Vende lo que tienes y sígueme
Lectura
del libro del Eclesiástico 17, 24-26. 29
A
los que se arrepienten, les permite volver
y
reconforta a los que perdieron la constancia.
Vuelve
al Señor y deja de pecar,
súplica
ante su rostro y deja de ofenderlo.
Vuelve
al Altísimo, apártate de la injusticia
y
odia profundamente toda abominación.
¡Qué
grande es la generosidad del Señor
y
su perdón para los que vuelven a él!
Palabra
de Dios.
SALMO
Sal 31,1-2. 5. 6. 7 (R.: 11a)
R.
¡Qué los justos se alegren en el Señor!
¡Feliz
el que ha sido absuelto de su pecado
y
liberado de su falta!
¡Feliz
el hombre a quien el Señor
no
le tiene en cuenta las culpas,
y
en cuyo espíritu no hay doblez! R.
Pero
yo reconocí mi pecado,
no
te escondí mi culpa,
pensando:
«Confesaré mis faltas al Señor.»
¡Y
Tú perdonaste mi culpa y mi pecado! R.
Por
eso, que todos tus fieles te supliquen
en
el momento de la angustia;
y
cuando irrumpan las aguas caudalosas
no
llegarán hasta ellos. R.
Tú
eres mi refugio,
tú
me libras de los peligros
y
me colmas
con
la alegría de la salvación. R.
EVANGELIO
Lectura
del santo Evangelio según san Marcos 10, 17-27
Cuando
Jesús se puso en camino, un hombre corrió hacia él y, arrodillándose, le
preguntó: «Maestro bueno, ¿qué debo hacer para heredar la Vida eterna?»
Jesús
le dijo: « ¿Por qué me llamas bueno? Sólo Dios es bueno. Tú conoces los mandamientos:
No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, no
perjudicarás a nadie, honra a tu padre y a tu madre.»
El
hombre le respondió: «Maestro, todo eso lo he cumplido desde mi juventud.»
Jesús
lo miró con amor y le dijo: «Sólo te falta una cosa: ve, vende lo que tienes y
dalo a los pobres; así tendrás un tesoro en el cielo. Después, ven y sígueme.»
El, al oír estas palabras, se entristeció y se fue apenado, porque poseía
muchos bienes.
Entonces
Jesús, mirando alrededor, dijo a sus discípulos: « ¡qué difícil será para los
ricos entrar en el Reino de Dios!» Los discípulos se sorprendieron por estas
palabras, pero Jesús continuó diciendo: «Hijos míos, ¡Qué difícil es entrar en
el Reino de Dios! Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que
un rico entre en el Reino de Dios.»
Los
discípulos se asombraron aún más y se preguntaban unos a otros:
«Entonces,
¿quién podrá salvarse?»
Jesús,
fijando en ellos su mirada, les dijo: «Para los hombres es imposible, pero no
para Dios, porque para él todo es posible.»
Palabra
del Señor.
Para reflexionar
El
sabio, en esta página, llena de ternura, nos invita a convertirnos a Dios,
mientras sea tiempo: después de la muerte ya no podremos alabar a Dios ni darle
gracias, ni convertirnos.
El
motivo fundamental con el que quiere animar es la bondad de Dios: «A los que se
arrepienten Dios los deja volver… qué grande es la misericordia del Señor y su
perdón para los que vuelven a él».
Dios
nos espera. Para el Eclesiástico, los peores pecados son dos, uno referido a
Dios: la idolatría, y otro al prójimo: la injusticia. Nuestra actitud más sabia
es la de convertirnos: «volver», «retornar a Dios», «abandonar el pecado»,
«alejarnos de la injusticia y de la idolatría».
***
Jesús
se encuentra con un hombre que quiere “heredar la vida eterna”. Parece sincero
y con buena intención, pero quizás demasiado seguro de su bondad. El hombre es
un buen israelita, cumplidor de los mandamientos, observante de la ley,
íntegro, conforme a los principios y valores de la tradición judía. Todo lo que
estaba mandado lo ha cumplido desde pequeño.
