26 de febrero de 2019


26 de febrero de 2019 – TO – MARTES DE LA VII SEMANA

Para ser el primero hacerse el último

Lectura del libro del Eclesiástico     2, 1-11

Hijo, si te decides a servir al Señor,
prepara tu alma para la prueba.
Endereza tu corazón, sé firme,
y no te inquietes en el momento de la desgracia.
Únete al Señor y no te separes,
para que al final de tus días seas enaltecido.
Acepta de buen grado todo lo que te suceda,
y sé paciente en las vicisitudes de tu humillación.
Porque el oro se purifica en el fuego,
y los que agradan a Dios, en el crisol de la humillación.
Confía en él, y él vendrá en tu ayuda,
endereza tus caminos y espera en Él.
Los que temen al Señor, esperen su misericordia,
y no se desvíen, para no caer.
Los que temen al Señor, tengan confianza en Él,
y no les faltará su recompensa.
Los que temen al Señor, esperen sus beneficios,
el gozo duradero y la misericordia.
Fíjense en las generaciones pasadas y vean:
¿Quién confió en el Señor y quedó confundido?
¿Quién perseveró en su temor y fue abandonado?
¿Quién lo invocó y no fue tenido en cuenta?
Porque el Señor es misericordioso y compasivo,
perdona los pecados
y salva en el momento de la aflicción.
Palabra de Dios.

SALMO     Sal 36, 3-4. 18-19. 27-28. 39-40 (R.: cf. 5)
R. ¡Confía tu suerte al Señor!

Confía en el Señor y practica el bien;
habita en la tierra y vive tranquilo:
que el Señor sea tu único deleite,
y él colmará los deseos de tu corazón. R.

El Señor se preocupa de los buenos,
su herencia permanecerá para siempre;
no desfallecerán en los momentos de penuria,
y en tiempos de hambre quedarán saciados. R.

Aléjate del mal, practica el bien,
y siempre tendrás una morada,
porque el Señor ama la justicia
y nunca abandona a sus fieles. R.

La salvación de los justos viene del Señor,
él es su refugio en el momento del peligro;
el Señor los ayuda y los libera,
los salva porque confiaron en Él. R.
 
EVANGELIO
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos     9,30-37

Al salir de allí atravesaron la Galilea; Jesús no quería que nadie lo supiera, porque enseñaba y les decía: «El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres; lo matarán y tres días después de su muerte, resucitará.» Pero los discípulos no comprendían esto y temían hacerle preguntas.
Llegaron a Cafarnaún y, una vez que estuvieron en la casa, les preguntó: «¿De qué hablaban en el camino?» Ellos callaban, porque habían estado discutiendo sobre quién era el más grande.
Entonces, sentándose, llamó a los Doce y les dijo: «El que quiere ser el primero, debe hacerse el último de todos y el servidor de todos.»
Después, tomando a un niño, lo puso en medio de ellos y, abrazándolo, les dijo: «El que recibe a uno de estos pequeños en mi Nombre, me recibe a mí, y el que me recibe, no es a mí al que recibe, sino a aquel que me ha enviado.»
Palabra del Señor.

