18
de junio de 2019 – TO - MARTES DE LA XI SEMANA
Amen a sus enemigos
Lectura
de la segunda carta del apóstol san Pablo
a
los cristianos de Corinto 8, 1-9
Hermanos:
Queremos
informarles acerca de la gracia que Dios ha concedido a las Iglesias de
Macedonia. Porque, a pesar de las grandes tribulaciones con que fueron
probadas, la abundancia de su gozo y su extrema pobreza han desbordado en
tesoros de generosidad. Puedo asegurarles que ellos estaban dispuestos a dar
según sus posibilidades y más todavía: por propia iniciativa, ellos nos
pidieron, con viva insistencia, que les permitiéramos participar de este
servicio en favor de los hermanos de Jerusalén.
Y
superando nuestras esperanzas, ellos se entregaron, en primer lugar al Señor, y
luego a nosotros, por la voluntad de Dios. Por eso, hemos rogado a Tito que
lleve a feliz término entre ustedes esta obra de generosidad, de la misma
manera que la había comenzado.
Y
ya que ustedes se distinguen en todo: en fe, en elocuencia, en ciencia, en toda
clase de solicitud por los demás, y en el amor que nosotros les hemos
comunicado, espero que también se distingan en generosidad.
Esta
no es una orden: solamente quiero que manifiesten la sinceridad de su amor,
mediante la solicitud por los demás. Ya conocen la generosidad de nuestro Señor
Jesucristo que, siendo rico, se hizo pobre por nosotros, a fin de enriquecernos
con su pobreza.
Palabra
de Dios.
SALMO Sal
145, 2. 5-6. 7. 8-9a (R.: 1)
R. ¡Alaba
al Señor, alma mía!
Alabaré
al Señor toda mi vida;
mientras
yo exista, cantaré al Señor. R.
Feliz
el que se apoya en el Dios de Jacob
y
pone su esperanza en el Señor, su Dios:
Él
hizo el cielo y la tierra,
el
mar y todo lo que hay en ellos.
El
mantiene su fidelidad para siempre. R.
Hace
justicia a los oprimidos
y
da pan a los hambrientos.
El
Señor libera a los cautivos. R.
El
Señor abre los ojos de los ciegos
y
endereza a los que están encorvados,
el
Señor ama a los justos
y
protege a los extranjeros. R.
EVANGELIO
Lectura
del santo Evangelio según san Mateo 5, 43-48
Jesús
dijo a sus discípulos:
Ustedes
han oído que se dijo: Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo. Pero yo les
digo: Amen a sus enemigos, rueguen por sus perseguidores; así serán hijos del
Padre que está en el cielo, porque él hace salir el sol sobre malos y buenos y
hace caer la lluvia sobre justos e injustos.
Si
ustedes aman solamente a quienes los aman, ¿qué recompensa merecen? ¿No hacen
lo mismo los publicanos? Y si saludan solamente a sus hermanos, ¿qué hacen de
extraordinario? ¿No hacen lo mismo los paganos?
Por
lo tanto, sean perfectos como es perfecto el Padre que está en el cielo.
Palabra
del Señor.
Para reflexionar
Este
capítulo y el siguiente tratan de una misma cuestión: la colecta organizada en
Macedonia a favor de la Iglesia de Palestina y en la cual exhorta a los
corintios a participar.
Pablo
pide a los cristianos de Corinto, que participen con generosidad en la colecta
que se está organizando a favor de la comunidad de Jerusalén.
Les
pone como ejemplo a los cristianos de Macedonia, en Grecia. Estos eran más
pobres que los de Corinto, pero se esforzaron «por encima de sus fuerzas», en
ayudar a los de la iglesia madre de Jerusalén. Y más aún: tienen a gloria el
poder ayudar a otros más pobres, y consideran un favor que se les hace a ellos,
el permitirles organizar esta colecta. Los pone como ejemplo de generosidad. No
dieron lo que tenían, «se dieron a sí mismos».
