27
de marzo de 2019 – T. de Cuaresma – MIÉRCOLES DE LA III SEMANA
He venido a dar cumplimiento a la ley
Lectura
del libro del Deuteronomio 4, 1. 5-9
Moisés
habló al pueblo, diciendo:
«Y
ahora, Israel, escucha los preceptos y las leyes que yo les enseño para que las
pongan en práctica. Así ustedes vivirán y entrarán a tomar posesión de la
tierra que les da el Señor, el Dios de sus padres.
Tengan
bien presente que ha sido el Señor, mi Dios, el que me ordenó enseñarles los
preceptos y las leyes que ustedes deberán cumplir en la tierra de la que van a
tomar posesión. Obsérvenlos y pónganlos en práctica, porque así serán sabios y
prudentes a los ojos de los pueblos, que al oír todas estas leyes, dirán:
“¡Realmente es un pueblo sabio y prudente esta gran nación!”
¿Existe
acaso una nación tan grande que tenga sus dioses cerca de ella, como el Señor,
nuestro Dios, está cerca de nosotros siempre que lo invocamos? ¿Y qué gran
nación tiene preceptos y costumbres tan justas como esta Ley que hoy promulgo
en presencia de ustedes?
Pero
presta atención y ten cuidado, para no olvidar las cosas que has visto con tus
propios ojos, ni dejar que se aparten de tu corazón un solo instante. Enséñalas
a tus hijos y a tus nietos.»
Palabra
de Dios.
SALMO Sal
147, 12-13. 15-16. 19-20 (R.: 12a)
R. ¡Glorifica
al Señor, Jerusalén!
¡Glorifica
al Señor, Jerusalén,
alaba
a tu Dios, Sión!
El
reforzó los cerrojos de tus puertas
y
bendijo a tus hijos dentro de ti. R.
Envía
su mensaje a la tierra,
su
palabra corre velozmente;
reparte
la nieve como lana
y
esparce la escarcha como ceniza. R.
Revela
su palabra a Jacob,
sus
preceptos y mandatos a Israel:
a
ningún otro pueblo trató así
ni
le dio a conocer sus mandamientos. R.
EVANGELIO
Lectura
del santo Evangelio según san Mateo 5, 17-19
Jesús
dijo a sus discípulos:
«No
piensen que vine para abolir la Ley o los Profetas: yo no he venido a abolir,
sino a dar cumplimiento. Les aseguro que no desaparecerá ni una i ni una coma
de la Ley, antes que desaparezcan el cielo y la tierra, hasta que todo se
realice.
El
que no cumpla el más pequeño de estos mandamientos, y enseñe a los otros a
hacer lo mismo, será considerado el menor en el Reino de los Cielos. En cambio,
el que los cumpla y enseñe, será considerado grande en el Reino de los Cielos.»
Palabra
del Señor.
Para reflexionar
Moisés
exhorta a su pueblo, en vísperas de entrar en la tierra prometida, a que viva
según la voluntad de Dios, que cumpla la parte que le toca en la Alianza que
han firmado con Dios: tienen que vivir según sus mandamientos. La Alianza se
concreta en normas de vida.
Dios
se dirige a los hombres como a una persona amada, llamándolos por su nombre.
Era, además, una fórmula ritual: «Escucha, Israel…». El cumplimiento de los
mandamientos de Dios es señal de que el pueblo permanece fiel a la Alianza. El
Deuteronomio, ya apunta el peligro de que el pueblo se olvide de los hechos
salvíficos de Dios y caiga en el legalismo. Cumplir los mandamientos no otorga
ningún derecho ante Dios.
***
En
esta vuelta a la “escuela del seguimiento y la fe” que representa la Cuaresma,
hoy Jesús nos asoma al sentido que tienen los mandamientos de Dios. El mismo
libro del Deuteronomio los califica de sabios, prudentes y justos. No se trata
de cargas pesadas para hacer la vida humana insufrible sino, más bien, de
caminos que conducen a la vida: “Así vivirán, entrarán y tomarán posesión de la
tierra que el Señor, Dios de sus padres, les va a dar”.
