
de toda la Iglesia con Cristo, por Él y en Él.
La
segunda lectura nos afirma que Cristo es el Resucitado, el vencedor de la
muerte, causa de la resurrección de los muertos. Cristo ha derrotado la muerte
en su propio terreno y le ha arrebatado todo su poder sobre la vida, liberando
a todos los que estaban bajo su poder.
El
evangelio se centra en el encuentro de las dos madres y de sus respectivos
niños, se unen los relatos paralelos de la infancia de Juan, el último profeta
y de Jesús. El Espíritu marca la continuidad del designio de Dios entre Antiguo
y Nuevo Testamento. Lucas pone en boca de María este himno inspirado en el
cántico de Ana y en toda la tradición bíblica que expresa la fe y la esperanza
de los pobres y humildes del pueblo de Dios. Son los pobres del Señor quienes,
en María y con ella, alaban a Dios por las grandes obras que ha hecho en ellos.
La
«asunción» gloriosa de María que celebramos no se trata de ninguna elevación o
traslación física, de ningún viaje sideral. No lo fue la «ascensión» de Jesús;
mucho menos lo es en el caso de María. Esa asunción gloriosa significa que en
María, Dios ha dignificado a todos los seres humanos, convirtiéndolos en plenos
participantes de su obra salvífica. El ser humano había echado a perder los
planes de Dios con opresiones, violencias y desigualdades. Dios, en Jesús,
llama el mundo al nuevo orden, donde todos los seres humanos son igualmente dignos
y de este modo se inaugura una nueva era de plenitud.
Esta
fiesta nos invita a vivir en el presente el futuro prometido por Dios y
adelantado en la Virgen. María vivió su existencia como una manifestación de la
obra salvadora de Dios. No hubo momento de su existencia en el que el amor
misericordioso del Padre no se hiciera solidaridad, misericordia y compasión
con todas las personas que, como ella, vivían situaciones de pobreza y
exclusión.
María
encarnó todos aquellos valores que nos permiten comprender como el futuro de
Dios se puede manifestar en las limitaciones de nuestro presente. María nos
invita a vivir gozosamente la vida como un encuentro permanente con el Dios de
la vida y la historia que realiza su obra redentora en las miserias de nuestro
mundo y en las limitaciones de nuestra existencia.
La
Asunción es la victoria de Dios confirmada en María y asegurada para nosotros.
La Asunción es una señal y promesa de la gloria que nos espera, cuando en el
fin del mundo, nuestros cuerpos resuciten y sean reunidos con nuestras almas.
«Hoy
sube al cielo la Virgen llena de gloria, y colma de gozo a los ciudadanos
celestes». « ¡Qué regalo más hermoso envía hoy nuestra tierra al cielo! Con
este gesto maravilloso de amistad —que es dar y recibir— se funden lo humano y
lo divino, lo terreno y lo celeste, lo humilde y lo sublime. El fruto más
granado de la tierra está allí, de donde proceden los mejores regalos y los
dones de más valor. Encumbrada a las alturas, la Virgen Santa prodigará sus
dones a los hombres». San Bernardo
Para discernir
¿Cómo
ilumina mi fe la realidad de la muerte?
¿Qué
lugar le doy a la Virgen en mi esperanza?
La
Asunción de la Virgen ¿Qué le aporta a mi experiencia de fe?
Repitamos a lo largo de este día
El
Poderoso ha hecho grandes cosas en mí
Para la lectura espiritual
…”El
evangelio de la mañana de pascua describe la resurrección como la capacidad de
ver abiertas las tumbas y de divisar la vida en el lugar de la muerte. Se trata
de una experiencia tan antigua y tan profundamente arraigada en los seres
humanos que, probablemente, nuestra misma conciencia, nuestra misma humanidad,
nunca hubiera podido madurar y realizarse a sí misma si, al mismo tiempo, no
hubiéramos desarrollado la capacidad de ver el mundo también de una manera
diferente de como lo vemos sólo con los ojos terrenos. Si nos consideramos
únicamente hijos de este mundo, estamos perdidos. Si la última palabra sobre
nuestra existencia fuera que somos sólo lo que vemos, es decir, un mecanismo de
breve duración, una envoltura sombría, los pocos años que estamos aquí no
serían otra cosa más que un sueño fugaz, algo irreal, incomprensible, nada más
que un capricho y un juego de la naturaleza.