Lo
mismo deberían hacer los de Corinto, que ya se distinguen por otras cosas: su
fe, su sabiduría y la gratitud que deben sentir por Pablo.
Pone
como argumento todavía más contundente, al mismo Jesús, que “siendo rico, se
hizo pobre, para que con su pobreza, nos hagamos ricos”.
En
el ejercicio del ministerio apostólico, Pablo, integra la preocupación por una
situación social concreta. El hecho de que no se ocupe de ella directamente, no
es porque esta es una tarea poco adecuada a su misión, sino que es para evitar
críticas maliciosas y, que se vuelva a encender una crisis ya superada. Pablo
entiende este servicio como un signo material y concreto de comunión espiritual
y de fe, entre todas las Iglesias.
***
Jesús
sigue contraponiendo la ley antigua con su nuevo estilo de vida: esta vez el
tema es el amor a los enemigos. La primera consigna, “amarás a tu prójimo”,
estaba en el Antiguo Testamento. La segunda, «aborrecerás a tu enemigo», jamás
fue precepto de Moisés, sino deducción teológica de los rabinos que “a causa de
sus tradiciones habían quebrantado los mandamientos de Dios”.
Jesús
corrige esta interpretación, exhortando a sus seguidores a amar también a los
enemigos, o sea, extiende la obligación de amar más allá de la familia o del
pueblo o el gusto.
Saludar
a los que nos saludan lo hacen todos. Amar a los que nos aman, es fácil, sale
de dentro y lo hacen hasta los paganos. Jesús trae una propuesta de un hombre y
mujer nuevos capaces de superar las cadenas del egoísmo, la venganza, y que se
caracterizarán por algo «extraordinario»: saludar a los que no los saludan,
amar a los enemigos, hacer el bien a los que los aborrecen.
Jesús
pone por delante como modelo nada menos que al Padre celestial que es perfecto.
Esta perfección que presenta Jesús, no es estática sino dinámica, es plenitud.
Dios es perfecto, es decir pleno en el amor. La perfección consiste en la
capacidad de amar de verdad y como Jesús.
El
es el que mejor ha imitado a Dios Padre. Mostró su preferencia por los pobres,
los débiles, los marginados, los enfermos, los pecadores. Amó a tal punto que
entregó su vida por todos y murió perdonando a los mismos que lo crucificaban.
Desde la cruz de Jesús, el perdón y el amor a los enemigos es la nota
característica del discípulo. Esto da a la caridad fraterna su verdadera
fisonomía, que es la misericordia, que consiste en la imitación de su amor
tierno, fuerte y compasivo.
La
afirmación que hace Jesús: “El Padre es más grande que Yo” significa que el
Padre es el origen y el Hijo la derivación. El Padre es mayor que el Hijo no en
poder, eternidad o grandeza, sino porque es principio del Hijo, a quien da la
vida.
Amar
sin esperar nada a cambio. A la hora de amar tenemos que enterrar las
calculadoras. La perfección es amar sin medida. Para amar verdaderamente lo
primero que tenemos que aceptar de los “otros” es eso, el que sean “otros”, con
su carácter, sus particularidades, sus limitaciones, sus opiniones.
La
perfección, el amor, está en nuestras manos en medio del mundo, en medio de
nuestras ocupaciones diarias, en medio de la realidad. Debemos superar la
absolutización de lo que nos resulta espontáneo como norma de vida.
El
amor hacia los enemigos es el vértice donde Jesús ha puesto todo el contenido
de su proyecto, cambiando la ley antigua por una nueva norma del amor sin
límites, ni restricciones. La sola voluntad no alcanza, es una obra de Dios en
nosotros. Por eso, los discípulos, tenemos que construir nuestra vida desde la
paradoja de la oración, la compasión, para poder vivir el amor y el perdón,
incluso a los enemigos, como la norma central de la vida y la misión.
Para discernir
¿Cuál
es el límite de mi amor?
¿Pongo
condiciones para el perdón?
¿Cuál
es mi actitud frente a los que se que no me quieren o mis enemigos?
