6
de mayo de 2019 - LUNES DE LA III SEMANA
Trabajen por
el alimento que permanece hasta la Vida eterna
Lectura
de los Hechos de los Apóstoles 6, 8-15
Esteban,
lleno de gracia y de poder, hacía grandes prodigios y signos en el pueblo.
Algunos
miembros de la sinagoga llamada «de los Libertos», como también otros,
originarios de Cirene, de Alejandría, de Cilicia y de la provincia de Asia, se
presentaron para discutir con él. Pero como no encontraban argumentos, frente a
la sabiduría y al espíritu que se manifestaba en su palabra, sobornaron a unos
hombres para que dijeran que le habían oído blasfemar contra Moisés y contra
Dios. Así consiguieron excitar al pueblo, a los ancianos y a los escribas, y
llegando de improviso, lo arrestaron y lo llevaron ante el Sanedrín.
Entonces
presentaron falsos testigos, que declararon: «Este hombre no hace otra cosa que
hablar contra el Lugar santo y contra la Ley. Nosotros le hemos oído decir que
Jesús de Nazaret destruirá este Lugar y cambiará las costumbres que nos ha
transmitido Moisés.»
En
ese momento, los que estaban sentados en el Sanedrín tenían los ojos clavados
en él y vieron que el rostro de Esteban parecía el de un ángel.
Palabra
de Dios.
SALMO Sal
118, 23-24. 26-27. 29-30 (R.: 1)
R. Felices
los que siguen la ley del Señor.
Aunque
los poderosos se confabulen contra mí,
yo
meditaré tus preceptos.
Porque
tus prescripciones son todo mi deleite,
y
tus preceptos, mis consejeros. R.
Te
expuse mi conducta y tú me escuchaste:
enséñame
tus preceptos.
Instrúyeme
en el camino de tus leyes,
y
yo meditaré tus maravillas. R.
Apártame
del camino de la mentira,
y
dame la gracia de conocer tu ley.
Elegí
el camino de la verdad,
puse
tus decretos delante de mí. R.
EVANGELIO
Lectura
del santo Evangelio según san Juan 6, 22-29
Después
de que Jesús alimentó a unos cinco mil hombres, sus discípulos lo vieron
caminando sobre el agua. Al día siguiente, la multitud que se había quedado en
la otra orilla vio que Jesús no había subido con sus discípulos en la única
barca que había allí, sino que ellos habían partido solos.
Mientras
tanto, unas barcas de Tiberíades atracaron cerca del lugar donde habían comido
el pan, después que el Señor pronunció la acción de gracias. Cuando la multitud
se dio cuenta de que Jesús y sus discípulos no estaban allí, subieron a las
barcas y fueron a Cafarnaún en busca de Jesús. Al encontrarlo en la otra
orilla, le preguntaron: «Maestro, ¿cuándo llegaste?»
Jesús
les respondió: «Les aseguro que ustedes me buscan, no porque vieron signos,
sino porque han comido pan hasta saciarse. Trabajen, no por el alimento
perecedero, sino por el que permanece hasta la Vida eterna, el que les dará el
Hijo del hombre; porque es él a quien Dios, el Padre, marcó con su sello.»
Ellos
le preguntaron: « ¿Qué debemos hacer para realizar las obras de Dios?»
Jesús
les respondió: «La obra de Dios es que ustedes crean en aquel que él ha
enviado.»
Palabra
de Dios.
Para reflexionar
Hoy
aparece como protagonista de la vida de la primera comunidad uno de de los
diáconos, elegido por los apóstoles para el servicio de las mesas. Esteban,
dará testimonio de Cristo ante el pueblo y las autoridades, con la misma
valentía y lucidez que Pedro y los demás apóstoles.
Su
manera de pensar y de hablar provocaba el descontento incluso de los judíos
«libertos», que se llamaban así porque, después de haber sido llevados como
esclavos fuera de Palestina, habían sido liberados y devueltos. Estos eran más
abiertos que los judíos de Jerusalén. Por eso tenían sinagoga propia. Aún a
ellos les resulta inadmisible que Esteban, lleno del Espíritu, les muestre con
su elocuencia cómo Jesús, el Resucitado, ha superado la ley y el Templo, y que
sólo en Él está la salvación.
Por
eso le acusan de subversión. Esteban no hace sino repetir las palabras de
Jesús. Ha comprendido que el verdadero templo de Dios, el lugar donde Dios
habita, no es una construcción de piedra, sino el pueblo de Dios en su
totalidad. Allí donde haya un creyente, allí hay un templo donde Dios habita.
Esteban
surge como el iniciador formal de la ruptura de los moldes del judaísmo. Cabeza
visible del movimiento de los «helenistas», que se presentan en confrontación
con los “hebreos” que querían vivir un cristianismo dentro del marco de la ley
y el templo.
Esteban
conoce bien al mundo griego, sabe que el universo no se reduce a Jerusalén: por
todas partes hay hombres que esperan la salvación. Comprende que la Iglesia no
ha de quedar reducida a un gheto en medio del mundo judío.
El
desenlace esperado es su martirio, precedido de su transfiguración donde
declara que ve «al Hijo del hombre a la derecha de Dios». Sus últimas palabras
son semejantes a las de Jesús: «Recibe mi espíritu… No les tomes en cuenta este
pecado». Así termina la misión en Jerusalén.