Las
primeras fórmulas interpretaron unánimemente la resurrección de Jesús como una
transformación de nuestra vida ya aquí en la tierra. No es que Jesús haya
fundado la fe en una prosecución de la vida o en una continuación de la
existencia. Es mucho más importante el hecho de que Jesús vivió la vida contra
la muerte y que no quería, ciertamente, que nosotros empezáramos a vivir sólo
después de haber muerto físicamente. Las mujeres que la mañana de pascua van al
sepulcro advierten la gran cantidad de energía que emana de Jesús. Jesús tuvo
dentro de él este poder gracias a su confianza en la vida, hasta tal punto que
la resurrección de la muerte puede empezar en este momento”…
E. Drewermann,
La riqueza de la vida, Brescia 1998, pp. 268-270, passim.
PROFUNDIZAMOS
UN POCO MÁS
Fundamento
de este dogma
El Papa Pío XII bajo la inspiración del Espíritu Santo, y después de consultar con todos los obispos de la Iglesia Católica, y de escuchar el sentir de los fieles, el primero de Noviembre de 1950, definió solemnemente con su suprema autoridad apostólica, el dogma de la Asunción de María. Este fue promulgado en la Constitución “Munificentissimus Deus”:
“Después
de elevar a Dios muchas y reiteradas preces y de invocar la luz del Espíritu de
la Verdad, para gloria de Dios omnipotente, que otorgó a la Virgen María su
peculiar benevolencia; para honor de su Hijo, Rey inmortal de los siglos y
vencedor del pecado y de la muerte; para aumentar la gloria de la misma augusta
Madre y para gozo y alegría de toda la Iglesia, con la autoridad de nuestro
Señor Jesucristo, de los bienaventurados apóstoles Pedro y Pablo y con la
nuestra, pronunciamos, declaramos y definimos ser dogma divinamente revelado
que La Inmaculada Madre de Dios y siempre Virgen María, terminado el curso de
su vida terrenal, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria del cielo”.
El
Papa Pío XII presentó varias razones fundamentales para la definición del
dogma:
1-La
inmunidad de María de todo pecado: La descomposición del cuerpo es consecuencia
del pecado, y como María, careció de todo pecado, entonces Ella estaba libre de
la ley universal de la corrupción, pudiendo entonces, entrar prontamente, en
cuerpo y alma, en la gloria del cielo.
2-Su
Maternidad Divina: Como el cuerpo de Cristo se había formado del cuerpo de
María, era conveniente que el cuerpo de María participara de la suerte del
cuerpo de Cristo. Ella concibió a Jesús, le dio a luz, le nutrió, le cuidó, le
estrechó contra su pecho. No podemos imaginar que Jesús permitiría que el
cuerpo, que le dio vida, llegase a la corrupción.
3-Su
Virginidad Perpetua: como su cuerpo fue preservado en integridad virginal,
(toda para Jesús y siendo un tabernáculo viviente) era conveniente que después
de la muerte no sufriera la corrupción.
4-Su
participación en la obra redentora de Cristo: María, la Madre del Redentor,
por su íntima participación en la obra redentora de su Hijo, después de
consumado el curso de su vida sobre la tierra, recibió el fruto pleno de la
redención, que es la glorificación del cuerpo y del alma.
Para rezar
Decir
tu nombre, María
Decir
tu nombre, María,
es decir que la Pobreza
compra los ojos de Dios.
es decir que la Pobreza
compra los ojos de Dios.
Decir
tu nombre, María,
es decir que la Promesa
sabe a leche de mujer.
es decir que la Promesa
sabe a leche de mujer.
Decir
tu nombre, María,
es decir que nuestra carne
viste el silencio del Verbo.
es decir que nuestra carne
viste el silencio del Verbo.
Decir
tu nombre, María,
es decir que el Reino viene
caminando con la Historia.
es decir que el Reino viene
caminando con la Historia.
Decir
tu nombre, María,
es decir junto a la Cruz
y en las llamas del Espíritu.
es decir junto a la Cruz
y en las llamas del Espíritu.
Decir
tu nombre, María,
es decir que todo nombre
puede estar lleno de Gracia.
es decir que todo nombre
puede estar lleno de Gracia.
Decir
tu nombre, María,
es decir que toda muerte
puede ser también Su Pascua.
es decir que toda muerte
puede ser también Su Pascua.
Decir
tu nombre, María,
es decirte Toda Suya,
Causa de Nuestra Alegría.
es decirte Toda Suya,
Causa de Nuestra Alegría.
Oración
Señor
Dios todopoderoso, Tú que, mirando complacido la profunda humildad de la
siempre Virgen María, la elevaste a la excelsa dignidad de ser madre de tu Hijo
hecho hombre y, en este día, la coronaste de gloria y de honor, concédenos, por
su intercesión, que ya que como María tenemos parte en tu redención,
alcancemos, también como ella, la gloria del reino de los cielos. Por nuestro
Señor Jesucristo, tu Hijo.
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