8
de mayo de 2019 - MIÉRCOLES DE LA III SEMANA
8 de mayo - NUESTRA SEÑORA DE LUJAN - Patrona de la República Argentina (S)
…Aquí tienes a tu hijo. Aquí tienes a tu madre…
PRIMERA
LECTURA
Lectura
del libro del profeta Isaías: 35, 1-7
¡Regocíjense
el desierto y la tierra reseca, alégrese y florezca la estepa! ¡Sí, florezca
como el narciso, que se alegre y prorrumpa en cantos de júbilo! Le ha sido dada
la gloria del Líbano, el esplendor del Carmelo y del Sarón. Ellos verán la
gloria del Señor, el esplendor de nuestro Dios.
Fortalezcan
los brazos débiles, robustezcan las rodillas vacilantes; digan a los que están
desalentados: « ¡Sean fuertes, no teman: ahí está su Dios! Llega la venganza,
la represalia de Dios: él mismo viene a salvarlos.»
Entonces
se abrirán los ojos de los ciegos y se destaparán los oídos de los sordos;
entonces el tullido saltará como un ciervo y la lengua de los mudos gritará de
júbilo. Porque brotarán aguas en el desierto y torrentes en la estepa; el
páramo se convertirá en un estanque y la tierra sedienta en manantiales; la
morada donde se recostaban los chacales será un paraje de caña y papiros.
Palabra
de Dios.
o bien:
Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles 1, 12-14; 2, 1-4
Los Apóstoles regresaron entonces del monte de los Olivos a Jerusalén: la distancia entre ambos sitios es la que está permitido recorrer en día sábado. Cuando llegaron a la ciudad, subieron a la sala donde solían reunirse. Eran Pedro, Juan, Santiago, Andrés, Felipe y Tomás, Bartolomé, Mateo, Santiago, hijo de Alfeo, Simón el Zelote, y Judas, hijo de Santiago. Todos ellos, íntimamente unidos, se dedicaban a la oración, en compañía de algunas mujeres, de María, la madre de Jesús y de sus hermanos.
Al
llegar el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en el mismo lugar. De
pronto, vino del cielo un ruido, semejante a una fuerte ráfaga de viento, que
resonó en toda la casa en que se encontraban. Entonces vieron aparecer unas
lenguas como de fuego, que descendieron por separado sobre cada uno de ellos.
Todos quedaron llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en distintas
lenguas, según el Espíritu les permitía expresarse.
Palabra de Dios.
Palabra de Dios.
SALMO
Lc 1, 46-48. 49-50. 51-53. 54-55 (R.: cf. 49)
R. El
Señor hizo en mí maravillas: ¡gloria al Señor!
«Mi
alma canta la grandeza del Señor,
y
mi espíritu se estremece de gozo en Dios, mi Salvador,
porque
él miró con bondad la pequeñez de su servidora.
En
adelante todas las generaciones me llamarán feliz. R.
Porque
el Todopoderoso ha hecho en mí grandes cosas:
¡su
Nombre es santo!
Su
misericordia se extiende de generación en generación
sobre
aquellos que lo temen. R.
Desplegó
la fuerza de su brazo,
dispersó
a los soberbios de corazón.
Derribó
a los poderosos de su trono
y
elevó a los humildes.
Colmó
de bienes a los hambrientos
y
despidió a los ricos con las manos vacías. R.
Socorrió
a Israel, su servidor,
acordándose
de su misericordia,
como
lo había prometido a nuestros padres,
en
favor de Abraham
y
de su descendencia para siempre.» R.
SEGUNDA
LECTURA
Lectura
de la carta del apóstol san Pablo
a
los cristianos de Efeso 1, 3-14
Bendito
sea Dios, el Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido en Cristo
con toda clase de bienes espirituales en el cielo, y nos ha elegido en él,
antes de la creación del mundo, para que fuéramos santos e irreprochables en su
presencia, por el amor.
El
nos predestinó a ser sus hijos adoptivos por medio de Jesucristo, conforme al
beneplácito de su voluntad, para alabanza de la gloria de su gracia, que nos
dio en su Hijo muy querido.
En
él hemos sido constituidos herederos, y destinados de antemano -según el previo
designio del que realiza todas las cosas conforme a su voluntad- a ser aquellos
que han puesto su esperanza en Cristo, para alabanza de su gloria.
Palabra
de Dios.
EVANGELIO
Lectura
del santo Evangelio según san Juan 19, 25-27
Junto
a la cruz de Jesús, estaba su madre y la hermana de su madre, María, mujer de
Cleofás, y María Magdalena. Al ver a la madre y cerca de ella al discípulo a
quien él amaba, Jesús le dijo: «Mujer, aquí tienes a tu hijo.» Luego dijo al
discípulo: «Aquí tienes a tu madre.»
Y
desde aquel momento, el discípulo la recibió en su casa.
Palabra
del Señor.