***
Jesús
y sus discípulos, durante la noche, se trasladaron de los alrededores de
Tiberíades a la ciudad de Cafarnaún. Al amanecer, la gente que había
participado en el milagro de la multiplicación de los panes, al no
encontrarlos, se fue a buscarlos. Pero Jesús les tiene que echar en cara que la
motivación de esta búsqueda no es porque han visto signos, sino porque comieron
pan hasta saciarse. Se quedan en el hecho, pero no llegan al mensaje.
Con
sus milagros, Jesús quiere que los hombres descubran su persona, su misión: que
crean en el Dios que lo ha enviado.
Jesús
va conduciendo con paciencia a sus oyentes hacia la verdadera fe, a que
descubran que Él es la Luz, la Vida, el Pastor. A partir del pan que han comido
con gusto y abundantemente, los ayudará a creer que es el pan que da la vida
eterna.
Jesús
con una pedagogía admirable, fue conduciendo a la gente a partir de las
necesidades meramente humanas a la fe en Él. Buscar a Jesús porque multiplica
el pan es un punto de partida.
Para
un pueblo de hombres sencillos y trabajadores, agobiados por una Ley que
oprimía, guiados por dirigentes religiosos legalistas y sometidos a un reinado
local ambicioso y a un Imperio que exigía tributos desmesurados: creer al
enviado de Dios, significaba reconocer al Mesías político que los liberaría de
su dolorosa situación.
Pero
Jesús propone una transformación radical interior, una inversión de los
valores. Creer en Dios y en su enviado, significa no esperar pasivamente que
todo llegue por su fuerza y poder, sino afrontar la realidad y comprometerse en
unión con otros a cambiar la situación en que viven, desde el cambio personal y
viviendo la experiencia del amor fraternal.
Igual
que la gente de Cafarnaúm, que desconcertada, busca y no encuentra respuesta al
sentido de su vida; el hombre de hoy, como el de todos los tiempos, aunque tal
vez no conscientemente, busca felicidad, seguridad, vida y verdad. Del mismo
modo que Jesús, también nosotros deberíamos ayudar a nuestros hermanos a llegar
a captar a Jesús como la respuesta de Dios a todos nuestros deseos y valores.
Como
sus discípulos vamos al encuentro del pan que Jesús nos da. La Eucaristía no es
como el maná del desierto: un símbolo perecedero. La Eucaristía es un encuentro
permanente con Dios en la persona de Jesús.
El
Pan eucarístico es la Carne salvadora de Cristo. Recibirlo es reconocerlo como
único camino de salvación. Esta conciencia nos debe llevar a vivir el día a día
mucho más decididamente en el seguimiento de ese Cristo Jesús, que es a la vez
nuestro Alimento y nuestro Maestro en el camino de la vida.
Para discernir
¿Por
qué buscamos a Jesús?
¿Buscamos
lo que nos da o lo buscamos a Él?
¿Qué
le aporta a mi vida comulgar?
Repitamos a lo largo de este día
La
obra de Dios es creer en aquel que Él ha enviado
Para la lectura espiritual
…Debemos dar un
tono de valentía a nuestra vida cristiana, tanto a la privada como a la
pública, para no convertirnos en seres insignificantes en el plano espiritual e
incluso en cómplices del hundimiento general. ¿Acaso no buscamos, de manera
ilegítima, en nuestra libertad un pretexto para dejarnos imponer por los otros
el yugo de opiniones inaceptables?
Sólo son libres
los seres que se mueven por sí mismos, nos dice santo Tomás. Lo único que nos
ata interiormente, de manera legítima, es la verdad. Esta hará de nosotros
hombres libres (cf. Jn 8,32). La actual tendencia a suprimir todo esfuerzo
moral y personal no presagia, por consiguiente, un auténtico progreso
verdaderamente humano. La cruz se yergue siempre ante nosotros. Y nos llama al
vigor moral, a la fuerza del espíritu, al sacrificio (cf. Jn 12,25) que nos
hace semejantes a Cristo y puede salvarnos tanto a nosotros como al mundo…
San Pablo VI,
Audiencia general del 21 de marzo de 1975.
Para rezar
Sí, es justo que
te alabemos y te adoremos,
Dios Eterno,
pues escoges las cosas consideradas
locas e
insignificantes,
indicas caminos
de vida inclusivos y revelas
tu poder en la
tarea diaconal.
Gracias te
damos, porque Jesús oyó el clamor
de las personas
excluidas y no se inclinó ante el poder que pisa.
Por amor a un
nuevo mundo de relaciones solidarias,
él se ofreció en
sacrificio por nosotros.
Cristo ha muerto, Cristo ha resucitado,
Cristo ha muerto, Cristo ha resucitado,
Cristo vendrá
otra vez.
Envía tu Espíritu Santo, para que transforme corazones,
Envía tu Espíritu Santo, para que transforme corazones,
valores y
estructuras.
Concede que, en
la mesa de comunión,
al recibir el
pan de vida y la copa de la salvación,
sea fortalecido
nuestro empeño por un mundo al revés,
en el que
prevalezcan los valores de la vida, la justicia, la paz y la libertad.
Ven, Espíritu Santo, ven atiende nuestro llamado.
Ven, Espíritu Santo, ven atiende nuestro llamado.
Acuérdate,
Señor, de las personas que, en todas las épocas,
culturas y
lugares, ofrecieron su vida
en defensa de
los necesitados y de la solidaridad.
Guíanos, con
ellas, y con todos nuestros seres queridos ya fallecidos,
a la alegría de
la fiesta en el Reino que, en Cristo, nos preparaste.
Traducido
y ampliado por G. Oberman
Dora
Sipowicz. Pedro Casaldaliga
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