12
de junio de 2019 – TO – MIÉRCOLES DE LA X SEMANA
Viene a dar
cumplimiento
Lectura
de la segunda carta del apóstol san Pablo
a
los cristianos de Corinto 3, 4-11
Hermanos:
Es
Cristo el que nos da esta seguridad delante de Dios, no porque podamos
atribuirnos algo que venga de nosotros mismos, ya que toda nuestra capacidad
viene de Dios. El nos ha capacitado para que seamos los ministros de una Nueva
Alianza, que no reside en la letra, sino en el Espíritu; porque la letra mata,
pero el Espíritu da vida.
Ahora
bien, si el ministerio que lleva a la muerte -grabado sobre piedras- fue
inaugurado con tanta gloria que los israelitas no podían fijar sus ojos en el
rostro de Moisés, por el resplandor -aunque pasajero- de ese rostro, ¡cuánto
más glorioso será el ministerio del Espíritu!
Y
si el ministerio que llevaba a la condenación fue tan glorioso, ¡cuál no será
la gloria del ministerio que conduce a la justicia! En realidad, aquello que
fue glorioso bajo cierto aspecto ya no lo es más en comparación con esta gloria
extraordinaria. Porque si lo que era transitorio se ha manifestado con tanta
gloria, ¡cuánto más glorioso será lo que es permanente!
Palabra
de Dios.
SALMO Sal
98, 5. 6. 7. 8. 9 (R.: cf. 9c)
R. Santo
eres, Señor, Dios nuestro.
Glorifiquen
al Señor, nuestro Dios,
adórenlo
ante el estrado de sus pies.
¡Santo
es el Señor! R.
Moisés
y Aarón, entre sus sacerdotes,
y
Samuel, entre los que invocaban su Nombre,
clamaban
al Señor y él les respondía. R.
Dios
les hablaba desde la columna de nube;
ellos
observaban sus mandamientos
y
los preceptos que les había dado. R.
Señor,
nuestro Dios, tú les respondías;
tú
eras para ellos un Dios indulgente,
pero
te vengabas de sus malas acciones. R.
Glorifiquen
al Señor, nuestro Dios,
y
adórenlo en su santa Montaña:
el
Señor, nuestro Dios, es santo. R.
EVANGELIO
Lectura
del santo Evangelio según san Mateo 5, 17-19
Jesús
dijo a sus discípulos:
No
piensen que vine para abolir la Ley o los Profetas: yo no he venido a abolir,
sino a dar cumplimiento. Les aseguro que no desaparecerá ni una i ni una coma
de la Ley, antes que desaparezcan el cielo y la tierra, hasta que todo se
realice.
El
que no cumpla el más pequeño de estos mandamientos, y enseñe a los otros a
hacer lo mismo, será considerado el menor en el Reino de los Cielos. En cambio,
el que los cumpla y enseñe, será considerado grande en el Reino de los Cielos.
Palabra
del Señor.
Para reflexionar
El
apóstol Pablo es maestro y testigo de la obra del Espíritu Santo. Su propia
experiencia de vida, se resume en haber sido arrollado por la gracia y el amor,
que cambiaron todo adentro de él, o mejor: que hicieron que todo lo suyo se
convirtiera en instrumento puesto en manos de Dios para manifestar su gloria.
Pero
no deja de reconocer que «nuestra capacidad nos viene de Dios». Pablo sabe que
no hubiera podido superar las dificultades que le han salido en el camino, si
no hubiera sido por la ayuda de Dios, que es quien le ha dado el ministerio que
tiene como apóstol.
Aquí
Pablo, entra en la difícil relación entre la ley antigua y la nueva. Él está
muy contento de que le haya tocado anunciar la Alianza de Jesús, y por eso no
quiere que los fieles de Corinto, se dejen engañar y vuelvan a la antigua. Su
misión es ser «servidor de una nueva Alianza».
La
Alianza que selló Moisés era «letra», no valía para transmitir vida, sólo
servia para enseñar. La que nos viene por Jesús es «espíritu» y nos alcanza el
perdón y la vida. Si la Alianza de Moisés, caduca y grabada en piedra, se
recibió con tanto resplandor, cuánto más la Nueva Alianza de Jesús, que es
definitiva y nos da su propio Espíritu.
Lo
que la ley no pudo hacer, Dios lo hizo: envió a su propio Hijo. Esto significa
que Jesús realiza lo que no alcanzaba a realizar la Ley, pero no a espaldas de
la Ley, ni en contra de la Ley, sino más allá y en la misma dirección de la
Ley, pues al fin y al cabo, la Ley vino del mismo Dios providente; que después
de la Ley nos ha dado la gracia.
Si
en el Antiguo Testamento «Moisés y Aarón con sus sacerdotes, invocaban al Señor
y Él les respondía», y descubrían la cercanía de Dios en sus vidas, cuánto más
nosotros; que conocemos y seguimos al Hijo mismo de Dios, el Sacerdote supremo,
a quien nos unimos para alabar a Dios e interceder por la humanidad.