Para reflexionar
El
Señor dirige su palabra a estos testigos fieles y silenciosos que permanecen al
pie de la cruz: María y Juan que lo observan con dolorosa atención. Jesús
mirando a la Madre le dice: “Mujer, he aquí a tu hijo”. Jesús le encomienda la
nueva misión de extender su maternidad a todos los hombres representados por
Juan.
En
el momento oportuno, cuando Jesús llega a su máxima entrega, María está a la
altura del Amor de su Hijo y se entrega plenamente a la voluntad de Dios sobre
los hombres, y por eso se le encarga la maternidad de todos los hombres.
Esta
nueva maternidad de María, engendrada por la fe, es fruto del nuevo amor que
maduró en ella definitivamente al pie de la cruz. La esperanza de María al pie
de la cruz encierra una luz más fuerte que la oscuridad que reina en los que lo
llevaron a la cruz. Al pie de la cruz nace la esperanza de la Iglesia y de la
humanidad.
Esta
es la gran herencia que Cristo concede desde la Cruz a la humanidad. Es como
una segunda Anunciación para María. Hacía más de treinta años que el ángel la
invitaba a entrar en los planes salvadores de Dios. Ahora, es su propio Hijo el
que le anuncia la nueva tarea. María desde ese momento es la Madre por excelencia.
María Madre de Dios, Madre de Cristo, Madre de los hombres. Esta nueva
maternidad agranda su corazón, aún más, hasta límites insospechados. Jesús
entrega a su Madre como Madre de todos los vivientes: a los solos, a los
abandonados, a los desprotegidos, a todos los que se harán hijos de Dios por la
gracia.
…”Con
la maternidad divina, María abrió plenamente su corazón a Cristo y, en él, a
toda la humanidad. La entrega total de María a la obra de su Hijo se manifiesta
sobre todo, en la participación en su sacrificio. Según el testimonio de san
Juan, la Madre de Jesús «estaba junto a la cruz». Por consiguiente, se unió a
todos los sufrimientos que afligían a Jesús. Participó en la ofrenda generosa
del sacrificio por la salvación de la humanidad. Esta unión con el sacrificio
de Cristo dio origen en María a una nueva maternidad. Ella que sufrió por todos
los hombres, se convirtió en madre de todos los hombres. Jesús mismo proclamó
esta nueva maternidad cuando le dijo desde la cruz: «Mujer, he ahí a tu hijo».
Así quedó María constituida madre del discípulo amado y, en la intención de
Jesús, madre de todos los discípulos, de todos los cristianos. Esta maternidad
universal de María, destinada a promover la vida según el Espíritu, es un don
supremo de Cristo crucificado a la humanidad. Al discípulo amado le dijo Jesús:
«He ahí a tu madre», y desde aquella hora «la acogió en su casa», o mejor,
«entre sus bienes», entre los dones preciosos que le dejó el Maestro
crucificado. Las palabras «He ahí a tu madre» están dirigidas a cada uno de
nosotros. Nos invitan a amar a María como Cristo la amó, a recibirla como Madre
en nuestra vida, a dejarnos guiar por ella en los caminos del Espíritu Santo”…
San Juan Pablo II
La
Virgen en Luján eligió el lugar donde quedarse para siempre junto al pueblo
argentino. Desde ahí su maternidad se extendió a todos los argentinos. Ella
recoge nuestras súplicas, ella asume los dolores de este pueblo como asumió los
de su hijo en la espera confiada de la Pascua. La incesante peregrinación de
fieles que hace ya casi cuatro siglos acuden a sus pies la transformaron en
nuestra patrona, en nuestra protectora, en nuestra Reina pero sobre todo en
nuestra Madre.
Para rezar
María Santísima,
Nuestra Señora de Luján,
venimos a tu
casa a orar, peregrinos de tu amor materno.
Sólo Dios salva
a hombres y pueblos.
Necesitamos
dones materiales
y estructuras
sociales y políticas,
pero precisamos
antes corazones nuevos,
que rechazando
la codicia, la ambición y todo pecado,
se vuelvan a
Dios y acojan su perdón y su gracia.
Todos somos
indigentes espirituales
y especialmente
quienes tenemos
la
responsabilidad de la dirigencia.
Por todos
venimos a implorar tu bondad.
Que tu corazón
de Madre lleve al Señor.
Jesús el clamor
del pueblo que necesita de tu ternura,
y de la
misericordia de tu Hijo.
Venimos con la
humildad y la confianza
de tus hijos más
pequeños,
en nombre de
nuestro pueblo que es el tuyo,
que te honra con
la sencillez de su vida
y la dignidad de
su sufrimiento.
Pide a tu Hijo,
como en Caná,
que tengamos pan
para cada mesa,
trabajo para
cada mano,
salud para cada
familia,
educación para
cada niño y cada joven,
esperanza para
todos.
Que el Señor nos
dé especialmente a los dirigentes,
ojos limpios que
permitan reconocernos como pueblo
y nos dé la fuerza
y el coraje de la solidaridad fraterna.
Amén
Obispos
Argentinos
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