23
de julio de 2019 – TO – MARTES DE LA XVI SEMANA
Éstos son mi
madre y mis hermanos
Lectura
del libro del Éxodo 14, 21-15, 1
Moisés
extendió su mano sobre el mar, y el Señor hizo retroceder el mar con un fuerte
viento del este, que sopló toda la noche y transformó el mar en tierra seca.
Las aguas se abrieron, y los israelitas entraron a pie en el cauce del mar,
mientras las aguas formaban una muralla, a derecha e izquierda. Los egipcios
los persiguieron, y toda la caballería del Faraón, sus carros y sus guerreros,
entraron detrás de ellos en medio del mar.
Cuando
estaba por despuntar el alba, el Señor observó las tropas egipcias desde la
columna de fuego y de nube, y sembró la confusión entre ellos. Además, frenó
las ruedas de sus carros de guerra, haciendo que avanzaran con dificultad. Los
egipcios exclamaron: «Huyamos de Israel, porque el Señor combate en favor de
ellos contra Egipto.»
El
Señor dijo a Moisés: «Extiende tu mano sobre el mar, para que las aguas se
vuelvan contra los egipcios, sus carros y sus guerreros.» Moisés extendió su
mano sobre el mar y, al amanecer, el mar volvió a su cauce. Los egipcios ya
habían emprendido la huida, pero se encontraron con las aguas, y el Señor los
hundió en el mar. Las aguas envolvieron totalmente a los carros y a los
guerreros de todo el ejército del Faraón que habían entrado en medio del mar
para perseguir a los israelitas. Ni uno solo se salvó. Los israelitas, en
cambio, fueron caminando por el cauce seco del mar, mientras las aguas formaban
una muralla, a derecha e izquierda.
Aquel
día, el Señor salvó a Israel de las manos de los egipcios. Israel vio los
cadáveres de los egipcios que yacían a la orilla del mar, y fue testigo de la
hazaña que el Señor realizó contra Egipto. El pueblo temió al Señor, y creyó en
él y en Moisés, su servidor.
Entonces
Moisés y los israelitas entonaron este canto en honor del Señor:
SALMO Ex
15, 8-9. 10 y 12. 17 (R.: 1b)
R. Cantaré
al Señor, que se ha cubierto de gloria.
Al
soplo de tu ira se agolparon las aguas,
las
olas se levantaron como un dique,
se
hicieron compactos los abismos del mar.
El
enemigo decía:
«Los
perseguiré, los alcanzaré,
repartiré
sus despojos, saciaré mi avidez,
desenvainaré
la espada,
mi
mano los destruirá.» R.
Tú
soplaste con tu aliento,
y
el mar los envolvió;
se
hundieron como plomo en las aguas formidables.
Extendiste
tu mano y los tragó la tierra. R.
Tú
lo llevas y lo plantas
en
la montaña de tu herencia,
en
el lugar que preparaste para tu morada,
en
el Santuario, Señor, que fundaron tus manos. R.
EVANGELIO
Lectura
del santo Evangelio según san Mateo 12, 46-50
Jesús
estaba hablando a la multitud, cuando su madre y sus hermanos, que estaban
afuera, trataban de hablar con él. Alguien le dijo: «Tu madre y tus hermanos
están ahí afuera y quieren hablarte.»
Jesús
le respondió: «¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?» Y señalando con
la mano a sus discípulos, agregó: «Estos son mi madre y mis hermanos. Porque
todo el que hace la voluntad de mi Padre que está en el cielo, ese es mi
hermano, mi hermana y mi madre.»
Palabra
del Señor.
Para reflexionar
Hoy
tenemos la descripción de los últimos episodios del paso del mar Rojo. Dios ha
salvado a Israel de la esclavitud de Egipto. Este hecho es como el núcleo
fundamental de su fe.
Los
judíos aprovecharon una especie de marea baja, y el viento fuerte del este secó
las aguas más superficiales de aquel lugar de paso. Los egipcios, por otro
lado, nublados por la obsesión de alcanzar a los fugitivos, no se dieron cuenta
de que las aguas volvían a su cauce. Entrar en el terreno pantanoso fue la
ruina de sus carros y de todo el ejército. La otra versión más épica, que
también aparece en la lectura, es la de las aguas formando como una muralla a
derecha e izquierda del pueblo.
