3 de julio de 2019 – TO – MIÉRCOLES DE LA XIII SEMANA
3 de Julio - SANTO TOMÁS, APÓSTOL (F)
¡Señor mío y Dios mío!
Lectura de la
carta del apóstol san Pablo
a los cristianos
de Efeso 2, 19-22
Hermanos:
Ustedes ya no
son extranjeros ni huéspedes, sino conciudadanos de los santos y miembros de la
familia de Dios. Ustedes están edificados sobre los apóstoles y los profetas,
que son los cimientos, mientras que la piedra angular es el mismo Jesucristo.
En él, todo el edificio, bien trabado, va creciendo para constituir un templo
santo en el Señor.
En él, también
ustedes son incorporados al edificio, para llegar a ser una morada de Dios en
el Espíritu.
Palabra de Dios.
SALMO Sal
116, 1. 2 (Cf. R.: Mc. 16, 15)
R. Vayan
por todo el mundo, anuncien la Buena Noticia.
¡Alaben al Señor,
todas las naciones,
glorifíquenlo,
todos los pueblos! R.
Porque es
inquebrantable su amor por nosotros,
y su fidelidad
permanece para siempre. R.
EVANGELIO
Lectura del
santo Evangelio según san Juan 20, 24-29
Tomás, uno de
los Doce, de sobrenombre el Mellizo, no estaba con ellos cuando llegó Jesús.
Los otros discípulos le dijeron: «¡Hemos visto al Señor!»
El les
respondió: «Si no veo la marca de los clavos en sus manos, si no pongo el dedo
en el lugar de los clavos y la mano en su costado, no lo creeré.»
Ocho días más
tarde, estaban de nuevo los discípulos reunidos en la casa, y estaba con ellos
Tomás. Entonces apareció Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio
de ellos y les dijo: «¡La paz esté con ustedes!»
Luego dijo a
Tomás: «Trae aquí tu dedo: aquí están mis manos. Acerca tu mano: Métela en mi
costado. En adelante no seas incrédulo, sino hombre de fe.»
Tomas respondió:
«¡Señor mío y Dios mío!»
Jesús le dijo:
«Ahora crees, porque me has visto. ¡Felices los que creen sin haber visto!»
Palabra del
Señor.
Para
reflexionar
Hoy, la Iglesia
celebra la fiesta de Santo Tomás: “el incrédulo”. La experiencia de los
apóstoles con Jesús había despertado falsas expectativas, porque para muchos de
ellos se limitaba a una restauración social y política.
Los hechos del
viernes santo produjeron miedo, sentimiento de fracaso, la decepción, tanto en
Tomás como en otros discípulos del Señor. Uno de los elementos comunes de todas
las apariciones de Jesús descritas o citadas en los evangelios, es que se trata
de encuentros personales; para los destinatarios fueron una vivencia objetiva.
En ella pudieron experimentar que Jesús no era un espíritu. Era el crucificado,
no cabía duda: vieron la marca de la cruz en su cuerpo. Y, paradójicamente, era
distinto: su corporeidad no estaba sujeta a las limitaciones propias del tiempo
y del espacio. En cualquier caso, sólo se le puede reconocer si Él se da a
conocer.
El evangelista
Juan, después de describir la aparición de Jesús, el mismo domingo de resurrección;
nos dice que el apóstol Tomás no estaba allí, cuando los Apóstoles que habían
visto al Señor, dieron testimonio de lo que había sucedido. La frase de los
discípulos: ¡Hemos visto al Señor!, formula la experiencia que los ha
transformado. Esta nueva realidad muestra por sí sola que Jesús no es una
figura del pasado, sino que está vivo y activo entre los suyos.
Tomás
experimenta dificultades para aceptar la resurrección, y no acepta el
testimonio de los discípulos. Exige pruebas tangibles, lógicas, válidas. A
pesar del aparente fracaso en que viven no ha abandonado la comunidad de
discípulos. Quizás por ese motivo a Tomás no le bastan las palabras de los
otros discípulos. Pasados ocho días, Jesús se aparece otra vez y dice a Tomás:
«Acerca aquí tu dedo y mira mis manos; trae tu mano y métela en mi costado, y
no seas incrédulo sino creyente».
Es necesaria la
aparición de Jesús, que se presenta en medio de ellos y le ofrece a Tomás las
pruebas que había exigido y lo que es más importante, lo invita a creer. Jesús,
demostrándole su amor, toma la iniciativa y lo invita a tocarlo. La
resurrección no lo ha despojado de su condición humana anterior: es la
condición humana llevada a su cumbre que asume toda su historia y su pasado. La
delicadeza de la cercanía de Jesús provoca una confesión personal cargada de
afecto: “Señor mío y Dios mío”. Tomás manifiesta no sólo su fe en la
resurrección de Jesús, sino también en su divinidad porque la consecuencia
última de la resurrección del Mesías es el reconocimiento como Hijo de Dios.
Sólo cuando todo
es oscuro y se pierde toda seguridad es posible experimentar la fuerza de la
fe. Jesús resucitado invitará de ahora en adelante a todos los hombres, a
lanzarse con absoluta confianza al aparente vacío del creer, sólo apoyados en
el testimonio y la experiencia eclesial que nos trasmite la fe.
La comunidad que
se renueva desde la vivencia de la Palabra y los sacramentos, que crece y vive
en la experiencia del amor mutuo que sana heridas, será la invitación a creer
para los hombres de hoy, para los nuevos Tomás que necesitan creer.
Para
discernir
¿Qué necesito
ver para creer?
