21
de junio de 2019 – TO – VIERNES DE LA XI SEMANA
Donde está tu
tesoro está tu corazón
Lectura
de la segunda carta del apóstol san Pablo
a
los cristianos de Corinto 11, 18. 21b-30
Hermanos:
Ya
que tantos otros se glorían según la carne, yo también voy a gloriarme. Pero de
lo mismo que otros se jactan -y ahora hablo como un necio – también yo me puedo
jactar.
¿Ellos
son hebreos? Yo También lo soy. ¿Son israelitas? Yo también. ¿Son descendientes
de Abraham? Yo también. ¿Son ministros de Cristo? Vuelvo a hablar como un
necio: yo lo soy más que ellos.
Mucho
más por los trabajos, mucho más por las veces que estuve prisionero, muchísimo
más por los golpes que recibí. Con frecuencia estuve al borde de la muerte,
cinco veces fui azotado por los judíos con los treinta y nueve golpes, tres
veces fui flagelado, una vez fui apedreado, tres veces naufragué, y pasé un día
y una noche en medio del mar.
En
mis innumerables viajes, pasé peligros en los ríos, peligros de asaltantes,
peligros de parte de mis compatriotas, peligros de parte de los extranjeros,
peligros en la ciudad, peligros en lugares despoblados, peligros en el mar,
peligros de parte de los falsos hermanos, cansancio y hastío, muchas noches en
vela, hambre y sed, frecuentes ayunos, frío y desnudez.
Y
dejando de lado otras cosas, está mi preocupación cotidiana: el cuidado de
todas las Iglesias. ¿Quién es débil, sin que yo me sienta débil? ¿Quién está a
punto de caer, sin que yo me sienta como sobre ascuas?
Si
hay que gloriarse de algo, yo me gloriaré de mi debilidad.
Palabra
de Dios.
SALMO Sal
33, 2-3. 4-5. 6-7 (R.: cf. 18b)
R. El
Señor libra a los justos de todas sus angustias.
Bendeciré
al Señor en todo tiempo,
su
alabanza estará siempre en mis labios.
Mi
alma se gloría en el Señor:
que
lo oigan los humildes y se alegren. R.
Glorifiquen
conmigo al Señor,
alabemos
su Nombre todos juntos.
Busqué
al Señor: él me respondió
y
me libró de todos mis temores. R.
Miren
hacia él y quedarán resplandecientes,
y
sus rostros no se avergonzarán.
Este
pobre hombre invocó al Señor:
él
lo escuchó y los salvó de sus angustias. R.
EVANGELIO
Lectura
del santo Evangelio según san Mateo 6, 19-23
Jesús
dijo a sus discípulos:
No
acumulen tesoros en la tierra, donde la polilla y la herrumbre los
consumen,
y los ladrones perforan las paredes y los roban. Acumulen, en cambio, tesoros
en el cielo, donde no hay polilla ni herrumbre que los consuma, ni ladrones que
perforen y roben. Allí donde esté tu tesoro, estará también tu corazón.
La
lámpara del cuerpo es el ojo. Si el ojo está sano, todo el cuerpo
estará
iluminado. Pero si el ojo está enfermo, todo el cuerpo estará en tinieblas. Si
la luz que hay en ti se oscurece, ¡cuánta oscuridad habrá!
Palabra
del Señor.
Para
reflexionar
Los
que perturbaban la paz de la comunidad de Corinto ponían en duda la autoridad
apostólica de Pablo. Contra los ataques de sus contrincantes, Pablo no tiene
más remedio que defenderse, para que no quede desprestigiado el evangelio que
ha predicado.
