13
de julio de 2019 – TO - SÁBADO DE LA XIV SEMANA
El discípulo
no es más que el Maestro
Lectura
del libro del Génesis 49, 29-32; 50, 15-26a
Jacob
dio a sus hijos esta orden: «Yo estoy a punto de ir a reunirme con los míos.
Entiérrenme junto con mis padres, en la caverna que está en el campo de Efrón, el
hitita, en el campo de Macpelá, frente a Mamré, en la tierra de Canaán, el
campo que Abraham compró a Efrón, el hitita, para tenerlo como sepulcro
familiar. Allí fueron enterrados Abraham y Sara, su esposa; allí fueron
enterrados Isaac y Rebeca, su esposa; y allí también sepulté a Lía. Ese campo y
la caverna que hay en él fueron comprados a los hititas.»
Al
ver que su padre había muerto, los hermanos de José se dijeron: «¿Y si José nos
guarda rencor y nos devuelve todo el mal que le hicimos?» Por eso le enviaron
este mensaje: «Antes de morir, tu padre dejó esta orden: “Díganle a José:
Perdona el crimen y el pecado de tus hermanos, que te hicieron tanto mal. Por
eso, perdona el crimen de los servidores del Dios de tu padre.”»
Al
oír estas palabras, José se puso a llorar.
Luego
sus hermanos fueron personalmente, se postraron ante él y le dijeron: «Aquí nos
tienes: somos tus esclavos.» Pero José les respondió: «No tengan miedo. ¿Acaso
yo puedo hacer las veces de Dios? El designio de Dios ha transformado en bien
el mal que ustedes pensaron hacerme, a fin de cumplir lo que hoy se realiza:
salvar la vida a un pueblo numeroso. Por eso, no teman. Yo velaré por ustedes y
por las personas que están a su cargo.» Y los reconfortó, hablándoles
afectuosamente.
José
permaneció en Egipto junto con la familia de su padre, y vivió ciento diez
años. Así pudo ver a los hijos de Efraím hasta la tercera generación; y los
hijos de Maquir, hijo de Manasés, también nacieron sobre las rodillas de José.
Finalmente, José dijo a sus hermanos: «Yo estoy a punto de morir, pero Dios los
visitará y los llevará de este país a la tierra que prometió con un juramento a
Abraham, a Isaac y a Jacob.» Luego hizo prestar un juramento a los hijos de
Israel, diciéndoles: «Cuando Dios los visite, lleven de aquí mis restos.»
José
murió a la edad de ciento diez años.
Palabra
de Dios.
SALMO Sal
104, 1-2. 3-4. 6-7 (R.: cf. 68, 33)
R. Busquen
al Señor, humildes, y vivirán.
¡Den
gracias al Señor, invoquen su Nombre,
hagan
conocer entre los pueblos sus proezas;
canten
al Señor con instrumentos musicales,
pregonen
todas sus maravillas! R.
¡Gloríense
en su santo Nombre,
alégrense
los que buscan al Señor!
¡Recurran
al Señor y a su poder,
busquen
constantemente su rostro! R.
Descendientes
de Abraham, su servidor,
hijos
de Jacob, su elegido:
el
Señor es nuestro Dios,
en
toda la tierra rigen sus decretos. R.
EVANGELIO
Lectura
del santo Evangelio según san Mateo 10, 24-33
Jesús
dijo a sus apóstoles:
«El
discípulo no es más que el maestro ni el servidor más que su dueño. Al
discípulo le basta ser como su maestro y al servidor como su dueño. Si al dueño
de casa lo llamaron Belzebul, ¡cuánto más a los de su casa! No los teman. No
hay nada oculto que no deba ser revelado, y nada secreto que no deba ser
conocido. Lo que yo les digo en la oscuridad, repítanlo en pleno día; y lo que
escuchen al oído, proclámenlo desde lo alto de las casas.
No
teman a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma. Teman más bien a
aquel que puede arrojar el alma y el cuerpo a la Gehena.
¿Acaso
no se vende un par de pájaros por unas monedas? Sin embargo, ni uno solo de
ellos cae en tierra, sin el consentimiento del Padre que está en el cielo.
