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de marzo de 2019 – T. de Cuaresma – JUEVES DE LA III SEMANA
El que no siembra conmigo desparrama
Lectura
del libro del profeta Jeremías 7, 23-28
Así
habla el Señor:
Esta
fue la orden que les di: Escuchen mi voz, así yo seré su Dios y ustedes serán
mi Pueblo; sigan por el camino que yo les ordeno, a fin de que les vaya bien.
Pero
ellos no escucharon ni inclinaron sus oídos, sino que obraron según sus
designios, según los impulsos de su corazón obstinado y perverso; se volvieron
hacia atrás, no hacia adelante.
Desde
el día en que sus padres salieron de Egipto hasta el día de hoy, yo les envié a
todos mis servidores los profetas, los envié incansablemente, día tras día.
Pero ellos no me escucharon ni inclinaron sus oídos, sino que se obstinaron y
obraron peor que sus padres.
Tú
les dirás todas estas palabras y no te escucharán; los llamarás y no te
responderán. Entonces les dirás: «Esta es la nación que no ha escuchado la voz
del Señor, su Dios, ni ha recibido la lección. La verdad ha desaparecido, ha
sido arrancada de su boca.»
Palabra
de Dios.
SALMO Sal
94, 1-2. 6-7c. 7d-9 (R.: 7d-8a)
R. Ojalá
hoy escuchen la voz del Señor: «No endurezcan su corazón.»
¡Vengan,
cantemos con júbilo al Señor,
aclamemos
a la Roca que nos salva!
¡Lleguemos
hasta él dándole gracias,
aclamemos
con música al Señor! R.
¡Entren,
inclinémonos para adorarlo!
¡Doblemos
la rodilla ante el Señor que nos creó!
Porque
él es nuestro Dios,
y
nosotros, el pueblo que él apacienta,
las
ovejas conducidas por su mano. R.
Ojalá
hoy escuchen la voz del Señor:
«No
endurezcan su corazón como en Meribá,
como
en el día de Masá, en el desierto,
cuando
sus padres me tentaron y provocaron,
aunque
habían visto mis obras.» R.
EVANGELIO
Lectura
del santo Evangelio según san Lucas 11, 14-23
Jesús
estaba expulsando a un demonio que era mudo. Apenas salió el demonio, el mudo
empezó a hablar. La muchedumbre quedó admirada, pero algunos de ellos decían:
«Este expulsa a los demonios por el poder de Belzebul, el Príncipe de los
demonios.» Otros, para ponerlo a prueba, exigían de él un signo que viniera del
cielo.
Jesús,
que conocía sus pensamientos, les dijo: «Un reino donde hay luchas internas va
a la ruina y sus casas caen una sobre otra. Si Satanás lucha contra sí mismo,
¿cómo podrá subsistir su reino? Porque -como ustedes dicen- yo expulso a los
demonios con el poder de Belzebul. Si yo expulso a los demonios con el poder de
Belzebul, ¿con qué poder los expulsan los discípulos de ustedes? Por eso,
ustedes los tendrán a ellos como jueces. Pero si yo expulso a los demonios con
la fuerza del dedo de Dios, quiere decir que el Reino de Dios ha llegado a
ustedes.
Cuando
un hombre fuerte y bien armado hace guardia en su palacio, todas sus posesiones
están seguras, pero si viene otro más fuerte que él y lo domina, le quita el
arma en la que confiaba y reparte sus bienes.
El
que no está conmigo, está contra mí; y el que no recoge conmigo, desparrama.»
Palabra
del Señor.
Para reflexionar
Dios
le confiesa al profeta su desánimo por un pueblo que rechaza su amistad.
Escuchamos el amargo reproche del Dios de la Alianza, que ha obrado
misericordia, justicia y derecho sobre la tierra, y que se ve abandonado por su
pueblo, a pesar de todos sus esfuerzos por hacerse escuchar. Se trata de una
acusación que clama al cielo: «aquí está la gente que no escuchó la voz del
Señor su Dios». Por eso, Jeremías tuvo que proclamar de parte de Dios la ruina
inminente de la nación.
Pero
como Dios mantiene sus promesas, salvará a un resto del pueblo judío, a pesar
de su dureza de corazón, como recuerda hoy el salmo responsorial.
***
La
historia se repite. Cuando llegó Cristo a Israel encontró la misma obstinación.
Israel fue sordo a la palabra de Jeremías y los contemporáneos de Jesús fueron
ciegos a los signos del Maestro. Pareciera que “tanto bien les hace mal”. El
evangelio de Lucas nos presenta el milagro de Jesús expulsando a un demonio. El
poseso era mudo, en cuanto salió el demonio, el mudo habló. Jesús devuelve al
hombre su dignidad. La creación ha sido restaurada. Jesús ha venido a combatir
esas fuerzas malhechoras.
Este
hecho da pie a una discusión acerca de la autoridad con la que Jesús realiza
esos signos. La sordera-mudez es signo, en el lenguaje bíblico, de cerrazón a
la palabra de Dios como en el caso de Zacarías. En contrapartida, entre las
credenciales del Mesías con las que Jesús acreditó su obra mesiánica ante los
enviados de Juan Bautista, que dudaba de su misión, encontramos la expresión
«los sordos oyen».