Lo
importante es que el pueblo experimenta que aquel día el Señor los salvó de las
manos de Egipto y creyó en el Señor y en Moisés.
Las
distintas tradiciones confluyen para explicar que los orígenes del pueblo
hebreo se deben ante todo a la iniciativa de Dios.
Los
autores no pretenden describir unos detalles históricos concretos. Este texto,
escrito mucho después de sucedido, pero partiendo de tradiciones orales, ha
querido valorizar una vez más, la presencia de Dios que acompaña y salva a su
pueblo. Israel vio la mano fuerte que el Señor había desplegado.
***
El
rechazo del Reino por parte de los fariseos hecho en presencia de la multitud,
ha puesto de relieve la profundidad que el Reino de Dios, produce en todo
hombre. Jesús se dirigirá ahora a todos para invitarlos al discipulado y al
seguimiento.
En
este pasaje todavía Jesús estaba hablando a la gente, cuando su madre y sus
hermanos se presentaron a, tratando de hablar con El.
Con
el término “madre y hermanos” se designa una realidad amplia, que puede
englobar la pertenencia a la misma familia, pero también el parentesco entre
los miembros de un clan o de una tribu.
Jesús
dijo: “¿Quién es mi madre? ¿Quiénes son mis hermanos?”, sorprende la pregunta
porque todos los que lo conocen, en efecto, saben que la que está allí fuera es
su madre.
La
pregunta no significa un desprecio de Jesús hacia los suyos: nadie ha amado a
su madre mejor que El con un amor fuerte. Pero Jesús quiso poner de relieve la
ruptura, que el Reino de los cielos introduce en las relaciones humanas en
general, y en la familia de sangre en particular. Aquellos con quienes lo ligan
lazos familiares no son los que se hallan “fuera”, sino los que se encuentran
con El, a los que puede señalar con la mano, “los discípulos”.
Frente
a la familia de sangre, se presenta la verdadera familia. De esta forma Jesús
señala que el vínculo de sangre derivado de la pertenencia a un mismo hogar,
clan o pueblo debe ceder ante otro tipo de vínculo: el que surge del
discipulado y del seguimiento. El discípulo es “familiar de Jesús”. Jesús
ofrece a los hombres la cálida intimidad de su familia. Entre Dios y los
hombres ya no hay sólo relaciones de obediencia y sumisión como entre un amo y
los subalternos. Con Jesús entramos en la familia de Dios, como sus hermanos y
hermanas, como su madre.
Este
nuevo vínculo se realiza en torno al Padre del cielo que es capaz de crear un
nuevo tipo de unidad familiar. Esta nueva unidad surge de la participación en
el mismo querer del Padre, en la asimilación de la propia vida al proyecto del
Padre.
Se
trata por tanto, de la constitución de una nueva familia universal de hermanos,
hermanas, madre, que le ha sido dada a Jesús por el Padre del cielo.
Este
es el lazo familiar que debe predominar en la vida del discípulo. La nueva
familia de Jesús se realiza en todos aquellos que colocan por encima de todo el
beneplácito del Padre, realizado en Jesús y en su mensaje. La característica
esencial del discípulo de Jesús: es “hacer la voluntad de Dios”.
Reconocer
en Jesús, al Maestro, Hermano, Servidor y Mesías que implanta el derecho para
todos y responde a las esperanzas de todo hombre; y poder descubrir de esta
forma el verdadero rostro de Dios escondido en la cotidianeidad de la vida de
los hombres, posibilita formar parte de la comunidad que constituye la
verdadera familia de Jesús. Entrar en comunión con Dios, haciendo su voluntad
es, al mismo tiempo, entrar en comunión con incontables hermanos y hermanas que
tratan también, de hacer esa misma voluntad.
La
invitación se dirige a todo hombre a lo largo del tiempo. El Señor, el Dios de
la historia, que es Dios con nosotros hasta el fin de los tiempos, sigue
dirigiéndola a todo aquel que está dispuesto a compartir su suerte, entrando en
comunión con el Padre y su Palabra hecha carne, y asumiendo gozosamente sus
exigencias.