Ustedes tienen contados todos sus cabellos. No teman entonces, porque valen más
que muchos pájaros.
Al
que me reconozca abiertamente ante los hombres, yo los reconoceré ante mi Padre
que está en el cielo. Pero yo renegaré ante mi Padre que está en el cielo de
aquel que reniegue de mí ante los hombres.»
Palabra
del Señor.
PARA REFLEXIONAR
Jacob
siente que va a morir, que va a «reunirse con los suyos», y encarga que sin
falta, cuando vuelvan a la tierra de Canaán, lleven sus restos mortales a la
caverna que compró Abraham como propiedad funeraria que está en el campo de
Efrón, el hitita, en Macpelá, enfrente de Mambré, en el país de Canaán.
Para
esos exilados en Egipto, es la única propiedad que la familia posee en la
tierra que Dios prometió. Allí estaban enterrados sus antepasados. La sepultura
en el mismo cementerio es un símbolo expresivo de esta reunión de familia. Los
cuerpos se alineaban uno junto a otro; desde una mirada de fe, esto es un
símbolo de las almas y los corazones fusionados en el amor definitivo de un
Dios que es amor.
La
muerte de Jacob se cuenta en forma sencilla: «recogió los pies en la cama,
expiró y se reunió con los suyos». Quedan José con sus hermanos y sus familias,
y estos temen que sólo los haya perdonado “a causa de su padre”. José, sin dar
importancia, renueva su perdón con sencillez. Los hermanos renuevan su
arrepentimiento.
El
perdón de José no se apoya en razones humanas, tiene su fuente «en Dios». Es
Dios quien juzga, premia y castiga. Después interpreta lo sucedido desde la
providencia de Dios que a pesar del mal que hacen los hombres, se empeña en
hacer bien, para dar vida a un pueblo numeroso.
José
les hace prometer que, cuando abandonen Egipto, llevarán sus restos a la tierra
prometida por Dios a Abraham. Así lo hicieron y fue enterrado en la cueva de
Macpela, en Hebrón, en la llamada «tumba de los patriarcas».
***
Después
de que Jesús elige a los doce y los envía a proclamar el Reino de Dios, Mateo
presenta una serie de recomendaciones para guiar a los discípulos en su
actividad pastoral. Les advierte de los peligros y persecuciones que tendrán
que afrontar. No hay lugar para el miedo y la cobardía. El mensaje que les fue
revelado a estos “escogidos”, debe gritarse a los cuatro vientos, a todo el
mundo.
Esta
vez la comparación la toma del mundo de los maestros de esa época: Los
discípulos no se preparan para tomar el lugar de su maestro y establecer
jerarquías entre los que más eruditos y los que menos saben. La preparación de
los discípulos está encaminada al servicio misionero de la Palabra, al servicio
del pueblo, a la unión filial con el Padre. Los discípulos, en continuidad con
esta idea; si son realmente fieles, no pueden esperar mejor suerte que la del
maestro.
La
identificación del anuncio del Reino lleva a una identificación con el
mensajero: les espera la misma cruz, persecución y muerte. Pero también, la
esperanza en el Dios que conduce la historia, permite creer que la
resurrección, y no la muerte, es la última palabra de la historia.
Si
el maestro se consagró al servicio de los desposeídos y excluidos siendo
ejemplo de humildad, y lo único que alcanza es la muerte, los discípulos no
pueden aspirar a sentarse en los tronos de este mundo. Pero no tienen que
dejarse acobardar: “nada hay escondido que no llegue a saberse”, el tiempo dará
la razón a los que la tienen. Todos estamos en las manos de Dios; si El cuida
hasta de las aves del campo, cuánto más de sus hijos. El mismo Jesús saldrá en
ayuda de los suyos.
Muchas
veces avisó a los suyos que no iban a tener éxitos fáciles, que no iban a ser
bien recibidos en todas partes. Al contrario, el discípulo no será más que el
maestro. Y el Maestro fue calumniado, perseguido, condenado a la cruz. No deben
tener miedo porque lo que cuenta es el éxito de la misión a los ojos de Dios,
que ve, no sólo las apariencias, sino lo interior y el esfuerzo que se ha
hecho.