La
mirada de afecto de Jesús impresionó a sus discípulos. El Señor no anda con
vueltas y le propone al joven algo radical. Para Jesús la observancia de la ley
resulta insuficiente, porque Él viene a ofrecer algo superior a toda ley, una
vida que desborda todos los valores imaginables. Jesús mira con amor al hombre
que ha buscado en sus palabras un sentido más pleno para la vida y lo invita a
realizar juntos el camino del Reino. Pero para hacerlo tiene que vender todo lo
que tiene y darlo a los pobres.
El
hombre que tenía muchos bienes no se atreve a dar el paso y se retira. El
camino del Reino exige la pobreza. Cuando estamos llenos de cosas somos lentos
para avanzar y lo que poseemos se transforma en un obstáculo que nos traba.
Jesús
nos pide la entrega absoluta para que podamos recibirlo todo. Jesús respeta con
delicadeza la libertad de cada persona, pero no acumular riquezas se convierte
en una exigencia para los que acepten el mensaje del Reino y quieran seguirlo.
Algunos,
lo siguen sin dudar, dejándolo todo como los apóstoles, pero muchos se echan
atrás como este hombre; que es como un símbolo del pueblo elegido de Dios que,
llegado el momento, no quiso aceptar el mensaje del Mesías.
La
lección que saca Jesús es muy dura: los ricos, los que están demasiado apegados
a sus bienes, se hacen incapaces de recibir el Reino: «Más fácil es que un
camello pase por el ojo de una aguja…».
Ante
la afirmación de Jesús, el evangelista destaca la “sorpresa” de los discípulos.
Era idea corriente entre los judíos que la riqueza era signo de la bendición de
Dios: aquí, en cambio, Jesús da un giro radical a esta concepción. Lo absoluto
de la exigencia del seguimiento, y la crítica a las riquezas desconcierta a los
discípulos a tal punto que con angustia le preguntan: “¿Quién puede salvarse?”.
Jesús responde con una cita del Génesis donde recuerda a Abraham la
omnipotencia de Dios para cumplir sus promesas. Ahora también Dios sigue siendo
omnipotente para transformar a los hombres y hacerlos capaces de renunciar a
sus bienes para compartirlos, siguiendo a Jesús y su Evangelio.
A
todos nos cuesta renunciar a lo que nos da seguridad: las riquezas, las ideas,
los afectos, la familia o los proyectos. Nuestro tesoro está, donde está
nuestro corazón. El desprendimiento es signo de la entrega de la propia vida y
para compartir con los desposeídos de la tierra la vida y los bienes. Porque la
felicidad no consiste en dejarlo todo, sino en hacerse libre de todo para
entregarse a Cristo y al trabajo por el reino.
Con
Dios es posible el amor, la solidaridad, la generosidad, el desinterés y la
confianza en la providencia. Aceptar el Evangelio del Reino de Dios, es vivir
un tipo de vida en el que los bienes no son el valor absoluto. Y esto sólo es
posible en la medida en que Dios es valor radical que nos lleva al encuentro y
descubrimiento del hermano por quien vale la pena renunciar al acumular, para
vivir el compartir.
Para discernir
¿Nuestro
corazón está en el Dios del Reino y en la búsqueda del Reino de Dios?
¿Estamos
dispuestos a renunciar a estas falsas seguridades?
¿Esperamos
que Dios nos cambie el corazón, puesto que para Él nada hay imposible?
Repitamos a lo largo de este día
Para
Dios todo es posible
Para la lectura espiritual
…«Entonces
¿quién puede salvarse?»
Jesús,
contestando a la pregunta que le había hecho un hombre rico, reveló como se
puede llegar a la vida eterna. Pero es la idea de tener que abandonar sus
riquezas lo que hizo que este hombre se quedara triste y se marchara. Entonces
Jesús dijo: «Más fácil le es a un camello pasar por el ojo de una aguja, que a
un rico entrar en el Reino de Dios». A su vez, Pedro, que se había despojado de
todo renunciando a su oficio y a su barca, que no poseía ni tan solo un
anzuelo, se acerca a Jesús y le pregunta: «Entonces ¿quién puede salvarse?»