Los
fariseos y autoridades judías quisieron quitarte fuerza al mensaje de Jesús
atribuyendo sus acciones a Belcebú. Herederos de la dureza de corazón de sus
antepasados, la obcecación les nublaba la vista. No lo escuchan, ni le hacen
caso, para no tener que prestar atención a lo que dice, que es incómodo; buscan
excusas tan poco razonables como que lanza los demonios en complicidad con el
mismo Satanás.
El
sentido común llena la respuesta de Jesús y muestra lo absurdo del argumento:
un reino no podrá subsistir si está dividido en su interior. Una guerra civil
aniquila un país desde sus cimientos. El criterio de Jesús es claro e
importante: si se expulsa los demonios y cualquier forma de mal es que el
Reinado de Dios está llegando. Ahí donde se hace el bien, ahí se está ganando
espacio para el Reino, ahí se lo está construyendo.
El
que es conocido en el evangelio como el “fuerte”, que en este pasaje custodia
sus bienes y su palacio, es el demonio que se ha “apoderado” de un hombre. Los
adversarios de Jesús no quieren la evidencia de que entre ellos, está el que es
“más fuerte” y que Jesús está entablando con él una lucha victoriosa, y
que ya ha llegado el Reino prometido. El origen de la fuerza de Jesús es Dios
mismo. Los signos a través de los cuales se manifiesta esta fuerza, nunca son
signos demoníacos de esclavitud y enfermedad; sino signos que manifiestan lo
que Dios es: salud, paz, libertad, alegría.
Si
reconocen esto, tendrán que aceptar a Jesús como el Mesías de Dios, y hacer
caso del testimonio que está dando. Los que no quieren escuchar a Dios en el
Antiguo Testamento y a Jesús en el evangelio, son precisamente los del pueblo
elegido, los que oficialmente se consideran los mejores. Pareciera que eso
mismo, de alguna manera, los inmuniza contra lo que diga Jesús y no saben
escuchar la voz de Dios.
Como
hijos del reino, discípulos de Jesús, también nosotros estamos llamados a
expulsar todo lo que se oponga al reino de la justicia y la vida, la libertad y
la paz de nuestro ambiente. Contamos a nuestro lado con el que es “más fuerte”,
y ese reino ya está presente allí donde sabemos enfrentarnos contra la opresión
y la violencia, buscando que reine la justicia y la paz, dejando que triunfe la
vida.
Para discernir
¿Me
esfuerzo en mantener la gracia de la liberación del corazón que Cristo me
regala?
¿Qué
medio pongo para crecer y no volver a caer en antiguas esclavitudes?
¿Soy
prudente evitando las ocasiones próximas de pecado?
¿Valoro
la vida nueva y la cuido celosamente o me despreocupo ingenuamente de ella?
Repitamos a lo largo de este día
Señor,
¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna.
Para la lectura espiritual
…Callarse no
significa estar mudo, como tampoco hablar equivale a locuacidad. El mutismo no
crea soledad, como tampoco la locuacidad crea comunión. …”El silencio es el
exceso, la embriaguez y el sacrificio de la palabra. El mutismo, en cambio, es
malsano, como algo que sólo fue mutilado y no sacrificado”… (Ernest Hello). Del
mismo modo que existen en la jornada del cristiano determinadas horas para la
Palabra, especialmente las horas de meditación y de oración en común, deben
existir también ciertos momentos de silencio a partir de la Palabra. Serán
sobre todo los momentos que preceden y siguen a la escucha de la Palabra. Esta
no se manifiesta a personas charlatanas, sino en el recogimiento y silencio.
Callamos antes
de escuchar la Palabra, para que nuestros pensamientos se dirijan a la Palabra,
igual que calla un niño cuando entra en la habitación de su Padre. Callamos
después de haber oído la Palabra, porque todavía resuena, vive y quiere
permanecer en nosotros. Callamos al comenzar el día, porque es Dios quien debe
decir la primera palabra; callamos al caer la noche, porque a Dios corresponde
la última palabra. Callamos sólo por amor a la Palabra.
Callar, en
definitiva, no significa otra cosa que estar atentos a la Palabra de Dios para
poder caminar con su bendición…
D. Bonhoeffer,
Vida en Comunidad, Salamanca 1983, 61 s.
Para rezar
Muchas veces se
hace difícil
vivir la vida
nueva.
Son tantas las
invitaciones
que el mundo nos
hace.
Saber discernir
es un arte,
poder perseverar
es una gracia.
Padre, danos
fuerza para luchar,
danos claridad
para ver y no dejarnos confundir,
danos amor para
entregarnos
y serenidad para
saber ofrecer con alegría.
Que la casa de
mi corazón
esté poblada con
obras que hablen de Vos,
que no quede
lugar para lo que no nos hace crecer.
Que me apasione
por tu reino
y encuentre en
el trabajar por él
la razón y el
sentido de mi vida.
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