¿Qué lugar ocupa
la comunidad en mi experiencia de fe?
¿Qué signos doy
de la presencia del Resucitado en mi vida?
Repitamos
a lo largo de este día
Señor mío, y
Dios mío
Para
la lectura espiritual
…”Santo Tomás
quiere seguir a Cristo donde sea que vaya y comprender todo lo que dice…
Cuando Jesús, en
un momento crítico de su vida, decidió ir a Betania para resucitar a Lázaro, acercándose
de esta manera, peligrosamente, de Jerusalén (cf Mc 10,32), Tomás dijo a sus
condiscípulos: «Vayamos, nosotros también, a morir con él» (Jn 11,16). Su
determinación de seguir al Maestro es verdaderamente ejemplar y nos da una
preciosa enseñanza: revela su total disponibilidad de adherirse a Jesús, hasta
identificarse con su suerte y querer compartir con él la prueba suprema de la
muerte. En efecto…, cuando los evangelios emplean el verbo «seguir», es para
significar que donde se dirige Jesús, también allí debe ir su discípulo. La
vida cristiana se define, pues, como una vida con Jesucristo…: morir juntos,
vivir juntos, estar en su corazón como él está en el nuestro.
Una segunda
intervención de Tomás se nos narra en la última Cena. Jesús, prediciendo su
inminente partida, anuncia que va a preparar un lugar para sus discípulos a fin
de que también éstos puedan estar donde él se encuentre. Y les precisa: «Para
ir adonde yo voy ya sabéis el camino» (Jn 14,4). Es entonces cuando Tomás
interviene diciendo: «Señor, si no sabemos dónde vas, ¿cómo podemos saber el
camino?»… Sus palabras dan ocasión a Jesús de pronunciar la célebre definición:
«Yo soy, el Camino, la Verdad y la Vida» (Jn 14,6). Es, pues, a Tomás a quien
se ha hecho por primera vez esta revelación, pero es válida para todos nosotros
y por todos los tiempos…
Al mismo tiempo,
esta pregunta nos confiere el derecho, por así decir, de pedir explicaciones a
Jesús. A menudo, no lo comprendemos. Tengamos la valentía de decir: «No te
comprendo, Señor, escúchame, ayúdame a comprender». Así, con esta sencillez,
que es la verdadera manera de orar, de hablar a Jesús, expresamos nuestra pobre
capacidad de comprender y, al mismo tiempo, nos ponemos en la confiada actitud
de los que esperan la luz y la fuerza de parte de aquel que nos la puede dar”…
Papa Benedicto XVI – Audiencia general
del 27-9-06
Para
rezar
Una comunidad
que convence y llena
Una comunidad
dice mucho cuando es de Jesús.
Cuando habla de Jesús y no de sus reuniones.
Cuando anuncia a Jesús y no se anuncia a sí misma.
Cuando se gloría de Jesús y no de sus méritos.
Cuando se reúne en torno de Jesús y no en torno de sus problemas.
Cuando se extiende para Jesús y no para sí misma.
Cuando habla de Jesús y no de sus reuniones.
Cuando anuncia a Jesús y no se anuncia a sí misma.
Cuando se gloría de Jesús y no de sus méritos.
Cuando se reúne en torno de Jesús y no en torno de sus problemas.
Cuando se extiende para Jesús y no para sí misma.
Cuando se apoya
en Jesús y no en su propia fuerza.
Cuando vive de Jesús y no vive de sí misma.
Una comunidad dice mucho cuando es de Jesús.
Cuando vive de Jesús y no vive de sí misma.
Una comunidad dice mucho cuando es de Jesús.
Una comunidad
dice poco cuando habla de sí misma.
Cuando comunica sus propios méritos.
Cuando anuncia sus reuniones.
Cuando comunica sus propios méritos.
Cuando anuncia sus reuniones.
Cuando da
testimonio de sus compromisos.
Cuando se gloría de sus valores.
Cuando se extiende en provecho propio.
Cuando vive para sí misma.
Cuando se apoya en sus fuerzas.
Una comunidad dice poco cuando habla de sí misma.
Cuando se gloría de sus valores.
Cuando se extiende en provecho propio.
Cuando vive para sí misma.
Cuando se apoya en sus fuerzas.
Una comunidad dice poco cuando habla de sí misma.
Una comunidad no
se tambalea por las fallas, sino por la falta de fe.
No se debilita por los pecados, sino por la ausencia de Jesús.
No se rompe por las tensiones, sino por olvido de Jesús.
No se queda pequeña por carencia de valores, sino porque Jesús dentro de ella es pequeño.
No se ahoga por falta de aire fresco, sino por asfixia de Jesús.
Una comunidad es fuerte cuando Jesús dentro de ella es fuerte.
No se debilita por los pecados, sino por la ausencia de Jesús.
No se rompe por las tensiones, sino por olvido de Jesús.
No se queda pequeña por carencia de valores, sino porque Jesús dentro de ella es pequeño.
No se ahoga por falta de aire fresco, sino por asfixia de Jesús.
Una comunidad es fuerte cuando Jesús dentro de ella es fuerte.
Una comunidad
pesa cuando Jesús dentro de ella tiene peso.
Una comunidad marcha unida cuando Jesús está en medio.
Una comunidad se extiende cuando extiende a Jesús.
Una comunidad vive cuando vive Jesús.
Una comunidad marcha unida cuando Jesús está en medio.
Una comunidad se extiende cuando extiende a Jesús.
Una comunidad vive cuando vive Jesús.
Una comunidad convence y llena,
cuando es la
comunidad de Jesús.
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