Para discernir
¿Tengo
experiencia de Dios como salvador, la he compartido con otros?
¿Qué
rasgos de mi ser “discípulo” me invita a revisar y convertir esta palabra?
¿Camino
en comunión con otros hermanos, la construyo, discierno en comunidad la
voluntad del Padre Dios?
Repitamos a lo largo de este día
Dame
un corazón dócil a tu voluntad, Señor
Para la lectura espiritual
«El
que cumple la voluntad de mi Padre… ese es mi hermano y mi hermana y mi madre»
…La
Bienaventurada Virgen, predestinada, junto con la Encarnación del Verbo, desde
toda la eternidad, cual Madre de Dios, por designio de la Divina Providencia,
fue en la tierra la esclarecida Madre del Divino Redentor, y en forma singular
la generosa colaboradora entre todas las criaturas y la humilde esclava del
Señor. Concibiendo a Cristo, engendrándolo, alimentándolo, presentándolo en el
templo al Padre, padeciendo con su Hijo mientras El moría en la Cruz, cooperó
en forma del todo singular, por la obediencia, la fe, la esperanza y la
encendida caridad en la restauración de la vida sobrenatural de las almas.
Por
tal motivo es nuestra Madre en el orden de la gracia. Y esta
maternidad de María perdura sin cesar en la economía de la gracia… Pues una vez
recibida en los cielos, no dejó su oficio salvador, sino que continúa
alcanzándonos por su múltiple intercesión los dones de la eterna salvación. Con
su amor materno cuida de los hermanos de su Hijo, que peregrinan y se debaten
entre peligros y angustias y luchan contra el pecado hasta que sean llevados a
la patria feliz. Por eso, la Bienaventurada Virgen en la Iglesia es invocada
con los títulos de Abogada, Auxiliadora, Socorro, Mediadora…
Ninguna
criatura puede compararse jamás con el Verbo Encarnado nuestro Redentor; pero
así como el sacerdocio de Cristo es participado de varias maneras tanto por los
ministros como por el pueblo fiel, y así como la única bondad de Dios se
difunde realmente en formas distintas en las criaturas, así también la única mediación
del Redentor no excluye, sino que suscita en sus criaturas una múltiple
cooperación que participa de la fuente única…
Concilio
Vaticano II
Constitución
dogmática sobre la Iglesia « Lumen gentium » 61-62
Para rezar
Escuchar
la Palabra
Señor
de la Vida,
abre nuestro corazón a tu Palabra.
Queremos anunciar tu Reino
y construirlo con nuestras vidas.
Queremos ser testigos
de tu amor y tu proyecto
para todos.
Ayúdanos a escuchar tu Palabra,
a leer y rezar con la Biblia,
a contemplar la vida y la historia
para descubrir tu propuesta
y caminar hacia Tí.
abre nuestro corazón a tu Palabra.
Queremos anunciar tu Reino
y construirlo con nuestras vidas.
Queremos ser testigos
de tu amor y tu proyecto
para todos.
Ayúdanos a escuchar tu Palabra,
a leer y rezar con la Biblia,
a contemplar la vida y la historia
para descubrir tu propuesta
y caminar hacia Tí.
Tu
Señor, que aprendiste
de la mano de María,
la virgen fiel,
enséñanos a seguir su ejemplo.
Maestra de las cosas de Dios,
quien guardaba en su corazón
lo que vivía,
y meditaba en el silencio
lo que iba descubriendo.
María, mujer sencilla,
que no entendía todo
pero se animó a decir sí a todo.
Ella nos enseña
que para vivir la fe
hay que escuchar mucho,
hay que escuchar siempre… (…)
de la mano de María,
la virgen fiel,
enséñanos a seguir su ejemplo.
Maestra de las cosas de Dios,
quien guardaba en su corazón
lo que vivía,
y meditaba en el silencio
lo que iba descubriendo.
María, mujer sencilla,
que no entendía todo
pero se animó a decir sí a todo.
Ella nos enseña
que para vivir la fe
hay que escuchar mucho,
hay que escuchar siempre… (…)
Marcelo
A. Murúa
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