Pablo
se ve obligado, aunque no le agrade hacerlo, a realizar una apología de su vida
que levantará el velo acerca de sus hazañas misioneras. Como lo han denigrado
comparándolo a los que, según dicen, son mejores que él, Pablo expondrá todo lo
que ha hecho por Dios. Presenta su «carta de presentación», con los títulos de
los que parecen gloriarse sus oponentes: él es también, y más que ellos,
hebreo, descendiente de Abrahán, su educación se hizo junto a los mejores
fariseos israelitas de Jerusalén, servidor fiel de Cristo. No puede ponerse en
duda que pertenece a la más auténtica «tradición».
Es
un innovador por estar orientado hacia los paganos, o gentiles; pero no es por
abandono de l su fe de judío sino por una fidelidad más profunda hacia Cristo
que le confió esa misión. Sobre todo presenta la lista de cárceles, fatigas,
azotes, naufragios, peligros de todo tipo, palizas que ha soportado durante su
vida por amor a Cristo y a su ministerio. Todo eso sí que hace creíble su
predicación.
Pablo
los enfrenta tratándolos de «falsos apóstoles», «engañosos» y «servidores de
Satanás». Para poner en duda la autoridad del Apóstol se apoyaban sencillamente
en el hecho de que Pablo no hacía valer su derecho, propio de todo apóstol, de
ser mantenido por la comunidad.
Pablo
trabajaba para ganarse el propio sustento. Esta era una de sus características
desde el comienzo de sus viajes misioneros. Pablo entiende la obra de
evangelización como un compromiso de toda la Iglesia. Su entrega personal y sus
muchos sacrificios no le llevan a olvidar el esfuerzo generoso de muchos que le
han ayudado en su tarea misionera.
Pablo
se ha identificado de tal manera con Cristo Jesús, que revive en su propia
historia la Pascua de Jesús y muere un poco cada día, para resucitar y recibir
vida de él.
***
En
el sermón de la montaña, Mateo recoge diversas enseñanzas de Jesús. Hoy nos
trae unas breves frases sobre los tesoros y sobre el ojo como lámpara del
cuerpo. «No amontonen tesoros en la tierra…». Jesús los contrapone a los
«tesoros en el cielo» que son valores verdaderos, duraderos. Jesús reconoce la
tendencia del hombre a acumular. Pero nos dice dónde debemos invertir nuestro
dinero, nos aconseja colocar nuestro capital en el banco de Dios, donde no hay
ladrones y donde el dinero produce el máximo posible. Invita positivamente a
acumular tesoros en el cielo, invirtiendo a través de la limosna y ayudando a
los necesitados.
Jesús
precisa que la riqueza «en el cielo» es Dios mismo y que la pobreza propia del
reino consiste en la renuncia efectiva a todo otro tipo de riqueza. El que
acumula dinero está necesariamente apegado a él, por eso acumulación de dinero
y reino de Dios no son compatibles.
La
escala de valores que posee un hombre y las seguridades que busca orientan su
vida, lo definen y marcan su personalidad. Lo que es invertido en Dios, tiene
un valor duradero, por eso esta enseñanza es completada con la de la lámpara y
el ojo.
«La
lámpara del cuerpo es el ojo». Nuestra mirada es la que da color a todo. Si
está enferma todo lo que vemos estará enfermo. Si no tenemos luz en los ojos,
todo estará a oscuras. Para los judíos, el ojo sano equivale a la generosidad y
el ojo enfermo a la tacañería. La «lámpara», lo «luminoso», indica el valor
positivo que la generosidad comunica al hombre.
Lo
opuesto a acumular riquezas es compartir lo que se tiene, obra de la
generosidad. El apego al dinero hace del hombre un miserable; es precisamente
el despego que se traduce en el don, el que da valor a la persona. Jesús pone
el valor de la persona en el desprendimiento, que manifiesta el amor, su falta
de valor en el egoísmo, que se cierra al amor.
La
“codicia y la avaricia” son causa de enfermedad para el ser humano porque
desnaturalizan el sentido de las cosas materiales considerándolas, no como
medio son como fin. La generosidad es condición para la ayuda a los demás y
para el cumplimiento de la pobreza a la que Jesús llama.