Repitamos a lo largo de este día
Que
pueda amar a todos
Para la lectura espiritual
«Hace
salir el sol sobre los malos y sobre los buenos»
…Anuncia
la bondad de Dios. Siendo tú indigno, te acompaña, se lo debes todo a él, y no
te reclama nada. A cambio de las pequeñas cosas que tú haces, te lo recompensa
dándote grandes cosas. No llames, pues, a Dios, simplemente justo, porque no es
por la relación existente con las cosas que tú haces que se revele su justicia.
Si David le nombra justo y recto, su Hijo nos revela que es mucho más que bueno
y suave: «Es bueno con los malvados y desagradecidos».
¿Cómo
puedes tú quedarte con la simple justicia de Dios al leer el capítulo sobre el
salario de los trabajadores? «Amigo, no te hago ninguna injusticia. Quiero darle
a este último igual que a ti. ¿Vas a tener tú envidia porque yo soy bueno?» (Mt
20,13-15). ¿Cómo se puede decir simplemente que Dios es justo leyendo el
capítulo del hijo pródigo que malgastó en una vida disoluta la riqueza de su
padre, y por la sola compunción que le mostró, su padre corrió hacia él, se le
echó al cuello y le dio pleno poder sobre todas sus riquezas? (Lc 15,11ss). No
es cualquiera quien nos dice esto sobre Dios y así podríamos dudar: es su
propio Hijo; es él mismo quien ha dado de Dios este testimonio. ¿Dónde se
encuentra, pues, la justicia de Dios? ¿No es en aquello de «cuando éramos
pecadores Cristo murió por nosotros?» (Rm 5,8). Se Dios ya aquí abajo se
muestra compasivo, creemos que lo será por toda la eternidad…
San Isaac el Sirio
(siglo VII) monje en Nínive, cerca de Mosul, en el actual Irak
Discursos ascéticos, 1ª serie, nº60.
Discursos ascéticos, 1ª serie, nº60.
Para rezar
ORACION
PARA APRENDER A AMAR
Señor,
cuando tenga hambre, dame alguien que necesite comida;
Cuando tenga sed, dame alguien que precise agua;
Cuando sienta frío, dame alguien que necesite calor.
Cuando sufra, dame alguien que necesita consuelo;
Cuando mi cruz parezca pesada, déjame compartir la cruz del otro;
Cuando me vea pobre, pon a mi lado algún necesitado.
Cuando no tenga tiempo, dame alguien que precise de mis minutos;
Cuando sufra humillación, dame ocasión para elogiar a alguien; Cuando esté desanimado, dame alguien para darle nuevos ánimos.
Cuando quiera que los otros me comprendan, dame alguien que necesite de mi comprensión;
Cuando sienta necesidad de que cuiden de mí, dame alguien a quien pueda atender;
Cuando piense en mí mismo, vuelve mi atención hacia otra persona.
Cuando tenga sed, dame alguien que precise agua;
Cuando sienta frío, dame alguien que necesite calor.
Cuando sufra, dame alguien que necesita consuelo;
Cuando mi cruz parezca pesada, déjame compartir la cruz del otro;
Cuando me vea pobre, pon a mi lado algún necesitado.
Cuando no tenga tiempo, dame alguien que precise de mis minutos;
Cuando sufra humillación, dame ocasión para elogiar a alguien; Cuando esté desanimado, dame alguien para darle nuevos ánimos.
Cuando quiera que los otros me comprendan, dame alguien que necesite de mi comprensión;
Cuando sienta necesidad de que cuiden de mí, dame alguien a quien pueda atender;
Cuando piense en mí mismo, vuelve mi atención hacia otra persona.
Haznos
dignos, Señor, de servir a nuestros hermanos;
Dales, a través de nuestras manos, no sólo el pan de cada día, también nuestro amor misericordioso, imagen del tuyo.
Madre Teresa de Calcuta M.C.
Dales, a través de nuestras manos, no sólo el pan de cada día, también nuestro amor misericordioso, imagen del tuyo.
Madre Teresa de Calcuta M.C.
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