2
de abril de 2019 – T. de Cuaresma – MARTES DE LA IV
SEMANA
Levántate, toma tu camilla y camina
Lectura
de la profecía de Ezequiel 47, 1-9. 12
El
hombre me hizo volver a la entrada de la Casa, y vi que salía agua por debajo
del umbral de la Casa, en dirección al oriente, porque la fachada de la Casa
miraba hacia el oriente. El agua descendía por debajo del costado derecho de la
Casa, al sur del altar. Luego me sacó por el camino de la puerta septentrional,
y me hizo dar la vuelta por un camino exterior, hasta la puerta exterior que
miraba hacia el oriente. Allí vi que el agua fluía por el costado derecho.
Cuando
el hombre salió hacia el este, tenía una cuerda en la mano. Midió quinientos
metros y me hizo caminar a través del agua, que me llegó a los tobillos. Midió
otros quinientos metros y me hizo caminar a través del agua, que me llegó a las
rodillas. Midió otros quinientos metros y me hizo caminar a través del agua,
que me llegó a la cintura. Luego midió otros quinientos metros, y ya era un
torrente que no pude atravesar, porque el agua había crecido: era un agua donde
había que nadar, un torrente intransitable.
El
hombre me dijo: « ¿Has visto, hijo de hombre?», y me hizo volver a la orilla
del torrente. Al volver, vi que a la orilla del torrente, de uno y otro lado,
había una inmensa arboleda.
Entonces
me dijo: «Estas aguas fluyen hacia el sector oriental, bajan hasta la estepa y
van a desembocar en el Mar. Se las hace salir hasta el Mar, para que sus aguas
sean saneadas. Hasta donde llegue el torrente, tendrán vida todos los seres
vivientes que se mueven por el suelo y habrá peces en abundancia. Porque cuando
esta agua llegue hasta el Mar, sus aguas quedarán saneadas, y habrá vida en
todas partes adonde llegue el torrente.
Al
borde del torrente, sobre sus dos orillas, crecerán árboles frutales de todas
las especies. No se marchitarán sus hojas ni se agotarán sus frutos, y todos
los meses producirán nuevos frutos, porque el agua sale del Santuario. Sus
frutos servirán de alimento y sus hojas de remedio.»
Palabra
de Dios.
SALMO Sal
45, 2-3. 5-6. 8-9 (R.: 8)
R. El
Señor de los ejércitos está con nosotros, nuestro baluarte es el Dios de Jacob.
El
Señor es nuestro refugio y fortaleza,
una
ayuda siempre pronta en los peligros.
Por
eso no tememos, aunque la tierra se conmueva
y
las montañas se desplomen hasta el fondo del mar. R.
Los
canales del Río alegran la Ciudad de Dios,
la
más santa Morada del Altísimo.
El
Señor está en medio de ella: nunca vacilará;
él
la socorrerá al despuntar la aurora. R.
El
Señor de los ejércitos está con nosotros,
nuestro
baluarte es el Dios de Jacob.
Vengan
a contemplar las obras del Señor,
él
hace cosas admirables en la tierra. R.
EVANGELIO
Lectura
del santo Evangelio según san Juan 5, 1-3a. 5-18
Se
celebraba una fiesta de los judíos y Jesús subió a Jerusalén.
Junto
a la puerta de las Ovejas, en Jerusalén, hay una piscina llamada en hebreo
Betsata, que tiene cinco pórticos. Bajo estos pórticos yacía una multitud de
enfermos, ciegos, paralíticos y lisiados, que esperaban la agitación del agua.
Había
allí un hombre que estaba enfermo desde hacía treinta y ocho años. Al verlo
tendido, y sabiendo que hacía tanto tiempo que estaba así, Jesús le preguntó: «¿Quieres
curarte?»
El
respondió: «Señor, no tengo a nadie que me sumerja en la piscina cuando el agua
comienza a agitarse; mientras yo voy, otro desciende antes.»
Jesús
le dijo: «Levántate, toma tu camilla y camina.»
En
seguida el hombre se curó, tomó su camilla y empezó a caminar.
