11
de julio de 2019 – TO - JUEVES DE LA XIV SEMANA
Han recibido
gratuitamente, den también gratuitamente
Lectura
del libro del Génesis 44, 18-21. 23b-29; 45, 1-5
Judá
se acercó a José para decirle: «Permite, señor, que tu servidor diga una
palabra en tu presencia, sin impacientarte conmigo, ya que tú y el Faraón son
una misma cosa. Tú nos preguntaste si nuestro padre vivía aún y si teníamos
otro hermano. Nosotros te respondimos: Tenemos un padre que ya es anciano, y un
hermano menor, hijo de su vejez. El hermano de este último murió, y él es el
único hijo de la madre de estos dos que ha quedado vivo; por eso nuestro padre
siente por él un afecto muy especial. Tú nos dijiste: “Tráiganlo aquí, porque
lo quiero conocer. Si no viene con ustedes su hermano menor, no serán admitidos
nuevamente en mi presencia.”
Cuando
regresamos a la casa de nuestro padre, tu servidor, le repetimos tus mismas
palabras. Pero un tiempo después, nuestro padre nos dijo: “Vayan otra vez a
comprar algunos víveres.” Nosotros respondimos: “Así no podemos ir. Lo haremos
únicamente si nuestro hermano menor viene con nosotros, porque si él no nos
acompaña, no podemos comparecer delante de aquel hombre.” Nuestro padre, tu
servidor, nos respondió: “Ustedes saben muy bien que mi esposa predilecta me
dio dos hijos. Uno se fue de mi lado; yo tuve que reconocer que las fieras lo
habían despedazado, y no volví a verlo más. Si ahora ustedes me quitan también
a este, y le sucede una desgracia, me harán bajar a la tumba lleno de
aflicción.”»
José
ya no podía contener su emoción en presencia de la gente que lo asistía, y
exclamó: «Hagan salir de aquí a toda la gente.» Así, nadie permaneció con él
mientras se daba a conocer a sus hermanos. Sin embargo, los sollozos eran tan
fuertes que los oyeron los egipcios, y la noticia llegó hasta el palacio del
Faraón.
José
dijo a sus hermanos: «Yo soy José. ¿Es verdad que mi padre vive todavía?» Pero
ellos no pudieron responderle, porque al verlo se habían quedado pasmados.
Entonces José volvió a decir a sus hermanos: «Acérquense un poco más.» Y cuando
ellos se acercaron, añadió: «Sí, yo soy José, el hermano de ustedes, el mismo
que vendieron a los egipcios. Ahora no se aflijan ni sientan remordimiento por
haberme vendido. En realidad, ha sido Dios el que me envió aquí delante de
ustedes para preservarles la vida.»
Palabra
de Dios.
SALMO
Sal 104, 16-17. 18-19. 20-21 (R.: 5a)
R. Recuerden
las maravillas que obró el Señor.
El
provocó una gran sequía en el país
y
agotó todas las provisiones.
Pero
antes envió a un hombre,
a
José, que fue vendido como esclavo. R.
Le
ataron los pies con grillos
y
el hierro oprimió su garganta,
hasta
que se cumplió lo que él predijo,
y
la palabra del Señor lo acreditó. R.
El
rey ordenó que lo soltaran,
el
soberano de pueblos lo puso en libertad;
lo
nombró señor de su palacio
y
administrador de todos sus bienes. R.
EVANGELIO
Lectura
del santo Evangelio según san Mateo 10, 7-15
Jesús
dijo a sus apóstoles:
Por
el camino, proclamen que el Reino de los Cielos está cerca. Curen a los
enfermos, resuciten a los muertos, purifiquen a los leprosos, expulsen a los
demonios. Ustedes han recibido gratuitamente, den también gratuitamente. No
lleven encima oro ni plata, ni monedas, ni provisiones para el camino, ni dos
túnicas, ni calzado, ni bastón; porque el que trabaja merece su sustento.
Cuando
entren en una ciudad o en un pueblo, busquen a alguna persona respetable y
permanezcan en su casa hasta el momento de partir. Al entrar en la casa,
salúdenla invocando la paz sobre ella. Si esa casa lo merece, que la paz
descienda sobre ella; pero si es indigna, que esa paz vuelva a ustedes.
Y
si no los reciben ni quieren escuchar sus palabras, al irse de esa casa o de
esa ciudad, sacudan hasta el polvo de sus pies. Les aseguro que, en el día del
Juicio, Sodoma y Gomorra serán tratadas menos rigurosamente que esa ciudad.
Palabra
del Señor.
PARA REFLEXIONAR
Los
hermanos de José después de haber sido acogidos amablemente y apenas han
emprendido el camino de retorno, son detenidos por el mayordomo de su hermano,
que ha hecho colocar la copa de plata usada para los presagios, en el saco de
Benjamín, y ahora los acusa de haberla robado. La copa usada para hacer
presagios tenía cierta categoría religiosa, por lo que su robo era muy grave y
se castigaba normalmente con la pena de muerte.
Los
hermanos seguros de su inocencia, aceptan la condena a muerte de aquel en quien
se encuentre la copa, y la esclavitud de todos los demás. José, acepta sólo la
cláusula de retener al culpable como esclavo. Al comprobar que la copa está en
el saco de Benjamín, rasgan sus vestiduras como testimonio de su dolor.
