24 de julio de 2019


24 de julio de 2019 – TO - MIÉRCOLES DE LA XVI SEMANA

Dieron fruto al ciento por uno

 Lectura del libro del Éxodo    16, 1-5. 9-15

Los israelitas partieron de Elím, y el día quince del segundo mes después de su salida de Egipto, toda la comunidad de los israelitas llegó al desierto de Sin, que está entre Elím y el Sinaí.
En el desierto, los israelitas comenzaron a protestar contra Moisés y Aarón. «Ojalá el Señor nos hubiera hecho morir en Egipto, les decían, cuando nos sentábamos delante de las ollas de carne y comíamos pan hasta saciarnos. Porque ustedes nos han traído a este desierto para matar de hambre a toda esta asamblea.»
Entonces el Señor dijo a Moisés: «Yo haré caer pan para ustedes desde lo alto del cielo, y el pueblo saldrá cada día a recoger su ración diaria. Así los pondré a prueba, para ver si caminan o no de acuerdo con mi ley. El sexto día de la semana, cuando preparen lo que hayan juntado, tendrán el doble de lo que recojan cada día.»
Moisés dijo a Aarón: «Da esta orden a toda la comunidad de los israelitas: Preséntense ante el Señor, porque él ha escuchado sus protestas.» Mientras Aarón les estaba hablando, ellos volvieron su mirada hacia el desierto, y la gloria del Señor se apareció en la nube. Y el Señor dijo a Moisés:
«Yo escuché las protestas de los israelitas. Por eso, háblales en estos términos: “A la hora del crepúsculo ustedes comerán carne, y por la mañana se hartarán de pan. Así sabrán que yo, el Señor, soy su Dios.”»
Efectivamente, aquella misma tarde se levantó una bandada de codornices que cubrieron el campamento; y a la mañana siguiente había una capa de rocío alrededor de él. Cuando esta se disipó, apareció sobre la superficie del desierto una cosa tenue y granulada, fina como la escarcha sobre la tierra. Al verla, los israelitas se preguntaron unos a otros: «¿Qué es esto?» Porque no sabían lo que era. Entonces Moisés les explicó: «Este es el pan que el Señor les ha dado como alimento.» 
Palabra de Dios.

SALMO    Sal 77, 18-19. 23-24. 25-26. 27-28 (R.: 24b) 
R.    El Señor les dio como alimento un trigo celestial.

Los israelitas tentaron a Dios en sus corazones,
pidiendo comida a su antojo.
Hablaron contra Dios, diciendo:
«¿Acaso tiene Dios poder suficiente
para preparar una mesa en el desierto?» R.

Entonces mandó a las nubes en lo alto
y abrió las compuertas del cielo:
hizo llover sobre ellos el maná,
les dio como alimento un trigo celestial. R.

Todos comieron un pan de ángeles,
les dio comida hasta saciarlos.
Hizo soplar desde el cielo el viento del este,
atrajo con su poder el viento del sur. R.

Hizo llover sobre ellos carne como polvo
y pájaros como arena del mar:
los dejó caer en medio del campamento,
alrededor de sus carpas. R.

EVANGELIO
Lectura del santo Evangelio según san Mateo    13, 1-9

Aquel día, Jesús salió de la casa y se sentó a orillas del mar. Una gran multitud se reunió junto a él, de manera que debió subir a una barca y sentarse en ella, mientras la multitud permanecía en la costa. Entonces él les habló extensamente por medio de parábolas.
Les decía: «El sembrador salió a sembrar. Al esparcir las semillas, algunas cayeron al borde del camino y los pájaros las comieron. Otras cayeron en terreno pedregoso, donde no había mucha tierra, y brotaron en seguida, porque la tierra era poco profunda; pero cuando salió el sol, se quemaron y, por falta de raíz, se secaron. Otras cayeron entre espinas, y estas, al crecer, las ahogaron. Otras cayeron en tierra buena y dieron fruto: unas cien, otras sesenta, otras treinta. ¡El que tenga oídos, que oiga!»
Palabra del Señor.