Después
del llamado a despojarnos de los falsos tesoros, fuente de preocupaciones y
poner toda nuestra confianza en Dios, esta exhortación a la generosidad es un
llamado para que todos los cristianos nos entreguemos a Dios sirviendo a los demás
sin límites ni condiciones.
Nuestra
sociedad contradictoria está produciendo constantemente nuevos pobres,
marginados, desengañados, y también, en no pocas ocasiones, abandonados y
desesperados. Sin embargo otra parte del mundo está lleno de bienes, ocupado
obsesivamente en la producción y disfrute de los mismos. No debemos olvidar que
muchos bienes que se presentan como fascinantes no son el supremo bien y que
cuando se los adora, traen como consecuencia ambiciones, angustias,
sometimiento, rivalidades, injusticias, desesperaciones. Con tanta abundancia
de bienes, no está sosegada ni aquietada nuestra sociedad porque: “Nos hiciste,
Señor, para ti, e inquieto está nuestro corazón hasta que descanse en Ti”.
Para discernir
¿Qué
tesoros apreciamos y acumulamos?
¿Qué
uso hacemos de los bienes de este mundo?
¿Dónde
está nuestro corazón, nuestra preocupación?
Repitamos a lo largo de este día
Dónde
está mi tesoro, está también mi corazón
Para la lectura espiritual
…”La
vida del discípulo se acredita en el hecho de que nada se interponga entre
Cristo y él, ni la ley, ni la piedad personal, ni el mundo. El seguidor no mira
más que a Cristo. No ve a Cristo y al mundo. No entra en este género de
reflexiones, sino que sigue sólo a Cristo en todo. Su ojo es sencillo. Descansa
completamente en la luz que le viene de Cristo; en él no hay ni tinieblas ni
equívocos. Igual que el ojo debe ser simple, claro y puro, para que el cuerpo
permanezca en la luz, igual que el pie y la mano sólo reciben la luz del ojo, igual
que el pie vacila y la mano se equivoca cuando el ojo está enfermo, igual que
el cuerpo entero se sumerge en las tinieblas cuando el ojo se apaga, lo mismo
le ocurre al discípulo, que sólo se encuentra en la luz cuando mira simplemente
a Cristo, y no a esto o aquello; es preciso, pues, que el corazón del discípulo
sólo se dirija a Cristo. Si el ojo ve algo distinto de lo real, se engaña todo
el cuerpo. Si el corazón se apega a las apariencias del mundo, a la criatura
más que al Creador, el discípulo está perdido. Son los bienes de este mundo los
que quieren apartar de Jesús al corazón del discípulo”…
Dietrich
Bonhoeffer, El precio de la gracia.
El seguimiento,
Sígueme, Salamanca 1999, pp. 111-112.
Para rezar
Yo
había pedido
Yo
había pedido a Dios la fuerza para alcanzar el éxito,
pero
él me hizo débil a fin de que aprenda humildemente a obedecer.
Yo
había pedido la salud para hacer grandes cosas,
pero
él me dio la enfermedad para que pueda hacer cosas mejores.
Yo
había pedido el poder para poder ser apreciado por los hombres,
pero
me dio la debilidad para que experimentar la necesidad de Dios.
Yo
había pedido la riqueza para ser feliz,
pero
me ha dado la pobreza para que pueda ser prudente.
Yo
había pedido un compañero para no vivir solo,
pero
me dio un corazón para que pueda amar a todos mis hermanos.
Yo
había pedido cosas que pudieran alegrar mi vida,
pero
he recibido la vida para que pueda gozar de todas las cosas.
Yo
no he obtenido nada de lo que había pedido,
pero
he recibido todo cuanto había esperado.
Casi
a pesar de mi mismo,
mis
plegarias informuladas
han
sido escuchadas.
Yo
soy, entre los hombres, el más ricamente colmado.
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