Se
presentan de nuevo ante José; y Judá acepta la «evidencia» y declara su maldad;
pero la verdadera culpa que sienten es la que cometieron contra el hermano
desaparecido. Por eso se ofrecen todos juntos como esclavos. Pero José sólo
quiere quedarse con Benjamín.
Frente
a esto, Judá habla conmovido exponiendo la situación del padre, que ya ha
perdido a uno de sus hijos predilectos y moriría si perdiera al otro que le
queda. Le ruega a José que lo tome a él como esclavo en lugar de Benjamín,
porque sería incapaz de volver al hogar sin el hermano menor.
La
actitud abnegada que muestran hacia Benjamín, opuesta a la que tuvieron antes
hacia José, manifiesta la conversión de los hermanos. No hacen falta más
pruebas. Con mucha ternura, José les revela la manifestación de Dios en toda
esta historia: Dios lo había enviado a Egipto con el fin de asegurarles la
vida.
***
La
invitación de Jesús en el Evangelio de hoy, a sus enviados, es que vayan
desprovistos de equipaje, abandonados a la confianza, enraizados en lo
fundamental: la persona de Cristo.
A
aquel que quiere anunciar el evangelio, se le pide que ande ligero de equipaje,
siendo portador de paz para el pueblo al que ha sido enviado. No debe imponer
por la fuerza el mensaje salvífico de Jesús; sino invitar, proponer, persuadir.
Jesús
quiere evangelizadores que sean capaces de convencer con una forma de vida, que
haga resplandecer los valores esenciales del evangelio. Evangelizadores que
estén profundamente ligados a la vida de la gente y abiertos a sus necesidades,
ayudándolos a sentirse protagonistas de su destino de salvación. El
evangelizado debe sentirse sujeto activo de su propia evangelización,
celebrándola y comprometiéndose en lo cotidiano.
La
palabra debe generar, tanto en el evangelizador como en el evangelizado,
compromisos serios de conversión personal y comunitaria. La Iglesia a medida
que evangeliza se evangeliza a sí misma.
Una
evangelización así producirá compromisos duraderos. Nuestra evangelización debe
convertirse en una propuesta de vida para la humanidad sedienta de esperanza.
«Quien
ha encontrado verdaderamente a Cristo no puede tenerlo sólo para sí, debe
anunciarlo». San Juan Pablo II.
PARA DISCERNIR
• ¿Experimento
la responsabilidad de la evangelización?
• ¿En
qué lugares siento que el Señor me llama a dar testimonio?
• ¿Dónde
el Señor me llama a crecer?
REPITAMOS A LO LARGO DE ESTE DÍA
Señor
que demos gratuitamente
PARA LA LECTURA ESPIRITUAL
…”Libre
significa: alegre y afectuosamente, sin temor y de modo abierto, dando
gratuitamente lo que hemos recibido de manera gratuita, sin aceptar
compensaciones, premios o gratitud.
La
alegría debería ser uno de los aspectos principales de nuestra vida religiosa.
Quien da con alegría da mucho. La alegría es el signo distintivo de una persona
generosa y mortificada que, olvidándose de todas las cosas y hasta de sí misma,
busca complacer a Dios en todo lo que hace por los hermanos. A menudo es un
manto que esconde una vida de sacrificio, de continua unión con Dios, de fervor
y de generosidad.
«Que
habite la alegría en vosotros», dice Jesús. ¿Qué es esta alegría de Jesús? Es
el resultado de su continua unión con Dios cumpliendo la voluntad del Padre.
Esa alegría es el fruto de la unión con Dios, de una vida en la presencia de
Dios. Vivir en la presencia de Dios nos llena de alegría. Dios es alegría. Para
darnos esa alegría se hizo hombre Jesús. María fue la primera en recibir a
Jesús: «Exulta mi espíritu en Dios mi salvador». El niño saltó de alegría en el
seno de Isabel porque María le llevaba a Jesús. En Belén, todos estaban llenos
de alegría: los pastores, los ángeles, los reyes magos, José y María. La
alegría era también el signo característico de los primeros cristianos. Durante
la persecución, se buscaba a los que tenían esta alegría radiante en el rostro.
A partir de esta particular alegría veían quiénes eran los cristianos y así los
perseguían.
San
Pablo, cuyo celo intentamos imitar, era un apóstol de la alegría. Exhortaba a
los primeros cristianos a que «se alegraran siempre en el Señor». Toda la vida
de Pablo puede ser resumida en una frase: «Pertenezco a Cristo. Nada puede
separarme del amor de Cristo, ni el sufrimiento, ni la persecución, nada. Ya no
soy yo quien vivo, sino Cristo quien vive en mí». Esa es la razón de que san
Pablo estuviera tan lleno de alegría”…
Madre Teresa,
Meditación espiritual.
PARA REZAR
Que,
a través del camino de la vida,
dejemos
rutas encendidas a nuestro paso:
rayos
de luz portadores de alegría
cristiana
en nuestro trabajo,
rayos
de luz portadores de calor
que
deshaga el hielo frío,
rayos
de luz portadores de vida
donde
haya muerte,
rayos
de luz portadores de evangelio,
evangélicamente
vivido,
rayos
de luz que abran camino
allí
donde no exista.
Santa
María de la luz, que nuestra presencia
entre
los hombres adelante la presencia de Cristo,
Luz
del mundo.
Nuestra
Señora de los apóstoles,
Santa
María de la luz.
Emilio
L. Mazariegos
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