Para reflexionar

La segunda página de este libro de sabiduría, el Eclesiástico, es un aviso muy realista: «Prepárate para las pruebas». La sabiduría, aunque es don de Dios y participación en su sabiduría eterna e insondable, es también aprendizaje y tarea por nuestra parte. Requiere valentía, fidelidad, perseverancia, aplicación. Si vienen pruebas, también exige el saberlas aguantar y sacar provecho de ellas.
El autor recurre a la historia, que está llena de personas que nos dan ejemplo de constancia y fidelidad a Dios, porque en las dificultades confiaron en Él: «¿Quién confió en el Señor y quedó defraudado?».
Las pruebas nos hacen madurar, nos hacen pensar, nos invitan a relativizar tantas cosas y a dar importancia a las que valen la pena.
Con la fuerza de Dios no hay dificultad insuperable. Con su luz vamos adquiriendo la verdadera sabiduría que nos trae también la felicidad. Confiemos en Dios. Eso iluminará de sabiduría nuestra jornada.
***
Jesús para ir educando a los suyos en el camino del discipulado, les anuncia por segunda vez su pasión y su muerte. Pero todavía no están dispuestos a entender lo que les está queriendo decir. Lo que les preocupa, y de eso discuten en el camino, es «quién será el más importante». Ya se ven en el Reino del Maestro, ocupando los puestos de honor.
Aún se ve lo difícil que es para los discípulos comprender la pasión, muerte y resurrección de Jesús. A pesar de haber escuchado, directamente de sus labios, los requerimientos para la construcción del Reino siguen preocupados más por el poder, que por entregar incondicionalmente la vida por el hermano como les propone el Maestro.
Jesús, en la serenidad de casa, con extrema delicadeza les da una lección para que vayan corrigiendo sus expectativas. Les aclara que no se puede ser el primero en su Reino si no se abandona toda tentativa de poder, asumiendo comprometidamente el servicio y la entrega por los demás.
Después, pone a un niño en medio de ellos y dice que el que recibe a un niño lo recibe a Él. Precisamente a un niño, que en el ambiente social de entonces era más bien marginado de la sociedad y tenido en muy poco.
Jesús puede hablarles del poder y valor de la servicialidad porque es el primero que la vive con toda radicalidad. Toda su vida está en esa actitud de entrega por los demás porque no ha venido a ser servido sino a servir y a dar su vida para la salvación de todos. Actitud que manifiesta en su cercanía a los más necesitados, que pondrá de manifiesto con ellos cuando arrodillado les lave los pies; pero sobre todo cuando en la cruz entregue su vida.
La dificultad para entender la lección que Jesús dio a los apóstoles también la padecemos hoy. Tendemos a ocupar los primeros lugares, a buscar nuestros propios intereses, a despreciar a aquellos de los que no podemos esperar mucho. Eso pasa en el mundo de la política, en nuestro mundo familiar o comunitario, en nuestra vida eclesial. Nuestra naturaleza se rebela cuando podemos «ser el último de todos».
La salvación del mundo vino a través de la cruz de Cristo. Seguimos a un Salvador humilde, aparentemente fracasado, el Siervo de todos, hasta la Cruz. El discípulo no puede ser más que el maestro. Colaborar con Él en la construcción del reino significará muchas veces sufrimiento, otras veces renuncia y esfuerzo, y siempre entrega gratuita.
Aquel que quiera ser discípulo de Jesús debe ser un servidor integral, especialmente de los que más lo necesitan, de los abandonados, de los postergados, de los que nadie atiende, aquellos de los que nadie se acuerda. Amar es servir. Un cristiano que no sirve, no sirve como cristiano. “Una Iglesia que no sirve, no sirve para nada”.
Como Iglesia también debemos asumir la radicalidad de la propuesta de servicio que Jesús asumió con todas las consecuencias que implique. Vivir en pobreza y al servicio de los hombres y de todo hombre, es la única obligación del cristiano.

Para discernir

¿Acepto las consecuencias de renuncia y cruz en el seguimiento del Señor?
¿Busco una salvación a mi medida?
¿Reconozco en el servicio una fuente de Gracia?

Repitamos a lo largo de este día

Seamos primeros sirviendo a todos

Para la lectura espiritual

«Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos»

¡Jesús!… ¡Qué humildad la tuya, Rey de la gloria, al someterte a todos los sacerdotes, sin hacer distinción alguna entre los que te aman y los que, por desgracia, son tibios o fríos en tu servicio…! A su llamada, tú bajas del cielo; pueden adelantar o retrasar la hora del santo sacrificio, que tú estás siempre pronto a su voz… ¡Qué manso y humilde de corazón me pareces, Amor mío, bajo el velo de la blanca hostia! (Mt 11,29). Ya no puedes abajarte más para enseñarme la humildad; por eso, para responder a tu amor, yo también quiero desear que mis hermanas me pongan siempre en el último lugar y convencerme de que ése es precisamente mi sitio.
Yo sé bien, Dios mío, que al alma orgullosa tú la humillas y que a la que se humilla le concedes una eternidad gloriosa; por eso quiero ponerme en el último lugar y compartir tus humillaciones, para «tener parte contigo»(Jn 13,8) en el reino de los cielos.
Pero tú, Señor, conoces mi debilidad; cada mañana hago el propósito de practicar la humildad, y por la noche reconozco que he vuelto a cometer muchas faltas de orgullo. Al ver esto, me tienta el desaliento, pero sé que el desaliento es también una forma de orgullo. Por eso quiero, Dios mío, fundar mi esperanza sólo en ti; ya que tú lo puedes todo, haz nacer en mi alma la virtud que deseo. Para alcanzar esta gracia de tu infinita misericordia, te repetiré muchas veces: «¡Jesús, manso y humilde de corazón, haz mi corazón semejante al tuyo»…

Santa Teresa del Niño Jesús (1873-1897), carmelita descalza, Doctora de la Iglesia
Oración 20

Para rezar

Gracias, Señor, por haberme llamado
a servir gratuitamente,
a dar mi tiempo, mis energías
y mi amor a quienes sufren.
Aquí estoy, Señor, envíame.
Dispón mi mente y mi corazón
a escuchar sin prejuicios,
a servir hasta las últimas consecuencias.

Envíame, Señor, a pesar de que yo también soy débil
así comprenderé que eres tú nuestra fuerza,
y mis hermanos descubrirán tu rostro
en mi presencia discreta.
Envíame, Señor, y así comprenderé
que la mayor felicidad está en servirte. Amén.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Te invitamos a dejarnos tus comentarios, sugerencias u observaciones. Gracias por hacerlo.