La
misión de Jesús es positiva, no negativa; viene precisamente a dar cumplimiento
a las promesas del reinado de Dios contenidas en la antigua alianza. En la Ley
hay elementos de Reino y en la medida en que se cumplan esos elementos, se
participa en el Reino que Jesús propone.
La
plenitud de todo mandamiento es el amor. Sin él, los preceptos pueden
convertirse en barreras e incluso en armas que ponen en peligro la vida del
hombre y de la comunidad. Desde el amor, son cauces que nos ayudan a realizar
lo esencial de la vida humana: amar a Dios y al prójimo y hacer de este mundo
expresión de vida y no de muerte, caminos de libertad y no de esclavitud.
Para discernir
¿Qué
valor le doy al cumplimiento de la ley en mi vida?
¿Descubro
en ella un camino de verdad y plenitud?
¿Descubro
que la ley de Dios no es una regla sino el seguimiento de una persona,
Jesucristo?
¿Hago
la ley a mi medida o me mido desde la ley?
Repitamos a lo largo de este día
Inclino
mi corazón a tu ley de amor
Para la lectura espiritual
…Cuando aquellos
a quienes amamos nos piden algo, les damos las gracias por pedírnoslo. Si tú
deseases, Señor, pedirnos una única cosa en toda nuestra vida, nos dejarías
asombrados, y el haber cumplido una sola vez tu voluntad sería el gran acontecimiento
de nuestro destino. Pero como cada día, cada hora, cada minuto, pones en
nuestras manos tal honor, lo encontramos tan natural que estamos hastiados, que
estamos cansados…
Y, sin embargo,
si entendiésemos qué inescrutable es tu misterio, nos quedaríamos estupefactos
al poder conocer esas chispas de tu voluntad que son nuestros minúsculos
deberes. Nos deslumbraría conocer, en esta inmensa tiniebla que nos cubre, las
innumerables, precisas y personales luces de tus deseos. El día que lo entendiésemos,
iríamos por la vida como una especie de profetas, como videntes de tus pequeñas
providencias, como agentes de tus intervenciones. Nada sería mediocre, pues
todo sería deseado por ti. Nada sería demasiado agobiante, pues todo tendría su
raíz en ti. Nada sería triste, pues todo sería querido por ti. Nada sería
tedioso, pues todo sería amor por ti.
Todos estamos
predestinados al éxtasis, todos estamos llamados a salir de nuestras pobres
maquinaciones para resurgir hora tras hora en tu plan. Nunca somos pobres
rechazados, sino bienaventurados llamados; llamados a saber lo que te gusta
hacer, llamados a saber lo que esperas en cada instante de nosotros: personas
que necesitas un poco, personas cuyos gestos echarías de menos si nos negásemos
a
hacerlos. El ovillo de algodón para zurcir, la carta que hay que escribir, el niño que es preciso levantar, el marido que hay que alegrar, la puerta que hay que abrir, el teléfono que hay que descolgar, el dolor de cabeza que hay que soportar…: otros tantos trampolines para el éxtasis, otros tantos puentes para pasar desde nuestra pobre y mala voluntad a la serena rivera de tu deseo…
hacerlos. El ovillo de algodón para zurcir, la carta que hay que escribir, el niño que es preciso levantar, el marido que hay que alegrar, la puerta que hay que abrir, el teléfono que hay que descolgar, el dolor de cabeza que hay que soportar…: otros tantos trampolines para el éxtasis, otros tantos puentes para pasar desde nuestra pobre y mala voluntad a la serena rivera de tu deseo…
M.
Delbrél, La alegría de creer, Santander 1997, 135s.
Para rezar
Señor tu palabra
es la verdad,
y tu ley es
camino de libertad.
Gracias por tu
único mandamiento,
que todo lo
plenifica porque es amor.
Sabemos que
aunque
ardamos de amor
hasta morir,
aún no habremos
amado lo suficiente,
nunca amamos
bastante,
y nuestro amor
necesita ser purificado.
Danos un corazón
puro y sencillo,
para que, con tu
hijo Jesús
vivamos de tu
palabra y alcancemos
el gozo de crear
un mundo más feliz.
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