26
de julio de 2019 – TO – VIERNES DE LA XVI SEMANA
26 de julio - Santos Joaquín y Ana, padres de Santa María Virgen
(M.O.)
Lectura
del libro del Eclesiástico 44, 1. 9-15
Elogiemos
a los hombres ilustres, a los antepasados de nuestra raza. No sucede así con
aquellos, los hombres de bien, cuyas obras de justicia no han sido olvidadas.
Con su descendencia se perpetúa la rica herencia que procede de ellos.
Su
descendencia fue fiel a las alianzas y también sus nietos, gracias a ellos. Su
descendencia permanecerá para siempre, y su gloria no se extinguirá.
Sus
cuerpos fueron sepultados en paz, y su nombre sobrevive a través de las
generaciones. Los pueblos proclaman su sabiduría, y la asamblea anuncia su
alabanza.
Palabra
de Dios.
SALMO Sal
131, 11. 13-14. 17-18 (R.: Lc 1, 32b)
R. El
Señor Dios le dará el trono de David, su padre.
El
Señor hizo un juramento a David,
una
firme promesa, de la que no se retractará:
«Yo
pondré sobre tu trono
a
uno de tus descendientes.» R.
Porque
el Señor eligió a Sión,
y
la deseó para que fuera su Morada.
«Este
es mi Reposo para siempre;
aquí
habitaré, porque lo he deseado. R.
Allí
haré germinar el poder de David:
yo
preparé una lámpara para mi Ungido.
Cubriré
de vergüenza a sus enemigos,
y
su insignia real florecerá sobre él.» R.
EVANGELIO
Lectura
del santo Evangelio según san Mateo 13, 16-17
Jesús
dijo a sus discípulos:
«Felices,
en cambio, los ojos de ustedes, porque ven; felices sus oídos, porque oyen. Les
aseguro que muchos profetas y justos desearon ver lo que ustedes ven y no lo
vieron; oír lo que ustedes oyen, y no lo oyeron.»
Palabra
del Señor.
Si
de la feria: Ex. 20,1 – 17
Mt.
13, 18-23
Para reflexionar
Ante
la necesidad de dilucidar la cuestión de la ascendencia de María, Padres de la
Iglesia oriental, como San Epifanio y San Juan Damasceno, tomaron de una vieja
tradición en la que aparecen diversas noticias acerca de los abuelos maternos
de Jesús. Por otra parte, el hecho de que tantas veces encontremos
representaciones pictóricas y escultóricas alusivas a los primeros años de
María, quien aparece reclinada en los brazos de su madre, Santa Ana, y a
escenas de la vida pastoril de San Joaquín, a quien se presenta como padre de
María, atestigua la popularidad y el cariño con que han gozado en el pueblo
cristiano, San Joaquín y Santa Ana como padres de María y abuelos de Jesús.
La
devoción a Santa Ana es más popular y más antigua que la de San Joaquín. Ya en
el año 550, el 25 de Julio el emperador Justiniano le dedicó una basílica a
Santa Ana en Constantinopla. Desde entonces, las iglesias orientales celebraron
su fiesta en esa fecha. Siglos más tarde, y sobre todo a raíz de las cruzadas,
esta celebración se difundió en Occidente, pero la celebración se colocó el día
26. Finalmente, en 1584 la fiesta quedó fijada para toda la Iglesia, tanto en
los países orientales como en los occidentales.
El
culto de San Joaquín se introduce hacia el siglo XIV, época en la que también
se populariza el culto de San José. Dos siglos más tarde se consolida la fiesta
que se celebraba primero el 20 de marzo. En 1738 se trasladó al domingo
siguiente al 15 de agosto (Asunción de la Virgen); y finalmente, a principios
del siglo XX, el Papa Pío X la fijó en el día siguiente de la Asunción, el 16
de agosto. A raíz de la reforma litúrgica del Concilio Vaticano II, en 1969, se
unió la conmemoración de los padres de María en una única fiesta, la del 26 de
julio.
***
Ante
la ausencia de datos ciertos, el pasaje de Mateo, nos sirve como marco de
reflexión para la celebración de la fiesta de san Joaquín y santa Ana. Jesús
alaba y llama felices a los discípulos porque, no solamente ven y escuchan lo
que todos ven y escuchan, sino porque, además, pueden descubrir el paso de
Dios. A diferencia de las otras bienaventuranzas que encontramos en Mateo 5, en
esta, no se hace mención alguna a la condición de contrariedad o desgracia
actual de los futuros bienaventurados. La felicidad aquí, es ver y entender
desde ahora mismo el proyecto de Jesús. Jesús afirma que la felicidad se
encuentra en el hecho de poder verlo y de oír sus palabras, porque con Él, ha
llegado el tiempo definitivo (cfr. Heb 1,1-2), de tal manera que, al poner la
mirada en su persona, podemos hablar de un antes y un después.
Así,
Dios se sirve de unos elementos humanos como preparación del nuevo tiempo: por
el hecho de formar parte de nuestra historia, el Hijo de Dios necesita una
madre, y ésta será María; la Virgen también necesita unos padres que fueron
Joaquín y Ana. Ellos, sin saberlo, serán los abuelos del Mesías.
La
felicidad es haber descubierto la perla de gran valor. “El Reino de los cielos
se parece también a un comerciante en perlas finas, que, al encontrar una de
gran valor, se va a vender todo lo que tiene y la compra…” (Mt 13, 44-45). Así,
pues, a semejanza de un tesoro o de una perla de gran valor, el Reino de Dios
-el Reino de los cielos – se encontraba escondido en aquella casa de Nazaret,
en la que María, hija de Joaquín y Ana, se preparaba al momento de la
Anunciación.
…”Nosotros,
cuando meditamos sobre el acontecimiento de la Anunciación en la plegaria del
“Ángelus Domini”, pedimos que el Reino de Dios -el Reino de los cielos- esté
también escondido en nuestros corazones, en nuestras familias, en todo el campo
de nuestra vida, a fin de que no se malgaste este tesoro, no se pierda esta
perla de tanto valor, no se pierda por ningún motivo, ya que, “¿qué aprovecha
al hombre ganar todo el mundo si pierde su alma?” …(San Juan Pablo II 1981)
Por
todo esto, San Juan Damasceno felicita a los santos esposos con estas palabras:
« ¡Oh matrimonio feliz de Joaquín y Ana, limpio en verdad de toda culpa! Seréis
conocidos por el fruto de vuestras entrañas». Qué felicidad para los padres que
tienen la suerte de tener unos hijos que pueden admirar su fidelidad y
agradecer su comportamiento generoso, por el cual recibieron su existencia
humana y cristiana. Pero también qué felicidad para los hijos que tienen la
suerte de conocer más y mejor a Jesucristo, puesto que han recibido de sus
respectivos padres la formación cristiana, con el ejemplo de vida y de oración
familiar.
Para discernir
¿Le
damos valor a los gestos cotidianos en los que Dios nos manifiesta su proyecto
de amor?
¿Buscamos
a Dios en lo sencillo de la vida?
¿Le
damos valor a nuestra familia y a nuestra historia?
Para rezar
Señor,
Dios de nuestros padres,
que
concediste a san Joaquín y a santa Ana
el
privilegio de tener como hija a María,
la
madre del Señor, concédenos,
por
la intercesión de estos dos santos,
la
salvación que has prometido a tu pueblo.
Por
nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.
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