El
ejemplo es el mismo Jesús, que nunca cedió ni se desanimó haciendo oír su voz
profética; anunciando y denunciando los intereses y los valores que promueve
este mundo. Los discípulos pueden ser perseguidos, pero la fuerza del Espíritu
de Dios asiste en todo momento.
No
nos cansemos, ni nos avergoncemos de dar testimonio de Cristo, y sigamos
anunciando la buena noticia de la salvación que Dios nos ofrece. Ante la
amenaza que supone la sociedad, no hay que amedrentarse. El mensaje no puede
ocultarse, y proclamarlo es nuestra identidad de discípulos. No nos recomienda
Jesús que nos enfrentemos con los perseguidores, pero sí que no cesemos por
ningún motivo de anunciar el mensaje, porque la fuerza del evangelio es imparable,
porque cualquier pérdida sólo es parcial y transitoria, y porque Dios cuidará
de nosotros, más de lo que cuida de los gorriones.
De
nuestra actitud de discípulos ante los hombres depende nuestra suerte final. El
que, sin miedo, se pronuncia por Jesús y resiste hasta el fin se salva. Quien
se acobarde y lo niegue acaba en el fracaso. La fidelidad del discípulo a Jesús
en la persecución, es la que lo salva a través de la muerte. Debemos confiar en
la misericordia de Dios, que está por encima de los miedos humanos y del mal de
este mundo.
PARA DISCERNIR
¿A
qué cosas le temo en mi vida de fe?
¿Me
da miedo la persecución?
¿Acepto
la cruz de la incomprensión?
REPITAMOS A LO LARGO DE ESTE DÍA
No
teman
PARA LA LECTURA ESPIRITUAL
«Yo
os digo: amad a vuestros enemigos y orad por los que os persiguen»
…
«Desde el momento en que os declaráis mis siervos, debéis esperar la
persecución. Yo fui perseguido toda la vida. Cuando nací Herodes me quiso
matar; apenas había empezado a predicar y mis conciudadanos me querían matar;
apenas escapado de sus manos me vi frente a las emboscadas que me tendieron los
fariseos y Herodes Antipas, que me perseguían de ciudad en ciudad y, durante
tres años, cada día me tendían nuevas trampas para hacerme morir…
«Será
necesario acoger las persecuciones con gozo, como unas preciosas señales de
semejanza conmigo, de imitación a vuestro Amado; soportarlas con serenidad,
sabiendo que si llegan es que yo las permito y que no os van a afectar más que
en la medida que yo mismo lo permita, pues sin mi permiso ni un solo cabello de
vuestra cabeza puede caer. Aceptarlas… dando la bienvenida a todo lo que llegue
porque todo lo que ocurre produce, de una u otra manera, la gloria de Dios.
Sufrirlas con valentía ofreciendo a Dios vuestros sufrimientos como un
sacrificio de holocausto para su gloria… Sufrirlas orando por vuestros
perseguidores puesto que son hijos de Dios, para los cuales quiere su salvación
y que yo mismo daré mi sangre para salvarlos. Yo mismo os he dado ejemplo de
orar por todos los hombres, por nuestros perseguidores y nuestros enemigos»…
Carlos de
Foucauld (1858-1916), ermitaño y misionero en el Sahara Meditaciones sobre el
evangelio de san Lucas, 1898
PARA REZAR
Oración
de un Misionero Mártir
Que
mis manos sean las tuyas.
Que mis ojos sean los tuyos.
Que mi lengua sea la tuya.
Que mis sentidos y mi cuerpo
no sirvan sino para glorificarte.
Que mis ojos sean los tuyos.
Que mi lengua sea la tuya.
Que mis sentidos y mi cuerpo
no sirvan sino para glorificarte.
Pero
sobre todo: transfórmame:
¡Que mi memoria, mi inteligencia,
mi corazón, sean tu memoria,
tu inteligencia y tu corazón!
¡Que mi memoria, mi inteligencia,
mi corazón, sean tu memoria,
tu inteligencia y tu corazón!
¡Que
mis acciones y mis sentimientos,
sean semejantes a tus acciones y
a tus sentimientos!
sean semejantes a tus acciones y
a tus sentimientos!
Amén
Juan
Gabriel Perboyre – Patrono de Oceanía
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