Para reflexionar

El pueblo ya se ha olvidado de la victoria del Mar Rojo y de la fidelidad de Dios. Ahora experimenta la dureza del desierto y empieza a protestar.
El peor enemigo de Moisés es el pueblo mismo, no los egipcios al principio, o los enemigos que encuentran en el camino.
Esta vez tienen hambre, porque el desierto es escaso en medios de subsistencia. Pero Dios, una vez más, se muestra cercano. Se sirve de dos fenómenos naturales que, fueron interpretados como actuaciones prodigiosas de Dios para con su pueblo. Una bandada de codornices y el maná.
El maná y las codornices que Dios nos regala para nuestro camino, hoy, son: su Palabra, la Eucaristía que es el Pan de vida, y la ayuda de las demás personas que comparten nuestra vida y con las que hacemos camino en común.
***
Comienza Mateo con el tercer gran discurso formativo de Jesús a sus discípulos. En este nuevo discurso Jesús no sólo dice lo que hay que hacer sino que también les enseña a discernir la voluntad de Dios en cada circunstancia de la vida.
Para Jesús en el lenguaje de las parábolas nos revela su experiencia de Dios, su relación, su intimidad a la vez que nos introduce en verdaderos ejercicios de discernimiento espiritual que tratan de captar el acontecer silencioso del Reino en medio de las circunstancias de la vida e invitan a realizar una elección correcta de la voluntad de Dios.
Con la parábola del sembrador, desde una imagen muy conocida para la gente que lo rodea, revela algo cada uno en relación con la Palabra que es él.
Así como el “sembrador” esparce la semilla en la tierra sin escatimar, así también Jesús anuncia la Palabra confiada por Padre a todos, sin distinciones y sin reservas. No busca sembrar en el mejor de los terrenos para asegurarse la mejor de las cosechas. Él ha venido para que todos «tengan vida y la tenga en abundancia». Por eso, no escatima en desparramar puñados generosos de semillas, ya sea «a lo largo del camino», como «entre piedras», o «entre espinos.
La imagen del sembrador aparentemente inexperto proclama la bondad de Dios, quien no tiene límites para ofrecer sus bendiciones.
La pequeña porción de semilla que cayó posiblemente en un rincón del terreno, en un trozo de tierra abonada. Creció y dio mucho fruto. De modo semejante ocurre con la Palabra anunciada por Jesús, tendrá una fecundidad extraordinaria en quien reconoce en el Evangelio de Jesús la voluntad del Padre y está dispuesto a acogerla y ponerla en práctica.
Dios se ha hecho Palabra para que pudiéramos entrar en relación con él y sigue dirigiéndonos su Palabra a cada uno de nosotros de manera personal. Esto implica para cada uno el hacerse a sí mismo “buena tierra” desde la confianza en la fuerza de la palabra de Jesús para que esta semilla pueda crecer y de frutos de vida renovada en la justicia y la misericordia.
Aún cuando nos parezca que habla a la muchedumbre, Dios nos tiene presente a cada uno con nuestra realidad personal y tiene un proyecto salvífico para cada hombre.
Frente al desánimo que sentimos muchas veces cuando todo el esfuerzo que se realiza parece inútil, que se gastan demasiadas fuerzas y que son pocos los resultados, el relato de la parábola presenta una conclusión sorprendente: el terreno fértil, el que acoge generosamente la semilla- produce una cosecha que supera cualquier expectativa razonable.

Para rezar

Señor, enséñanos a orar, a abrir las manos ante ti.
Orar con limpio corazón, que sólo cante para Ti,
con la mirada puesta en Ti, dejando que hable, Señor.
Orar buscando la verdad, cerrar los ojos para ver.
Dejarnos seducir, Señor, andar por tus huellas de paz.
Orar hablándote a Ti, de tu silencio y de tu voz,
de tu presencia que es calor. Dejarnos descubrir por Ti.
Orar también en sequedad, las manos en tu hombro, Señor.
Mirarte con sinceridad: Aquí nos tienes, Señor.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Te invitamos a dejarnos tus comentarios, sugerencias u observaciones. Gracias por hacerlo.