Era
un sábado, y los judíos dijeron entonces al que acababa de ser curado: «Es
sábado. No te está permitido llevar tu camilla.»
El
les respondió: «El que me curó me dijo: “Toma tu camilla y camina.”» Ellos le
preguntaron: « ¿Quién es ese hombre que te dijo: “Toma tu camilla y camina?”»
Pero
el enfermo lo ignoraba, porque Jesús había desaparecido entre la multitud que
estaba allí.
Después,
Jesús lo encontró en el Templo y le dijo: «Has sido curado; no vuelvas a pecar,
de lo contrario te ocurrirán peores cosas todavía.»
El
hombre fue a decir a los judíos que era Jesús el que lo había curado. Ellos
atacaban a Jesús, porque hacía esas cosas en sábado.
Palabra
del Señor.
Para reflexionar
El
agua, como principio de vida, es una imagen que se encuentra con frecuencia en
la Biblia. Los torrentes en el Antiguo Testamento son símbolo de la vida que
Dios da, especialmente en los tiempos mesiánicos.
Ezequiel
utiliza la imagen del torrente de agua milagrosa, que mana del lado derecho del
templo, que es el lugar de la presencia de Dios. El agua que brota del templo,
o sea, que viene de Dios va hacia el oriente que es la zona más árida, purifica
y cura todo a su paso haciendo que los campos produzcan fértiles frutos y que
el mar muerto se llene de vida.
***
En
el evangelio de hoy, San Juan nos presenta a Jesús realizando un “signo”, un
milagro, en sábado. Era una fiesta de los judíos, pero la multitud, tirada en
los pórticos, está, por tanto, excluida de la fiesta, de la alegría de la vida,
de la felicidad.
En
Jerusalén se encuentra la piscina de Betsata que significa casa de la
misericordia y que tiene cinco pórticos. Los pórticos del templo eran el lugar
de la enseñanza oficial de la Ley de Moisés. Para muchos los pórticos son un
símbolo de los cinco libros de la Ley, que mal interpretados sólo sirven para
provocar la opresión y la muerte del pueblo.
Se
arrastraban hacia allí gran cantidad de lisiados y multitud de mendigos, que
colocándose al borde de la piscina, esperaban poder algún día recobrar la
salud. Imagen de una humanidad que vive esperando inútilmente la salvación de
quien no puede darla. El agua de Betsata era estéril, no podía producir un
nacimiento nuevo.
Jesús
se acerca a ellos, concretamente a uno que lleva treinta y ocho años, toda una
vida ahí, esperando por Dios, esperando que otros le den la posibilidad de
Dios. Ahora Dios se acerca a él. Este hombre es signo de la muchedumbre
agobiada por el peso de la ley. Por eso la curación que va a efectuar Jesús es
el signo de la liberación de aquello que los somete. Jesús no se preocupa de
cumplir el precepto del descanso; para Él cuenta sólo el bien del hombre, sin
importarle el momento. A los dirigentes judíos, no les alegrará que el hombre
recobre la salud; por el contrario, los alarmará el atrevimiento de dispensar
de las obligaciones religiosas, que ellos imponen. Por este motivo, inmediatamente,
piensan en matarlo.
Jesús,
al verlo y sabiendo que ya llevaba mucho tiempo, le dice: “¿Quieres quedar
sano?” A este hombre y a todo ese pueblo que él representa, Jesús quiere darle
la salud. Al hombre sin fuerzas, víctima de su enfermedad, incapaz de
movimiento, de acción, de iniciativa, Jesús implícitamente le ofrece una
esperanza de salvación.
El
enfermo desea la curación, pero está fuera de su alcance porque no tiene a
nadie que lo lleve a la piscina cuando el agua se agita. “Jesús le dice:
levántate y anda”. El hombre que estaba paralítico desde hacía treinta y ocho
años, encadenado a su pasado de desdicha, se pone de pie. Le da la salud y con
ella la capacidad de actuar por sí mismo. Aquí hay un “agua viva” que tiene
como un poder de resurrección: suscita seres vivos. Es un agua que da vida.