Fíjate
al mismo tiempo en la reserva y en el celo de este discípulo. No ha dicho:
«Mandas lo imposible, este mandamiento es demasiado difícil, esta ley es
demasiado exigente». Tampoco se queda callado. Sino que, sin faltar al respeto
y mostrando cuán atento estaba hacia los demás, dijo: «Entonces ¿quién puede
salvarse?» Es porque incluso antes ya de ser pastor tenía alma de éste; ya
antes de estar investido de autoridad…, se preocupaba del mundo
entero. Un hombre rico, probablemente habría preguntado lo mismo
pero por interés, preocupado
por su situación personal y sin pensar en los otros. Pero Pedro, que era pobre, no puede ser sospechoso de haber hecho esta pregunta por semejantes motivos. Ello es señal de que se preocupaba por la salvación de los demás, y que deseaba aprender de su Maestro tal como se debe.
por su situación personal y sin pensar en los otros. Pero Pedro, que era pobre, no puede ser sospechoso de haber hecho esta pregunta por semejantes motivos. Ello es señal de que se preocupaba por la salvación de los demás, y que deseaba aprender de su Maestro tal como se debe.
De
aquí la respuesta alentadora de Cristo: «Es imposible para los hombres, no para
Dios».
Lo
cual quiere decir: «No penséis que yo os abandono. Yo mismo os asistiré en las
cuestiones importantes, y haré que sea fácil y sencillo lo que es difícil»…
San Juan
Crisóstomo (hacia 345-407),
Homilía sobre el
deudor de diez mil talentos, 3; PG 51, 21
Para rezar
Jesús:
La certeza de tu
identidad te ha liberado
para servir a
Dios de maneras que no puedo imaginar.
Me siento muy
limitado por mis temores y mis ansiedades,
y sin embargo me
atrae la libertad que veo en Ti,
la libertad para
servir a Dios.
Jesús, ayúdame a
descubrir
dónde es que
Dios quiere que yo sirva.
Veo muchas cosas
negativas e injustas
en el mundo, en
mi país, en mi ciudad,
y hasta en mi
familia. Pero tengo miedo.
¿Cómo puedo
cambiar ciertas cosas?
¿Cómo puedo
aprender a confrontar?
Y más importante
aún, ¿qué es lo que Dios quiere que yo haga?
Mi querido amigo
Jesús, cuando Te veo,
quedo enamorado
de Tu fuerza y de
la libertad con
que sirves a Dios.
Eso me atrae
fuertemente.
Quiero aprender
a servir a Dios sin la carga de mis temores.
Pareces estar
muy consciente de Tu identidad
y de cómo Dios
Te ha llamado a servir.
Quiero tener el
valor suficiente para confrontar
las estructuras
y las autoridades que veo actuando mal.
Pero, Jesús,
tengo miedo.
La confrontación
me trae recuerdos de viejos temores
que necesitan
ser sanados, y necesito sentir Tu amor
y Tu libertad
para servir con todo el corazón.
Nunca he sido
una persona luchadora, sino alguien que rehuye a los conflictos.
Pero cuando
estoy contigo esta semana,
veo que las
constantes confrontaciones
con las
autoridades parecen darte una paz más profunda
y mayor firmeza.
Siento que estás
cada vez más consciente
de Quien eres y
de la misión que Dios Te ha encomendado.
Jesús, eso es lo
que quiero. Quiero poder levantar la cabeza
y, como Tú, poder
mirar la gente a los ojos cuando las desafío.
Quiero tener el
valor de hablar por quienes necesitan ayuda.
Quiero tener el
valor de estar contigo a todo momento,
trabajar como
Tú, por la justicia y para llevar la buena nueva a los pobres.
Gracias por compartir
Tu vida conmigo.
Siento que se
van estrechando los lazos que me unen a Ti
a medida que Te
voy conociendo cada día más.
Gracias por
invitarme a acompañarte en esta travesía.
Dame el valor
que necesito para caminar como Tú.
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