***
Los
fariseos habían logrado hacer de la ley un absoluto inamovible en el cual Dios,
era puesto como acusador, de las injusticias que tenían establecidas. Fanáticos
obsesivos del cumplimiento de la ley, habían puesto la voluntad de Dios en
elementos secundarios.
Jesús
criticó repetidas veces las interpretaciones que se hacían de la ley de Moisés,
pero no la desautorizó, sino que la cumplió e invitó a cumplirla. Cristo
reconoce el valor perenne de la ley de Moisés: ella ha tenido una función
importante e insustituible para Israel, dado que en ella descubrían la
concretización de la voluntad de Dios.
Por
esto Jesús no viene a abolir el valor de la ley, sino que viene a darle
cumplimiento. Por eso la manifestación más plena de la voluntad de Dios, es su
hijo Jesús, Salvador del hombre.
Todo
cuanto estaba escrito en la ley antigua, tiene un valor profético y debía
históricamente, cumplirse en los tiempos mesiánicos. Jesús es la plenitud y el
cumplimiento de este tiempo de gracia, en el que se hace presente, de una
manera definitiva, el Reino de Dios. Por tanto, Jesús es la plenitud y el
cumplimiento profético de la ley.
El
Antiguo Testamento no está derogado: está perfeccionado por Jesús y su
evangelio. Los mandamientos de Moisés siguen siendo válidos. La Pascua de
Israel ya fue salvación liberadora, aunque tiene su pleno cumplimiento en la
Pascua de Cristo y en la nuestra.
En
Jesús, tenemos la plenitud de la Revelación. Él es el Verbo, la Palabra de
Dios, que se ha hecho hombre y viene a nosotros para darnos a conocer quién es
Dios y cómo nos ama. Esta Palabra que es Dios mismo, espera del hombre una
respuesta de amor. Obras son amores, dice el refrán popular. Nuestra respuesta
de amor se manifiesta viviendo profundamente y con fuerza sus enseñanzas: «Si
me aman, guardarán mis mandamientos».
El
amor no es sólo un sentimiento, sino que pide obras, obras de amor, vivir el
doble precepto de la caridad.
Guardar
los mandamientos de Dios, es una muestra de que lo amamos con obras y de
verdad.
Para discernir
¿Qué
papel juega la ley en nuestra vida?
¿Descubro
el valor que se esconde detrás de la letra de la ley?
¿Mi
fe se contenta con simplemente cumplir?
Repitamos a lo largo de este día
Que
se cumpla Tu Palabra
Para la lectura espiritual
…Pero
los únicos que pueden tener esa justicia mejor [que la de los escribas y los
fariseos; cf. 2.20] son aquellos a quienes Cristo habla, los que él ha llamado.
La condición de esta justicia mejor es el llamamiento de Cristo, es Cristo
mismo. Resulta así comprensible que Jesús, en este momento del sermón del
monte, hable por primera vez de sí mismo. Entre la justicia mejor y los
discípulos, a los que se la exige, se encuentra él. Ha venido para cumplir la
Ley de la antigua alianza. Este es el presupuesto de todo lo demás; Jesús da a
conocer su unión plena con la voluntad de Dios en el Antiguo Testamento, en la
Ley y los profetas. De hecho, no tiene nada que añadir a los preceptos de Dios;
los guarda, y esto es lo único que añade. Dice de sí mismo que cumple la Ley. Y
es verdad. La cumple hasta lo más mínimo. Y al cumplirla, se «consuma todo» lo
que ha de suceder para el cumplimiento de la Ley [...]. La justicia de los
discípulos es justicia bajo la cruz. Es la justicia de los pobres, de los
combatidos, hambrientos, mansos, pacíficos, perseguidos por amor a Cristo; la
justicia visible de los que son luz del mundo y ciudad sobre el monte, por la
llamada de Cristo. Si la justicia de los discípulos es «mejor» que la de los
fariseos se debe a que sólo se apoya en la comunidad de aquel que ha cumplido la
Ley; la justicia de los discípulos es auténtica justicia porque ahora cumplen
la voluntad de Dios observando la Ley…
Dietrich
Bonhoeffer, El precio de la gracia.
Para rezar
Manda
y ordena lo que quieras
Señor, tú que nos diste el que te encontráramos
y el ánimo para seguir buscándote,
no nos abandones al cansancio ni a la desesperanza.
Haznos buscarte siempre y cada vez con más ardor.
Y danos fuerzas para adelantar en la búsqueda.
Manda y ordena lo que quieras,
pero limpia mis oídos para que escuchen tu voz.
Sana y abre mis ojos
para que descubran tus indicaciones.
Aparta de mí toda ignorancia
para que reconozca tus caminos.
Dime a dónde debo dirigir la mirada para verte a ti,
y así poder cumplir lo que te agrada
San
Agustín
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