“Levántate,
toma tu camilla y anda”. Comienzo de una vida nueva. Cuando Dios da el agua viva,
el viejo mundo desaparece. El hombre ahora puede caminar a donde quiera. La
camilla que cargaba con el hombre inválido; ahora, curado, es cargada por él.
Es
la vida nueva de los bautizados. Dios quiere un “hombre de pie”, un hombre que
avanza. La salvación no viene de la “magia” del agua o del cumplimiento
estricto de la ley, sino de la persona de Jesús, del Hijo de Dios, que es el
único que tiene el agua de la vida y la generosidad para darla en abundancia.
Nuestra
vida se renueva y reverdece cuando el Espíritu nos inunda. Bautizados en la
muerte y resurrección de Jesús, pertenecemos a una tierra liberada. El Señor
vino a sanarnos de nuestros males, vino a perdonarnos nuestros pecados, vino a
darnos la capacidad de caminar. El que quiera ser su discípulo, debe ir tras
las mismas huellas que Él nos ha dejado, huellas de amor y de servicio a los
demás.
Renovados
en el bautismo, somos curados de la parálisis de nuestros pecados; y podemos
salir al encuentro de todos los hombres, para anunciar las maravillas que Dios
hace siempre a favor de los humildes, los pequeños, los enfermos y los pobres.
Para discernir
¿Cuáles
son mis ataduras más viejas?
¿Cuáles
son las parálisis del corazón que no me dejan andar en libertad?
¿Dejo
que su gracia se instale en mi vida desde la constancia?
¿Hago
memoria de lo que Dios ha hecho en mí para que pueda seguir haciéndolo?
Repitamos a lo largo de este día
Devuélveme
la alegría de tu salvación.
Para la lectura espiritual
…Volviendo a un
hombre totalmente sano, Jesús le confiere la vida en plenitud; se exhorta
ciertamente al hombre a no pecar más, pero él no hace más que una cosa:
“andar”. A diferencia del ciego de nacimiento, después de su curación, no se
pone a proclamar que Jesús es un profeta, ni se pone a confesar su fe, sino que
es simplemente un signo vivo de la vida transmitida por el Hijo, y en este
sentido expresa al Padre. No hay ninguna consigna de que no “reniegue”, sino el
deber de existir, de “caminar” simplemente. El creyente es un hombre que
camina, si permanece en relación con el Hijo y, por Él, con el Padre [...].
¿Cómo transmite
Jesús la verdad que habitaba en Él? Él sabe que la Palabra es creadora de vida
y sabe también que la Palabra traducida en palabras corre el peligro de verse
confundida con el parloteo del lenguaje humano. Por eso empieza dando la salud
a un hombre que llevaba muchos años enfermo; y sólo a continuación ilumina su
acción [...]. Al realizar esta acción en día de sábado, suscita una cuestión
sobre la autoridad de su misma persona, y luego explica su sentido.
De esta manera,
todo discípulo puede aprender también la forma de comunicar su experiencia de
fe. Frente a los que no la comparten, me siento tentado a combatir con palabras
que expresen la verdad. Pero de esta manera me olvidaría de que las palabras no
son solamente un medio de comunicación, sino también un obstáculo para el
encuentro con otro. Por el contrario, si pongo al otro en presencia de un acto
que invite a reflexionar sobre ese ser extraño que soy yo (cf. Jn 3,8), entonces
se entabla un diálogo, no con palabras que se cruzan, sino entre unos seres
vivos, discípulos, para comunicarse a través de unos gestos que ofrecen
sentido…
Léon-Dufour,
Lectura del evangelio de Juan, Salamanca 1992, II, 67-68.
Para rezar
Señor, danos tu
mano
y renová tu
invitación.
Sumerginos en el
agua viva de tu amor,
que no me
paralice la vieja desconfianza,
que no me ate el
pecado sin esperanza,
que no me hunda
en el hombre viejo que no cambia.
Sé que me das tu
gracia,
sé que ella me
levanta,
sé que sin ella
no camino.
Dame la
constancia y la perseverancia
de recordar como
tu pascua
han hecho nueva
mi historia.
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